La carga de la deuda de la República Democrática del Congo

La riqueza en materia de recursos de África ha sido esquilmada por los países enriquecidos. Viñeta: : Polyp Cartoons, Polyp.org.uk (recuperada por CADTM).
La riqueza en materia de recursos de África ha sido esquilmada por los países enriquecidos. Viñeta: : Polyp Cartoons, Polyp.org.uk (recuperada por CADTM).

A pesar de sus recursos, de contar con un subsuelo extremadamente rico en diversos minerales (cobre, cobalto, diamante, petróleo, gas, tierras raras, etc.) y a pesar de estar cubierto con casi 114 millones de hectáreas de bosques densos, la República Democrática del Congo está considerado por las Naciones Unidas como uno de los países más pobres del mundo y se encuentra a la cola en el ranking del Índice de Desarrollo Humano (176º de 188 países evaluados) [1]. Además, la RDC cuenta con una red hidrográfica con un potencial que podría suministrar electricidad a todo el país y a varios de sus vecinos. Sin embargo, la mayor parte de la población no tiene acceso a ella.

Si el país tiene hoy tantas dificultades es porque está aguantando con la carga de una colonización devastadora, de una independencia arrebatada por las potencias occidentales en nombre de la lucha contra el comunismo y de una deuda ilegítima de varios miles de millones de dólares.

 

La carga de la colonización

El 23 de febrero de 1885, en la Conferencia de Berlín, el Estado Libre del Congo fue declarado dominio del rey Leopoldo II de Bélgica con la condición de que este nuevo país estuviera abierto al tráfico comercial de todos los ciudadanos de los signatarios. Para eludir esta norma y beneficiarse de la riqueza del Congo, dos decretos emitidos en 1889 y 1891 otorgaron al Estado Libre del Congo (siendo él mismo propiedad privada del rey) la propiedad de las “tierras vacantes” y la propiedad exclusiva de los productos de estas zonas [2]. Esto se mantuvo mientras Bélgica tuvo el control del Estado Libre del Congo desde 1908. Las riquezas del Congo, tales como el marfil y el caucho por un lado y los recursos minerales por otro, fueron monopolizadas por el poder colonial.

Para beneficiarse de estas riquezas, los colonos establecieron rápidamente un sistema inhumano de explotación de la mano de obra congoleña. En efecto, la recolección de productos como el caucho, llevada a cabo por la población autóctona, se consideró como un impuesto que había que pagar a la colonia. De esta manera, los recolectores no recibieron ninguna remuneración. Sin embargo, si no se cumplía con las cuotas exigidas por los colonos, las sanciones eran terribles: abusos físicos, mutilaciones, terror, violaciones e, incluso, ejecuciones [3]. Para más inri, la construcción de las infraestructuras que usaban para exportar estos productos hasta la metrópoli se basó inicialmente en la implantación de trabajos forzosos que tuvieron unas consecuencias devastadoras. Por ejemplo, durante los nueve años que duró la construcción de la línea ferroviaria que une el puerto de Matadi con Stanley Pool (río arriba de la ciudad de Kinshasa), perdieron la vida un total de dos mil trabajadores [4].

Cuando el Congo Belga se independizó, casi todo el valor añadido producido en el territorio de la colonia a costa de innumerables vidas humanas había sido acaparado por los belgas y exportado a Europa. Salvo para la construcción de infraestructuras para exportar materias primas congoleñas, Bélgica había invertido muy poco en su colonia y mucho menos para mejorar las condiciones de vida de los habitantes del Congo. Por ejemplo, el 30 de junio de 1960, tan solo dieciséis tenían estudios superiores: ni médicos ni ingenieros ni agrónomos ni abogados para una población de casi catorce millones de habitantes [5].

 

Una independencia en el dolor

En comparación con otros países africanos, el Congo ha logrado la independencia con relativa tranquilidad. Bélgica se resignó a aceptarla en un contexto de descolonización respaldado por las Naciones Unidas. Sin embargo, las secuelas de esta independencia fueron dolorosas y estuvieron marcadas por cuatro años de guerra civil en casi todo el territorio de la república y por un fuerte intervencionismo en sus políticas por parte de Bélgica y de las potencias occidentales.

