¿Ha estado el mundo ignorando durante casi una década la “Primavera Africana”?

El anuncio de que el presidente argelino Bouteflika no presentará su candidatura a la reelección, sino que, en cambio, aplazará los próximos comicios hasta la conclusión del proceso de reforma constitucional, recientemente decretado representó el octavo cambio de régimen no electoral en África en los últimos años. Todo esto da lugar a que uno se pregunte si el mundo ha estado ignorando durante casi una década la “Primavera Africana” o si algo o si algo más está teniendo lugar en todo el continente.

Suposiciones erróneas sobre Argelia

La desconcertante decisión del presidente argelino Bouteflika de dar marcha atrás en su previa decisión de presentarse por quinto año consecutivo a la presidencia ha sido el tema de África durante toda la semana. Con este anuncio, cogió a muchos por sorpresa, a pesar de que no fue calurosamente recibido con muchos aplausos por ser el responsable del recurso para evitar un brote de violencia en este Estado norteafricano situado estratégicamente. El país había estado experimentando una ola de protestas pacíficas sin precedentes en reacción a la candidatura que presentó inicialmente, alimentada por la indignación de la mayoría de la población joven ante un alto índice de desempleo y una economía estancada (por no mencionar lo insultados que se sentían ante un líder anciano que especula estar físicamente e incluso mentalmente incapacitado). Después de sufrir un infarto cerebral en 2013, Bouteflika se presentaría una vez más como el rostro de la nación impulsado por los que se cree que son los poderosos manipuladores de la inteligencia militar del “Estado profundo”.

Ya se ha escrito mucho sobre lo que podría suceder en Argelia, pero la mayoría de los observadores están analizando los eventos en un vacío (sin base) o están estableciendo comparaciones predecibles con la “Primavera Árabe” de 2011 y el amplio escenario de las Revoluciones de colores. Ninguna de las dos comparaciones es totalmente precisa porque ambas ignoran el hecho de que Argelia representa el octavo cambio de régimen no electoral en África en los últimos años y, por lo tanto, viene a ser solamente la última manifestación de una tendencia de mayor tamaño que hasta ahora no se había puesto en conocimiento del público. Es cierto que hay rastros de la “Primavera Árabe” en lo que está ocurriendo en Argelia, pero simplemente quedarse con esa idea no le hace justicia al país, pues implica erróneamente que las potencias extranjeras tuvieron una influencia predominante en la orientación del curso de los acontecimientos. También se ignora todo lo que hace referencia a la importancia del cambio de régimen que tuvo lugar en el continente durante los últimos ochos años y, por lo tanto, se asume incorrectamente que se trata de un evento único ajeno a todo lo anterior.

Hacia cambios de régimen

En aras de la simplicidad, a continuación se presenta un desglose de los acontecimientos más importantes aparte del argelino que acabamos de describir. Se incluyen también los dos intentos fracasados de cambio de régimen no electoral, dos electorales dignos de ser mencionados por razones que se explicarán más adelante y una breve intervención internacional a favor de una operación de cambio de régimen en gran medida olvidada.

“Primavera Árabe”. Eventos en Túnez, Egipto, y Libia. 2011-2012:

El mundo entero es consciente de lo que ocurrió durante ese tiempo, por lo que no hay necesitad de que se repita. Cabe señalar la interpretación del autor de esos acontecimientos como un escenario de una campaña de cambio de régimen provocada externamente y que originalmente estaba destinada a reemplazar a gobiernos seculares que trabajaron durante mucho tiempo alineados con los Turcos de la Hermandad Musulmana, antes de la inevitable transición de liderazgo (que tendría lugar eventualmente después de que sus líderes ancianos fallecieran).

La idea principal que subyacía en la prevención de este proceso y lo aceleraba de manera artificial era asegurar que sus sucesores se mantendrían geopolíticamente leales a los EE. UU., lo que no podría garantizarse si este “cambio de guardia” estuviera “autorizado” a producirse “naturalmente”. Además, los Estados Unidos pensaron que podrían convertir en arma el llamamiento semipopulista del Islam político en esos países para mostrar que sus representantes tenían el apoyo “verdadero” del público. Aunque esto resultó contraproducente en Egipto, a la larga fue factible.

