Norman ISHIMWE, publicado originalmente el 14 de febrero de 2022

Desde julio de 2021, el ejército ruandés está desplegado en Mozambique para luchar contra una insurgencia de militantes vinculados al Estado Islámico en la provincia de Cabo Delgado. El director general del Estado Mayor de la Unión Europea, Hervé Bléjean, declaró el 26 de enero de 2022 que Ruanda había solicitado «apoyo financiero a través del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz y el Alto Representante está muy decidido a responder positivamente» [1]. La decisión europea de apoyar una intervención armada en la provincia de Cabo Delgado está plenamente justificada; lo que resulta curioso es la elección de Ruanda como socio en materia de seguridad. En este artículo intentaremos analizar el contexto y las razones que pueden llevar a las instituciones europeas, bajo la influencia de Francia, a financiar al ejército ruandés.
Este proyecto de financiación fue iniciado por el presidente francés Emmanuel Macron junto con sus socios europeos. Todo ello debido a que, en octubre de 2011, se descubrió un enorme yacimiento de gas marino a 40 kilómetros de la costa septentrional de Mozambique. Con el tiempo, estas reservas, estimadas en cerca de 5 mil millones de metros cúbico, podrían convertir a Mozambique en el cuarto exportador mundial de gas líquido y el primero de África. TotalEnergies, la joya de la corona de la industria petrolera francesa, se comprometió a invertir 20 000 millones de dólares en el proyecto, la mayor inversión privada francesa jamás realizada en el continente africano. La estadounidense ExxonMobil y la italiana ENI también han invertido importantes sumas en el proyecto.
Tras el enésimo atentado yihadista el 24 de marzo de 2021, TotalEnergies decidió suspender el proyecto. El grupo francés se justificó con «el grave deterioro de seguridad». [2] De hecho, el ejército mozambiqueño ya no controlaba la mayor parte de la región de Cabo Delgado, ya que se encontraba en manos de los yihadistas.
El presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, empujado a reaccionar por sus socios económicos, principalmente Francia, se animó a pedir ayuda a su homólogo ruandés. El 30 de abril de 2021 se desplazó a Kigali para formalizar la petición. Antes de confirmar su ayuda, el presidente ruandés, Paul Kagame, quiso asegurarse el apoyo europeo. En mayo de 2021 viajó a París para asistir a la Cumbre sobre la financiación de las economías africanas. Al margen de esta, Paul Kagame se reunió con Emmanuel Macron y el primer ministro portugués, Antonio Costa, para asegurarse de que apoyarían la medida.
El apoyo ruandés a la seguridad no tardó en materializarse, ya que un primer contingente de 1 000 soldados y policías llegó a Mozambique a principios de julio de 2021. Desde entonces, las tropas ruandesas combaten junto al ejército mozambiqueño y una fuerza multilateral de países de la SADC (La Comunidad para el Desarrollo del África Meridional, por sus siglas en inglés).
Francia se estanca en suelo africano.
Si bien Francia se ha visto directamente afectada por esta insurgencia, no ha enviado sus tropas directamente a combatir la amenaza yihadista en Cabo Delgado. La razón es que las tropas francesas están empantanadas en una guerra contra el terrorismo en el Sahel que se está convirtiendo en un atolladero y corre el riesgo de acabar en desastre, ya que los sahelianos están decepcionados por los nueve años de guerra que, en su opinión, no han tenido resultados concluyentes. Además, las últimas operaciones francesas, como las de Costa de Marfil, la República Centroafricana y Libia, han terminado degradando la imagen de Francia.
Las poblaciones africanas reprochan a Francia una actitud «neocolonialista de doble cara». Por un lado, acusan a Francia de preconizar los derechos humanos y la democracia, mientras que, por otro lado, apoya a los autócratas gobernantes y trata de proteger sus intereses por todos los medios. Durante estos últimos años, la juventud de África occidental, cansada pero consciente, ha preferido apoyar los golpes militares (en Malí, Guinea y Burkina Faso) y la cooperación con una Rusia igualmente pragmática, pero menos cínica que con Francia, el socio histórico. Por todas estas razones, las autoridades francesas son cada vez menos proclives a enviar sus tropas a los teatros africanos.
