Bélgica, el prototipo de su negro congoleño y el Congo

El rey Baduino de Bélgica y su esposa, la reina Fabiola, durante su viaje a Kisangani, el 26 de junio de 1970. Foto: AFP (recuperada de Ingeta).
El rey Baduino de Bélgica y su esposa, la reina Fabiola, durante su viaje a Kisangani, el 26 de junio de 1970. Foto: AFP (recuperada de Ingeta).

Cuando escuchamos decir a un «negro» congoleño que Bélgica es su otro «Congo», a un «negro» cuyos antepasados fueron asesinados, vendidos como esclavos, colonizados y, actualmente, neocolonizados en su propio territorio, nos preguntarnos (y con razón) qué es lo que falló hace ya cerca de 59 años, tras la muerte de Lumumba, para señalar la ausencia de carga histórica en el discurso de la juventud congoleña, especialmente aquella que aspira al liderazgo del país.

Ante todo, nos gustaría recalcar que, con estas declaraciones, no pretendemos meter el dedo en la llaga ni crear y mantener el odio entre los pueblos; nuestro propósito es tan solo dejar que la historia se dé a conocer para poder aprender lecciones que nos resulten útiles y que puedan servir para el buen funcionamiento de la humanidad común.

El hecho de que los congoleños digan que Bélgica es «su» Congo también conlleva insinuar que el Congo y los congoleños fueron quienes colonizaron el Congo. De esa forma, el pueblo congoleño, que sufrió la colonización en sus propias carnes, comparte la responsabilidad moral e histórica de los actos que se cometieron en él durante la colonización. Y no, no se nos ha pasado por la cabeza la idea de la victimización, al menos tal y como la entiende y enseña la sabiduría occidental, tan dominante que impone sus propios criterios de lectura tanto para excusarse como para alimentar su epistemología. Para aquellos pueblos que han sufrido a lo largo de la historia, llamar a las cosas por su nombre ayuda a proteger su experiencia histórica, la cual dista mucho de las teorías victimistas occidentales. Así que no. Bélgica es y seguirá siendo Bélgica; incluso si fue construida gracias al trabajo de un «negro congoleño» (hagan el favor de entrecomillarlo), mal que le pese a esos niños malcriados del neocolonialismo.

 

¿Quién gobierna realmente el Congo?

En cualquier caso, los belgas parecen divertirse en el Congo. Sobre todo, parecen conocer muy bien a su tipo de negro, sobre el que aún ejercen cierto control, pues para esos negros basta crear una situación concreta como, por ejemplo, una especie de jaula, llena de adornos de lo más variopinto en la que poder encerrarlos para ver cómo llevan a cabo actos programados. Como si se tratase de laboratorios de investigación científica como Sun City, 1+4, sumisión a Ruanda, M23, partidos políticos y la sociedad civil (amamantados por la plutocracia occidental), hijas e hijos de aquí y allá.

Con razón de los acontecimientos que se han producido en el país africano, la tierra del Congo, con esos «negros» colocados y teledirigidos por ellos, ha estado siempre ahí y lo seguirá estando durante muchos años más si las «minorías» no llevan a cabo un plan concreto, una especie de «campo de juego». A este respecto (África como campo de juego), pueden leer el artículo escrito por Éric Arthur ‘Bienvenue en ploutocratie : Kazakhgate, Afrique, Réseaux… Le MR à tous les étages’ (‘Bienvenidos a la plutocracia: Kazakhgate, África, Redes… El MR [1] en todos los niveles’). Entre Ruanda, Uganda, los Estados Unidos, Bélgica… por citar solo algunos «Estados» (no se olviden de las comillas), ¿quién gobierna realmente el Congo?

Un Estado «se define normalmente como una colectividad compuesta por un territorio y una población que se encuentran sometidos a un poder político organizado caracterizado por la soberanía» (véase Droit international des relations diplomatiques et consulaires [Derecho internacional de las relaciones diplomáticas y consulares], obra dirigida por Anna Maria Smolinska, 2015, p. 11). La noción de soberanía, en lo que al Congo respecta, se desvaneció en las declaraciones del viceprimer ministro y ministro de Finanzas belga, Alexander de Croo, al responder a una periodista belga que lo entrevistaba.

La periodista, llamada Laurence, le preguntó amablemente (en francés, por cierto) una cuestión muy precisa al ministro: «¿Qué le tiene que demostrar el presidente [y, por presidente, la periodista hacía referencia al presidente del Congo] a Bélgica?». Pero no es la pregunta lo que importa aquí. Sino la respuesta del ministro belga, portavoz (o no) del gobierno belga, habla del presidente de un Estado supuestamente soberano: «El presidente debe demostrar que él es verdaderamente el presidente de los congoleños».