Burkina Faso 2014:

El inicio repentino de protestas progresivamente más violentas contra los intentos del durante muchos años presidente Blaise Compaoré de cambiar la Constitución para presentarse a otro mandato, rápidamente dio lugar a un cambio de régimen que fue brevemente hostigado un año más tarde por las fuerzas especiales leales en un golpe de Estado fallido. Algunos observadores predijeron que la “Revolución Burkinabe” desencadenaría una “Primavera Africana” contra otros gobernantes que habían estado en el poder durante décadas. También se especuló que pronto anunciarían su intención de seguir los pasos de Compaoré y cambiar así sus propias constituciones, aunque este pronóstico no se desarrolló como era de esperar.

Aún así, el cambio de régimen de Burkina Faso de 2014 podría verse en retrospectiva como una prueba de que las protestas genuinas (no provocadas externamente, guiadas y/o apropriadas) son capaces de derrocar a los gobiernos atrincherados, a la inteligencia militar permanente y a las estructuras diplomáticas burocráticas (“Estado profundo”) que los suportan. También se debe tener en cuenta que la comunidad internacional reconoció la dimisión de Compaoré y su posterior decisión de exiliarse voluntariamente (la cual se cree que estuvo motivada por el deseo de eludir la justicia por su presunta corrupción y otros delitos cometidos por las autoridades posteriores al golpe de Estado). Sin embargo, un año después estaban en contra del intento de golpe militar de sus leales.

Gambia 2017:

La mayor parte del mundo lo ha olvidado y casi nadie le prestó mucha atención en aquel momento, pero una intervención militar liderada por los senegaleses de la CEDEAO derrocó al presidente de Gambia, Jammeh, a principios del año 2017, después de que se negara a renunciar a su cargo tras la derrota electoral el mes anterior, en diciembre de 2016. El líder de esta pequeña franja de un Estado africano también fue denigrado internacionalmente por Occidente. Incluso antes de las elecciones de 2016, debido a su decisión de retirarse de la Mancomunidad de Naciones y de intentar hacer lo mismo cuando se trató de la Corte Penal Internacional. Además, su declaración de una República Islámica en 2015 también le valió la consternación de Occidente (aunque, visto lo anterior, no necesitaban otras excusas).

El caso de Gambia refleja en cierto modo la polémica intervención liderada por los franceses en la ONU que tuvo lugar en Costa de Marfil en 2011, después de una elección controvertida unos meses antes. Aunque el líder de Costa de Marfil no fue tan afortunado como su homólogo de Gambia, pues fue capturado por las fuerzas apoyadas por Francia y extraditado a La Haya, donde fue acusado de crímenes de guerra, pero finalmente fue absuelto a principios de este año. La lección que hay que aprender tanto de la Costa de Marfil como de Gambia es que las coaliciones internacionales pueden reunirse para destituir del cargo a líderes recalcitrantes que se niegan a aceptar los resultados electorales, aunque esto es más bien una tendencia que una “regla”. Sin embargo, uno puede ganar el respaldo local y/o del extranjero si sigue las protestas altamente publicitadas que proporcionan a la intervención una pretensión de legitimidad (sea o no efectiva).

Angola 2017:

Este aumento de poder en el sur de África ha experimentado un traspaso democrático del líder revolucionario Jose Eduardo Dos Santos a su compañero y miembro del MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola) João Lourenço, nombrado como su sucesor en lo que un principio muchos suponían que era un “cambio de cartas” cuidadosamente concertado por el “Estado profundo” de Angola. Sin embargo, finalmente se demostró que era un golpe de “Estado profundo” después de que Lourenço se pusiera a trabajar rápidamente para erradicar la estructura de poder que su antecesor había implementado e, incluso, persiguiera a la antigua “familia real” (de manera especial a su hija, que es la mujer más rica de África además de la primera mujer multimillonaria, y a su hijo, acusados de corrupción). Basta con decir que esto fue una sorpresa para muchos, aunque, generalmente, una de las agradables.