La estrategia diplomática de seguridad de Kagame da sus frutos
Esta observación realizada por las autoridades francesas justifica en parte la voluntad del Elíseo de reconciliarse con Ruanda. De hecho, Ruanda ha hecho de su ejército el centro de su diplomacia desde hace 20 años. Cuarto contribuyente a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU y primero en ratio por habitante [3], el voluntarismo ruandés en materia de seguridad agrada a Nueva York. Ruanda ha logrado construir una influencia importante en el seno de la institución internacional, sobre todo gracias a sus importantes contingentes en las operaciones de mantenimiento de la paz onusianas. Estados Unidos, muy receptivo a ello, ha convertido desde hace tiempo a Kagame en su protegido. Un voluntarismo que no es del todo desinteresado, ya que, en 2022, las Naciones Unidas habrían pagado a Ruanda 171 millones de dólares [4] para reembolsar los gastos de las operaciones de mantenimiento de la paz en varios países.
Este maná financiero y esta experiencia acumulada han permitido al presidente Paul Kagame construir un ejército que hoy se considera uno de los más profesionales y mejor entrenados y equipados del continente africano.
La buena reputación de la que goza el ejército ruandés ha llevado gradualmente a Kigali a hacer evolucionar su modelo, pasando de la contribución multilateral a la colaboración bilateral en materia de seguridad. La primera experiencia de compromiso bilateral fue en la República Centroafricana (RCA), donde desde diciembre de 2020 [5], [6] Ruanda ha desplegado sus fuerzas especiales para rescatar al presidente centroafricano Faustin-Archange Touadéra, que tenía rebeldes hostiles a su poder a pocos kilómetros de la capital, Bangui.
Una vez más, no se trata de desinterés, ya que Ruanda se paga a sí misma mediante generosos acuerdos comerciales que le permiten hacerse con parte de la inmensa riqueza minera del país [7].
París elige a Kagame para asegurar sus intereses en la República Centroafricana
Este mayor compromiso de Ruanda con la RCA contó con el apoyo de Francia y Europa. La República Centroafricana es una de las antiguas colonias en las que París siempre ha querido mantener su influencia a toda costa. Sin embargo, François Hollande decidió concluir en 2016 la Operación Sangaris, que las fuerzas francesas llevaban a cabo en la RCA desde 2013. Contra todo pronóstico, Francia retiró sus tropas al día siguiente de la toma de posesión del nuevo presidente, Faustin-Archange Touadéra, pese a que la situación de seguridad seguía siendo preocupante.
Esto supuso un golpe de suerte para Rusia y, especialmente, para su milicia paramilitar Wagner. El nuevo jefe de estado centroafricano, en busca de apoyo internacional, se dirigió a los rusos, quienes respondieron favorablemente y se convirtieron rápidamente en los nuevos amos de Bangui. La milicia rusa también aprovechó su posición de poder para ponerle las manos encima a una parte significativa de las enormes reservas minerales del país.
París, sintiéndose agraviado y desalojado de su patio trasero centroafricano, decidió reaccionar. Una de las decisiones más importantes del Elíseo fue apoyarse en Kigali. De hecho, desde 2014, la ONU ha puesto en marcha una misión de mantenimiento de la paz en la República Centroafricana (MINUSCA, Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana), en la que Ruanda participa desde su inicio. A falta de un ejército centroafricano creíble, Ruanda, que constituye el grueso de las tropas de la MINUSCA [9], se ha convertido rápidamente en el segundo país más influyente en el terreno centroafricano, por detrás de Rusia.
Desde su retirada de la RCA, Francia ha iniciado todos los proyectos de resolución en el Consejo de Seguridad destinados a apoyar a la MINUSCA en contra de la opinión de Rusia [10], que ha utilizado repetidamente su derecho de veto. La decisión de Ruanda en 2020 de aumentar sus tropas en la RCA mediante un acuerdo bilateral, eludiendo de facto el derecho de control de la ONU, fue vista con buenos ojos en París.
