La ruta Kitenge: algoritmos y estética de los tejidos africanos

Todo circuito digital en el mundo tiene su origen remoto hace mucho tiempo en África y el humilde kitenge viene a ser parte de un legado mucho mayor.

Visité Nigeria por primera vez en 2009 y una de las primeras cosas que más llamó mi atención a medida que nos desplazábamos por Lagos fue lo alegre que todo el mundo parecía. Era un día corriente de semana y la gente hacía cosas habituales (vendían mercancías en el borde de la carretera, sorteando el tráfico, simplemente haciendo sus cosas del día a día). Pero había algo sorprendente en su aspecto y entonces me di cuenta: llevaban puesto lo que en el Este de África se conoce como kitenge o “tejido africano”.

 

Collage de decoración con temática de tejidos africanos en el restaurante Nyama Mama (Nairobi)

Nunca había visto esto en la vida diaria. Para mí, el kitenge era la ropa de domingo, que solo se usaba para ir a la iglesia o a las bodas y, de hecho, solo la usaban las mujeres de cierta edad. Al crecer en la clase media de Nairobi, seguro que no me hubieras visto vestida con kitenge en mis años de adolescencia o, más concretamente, tan pronto como pude rechazar lo que mi madre quería que me pusiera. No molaba. En la escuela dominical, nos burlábamos de los niños a los que sus padres vestían conjuntados con kitenge. Nuestra estética estaba muy influenciada por el hip-hop afroamericano de los años 90: zapatillas FILA, petos vaqueros (monos), Nike y FUBU y crop tops que dejan el abdomen al aire, a los que nuestros padres llamaban despectivamente “mini top cortado”.

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En los años 1980 y 1990, muchos países africanos estaban presionados a adoptar programas de ajuste estructural (SAP, por sus siglas en inglés) impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que supuestamente eran los encargados de solucionar los problemas estructurales de las economías africanas (eliminar el control de divisas, privatizar las sociedades estatales y liberalizar el comercio).

Estos ajustes, unas veces implantados a regañadientes por los gobiernos africanos y otras veces con entusiasmo, derivaron en recortes masivos de empleo, en el derrumbamiento de los servicios públicos y en un sector formal estancado. Los efectos colaterales sociales derivados de estos programas fueron demoledores para muchas comunidades, sobre todo tras la pandemia del VIH/SIDA.

Sin embargo, el comercio liberalizado también proporcionó oportunidades para otro tipo de camino hacia la prosperidad en África. Esto fue posible gracias a la expansión de tres aerolíneas: Ethiopian Airlines, Kenya Airways y South African Airways. Antes de la revolución de las aerolíneas en África, podía tardarse días en ir de una ciudad a otra y, con frecuencia, uno tenía que pasar por Europa. Por ejemplo, para ir de Duala a Abiyán había que pasar por París. No obstante, estas tres aerolíneas dieron lugar a un África muy diferente. A través de ET, KQ y SAA uno podía moverse con mayor facilidad por el continente y comerciar unos con otros, constituyendo lo que más tarde llamaríamos “la ruta Kitenge”.

Quizás similar a la Ruta de la Seda por Asia y Europa, la ruta Kitenge era un empresario corriente que suministraba manteca de karité de Ghana o tejido de Ankara de Nigeria y lo vendía en un mercado al aire libre en Kampala. O cientos de comerciantes de artesanías y curiosidades que conseguían sus productos de Kenia y Tanzania y los vendían en glamurosos centros comerciales de Johannesburgo.

Junto con la revolución de las aerolíneas llegó la televisión por satélite y, principalmente, la Multichoice/DStv, con sede en Sudáfrica. A pesar de que la cifra absoluta de suscriptores de DStv en África es reducida (poco más de 10 millones de hogares, más de la mitad de los cuales están en Sudáfrica), su impacto en la estética del continente ha sido impresionante.