Los acontecimientos mencionados demuestran que, en ocasiones, el “Estado profundo” es la fuerza más influyente para impulsar un cambio de régimen en algunos países, concretamente en aquellos en los que los partidos revolucionarios de la posguerra todavía permanecen en el poder. Angola podría haber sido una inspiración para lo que sucedió más tarde en Etiopía y en Argelia, aunque ambas se desarrollaron bajo circunstancias ligeramente distintas y de manera diferente. Sin embargo, la cuestión es que los denominados “poderes existentes” pueden estar involucrados en importantes luchas internas entre ellos y/o decidir que los procedimientos a seguir más responsables en nombre de la estabilidad nacional son o bien el “cambio de cartas” o llevar a cabo un verdadero cambio de régimen entre bastidores para, preventivamente o reactivamente, calmar (potencialmente) la agitación desestabilizadora (impulsada por la anticorrupción o relacionada con las elecciones).

Zimbabue 2017:

A finales del 2017, los militares de Zimbabue llevaron a cabo un golpe de Estado de facto contra el nonagenario dirigente revolucionario Robert Mugabe durante un período de creciente malestar en la sociedad civil en este país económicamente desfavorecido. Prácticamente casi nadie discute que esto haya sido, en efecto, un golpe militar y que haya estado parcialmente inspirado por el polémico cuidado de su mujer como su sucesora a costa de la élite política y militar de la ZANU-PF (siglas en inglés de la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico). Sin embargo, no fue reconocido legalmente como tal en el extranjero porque, de lo contrario, la Unión Africana y otras partes se habrían visto obligadas a imponer sanciones de diversos grados contra Zimbabue.

Esto muestra de forma interesante que algunos golpes militares están apoyados por la denominada “comunidad internacional”, mientras que otros como el intento de Gabón a principios de este año (que se describirá a continuación) no lo están. Esto sugiere que puede haber ciertos criterios que se tienen en cuenta a la hora de determinar si tales tomas de poder (o tentativas) serán aceptadas (incluso a regañadientes) o no en el extranjero. Los golpes militares mauritanos de 2005 y 2008 y el nigeriano de 2010 no fueron respaldados por el resto del mundo, pero no se tomó ninguna medida seria para aislarlos, ya que incuestionablemente triunfaron. Tampoco se preocuparon por desestabilizar la situación de seguridad en las zonas de África Occidental afectadas por el terrorismo.

Sudáfrica 2018:

Jacob Zuma fue presionado para dimitir a principios de 2018 debido a lo que muchos han interpretado como un golpe de “Estado profundo” contra él llevado a cabo por una facción rival de su partido, la ANC (Congreso Nacional Africano), dirigido por su sucesor eventual Ramaphosa. Las luchas internas en el partido surgieron después de que el líder de las BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se viera envuelto en escándalos de corrupción que podrían o no haber sido destapados tácitamente por sus rivales. Todo esto ocurrió a raíz del creciente descontento con el gobierno y del mayor atractivo de los partidos de la oposición. Ya sea fuera de la lucha por el poder puro y/o por la sensación de que el partido necesitaba cambiar tanto su fachada externa como sus políticas internas para mantenerse en el poder, Ramaphosa fue sustituido por Zuma y tomó las riendas de esta gran potencia emergente africana, pese a que los electores nunca lo votaron para ocupar tal cargo.

La situación de Sudáfrica en 2018 muestra que incluso el país aparentemente más estable del continente y el más valorado por la “comunidad internacional” (tanto por los países occidentales como por los no occidentales, los últimos en relación con los BRICS) puede experimentar un cambio de régimen sin llegar a tener elecciones. Sin embargo, esto se ejecutó en secreto, tras una campaña interrelacionada para ejercer presión por parte del Estado y de la facción rival del partido gobernante, que aspiraba a llegar al poder. En cierto sentido, Sudáfrica (considerada generalmente como una de las democracias más dinámicas de África) estableció las pautas para el resto del continente, ya que el mensaje que lanzó fue que todos sus iguales podían, potencialmente, hacer lo mismo sin recibir, de ningún modo, alguna crítica externa en su contra siempre que lo llevaran a cabo hábilmente y lo denominaran como un “asunto interno”.