La estrategia de Francia de fomentar una mayor implicación de Ruanda en la RCA se justificaba, por un lado, en garantizar la salvaguarda de sus intereses residuales y, por otro, en que Kigali actuara como contrapeso y no dejara que los rusos acapararan demasiada riqueza e influencia. Desde entonces, Ruanda ha actuado como una especie de mandatario francés en la República Centroafricana.
París también quiso transmitir este apoyo tácito a través de la Unión Europea. African Intelligence [11], medio de comunicación especializado en noticias políticas y económicas africanas, reveló hace poco que la Unión Europea estaba estudiando la posibilidad de poner bajo supervisión ruandesa a las fuerzas centroafricanas entrenadas en el marco de la misión europea de formación militar, para así garantizar que dejaran de actuar junto a las fuerzas paramilitares de Wagner.

Una reconciliación «cueste lo que cueste»
Por un lado, una potencia internacional que pierde terreno en África y, por otro, un pequeño Estado con un régimen cada vez más goloso a la cabeza: la oportuna reunión era inevitable. Los intereses de la Francia de Macron y de la Ruanda de Kagame están alineados. Quedaba solo una espinita que impedía que la asociación se produjera a cara descubierta: la lectura histórica de la actuación de Francia durante el genocidio de Ruanda. Por un lado, el presidente Paul Kagame acusó a París de haber desempeñado «un papel directo en la preparación política del genocidio y la participación en el mismo». Por otro lado, la justicia francesa acusó a personas cercanas a Kagame de haber derribado el avión del presidente Juvénal Habyarimana, punto de partida del genocidio.
Frente a esta tensa situación, los dos jefes de Estado consiguieron, sin embargo, girar completamente las tornas en el espacio de 4 años y 4 actos.
En primer lugar, en 2018, el presidente francés Macron ofreció a Louise Mushikiwabo, ministra de Asuntos Exteriores de Paul Kagame, el puesto de secretaria general de la Organización Internacional de la Francofonía. Una decisión que sorprendió por completo a la opinión pública, ya que en aquel momento Francia y Ruanda habían paralizado, al menos oficialmente, sus relaciones diplomáticas. Además, Ruanda había abandonado la lengua de Molière en favor de la de Shakespeare y se había adherido a la Mancomunidad de Naciones.
En segundo lugar, Francia decidió retirar los cargos contra las nueve personas cercanas a Paul Kagame que habían sido acusadas de haber ordenado y participado en el atentado contra el avión de Juvénal Habyarimana en abril de 1994. Tras una investigación que duró 20 años, durante la cual muchos de los testigos de cargo desaparecieron o fueron asesinados, París archivó el caso. Este caso, que había provocado la ira y la preocupación del clan Kagame durante 20 años, tuvo un final feliz para Kagame y aquellos cercanos a él.
En tercer lugar, el relato y la narrativa mediática sobre Ruanda en Francia se invirtieron totalmente. Mientras Francia era uno de los países más críticos con las violaciones de los derechos humanos en Ruanda, Kagame fue presentado poco a poco como un jefe de estado visionario e ilustrado que habría pacificado y desarrollado Ruanda.
Por último, en cuarto lugar, ambos países publicaron dos informes «gemelos» (el Informe Duclert por la parte francesa y el Informe Muse por la parte ruandesa) en los que se criticaba la política francesa en Ruanda en la década de los 90, pero que exoneraba de toda culpa a Francia y a sus dirigentes políticos de la época. Al hacerlo, los presidentes Macron y Kagame acordaron tácitamente que el pasado y la búsqueda de la verdad histórica no deberían interferir ni influir en la futura colaboración comercial, diplomática y, especialmente, de seguridad [12]. Un enfoque que ha hecho correr mucha tinta, ya que ha sido juzgado cínico por muchos investigadores, periodistas y supervivientes del Genocidio.
Tras estas formalidades, Emmanuel Macron se desplazó a Ruanda en mayo de 2021 para formalizar la reconciliación y la asociación entre Francia y Ruanda, firmando de paso un compromiso de desbloqueo de 500 millones de euros en 4 años para apoyar al gobierno ruandés [14]. Esto debería situar a Francia entre los 3 primeros contribuyentes ruandeses de ayuda oficial al desarrollo, mientras que hasta ahora estaba por encima del décimo puesto.