El auge de la música urbana africana en las dos últimas décadas ha estado impulsado por muchas fuerzas, entre ellas la transformación demográfica, la globalización y las ciudades en rápida expansión. Sin embargo, el canal O de la DStv fue uno de los primeros en crear un espacio para la música urbana en el continente. También surgían emisoras de radio y televisión privadas por todo el continente, que obtenían la música y las películas de países africanos vecinos. Plataformas como Youtube han hecho que el arte se propague aún más fácilmente.Para la generación de jóvenes africanos que había crecido en las “décadas perdidas” de los años 1980 y 1990, que habían presenciado el deterioro social y las dificultades económicas a su alrededor, los comienzos del siglo XXI fueron tiempos de oportunidades, a pesar de los numerosos reveses políticos y las promesas económicas que todavía tenían que cumplirse. La educación se expandió, pero también el desempleo. Los SAP no solucionaron los problemas económicos del país, la democracia multipartidista tampoco aportó nada, pero al menos tenían la música.

Por ello (y en los últimos años acelerado por las redes sociales), los jóvenes urbanos africanos empezaban a seguir el ejemplo de lo que estaba de moda en iconos tan diversos como Mafikizolo, P-Square y T.I.D. Obtuvieron consejos de moda de estrellas de Nollywood como Omotola J. Ekeinde y Genevieve Nnaji, y compartieron estas ideas en Internet, en sitios como Pinterest, Tumblr e Instragram.

Con ello, se creó una estética “africana” distinta, haciendo uso de diferentes influencias en todo el continente, combinadas sin arrepentimiento y fusionadas en una reconocible pero paradójicamente confusa “identidad africana”. Uno no sabe muy bien lo que es, pero lo reconoce cuando lo ve en una auténtica agbada o gele nigeriano por todo Nairobi, fusionado en un combo de parte de arriba y pantalón vaqueros de Ankara o todo minimizado a tiras del tejido kitenge a modo de collar o en puños de una camisa “formal”.

Mientras la ropa de segunda mano (llamada mitumba en Kenia) inundó los mercados africanos en este contexto de liberalización del comercio, tener tu ropa hecha a medida era, cada vez más, un símbolo de estatus, lo que dio lugar a todo un grupo demográfico de diseñadores y sastres jóvenes y autodidactas, que desarrollaron sus habilidades a través de Internet y enseñándose unos a otros. En muchos lugares, la generación anterior de sastres ha desaparecido en gran medida desde la irrupción de la SAP y mitumba.

Mancini Migwi es una de las diseñadoras que ha descubierto su vocación en la elaboración de diseños con estampados africanos. “Mi madre tenía mucha ropa de kitenge pero mi aprecio y pasión por los estampados africanos llegó más tarde”, me cuenta. “Soy una artista autodidacta. Aprendí a diseñar y a coser viendo vídeos en Internet. Pinterest es mi Biblia de estilo. Dibujo mucho de lo que veo que la gente comparte ahí”.

Uno de los clientes de Migwi es el músico Dan Aceda, amigo del periodista televisivo Larry Madowo. Durante un tiempo, Madowo presentó The Trend, un espectáculo de variedades en la noche de los viernes que fue, al mismo tiempo, uno de los programas televisivos más vistos en Kenia. Madowo llevaba un diseño diferente cada semana y Aceda actuaba en importantes eventos de música, como el Koroga Festivaly el Blankets and Wine. Aceda me contó que estaba compitiendo con su amigo para ver quién podía “llevar la mejor chaqueta”. Era una competición entre amigos que se estaba desarrollando enfrente de millones de personas, influenciando sutilmente lo que la gente joven consideraba cool.

Y para el diseñador ruandés Matthew“Tayo”Rugamba, la relación entre su crecimiento como diseñador, las redes sociales y el boca a boca en Internet es aún más evidente. Rugamba, fundador y director creativo de la marca de moda masculina a medida House of Tayo, fue a la universidad de Portland (Oregón, Estados Unidos) tras haber colgado una publicación en Tumblr a principios de 2012 sobre una idea que había tenido: hacer pajaritas utilizando tejidos con estampados africanos.

“Siempre que digo que soy de Ruanda, la gente me mira con compasión”, me contó Rugamba en una entrevista anterior. “Eso no me gustaba, así que decidí contar la historia de la dignidad africana, que ser ruandés y africano no era algo por lo que compadecerse”. Las pajaritas fueron su forma de dejar claro este punto: “Desprenden elegancia y dignidad”.