Etiopía 2018:

Etiopía capturó la imaginación del mundo entero después de que el partido gobernante de la posguerra decidiera que Abiy Ahmed, el relativamente joven de 41 años ex oficial de la inteligencia militar, fuera su nuevo líder, continuando con el estallido de violentos disturbios de 2016, que amenazaba con devolver la guerra civil al segundo país más poblado de África. Para resumir esta larga historia, Abiy pertenece al pueblo Oromo de Etiopía, que representa la mayor pluralidad del país, pero que tradicionalmente ha estado infrarrepresentado en la clase dirigente, especialmente con la subida al poder del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF por sus siglas en inglés) de la región de Tigray. Sin embargo, enseguida empezó a trabajar en el desmantelamiento de la vieja guardia del partido en lo que solo puede ser descrito como un golpe de “Estado profundo” con un apoyo abrumador de la sociedad. Es importante destacar que también hizo las paces con el Estado vecino de Eritrea y dejó atrás las constantes tensiones entre los dos pueblos hermanos, que se embarcaron conjuntamente en la elaboración de un nuevo futuro regional para el Cuerno de África.

Etiopía sentó el precedente conforme al cual la inestabilidad a gran escala podría servir como un incentivo para que las facciones comprometidas del “Estado profundo” llevaran a cabo un golpe contra sus rivales gobernantes, basándose en el antecedente de Angola. En el caso de Sudáfrica, no ocurrió en respuesta a algunas protestas significativas o al estallido de violencia como había ocurrido en el Cuerno de África. Los hechos ocurridos en Etiopía también son la prueba de que hasta los «estados profundos» más arraigados y con más poder militar están formados por distintas facciones, algunas de las cuales tienen ideas radicalmente diferentes a las de quienes mandan. Este podría ser también el caso de Argelia, dependiendo de cómo se desarrolle su situación. La cuestión principal, de todos modos, es que las facciones del «estado profundo» podrían aprovecharse de situaciones de descontento que ocurran de forma natural o provocadas externamente, como pretexto para llegar al poder «entre bastidores» y finalmente de forma pública.

Comoras 2018:

Es difícil clasificar lo que ocurrió exactamente el año pasado en la nación isleña, pero la forma más objetiva de resumirlo sería como un intento semi-popular, y probablemente con influencias externas, para desafiar activamente el centro regional del país por parte de una unidad de la periferia que se sentía sin derecho a representación por las reformas constitucionales instauradas de forma democrática que eliminaban la cláusula de presidencia rotativa de este estado tan proclive a un golpe de estado. Por un breve período se temió que Anjouan tratara de separarse de la unión una vez más y que dicho panorama pudiera provocar otra intervención internacional para restaurar la unidad nacional, como ocurrió en 2008. Sin embargo, estos temores fueron aplacados una vez los militares hubieron restablecido el orden público después de expulsar a un par de docenas de combatientes que intentaron tomar esa parte del país.

Es importante fijarse en que los conflictos regionales intraestatales tienen el peligro de poder crear el pretexto para un cambio de régimen nacional o provincial dependiendo de cómo se desarrollen los intensificados eventos políticos. En este caso se cree que el presidente comorense se aprovechó del dominio demográfico (y, consecuentemente, electoral) de su región natal para legitimar su intento de permanecer en el poder, mostrando así una variante de otros métodos de reforma que se habían probado en distintos lugares de África, pero adaptado a la situación específica de su país. A pesar de que algunos miembros de la comunidad internacional criticaron el referéndum del verano pasado, lo aceptaron porque su iniciativa ganó de forma democrática, aunque las probabilidades estaban a su favor por los factores demográficos que acabamos de describir.

República Democrática del Congo (RDC) 2018-2019:

El año pasado hubo mucha inquietud después de que el anterior presidente Kabila retrasara el primer traspaso de poder democrático de la historia de su país por razones logísticas, ya que intentaba cambiar la constitución para permanecer en el cargo de forma indefinida. Sus apoyos occidentales le presionaron para que no lo hiciera, pero su mecenas chino no se pronunció al respecto argumentando que se trataba de una cuestión de asuntos internos (aunque es posible que sus intereses estratégicos en el cobalto tuvieran algo que ver en su elección de permanecer en el lado bueno del gobierno). El país fue sumiéndose de manera gradual en un estado de guerra civil leve no declarada, que se podría describir de forma más precisa como guerra híbrida. Esta guerra, si se hubiera dado la orden, podría haber explotado y haberse convertido en un conflicto de mayor escala si no hubiera sido porque, contra todo pronóstico, él llegó a un supuesto acuerdo con uno de los líderes de la oposición para, presuntamente, permitir que Tshisekedi reemplazara a Kabila mientras el anterior autócrata se mantenía como «eminencia gris» después que su partido ganase las elecciones parlamentarias.