Paul Kagame se frota las manos. Mientras que su relación con Estados Unidos y el Reino Unido, que fueron sus apoyos originales, lleva varios años en declive e incluso ha empeorado con el secuestro y encarcelamiento de Paul Rusesabagina, ha encontrado en Francia el patrocinador internacional que necesita para continuar su labor.
¿Se ha convertido el ejército ruandés en el Wagner francés?
Francia tiene que hacer frente ahora a la competencia rusa que quiere aumentar su influencia en África. Una competencia que casi podría calificarse de desleal, porque la mayoría de las veces el Kremlin se esconde detrás del grupo mercenario paramilitar Wagner para actuar de manera no oficial.
Los mercenarios del grupo Wagner han sido desplegados en África, en particular Sudán, la República Centroafricana, Libia, Madagascar, Mozambique y últimamente Malí. Una situación que permite flexibilidad y falta de responsabilidad al presidente ruso Vladimir Putin, ya que no tiene que rendir cuentas de los fracasos, las exacciones o los saqueos cuando las cosas van mal, pero sí obtiene beneficios y méritos cuando las cosas van bien.
Parece que Emmanuel Macron se haya inspirado en su homólogo ruso. Al unirse a los servicios de Kagame y del ejército ruandés, el presidente francés se asegura los servicios en abundancia de tropas aguerridas y desplegables en el continente africano. Fundamentalmente, piensa en evitar las críticas frecuentes sobre la imagen neocolonialista de Francia. Además, si la operación es un fracaso, no será él quien tendrá que asumir las consecuencias ante una opinión pública francesa muy crítica y cada vez menos inclinada a aceptar las muertes de jóvenes soldados franceses a miles de kilómetros de Francia. Por su parte, Paul Kagame se asegura tener en Francia un padrino poderoso, uno de los dos pilares de Europa y un miembro permanente del Consejo de Seguridad.
Además, para París, el ejército ruandés es la alternativa perfecta para someter a los Estados africanos con problemas de seguridad que contemplan optar por la solución rusa de Wagner. La opción ruandesa tiene la ventaja de que permite a los jefes de Estado africanos tranquilizar a su población al explicar que los ruandeses son africanos como ellos.
A la pregunta de por qué Ruanda decidió enviar sus tropas a luchar por Mozambique, Paul Kagame sacó su «panafricanismo» del armario para responder líricamente: «Los africanos son gente capaz y pueden encontrar soluciones a sus problemas más difíciles. Nada debe impedirnos garantizar la estabilidad, el progreso y el bienestar del pueblo africano. Por ello, Ruanda no dudó cuando nos pidieron que uniéramos nuestras fuerzas armadas a las fuerzas mozambiqueñas para restablecer la seguridad en la región.» [15]

Wagner-Ruanda: ¿tanto monta, monta tanto?
A priori, comparar un ejército regular y un ejército de mercenarios puede parecer incongruente. Sin embargo, el paralelismo es bastante llamativo. Se pueden observar metodologías, objetivos y campos de acción muy próximos entre el ejército ruandés y Wagner.
Se observa un tira y afloja entre los dos ejércitos, que están generalmente presentes en los mismos teatros de operaciones africanos. En la RCA, ambos están ahí para proteger el poder establecido. En Mozambique, Wagner cedió su sitio al ejército ruandés después de su presencia entre 2019 y 2021. Los mercenarios rusos habían sido contratados por el gobierno mozambiqueño para resolver el problema yihadista en la provincia de Cabo Delgado, con poco éxito al final. Por último, ambos ejércitos se asoman sobre Malí.