Pero ¿con qué derecho pueden hablar Bélgica y los belgas así? ¿Cómo pueden exigirle a un «presidente» que demuestre que es quien pretendía ser? En tal caso, el pobre peón negro debería demostrárselo a los congoleños o a Bélgica; pero, de cualquier forma, ¿en qué se basan los belgas y la propia Bélgica para reservarse el derecho a juzgar y apreciar los hechos y los gestos de un «presidente» (de nuevo, acuérdense de entrecomillarlo) de un Estado soberano?

 

Hô Chi Minh o la educación gratuita

Aunque apenas pueda sorprender, resulta chocante que el negro congoleño sea, a los ojos del colono, su objeto y creación. En verdad, todos los que hablan sobre ello, sea cual sea su bando, no recalcan algo tan evidente como este hecho. El poder del Congo se encuentra fuera de él. El negro congoleño se equivoca, aunque vista en traje y corbata y viaje en primera clase.

¿Qué es lo que falló en el Congo mientras Frantz Fanon ya nos lo advertía en una de sus obras? En La mort de Lumumba pouvions-nous faire autrement ? (La muerte de Lumumba: ¿podíamos hacer otra cosa?), Fanon afirmaba: «Nuestro error, el de los africanos, ha sido olvidar que el enemigo nunca recula verdaderamente. Nunca llega a entenderlo. Cede, pero no cambia. Nuestro error ha sido creer que el enemigo había perdido su combatividad y nocividad […]. Nuestro error ha sido llevar a cabo el proceso con una ligera confusión. Es un hecho que, actualmente, los traidores siguen existiendo en África, por lo que es necesario delatarlos y luchar contra ellos. El hecho de que resulte duro llevar a cabo tal tarea tras el maravilloso sueño de un África unida y sumisa ante las exigencias de verdaderas independencias no altera la realidad» (Frantz Fanon en 1964, Pour la Révolution Africaine [Por la revolución africana]).

¿Qué pasa con «nosotros» cuando el mundo vuelve a hablar del «restablecimiento de la cooperación y el desarrollo» entre el Congo y el Reino Unido y Bélgica? Intento evitar las miradas burlonas de Luciano Canfora; a propósito de las relaciones entre Bélgica y el Congo, este italiano escribió la siguiente frase en su obra L’Imposture démocratique, du procès de Socrate à l’élection de G.W. Bush (‘La impostura democrática, del proceso de Sócrates a la elección de G. W. Bush’): «Cuando la riqueza de las naciones dominantes se basa en otros mundos lejanos, subalternos y dependientes».

Cuando Luciano Canfora tenía veinte años, pensaba que «el funcionamiento aparentemente triunfal de la libertad o, lo que es lo mismo, de la igualdad, se llamaba Congo o Argelia. Patrice Lumumba, quien dio nombre a la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos de Moscú, que hoy en día se encuentra inactiva, fue considerado, aunque sin su misma retórica italiana, como el Mazzini del continente más desgraciado […]. Lumumba fue torturado y asesinado por sus hermanos obnubilados: un mercenario blanco acabó con su vida. Así se cumplió la voluntad de la multinacional franco-belga Unión minera del Alto Katanga; a día de hoy, cuarenta años después, en las páginas que llenan los periódicos puede leerse aquello que siempre hemos sabido […]. La Unión minera condenó a muerte (debido a un accidente de avión) a Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU y culpable de mostrarse en contra de la separación de Katanga, pues el dominio exclusivo le pertenecía a la Unión minera» (Canfora, 2002: 37, 142, 143).

Ante la llegada de la realidad china, ante la resistencia vietnamita de ayer y la venezolana de hoy, así como ante la resistencia y el último combate ruso en Siria, podríamos formularnos la siguiente pregunta: Irán (cuya voz se manifiesta por todo el mundo), el Hezbolá libanés, el Congo y, en general, toda África, ¿no deberían aprovechar la oportunidad que se les está brindando para transformarse y construir un laboratorio de resistencia permanente y el advenimiento de un mundo en el que su lugar se haga palpable y real? Hô Chi Minh le impuso a su pueblo una guerra y mucho sufrimiento en lugar del espejismo de una educación gratuita, que, pese a todo, hace que el negro se adapte.

Likambo oyo eza likambo ya mabele…

 

 

Notas:

[1] Las siglas «MR» hacen referencia al partido político belga Mouvement Réformateur.

 

Fuente: Mufoncol Tshiyoyo (4 de septiembre de 2019). 
"La Belgique, le type de son nègre congolais et le Congo", 
en Ingeta.

Traducido por María Iglesias Isidro para Umoya.

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