La prensa internacional y los activistas locales consideraron esta farsa como una flagrante socavación de lo que debería haber sido un traspaso de poder democrático que, según algunos observadores, habría resultado en la victoria de Fayulu si la votación hubiera sido realmente libre y justa. Sin embargo, este candidato suponía un gran riesgo para el «estado profundo» de la RDC, que debe su lucrativa existencia a Kabila y que estaba -según parece- posicionado a favor de Tshsekedi, hijo de un conocido líder de la oposición. Esto podría considerarse una forma híbrida entre unas elecciones «reconocidas internacionalmente» y un golpe del «estado profundo», siendo la primera opción la que se aceptó de forma universal probablemente por los intereses multilaterales interesados en mantener la estabilidad en un país tan rico en mineral (al menos por el momento). La segunda se tapó para no mancillar la imagen del «primer traspaso de poder democrático» de la RDC (y, por consiguiente, el poder blando de quienes apoyaron el astuto plan de Kabila).

Gabón 2019:

Como se ha mencionado anteriormente, hubo un intento fallido de orquestar un golpe militar en Gabón, un país económicamente estratificado y políticamente polarizado, donde un líder anciano y enfermo sigue gobernando como parte de una dinastía política que lleva en el poder más de medio siglo. La operación de cambio de régimen la neutralizaron enseguida los militares que no habían participado en el golpe, pero sirvió para visibilizar las prevalentes tensiones subyacentes en este país miembro de la OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo). También hizo que, de forma pasajera, se preocupasen por si los franceses usarían las fuerzas militares que tienen en el país para ayudar al gobierno sitiado y «restaurar la democracia» si los rebeldes hubiesen logrado arrebatar el mando a su delegado en el poder.

Debido a su repentino inicio y su abrupto final, la comunidad internacional no pudo más que reaccionar condenándolo como siempre hace cuando pasa algo similar, pero podría haber sido aceptado de mala gana, como ocurrió en el caso de Mauritania y Nigeria que hemos mencionado antes, si hubiera prosperado sin demasiada resistencia. Ese no fue el caso de Gabón, porque al parecer la facción militar del «estado profundo» está conforme con el presidente Bongo, debido posiblemente a algún tipo de relación de mecenazgo que se da en la sombra, y, por lo tanto, no querrían sacrificar sus propios intereses personales a cambio de resolver una prolongada contienda electoral que dividió drásticamente al país unos años antes.

Variables fundamentales

En vista de la perspectiva que se puede recoger de los diez ejemplos anteriores, es posible identificar las variables fundamentales respectivas a cada líder que ha sido objetivo, al suceso desencadenante para la operación de cambio de régimen no-electoral, y a los factores determinantes de su éxito o la ausencia del mismo.

Objetivos:

El objetivo típico parece ser un líder anciano que ha servido durante mucho tiempo, que supuestamente tiene problemas de salud y que representa a una estructura de poder (propia o heredada) que cada vez sectores más grandes de la población o facciones de su «estado profundo» han empezado a creer (por cuenta propia o fomentado por las ONG y las guerras de información extranjeras) que no apoyan sus intereses. Además suelen enfrentarse a numerosas acusaciones de corrupción (bien sean estas reales, exageradas o falsas) que sirven para incitar el descontento durante periodos de dificultad económica nacional provocados tanto por una mala gestión sistémica, como por una guerra híbrida o por la bajada del precio de sus principales exportaciones (petróleo, productos básicos, etc.).

Desencadenantes:

Normalmente se da el caso de que algo relacionado directa o indirectamente con un inminente «cambio de guardia» o una transición política desencadena el movimiento de cambio de régimen no-electoral. Esto puede ser por los esfuerzos del presidente actual por cambiar la constitución y poder presentarse a otro mandato, por anunciar su candidatura por x vez consecutiva habiendo gobernado durante muchos años, por los temores de alguna facción del «estado profundo» de que el presidente actual pierda las próximas elecciones y que, por consiguiente, su sucesor desmantele la estructura de poder que heredan (normalmente basándose en motivos «anti-corrupción» por su atractivo populista), por unas elecciones controvertidas o, en el caso de la «Primavera Árabe», por la percepción del llamado «momentum regional».