En ese momento, Rugamba no tenía ningún tipo de experiencia en el mundo de la moda o del diseño; sólo contaba con una publicación en Tumblr sobre cómo utilizar la pajarita para contar la historia de un África digno y sofisticado.

Fue por simple coincidencia que esa misma semana, los grandes diseñadores de moda Vivienne Westwood y Burberry lanzaran algunos diseños de “inspiración africana”. Durante esos días, cuando la gente tecleaba en el buscador de Google “moda africana”, terminaba encontrándose con la publicación de Tumblr de Rugamba. De inmediato, la locura fue creciendo, hasta que los pedidos y las solicitudes de entrevistas llegaban uno tras otro.

Durante las siguientes semanas, Rugamba tuvo que rechazar muchas invitaciones a importantes eventos de moda, ya que de hecho, todavía no contaba con ningún producto para presentar. Este fue el inusual inicio de House of Tayo y, durante los meses siguientes, Rugamba pasó muchas horas aprendiendo de forma autodidacta todo lo que podía sobre el diseño y la combinación de colores, todo esto en su mayoría proveniente de tutoriales de Internet y siguiendo blogs de moda.

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El “tejido africano” no es homogéneo, depende del origen, de la tela y de los procesos de producción, además tiene diferentes nombres y diseños. El kitenge o chitenge se encuentra en África central y occidental, especialmente en Zambia, Malaui, Tanzania y la República Democrática del Congo. Ankara es parte del África Occidental, pero no del todo. El tejido que conocemos como “Ankara” es originario de Indonesia y no de África. Los locales indonesios llevan haciendo estampados sobre tejidos desde hace tiempo, utilizando la técnica de teñido por reserva (batik), la cual fue traída al África Occidental por comerciantes holandeses. El Shweshwe es un tejido de algodón con diseños impresos que se encuentra en el sur de África y que, tradicionalmente, solo se producía en tres colores: marrón, rojo y azul. El Baoule es un paño denso y grueso originario de la Costa de Marfil, que está hecho de tiras de paño de poco menos de 13 centímetros de anchura, entrelazadas entre sí. Por último, el kente es ese distintivo patrón proveniente de Ghana, hecho de líneas naranjas, amarillas y verdes.

Hay una cosa que todos estos tejidos tienen en común: el color. El estampado africano es indiscutiblemente colorido y llevarlo puesto en público es considerado una jugada para valientes o una reivindicación política (dependiendo de lo intensa que sea la colonialidad de nuestra sociedad). Ciertamente, en Nairobi, los espacios formales son muy monocromáticos, especialmente para los hombres. El azul, el negro y otros matices intermedios (azul claro, azul marino, gris, blanco) son considerados tonos propios de lo que los kenianos llaman prendas “oficiales”.

El tabú de los colores en lugares formales de Kenia es un legado de la imaginación colonial y su inherente ética victoriana, la cual percibía todo lo africano como un problema que debía ser unificado, controlado y disciplinado. Para los hombres africanos, la presión de encajar estéticamente es particularmente fuerte, ya que como figuras masculinas dentro de estructuras patriarcales (incluso bajo la influencia del colonialismo) tienen al menos una probabilidad de ascenso social en un sistema que excluye a las mujeres por el simple hecho de que no son hombres. En ese sentido, las mujeres suelen (o solían) tener más libertad para usar sus kitenges, khangas y lesos.