Tras la salida más que probable de las fuerzas francesas de Malí, Wagner habría comenzado a desplegar tropas en el Sahel. Del lado ruandés, el Jefe del Estado Mayor del ejército ruandés, Jean-Bosco Kazura, viajó a Bamako en octubre de 2020 [16]. Allí se reunió con el jefe del ejército maliense, Oumar Diarra, y con el ministro de Defensa, Sadio Camara. Les propuso una cooperación bilateral en materia de seguridad. Al igual que en la RCA, el Elíseo parece ver con buenos ojos esta intervención, que mantiene relaciones execrables con la junta maliense debido al acercamiento entre Bamako y Moscú.
Ya sea en la RCA, en Mozambique o en el Sahel, ni Ruanda ni Wagner tienen intereses vitales o particulares que puedan justificar previamente una intervención armada. El punto en común entre ellos es que actúan en beneficio de potencias que tienen ambiciones geopolíticas o económicas importantes.
Además, Wagner y Ruanda comparten una metodología de remuneración en parte similar. La particularidad de los países donde se despliegan ambos ejércitos es que son países que poseen importantes reservas mineras, en particular de oro. En efecto, Wagner y Ruanda contraen sistemáticamente acuerdos para la explotación minera, con el interés de asegurarse una remuneración directa.
¿Quién pagará la factura de Mozambique?
La ventaja de un ejército regular sobre un ejército de mercenarios es que puede solicitar fuentes de financiación más institucionales. El coste de la operación ruandesa en Mozambique se estima en 20 millones de dólares al mes [17], y el Estado ruandés, claramente, no tiene los medios necesarios para asumir estos gastos a largo plazo.
En efecto, a pesar de su muy positiva imagen en los medios de comunicación, Ruanda sigue siendo un país subdesarrollado y uno de los 25 países más pobres del mundo, con un PIB nominal que lo sitúa en el 149º lugar mundial [18], detrás de países como Sudán del Sur o Haití.
París se lanzó entonces en busca de fuentes de financiación institucional para su nuevo aliado, y los ojos de Emmanuel Macron se volvieron hacia la Unión Europea. El medio African Intelligence [19] reveló que París habría solicitado el apoyo de varias capitales europeas para respaldar la financiación de la operación ruandesa en Mozambique a través del mecanismo del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz. Se trata de un fondo extrapresupuestario de 5 000 millones de euros para siete años destinado a financiar las operaciones de mantenimiento de la paz, así como programas de refuerzo de los ejércitos. Desde septiembre de 2021, la Unión Europea trabaja en las modalidades de este apoyo financiero directo al ejército ruandés.
Las declaraciones del vicealmirante francés Hervé Bléjean, que oficializan por primera vez este proyecto de financiación, coronan el trabajo de persuasión de la diplomacia francesa, que está a punto de convencer a sus socios europeos de financiar a su aliado ruandés. Sin embargo, a pesar de casi 6 meses de discusiones, los violines de los países miembros no tocan totalmente al unísono en lo que respecta a este tema. Algunos países tienen dudas sobre el nivel de financiación, que perciben como demasiado cuantioso; otros tienen dudas éticas.
El gigante petrolero francés TotalEnergies ya se ha puesto manos a la obra. Patrick Pouyané, CEO de la empresa, se detuvo en Kigali el 30 de enero de 2022 antes de viajar a Mozambique. Nuevamente según African Intelligence [20], el líder francés deseaba asegurarse el compromiso ruandés en Mozambique a largo plazo. El grupo petrolero esperaría poder retomar su actividad en la planta de gas de Cabo Delgado durante 2022. Al margen de la reunión con el presidente Kagame y a modo de agradecimiento, Patrick Pouyané firmó un memorando de entendimiento con el gobierno ruandés sobre la comercialización y el suministro de energía en Ruanda, y anunció la creación de una filial con oficina permanente en Kigali.

Al aliarse con Kagame, Macron acelera la desvalorización francesa
El error de Emmanuel Macron al aliarse con Paul Kagame es pensar que tal socio lo ayudará a reconquistar esta África se le escapa cada vez más a Francia. Si bien, efectivamente, un ejército como el de Kagame puede ayudar a proteger un contrato comercial jugoso a corto plazo, a largo plazo, tal aliado empaña una imagen y revela unas verdaderas intenciones que sólo pueden ser percibidas como individualistas. Lo que gana el presidente Macron hoy, corre el riesgo de perderlo la Francia de mañana.