Determinantes:

La mayoría de los cambios de régimen no-electorales han prosperado debido a factores más allá de factores de los que la mayoría de la población no es consciente, concretamente asuntos de estado dentro del «estado profundo» y, de manera particular, la lealtad de las fuerzas militares que gozan de un monopolio legal sobre la violencia en virtud de su posición. Sin embargo, es importante que exista algún pretexto público «plausible» para el cambio de régimen, ya sean protestas, escándalos de corrupción o una elección polémica, así como la unidad del «Estado profundo», ya que este es un determinante importante porque las facciones rivales pueden abusar de las razones anteriores para su propio beneficio. Algunas veces la amenaza de sanciones contra los que se encuentran actualmente en el poder y sus camaradas, por hacer uso de la fuerza para sofocar las tensiones, podría ampliar la división del «estado profundo» y facilitar el cambio de régimen.

¿Cuál será el siguiente régimen en peligro?

Todo esto nos lleva a la pregunta: ¿qué países serán los siguientes en experimentar su propio cambio de régimen no-electoral? La siguiente es una lista de países que se ajustan de manera más cercana al modelo elaborado por el autor anteriormente. Se presentan en orden alfabético.

Camerún

El presidente Biya ganó su sexto período presidencial el año pasado, después de un serio colapso del orden público en la región separatista y angloparlante que colinda con la frontera nigeriana, el cual vino inmediatamente después de que Camerún finalmente pareciera superar el desafío planteado por Boko Haram en el norte del país. La principal consecuencia geoestratégica de su destitución, bajo el posible escenario de una incipiente Revolución de Color en las ciudades que coincidiría con la Guerra No Convencional en la periferia rural, podrían ser la desestabilización de lo que el autor describió como los planes de China para crear un «Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) del África occidental y central», aunque si se gestionase adecuadamente por el «estado profundo», también podría, por el contrario, estabilizar la viabilidad de este mega-proyecto si la coreografía consigue apaciguar a la población.

República del Congo

El otro Congo menos conocido, localizado entre la RPD y Gabón, está presidido por uno de los líderes más longevos de África, quién recientemente se ha unido a la OPEC, y además le ha puesto fin a la latente insurgencia en el departamento de Pool que circunda la capital. A diferencia de Camerún, las consecuencias geoestratégicas de un cambio de régimen no-electoral resultan menos claras, pero podrían ser, potencialmente, un factor determinante para definir si el país continúa dentro de la órbita entre Francia y China, o si se decide por uno de ellos. En este sentido, esto podría modificar el «equillibrio de poder» en el África central y contribuir a la retirada gradual de Francáfrica frente a las ganancias íntegras de China dentro de la histórica «esfera de influencia» de Francia, y las de Rusia recientemente en la República del África Central.

Chad:

Situado en el espacio entre el África sahariana y ecuatorial, el presidente Idriss Debby llegó al poder después de un golpe en 1990 y se ha mantenido en el mandato desde entonces, principalmente gracias a que el ejército de su país se considera como uno de los más poderosos en todo el continente, y además tiene un alcance operacional que llega al occidente hasta Malí. De todos modos, a Debby no le faltan detractores nacionales, algunos de ellos han liderado grandes formaciones rebeldes hacia la capital en múltiples intentos de golpe fallidos, que en ocasiones han sido impedidos por la intervención de su aliado francés, tal y como sucedió el mes pasado, cuando Paris bombardeó un convoy anti-gobierno que ingresó en el norte de Chad desde Libia. A pesar de todas sus imperfecciones, Chad pareciera ser «demasiado bueno para fallar» para Francia, y es poco probable que el antiguo colonizador vaya a dejar que este preciado tesoro se le escape de las manos.

Guinea ecuatorial:

El presidente Teodoro Obiang Nguema Mbasogo ha prevalecido durante casi cuatro décadas y ha sobrevivido a numerosos intentos golpistas, algunos de los cuales han sido planeados por mercenarios en esta pequeña nación rica en petróleo en la zona costero insular, estratégica en el Golfo de Guinea. Gracias a su localización y con la riqueza de recursos que posee, es una pieza importante del tablero africano, en el que quizás Francia quiera entrometerse para apartarla de su aliado americano, y así poder reforzar su política Francafricana, la cual se enfrenta a su mayor amenaza proveniente de China y Rusia en el África central. Dejando de lado la «competición amistosa» entre esos dos Grandes Poderes, en realidad, por el momento, no hay mucho más que decir sobre el posible resultado de cualquier cambio de régimen no-electoral en Guinea Ecuatorial.