Parece que cuanto más en contacto esté uno con la lógica de la cultura blanca, más disciplinada será su estética y esa es, quizás, la razón por la cual los africanos de occidente generalmente tienen una relación menos complicada con los estampados africanos. Esto es debido a que fueron colonizados bajo mandato indirecto y no contaban con grandes números de conquistadores blancos que tuvieran una influencia directa en la vida pública en ese sentido. Posiblemente, sea esta la razón por la cual en una ciudad como Nairobi era muy complicado (hasta hace poco) encontrar un sitio donde comer “comida africana” en público que no fuese un kibanda (kioskos de calle). Más allá del kibanda, el territorio es de los blancos y, por lo tanto, la comida africana no podía hacerse un hueco en restaurantes formales. Esto ha ido cambiando tan solo en las últimas décadas, con una creciente aceptación del tejido africano, la música y la comida en los espacios públicos. Una cadena de restaurantes como Nyama Mama, un establecimiento de alta gama con temática africana que ofrece comida local, no podría haber existido en la década de los 90, en el Nairobi de mi infancia. Incluso, el menú en el Nyama Mama tiende a ofrecer fusiones “modernas” o reinterpretaciones de platos locales, en lugar de servirlos como son en realidad. Por ejemplo, servir el ugali como un buñuelo horneado y no como la tradicional y dura gacha.
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Los diseños africanos aún están lejos de ser indomables y caóticos. Los motivos repetitivos y los diseños de muchos de los tejidos son un ejemplo de fractales (figuras geométricas en las que cada parte tiene los mismos caracteres que la pieza completa). Si miramos muy de cerca un kitenge o un tejido de Ankara, será muy probable que observemos patrones complejos que se repiten una y otra vez en un bucle continuo.

Ron Eglash, profesor en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, explica en su libro African Fractals: Modern Computing and Indigenous Design cómo es que los fractales permean todo, desde los peinados trenzados y el ropaje kente hasta sistemas continuos y el diseño de hogares y asentamientos en diversas comunidades africanas. En su charla TED talk de 2007 “The Fractals at the Heart of AfricanDesigns”, Eglash describe su recorrido para llegar a comprender los fractales africanos y las continuas oposiciones con las que se encontraba: que todo era “solo intuición” y que “los africanos no pueden utilizar la geometría fractal en realidad… ya que no ha sido inventada hasta la década de los 70”.

“Bueno, es cierto que algunos fractales africanos son, en lo que a mí concierne, pura intuición” dice Eglash en su charla. “Así que algunas veces, me paseaba por las calles de Dakar preguntando a la gente: “¿Cuál es el algoritmo? ¿Cuál es la regla para producir esto?” y ellos contestaban: “Tan sólo lo hacemos así porque se ve bonito, idiota”. [Risas]. Sin embargo, no siempre es así. En algunas ocasiones había realmente algoritmos, y unos muy sofisticados. En la escultura Mangbetu (de la República Democrática del Congo), se observa una geometría recursiva. En las cruces etíopes podemos ver estos maravillosos despliegues de formas”.

Eglash rastrea eventualmente estos algoritmos hasta la lectura de arena (adivinación), que es muy común por toda África, en la cual los sacerdotes adivinan la fortuna de la gente por medio de marcas en la arena. Estas marcas siguen ciertos patrones que se convierten en diversos símbolos autogenerados que pueden ser reducidos a pares o impares, una especie de código binario.

Los místicos islámicos aprendieron estos patrones de adivinación de los sacerdotes africanos y, posteriormente, los llevaron a España en el siglo XII. Allí, se mantuvieron vivos entre la comunidad de la alquimia con el concepto de “geomancia” o adivinación a través de la tierra.

El matemático alemán Gottfried Wilhehm Leibniz escribió sobre la geomancia en su tesis doctoral a finales del siglo XVII, en la que utilizó un 1 y un 0 reemplazando así los símbolos pares o impares. El matemático inglés George Boole retomó el código binario de Leibniz y lo perfeccionó hasta convertirlo en el álgebra de Boole (álgebra booleana) en 1847. De la misma manera, John von Neuman cogió el álgebra de Boole y creó el ordenador digital a mediados del siglo XX.

Según esta investigación, todo circuito digital en el mundo tiene su origen remoto hace mucho tiempo en África y el humilde kitenge viene a ser parte de un legado mucho mayor. Así, convenientemente, estas mismas plataformas digitales (redes sociales, televisión, música e Internet) son un combustible en la propagación de una cultura a la que deben su propia existencia.

CharlaTED talk del profesor Ron Eglash en 2007: “The Fractals at the Heart of African Designs”. https://www.ted.com/talks/ron_eglash_on_african_fractals

Por Christine Mungai

Fuente: https://www.theelephant.info/culture/2019/02/21/the-kitenge-route-the-algorithms-and-aesthetics-of-african-fabrics/

Traducido por Iria López y Leticia García.

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