Francia se equivoca cuando piensa que, para luchar contra China, Turquía o Rusia en el mercado africano, debe utilizar las mismas armas que estos países. La diferencia es que las expectativas de los pueblos africanos para «la patria de los derechos humanos» no pueden ser las mismas que para los demás. Francia nunca ha sido tan popular y próspera en África como cuando destacó los intereses de los pueblos en una relación de beneficio mutuo.
Hoy, el poder de Macron tiene relaciones muy tensas con varios países que históricamente han tenido relaciones fuertes con Francia (Argelia, Malí, Guinea, Burkina Faso, etc.). La clase política y mediática francesa parece asombrada frente a estos países que ya no dudan en entablar relaciones de fuerza con París. Pero, ¿acaso es realmente una sorpresa? ¿Cuál es el mensaje que da el presidente Macron a los regímenes autoritarios en el poder en África cuando ahora extiende la alfombra roja a un presidente que ha pasado 20 años insultando a Francia, acusándola de todos los males y burlándose de sus sucesivos jefes de estado?
A la hora del balance de la política diplomática africana del presidente Macron, se puede decir claramente que ha habido mucho voluntarismo, pero que este ha sido acompañado por una rudeza, una arrogancia, una incoherencia y una soledad que han causado estragos. Macron ha querido encarnar el pragmatismo, pero África lo ha sentido como la voluntad de garantizar su interés a toda costa.
La célebre expresión de Emmanuel Macron, «al mismo tiempo» (en même temps), también se ha aplicado a su acción en África. El presidente francés se ha distinguido en esta por una falta de columna vertebral y de coherencia diplomática. Por un lado, denuncia unas «violaciones de los derechos humanos intolerables» en Camerún; crea un fondo para la democracia en África o denuncia el «doble golpe de Estado» de la junta maliense. Pero, por otro lado, viaja a Chad para bendecir el nepotismo institucionalizado; vende armas al poder egipcio, que es cada vez más represivo; y establece una alianza militar con el presidente Kagame, a cuyo ejército se le acusa de los peores abusos en la República Democrática del Congo en los últimos 25 años.
Emmanuel Macron ha querido asumir una estrategia de realpolitik, pero este es un arte diplomático y un juego de equilibrio que no se puede improvisar ni aplicar apresuradamente a riesgo de perder las ganancias esperadas y la apuesta inicial. El presidente Macron da la impresión de haber privilegiado una política de golpes, caso por caso, en detrimento de una visión a largo plazo, global y coherente.
El doble discurso de la UE sobre los derechos humanos
Bajo la influencia de Francia y de apoyos de larga duración, como Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, Europa corre el riesgo de seguir los pasos de Francia al optar por apoyar financiera y diplomáticamente al ejército ruandés. El régimen de Paul Kagame sigue siendo polémico. Aclamado por muchos por su progreso económico, también es muy criticado por sus violaciones de los derechos humanos. Muchas voces se han levantado sobre la cuestión de la financiación europea para denunciar la incoherencia de las instituciones europeas y el doble discurso de la UE cuando se trata de Ruanda.
En una resolución de octubre de 2021 sobre el caso de Paul Rusesabagina, el Parlamento Europeo pidió a la Comisión que «llevara a cabo una revisión crítica de la ayuda de la Unión Europea al gobierno ruandés y a las instituciones públicas ruandesas para garantizar que promueva plenamente los derechos humanos». Por otra parte, la Comisión hace caso omiso de estas recomendaciones al apoyar sin matices la ayuda financiera al ejército ruandés a través del mecanismo del Fondo Europeo para la Paz, del que es responsable. A fecha de febrero del año pasado y hasta este marzo, Paul Rusesabagina, héroe de la película Hotel Ruanda, seguía pudriéndose en las cárceles ruandesas, y su familia todavía esperaba acciones concretas de las autoridades europeas. En cualquier caso, esto revela una incoherencia entre la petición del Parlamento y la acción de la Comisión.