Mozambique:

El líder actual ha estado en el poder durante apenas algunos años, pero aún así representa al corrupto y cada vez más denigrado partido FRELIMO, el cual ha gobernado en Mozambique desde la Independencia. Aunque debido a su reputación, las autoridades han ido implementando de manera progresiva lo que parece ser una «transición gradual de mandato» para incorporar a la antigua oposición RENAMO dentro del «estado profundo» del país como parte de un pacto de paz. Dicho esto, este acuerdo responsable podría colapsar en cualquier momento, y hoy en día, el país se encuentra amenazado por yihadistas que han estado causando estragos por toda la frontera norte con Tanzania, así que los desarrollos «cisne negro» que quizás podrían desencadenar un cambio de régimen no-electoral, tienen más probabilidades de ocurrir aquí que en cualquiera de los otros objetivos previstos. Esto puede tener un impacto en las geopolíticas globales del Gas Natural Licuado (GNL) dadas sus considerables reservas extraterritoriales (que casualmente están localizadas cerca del lugar en el que han surgido las nuevas amanezas terroristas) y en la seguridad regional.

Sudán:

Sudán se encuentra, sin duda, en medio de una guerra híbrida multifacética que el autor desarrolló en una entrega a finales del año pasado, la cual uno debería consultar como referencia si está interesado en los matices estratégicos. Sin embargo, las últimas noticias cuentan que su «estado profundo» quizás se esté preparando para una «transición gradual de mandato», lo que habría influenciado la transición argelina que ha sucedido poco tiempo después. En resumidas cuentas, Sudán es indispensable para la Ruta de la Seda que China planea en África, y es a la vez una puerta de entrada para Rusia hacia el continente, de manera que su desestabilización y su posible «balcanización» (como advirtió el presidente al-Bashir hace año y medio) ocasionaría un serio daño a los procesos de integración multipolar por todo el continente.

Uganda:

Finalmente, el país que mejor encaja con el criterio de modelo de cambio de régimen no-electoral del autor es Uganda, el peso pesado militar ubicado en el espacio transregional del África oriental y central que ha sido gobernado por el presidente Museveni durante el último tercio de siglo. Aún así, a lo largo de los últimos años, su población mayoritariamente joven (que es también una de las de mayor crecimiento en África, a pesar de la gran cantidad de migración -a veces ilegal- que recibe) se ha vuelto inactiva y más recientemente (y uno puede decir que de manera ingenua) ha depositado sus esperanzas en el cantante convertido en político, Bobi Wine, ya que, en comparación le ven como un una cara más joven de cambio anti-sistema. Sea cual sea el modo en el que un cambio de régimen no-electoral ocurra en Uganda, sus consecuencias cambiarían por completo el «equilibrio de poder» en esta estratégica parte del mundo al nivel de un Nuevo Gran Juego y «Reparto de África» en la Nueva Guerra Fría de hoy en día.

Reflexiones finales

Tomando como referencia los últimos acontecimientos en Argelia como punto de partida para tratar el resto de cambios de régimen no-electorales y los intentos siguientes que ocurrieron en África desde la «Primavera Árabe», queda claro que han emergido tres distintos (pero a veces interconectados) escenarios. Ya sean Revoluciones del Color (como las mencionadas previamente en los hechos del 2011), movimientos genuinos del pueblo carentes de influencias externas como en Burkina Faso en 2014, o golpes del «estado profundo» tales como el ocurrido en 2017 en Angola, que posteriormente inspiraría la estructura de los golpes subsecuentes en Etiopía y Argelia (ambos parcialmente impulsados por los primeros dos escenarios). Todos los países cuentan con estructuras de poder («estados profundos»), pero algunos son más flexibles que otros cuando se trata de confrontar una presión desde abajo (la cual puede o no estar influenciada externamente, y, en un futuro, puede emplearse contra los intereses geoestratégicos de China), la misma que generalmente construye o destruye la operación de cambio de régimen y que determinará si los objetivos previstos sobrevivirán si terminan estando en peligro.

Por Andrew Korybko para Global Research

Fuente: https://www.globalresearch.ca/has-the-world-been-ignoring-an-almost-decade-long-african-spring/5671514
Traducido por Iria López, Elena Spinelli, Leticia García y Maria Usua Azcurreta

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