Tras la mesa redonda económica celebrada en Bruselas entre el 26 de abril y el 16 de mayo de 1960, se produjo un importante litigio entre Bélgica y el Congo. El objetivo era resolver pacíficamente la transferencia de Bélgica al gobierno congoleño de la riqueza y de las empresas existentes en el Congo. Durante esta mesa redonda, Bélgica aprovechó que negociaba con interlocutores novatos en la economía y las finanzas para proteger sus intereses. De este modo, estableció la norma según la cual las empresas belgas en el Congo podían elegir, en el momento de la independencia, mantener su sede en el Congo o instalarse en Bélgica. La mayoría escogieron la segunda opción, lo que provocó que el Estado recién constituido perdiera muchos ingresos fiscales [6]. Por otro lado, respecto a la “cartera colonial”, es decir, las acciones del antiguo Congo belga en empresas coloniales, Bélgica se mostró favorable a crear una sociedad de desarrollo belgo-congoleña que se convirtiera en propietaria de dichas acciones. Esto permitiría a la metrópoli colonial conservar el control sobre dichas empresas, interfiriendo así en la soberanía del Congo [7].

La misma lógica se aplicó en la gestión del caso de tres grandes “compañías privilegiadas” (empresas que habían recibido del antiguo Congo belga, su principal accionista, partes del territorio en las que tenían derecho a otorgar concesiones mineras). Estas fueron disueltas por Bélgica poco antes de la independencia para evitar que el recién independizado Congo las adquiriera automáticamente. De este modo, grandes consorcios belgas conservaron el mando de estas empresas y, en particular, el de la rica y poderosa Unión Minera del Alto Katanga, surgida del Comité Especial de Katanga (CSK, por sus siglas en francés) [8]; menoscabando así la soberanía del nuevo Estado y sus futuros ingresos fiscales. Este punto, junto con la cuestión de la deuda, es fundamental en el litigio belgo-congoleño.

En cuanto a las deudas del antiguo Congo belga, el nuevo Estado independiente tuvo que asumir una parte sustancial de las deudas contraídas durante el período colonial. La totalidad de la deuda expresada en francos congoleños fue de 23 mil millones y la deuda expresada en divisa extranjera pero no garantizada por Bélgica fue de trescientos millones de francos belgas, mientras que Bélgica asumió 210 millones [9]. Especificamos aquí que el franco congoleño estaba a la par con el franco belga. Por lo tanto, el Congo se vio rápidamente abrumado por las deudas contraídas durante la época colonial y habiendo servido más a los intereses de la metrópoli que a los del pueblo congoleño, aunque desde 1919 con el Tratado de Versalles existiera una prohibición de la transferencia de las deudas coloniales. Por ello, podemos considerar que la deuda recibida por la RDC en el momento de su independencia es una deuda ilegal (por ser resultado de la colonización) e ilegítima (por no beneficiar al pueblo congoleño).

Esta transferencia de la deuda del antiguo Congo belga al nuevo Estado independiente es aún más chocante que el hecho de que Bélgica obtuviera una anulación parcial de su deuda con Estados Unidos como compensación por el uranio suministrado para la fabricación de las dos primeras bombas atómicas estadounidenses lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, causantes del primer holocausto nuclear. “El uranio suministrado por Bélgica procede de la mina Shinkolobwe (cerca de la ciudad de Likasi, antigua Jadotville), situada en la provincia de Katanga, “antiguo Congo belga”. Bélgica no solo se benefició de la anulación parcial de la deuda gracias a su colonia, cuyos recursos naturales explotó en su propio beneficio, sino que quince años después le dejará (con la complicidad del Banco Mundial) las deudas que contrajo para explotar sus recursos y a su pueblo [10]”.

De forma paralela a las negociaciones económicas y políticas, el Congo fue objeto de numerosas injerencias y desestabilizaciones, sobre todo en nombre de la lucha contra el comunismo. De este modo, el 11 de julio de 1960, menos de dos semanas después de la independencia, la secesión de Katanga, dirigida por Moise Tshombe, fue apoyada por Bélgica para desestabilizar el gobierno del primer ministro Patrice Lumumba. Finalmente, fue asesinado el 17 de enero de 1961 por hombres de la rebelión de Katanga que contaban con un firme respaldo de Estados Unidos y de Bélgica [11]. Tras la muerte de Lumumba, las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, Bélgica y Francia, apoyaron la toma de poder de Joseph Mobutu tras cuatro años de guerra civil.