Ruanda es signataria del Acuerdo de Cotonú, que establece que el respeto de los derechos humanos es un componente esencial de la cooperación entre la Unión Europea y la Organización de Estados ACP. El acuerdo también establece que la consolidación del estado de derecho y el fortalecimiento de los derechos humanos son las principales prioridades de la programación de la Unión Europea para los países signatarios como Ruanda. Sin embargo, partiendo de las conclusiones [21] de todas las organizaciones multilaterales o no gubernamentales que han analizado la acción de Ruanda en materia de derechos humanos, se puede concluir fácilmente que la situación de los derechos humanos en Ruanda es alarmante. Hay claramente una incoherencia con respecto a los tratados que establecen el marco de cooperación entre las instituciones europeas y los países de África.
Por último, en el informe del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) sobre los derechos humanos en Ruanda fechado en junio de 2021, el organismo europeo expresa por sí mismo que el gobierno ruandés «sigue siendo objeto de denuncias de graves violaciones de los derechos humanos: uso excesivo de la fuerza, muertes sospechosas bajo custodia, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas». Todos estos abusos son obra de las mismas fuerzas de seguridad, policías y ejércitos, que la Comisión Europea quiere apoyar financieramente. También en este caso hay una incoherencia entre lo que denuncia la Comisión y lo que pretende financiar.
Esta falta de coherencia generalizada que da la impresión de un doble discurso es una crítica recurrente que se hace en Bruselas. Cada vez son más las voces que se alzan contra una política europea que se guiaría únicamente por unos intereses que van en detrimento de los pueblos y de los valores que Europa dice defender.

En respuesta a varios llamados emitidos en las redes sociales, cientos de manifestantes invadieron el 10 de enero de 2022 la Plaza de la Independencia en Bamako, Malí, para protestar contra la presencia francesa, personificada en particular por la Operación Barkhane en el Sahel. Había 900 personas según la policía, y «varios miles» según los organizadores. Se esgrimieron pancartas muy violentas contra el presidente Macron y Francia.
Europa debe aprender de las lecciones del pasado y evitar los errores africanos de Francia.
Europa corre el riesgo de quemarse las alas tratando de apoyar la estrategia macroniana de alianza de seguridad con Kagame en África. Si bien la lucha contra el terrorismo y el yihadismo es una necesidad, la forma en la que se ejecuta también importa. El uso de un intermediario no protege de los contragolpes. Hoy en día no se engaña a nadie sobre el hecho de que el grupo Wagner actúa por cuenta del Kremlin en África. Lo mismo sobre el hecho de que el ejército ruandés actúa, en parte, por cuenta del Elíseo en África.
Es esencial que Europa aprenda de los fenómenos de golpe militar-popular en el África occidental de los últimos años. Dos son particularmente importantes en lo relativo a Ruanda: En primer lugar, revelan una fuerte aspiración de los pueblos y de la juventud africana a un Estado de derecho que asegure la democracia y la libertad. En segundo lugar, evidencian un rechazo absoluto hacia Francia porque se la percibe como una potencia que tiene un doble discurso, pero que sólo busca su interés.
Aunque el poder ruandés es estructuralmente diferente al de los países de África occidental, las aspiraciones y los sentimientos de sus pueblos coinciden. Un apoyo desconsiderado al poder ruandés no haría más que echar leña al fuego de los detractores de la política de la UE, juzgada como incoherente, y reforzaría el rechazo de la juventud africana frente a una política que considera neocolonialista. Si la Unión Europea no revisa las condiciones de su colaboración en materia de seguridad con el poder ruandés, esta vez ya no serán las banderas francesas las que arderán como ocurre actualmente en África occidental, sino más bien las banderas europeas.
Norman Ishimwe
Twitter: @ishimwenorman
NOTAS
[3] https://peacekeeping.un.org/en/troop-and-police-contributors
[9] https://peacekeeping.un.org/fr/mission/minusca
[10] https://nemrod-ecds.com/?p=2948
[15] https://www.youtube.com/watch?v=VXX6B_4uffc
[18] https://tinyurl.com/49cmr9me
Traducido por: Belén Moreno Regaña
Revisado por: Carmen San Emeterio Rábago