 

Los años de Mobutu y las deudas odiosas

Inmediatamente después de tomar el poder, Mobutu empezó a gobernar con autoridad, llegando incluso a ahorcar públicamente a sus opositores políticos en 1966 (los llamados “Mártires de Pentecostés”). Sin embargo, hasta la caída de la URSS, recibió el apoyo inquebrantable de las grandes potencias occidentales como Bélgica o Francia [12] en nombre de la lucha contra el comunismo y por intereses comerciales. Mobutu permaneció en el poder durante más de treinta años, hasta 1997.

Durante su “reinado” en el Congo, al que rebautizó como Zaire, bajo el manto de un discurso nacionalista, Mobutu recibió “ayudas para el desarrollo” y numerosos préstamos sin importar el uso que se le fuera a dar. El primero de estos fue, en el marco de un sistema de corrupción institucionalizada, el enriquecimiento personal del propio Mobutu. Cuando muere, en 1997, su fortuna estaba valorada en ocho mil millones de dólares; es decir, dos tercios de la deuda externa de Zaire en ese momento [13].

Su “reinado” estuvo caracterizado por grandes inversiones en infraestructuras inadecuadas a las que se le dio poco o ningún uso. El ejemplo más llamativo es, por supuesto, la construcción de la presa Inga. A pesar de que la provincia de Katanga tenía suficientes recursos energéticos para satisfacer sus propias necesidades, se decidió construir una red eléctrica de 1.900 km de longitud para que se uniera la central hidroeléctrica de Inga, en el río Congo, con la región minera de Shaba [14]. El coste final de esta presa se estima en alrededor de 850 millones de dólares sin incluir los intereses y los gastos financieros, lo que suponía aproximadamente una quinta parte de la deuda del Zaire en 1980 [15] y casi la mitad de la deuda congoleña en 2018 [16]. Según la Office des Biens Mal Acquis (“Oficina de Bienes Mal Adquiridos”, en su traducción al español),  establecido al termino de los trabajos de la Conferencia Nacional, Mobutu se habría beneficiado en gran medida del proyecto, embolsándose una comisión del 7 % del valor total. Sin embargo, la gran mayoría de los pueblos por los que atraviesa la red no tienen electricidad, mientras que la presa no funciona a su máxima capacidad…

Durante la era Mobutu, el volumen de la deuda pasó así de 32 a 300 millones de dólares entre 1965 y 1970, y de 300 a 5.000 millones de dólares entre 1970 y 1980. Esta cifra siguió aumentando hasta la caída de Mobutu hasta llegar a unos 13.000 millones de dólares en 1998. Hoy en día, el total de la deuda sigue siendo de unos 6.000 millones de dólares [17], una cantidad inferior a la desviada a beneficio de Mobutu y su régimen durante sus 32 años en el poder.

En 1978, Erwin Blumenthal, exmiembro del Comité Ejecutivo del Bundesbank, fue destinado por el FMI al Banco Central del Zaire [18]. En 1979, dejó su cargo bajo la presión del régimen mobutista y, en 1982, publicó un informe en el que afirmaba que “la corrupción en Zaire se ha convertido en un sistema característico”. En su informe, advirtió a la comunidad internacional que habría “nuevas promesas de Mobutu y de los miembros de su gobierno, que renegociarán una y otra vez una deuda externa cada vez mayor, sin perspectivas de que los acreedores de Zaire recuperen el dinero en un futuro próximo” [19].

Después de la publicación de este informe quedó claro que los prestamistas de Zaire -y en particular los organismos internacionales (FMI y Banco Mundial), las estructuras públicas (Agencia Francesa de Desarrollo, Banco de Francia, etc.) y los grandes bancos internacionales- concedían préstamos a un régimen no democrático cuyos fondos no se destinaban a beneficiar a la población congoleña. Sin embargo, los préstamos concedidos por el Banco Mundial y del FMI a Zaire aumentaron tras la publicación del informe Blumenthal [20]. En vista de esta información y de acuerdo con la teoría de Alexander Sack, actualizada en 2018 por Eric Toussaint en su libro Sistema Deuda, las deudas contraídas por Zaire (que hoy todavía recaen sobre la RDC) son deudas odiosas y deberían ser repudiadas.

 

¿Cuál es el balance de la deuda histórica de la RDC?

La historia de la RDC muestra que el país, uno de los más pobres del mundo, ha tenido que soportar una deuda ilegítima, ilegal y odiosa desde el momento en que obtuvo la independencia, que se ha convertido en una deuda insostenible con paso del tiempo. Sin embargo, las intervenciones internacionales, como las del FMI a través de la iniciativa HIPC, no han hecho más que mantener al país en un estado de dependencia de las deudas y de las intervenciones extranjeras.

Hoy en día, es importante que la RDC se libere del yugo de una deuda que no debe ni puede soportar por razones morales y políticas. Las asociaciones congoleñas (reunidas en el Foro Social Congoleño) y sus socios deberían movilizarse para llamar la atención de los parlamentarios congoleños con el fin de solicitar a la Diréction Générale de la Dette Publique (“Dirección General de la Deuda Pública”, en su traducción al castellano) que suspenda el pago de la deuda con el fin de realizar una auditoría de la misma antes de rechazar las deudas ilegítimas e incrementar la transparencia respecto al endeudamiento contraído con China por los contratos de “infraestructura a cambio de minerales”.

 

 

Este artículo ha sido extraído y traducido de la revista bianual AVP (Les autres voix de la planète) del CADTM, n°76, “Dettes coloniales et réparations”, disponible en el siguiente enlace: http://www.cadtm.org/Dettes-coloniales-et-reparations-17397.

 

 

Notas:

[1] PNUD, 2016, Rapport sur le développement humain, 2016. PNUD p.43

[2] Van Reybrouck, Congo, une histoire. Babel n°1279, Actes Sud, 2010, 864 p.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Buelens, Congo 1885-1960 : une histoire économico-financière. Berchem, 2007.

[7] Merlier, Le Congo : de la colonisation belge à l’indépendance. Paris, 1962.

[8] Joye & lewin, Les trusts au Congo. Bruxelles, 1961.

[9] CRISP, Le contentieux belgo-congolais. Publicación semanal del CRISP 1965/15 (n°283), 1965, 25 p.

[10] Toussaint, « Prêts odieux de la Banque mondiale à la métropole coloniale belge pour coloniser le Congo ». CADTM, 2007 (http://www.cadtm.org/Prets-odieux-de-la-Banque-mondiale)

[11] Cámara de representantes de Bélgica. Consulta parlamentaria para determinar las circunstancias exactas del asesinato de Patrice Lumumba y la posible implicación en esta de responsables políticos belgas. DOC 50 0312/006, 2011, 574 p.

[12] Smith, « Le dictateur chéri de la CIA et des occidentaux. Les faces cachées du dernier « roi nègre » ». Libération, 17 de mayo de 1997.

[13] « Fortune de Mobutu : les banques suisses retrouvent 20,5 millions ». Libération, 4 de junio 1997.

[14] Smith, «Le dictateur chéri de la CIA et des occidentaux. Les faces cachées du dernier «roi nègre»». Libération, 17 de mayo de 1997.

[15] Millet, «La dette de Mobutu ». CADTM, 2004 (http://www.cadtm.org/La-dette-de-Mobutu,701)

[16] Filoni, «Interview de Victor Nzuzi: Le Congo enchaîné par la dette ». CADTM, 2018 (http://www.cadtm.org/Victor-Nzuzi-Le-Congo-enchaine-par)

[17] Direction générale des dettes publiques de la RDC, Bulletin Trimestriel de la Dette Publique – Premier Trimestre 2018. Ministères des Finances de la RDC, 9 p.

[18] Millet, «La dette de Mobutu ». CADTM, 2004 (http://www.cadtm.org/La-dette-de-Mobutu,701)

[19] Podemos encontrar una impresión del informe Blumenthal en el libro de Emmanuel Dunguia Mobutu et l’argent du Zaïre, 1993, L’Harmattan.

[20] Baker, Capitalisms’s Achilles. Heel, 2005, pp. 138-143.

 

 

Fuente: Victor Nzuzi, Luc Mukendi y Adrien Péroches 
(30 de agosto de 2019). "Le poids de la dette en RDC", 
en CADTM.

Traducido por María Franco Roncero, Henar Meilán Martínez 
y Umberto López para Umoya.

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