Las minorías en las universidades del Reino Unido

Universidad de Cambridge. Foto: Pixabay.
Universidad de Cambridge. Foto: Pixabay.

Olivette Otele, académica y profesora del colonialismo francés e inglés en la Universidad de Bath Spa (Reino Unido), se convirtió el pasado 22 de octubre en la primera mujer negra en obtener la cátedra de historia en una universidad del Reino Unido. Además, ha sido la segunda mujer negra académica en historia, siguiendo los pasos de Hakim Adi, profesora de la historia y la diáspora africana en la Universidad de Chichester.

Con su ascenso, el número de académicos negros asciende a 116, en comparación con el total de 19.000 que hay en todo Reino Unido. Han sido muchos, en su mayoría hombres y blancos, los que han preguntado si este ascenso ha sido todo lo contrario a una bonita coincidencia, sino más bien como una conspiración rodeada por el aura de lo políticamente correcto. En sus propias palabras, es más que curioso que una mujer negra haga historia, nada más y nada menos, que durante el mes de la historia negra. Sin embargo, las casualidades existen, ya que el hecho de que haya sido ascendida en octubre se debe, simplemente, a la burocracia de la Universidad de Bath Spa: todas las solicitudes para conseguir una cátedra en dicha Universidad se envían en primavera y se anuncian en octubre.

La Royal Historical Society, una asociación de estudiosos de la historia, celebra este año su 150 aniversario. Esta asociación, como la gran mayoría de cierta antigüedad, se fundó y lideró en sus comienzos solo por hombres blancos. Esto se ve claramente una vez que entramos en su biblioteca, que está llena de retratos de todos los presidentes de la asociación. En toda su historia, solo ha tenido dos mujeres presidentas y una de ella es la actual, Margot Finn.

El mes pasado, esta asociación publicó en la revista Race, Ethnicity and Equality in UK History (Raza, Etnicidad e Igualdad en la historia de Reino Unido) el primer reportaje sobre esta cuestión, lo cual arrojó algo de luz sobre el hecho de que la historia no es solo una disciplina abrumadoramente formada por personas blancas, sino que es incluso más discriminatoria que otras. Los números son verdaderamente sorprendentes: el 93,7 % de los académicos que enseñan historia son blancos (en comparación el 85 %, ya discriminatorio, de las demás disciplinas), frente al 2,2 %de asiáticos, 1,6 % de ascendencia múltiple y solo 0,5 % de negros. Lo mismo ocurre con los estudiantes: casi el 90 % de los estudiantes de historia y filosofía (las estadísticas agrupan a estas disciplinas en una) son blancos; el 4 %, asiáticos; el 2,9 %, negros y el 3,9 %, de ascendencia múltiple. En lo referente a las calificaciones, se estima que la gran mayoría de los estudiantes tienen la misma oportunidad de conseguir un notable, pero que, sin embargo, los estudiantes blancos tienen una probabilidad del 9 % más que los demás de conseguir un sobresaliente.

Cuando estuve trabajando en el reportaje, conocí a varios historiadores negros que tenían mucho que decir sobre la marginalización que habían sufrido en su trabajo, en su mayoría, discriminaciones por ser la única persona racializada que trabajaba en el departamento. Algún ejemplo de dicha marginalización que nos comentaban es el hecho de que en las distintas conferencias que el departamento celebraba, la realidad era que nunca los invitaban para dar un discurso y, si lo hacían, solo era para que hablaran sobre diversidad.

El reportaje arroja que, tras entrevistar a más de stecientas personas, casi un tercio del profesorado y de los estudiantes negros han sufrido algún tipo de discriminación o abuso, ya sea por el simple color de su piel o por su cultura. Además, revela que esta discriminación procede, en su gran mayoría, de parte del resto del profesorado, otros estudiantes o de las personas en general. Muchos de ellos afirman que, a pesar de haber elevado quejas, estas no se tomaban nunca en serio. Es más, uno de los encuestados afirmó que siempre que intentaba hablar del tema con sus compañeros, estos “me decían que estaba equivocado o que me lo estaba imaginando”. Otros nos contaron que han sufrido represalias por parte de sus compañeros, incluso un profesor llegó a grabar el acoso y abuso que sufrían.

No cabe duda de que los más críticos con este tema dejaron clara su postura incluso antes de que se escribiera el reportaje, aparte de sus comentarios racistas sobre el mismo. Tras su publicación, Zareer Masani comentó en el periódico Telegraph cómo lamentaba los constantes intentos de la izquierda por degradar la historia, siempre en búsqueda de lo políticamente correcto, lo cual, en su opinión, va en contra de Occidente.

Sin embargo, las críticas más fuertes contra el reportaje fueron las dos cartas que se publicaron en el periódico Times. Una de esas cartas fue publicada por Niger Biggar, un profesor de Teología de la Universidad de Oxford, quién mantiene que “había suficiente razón para ser escépticos con la campaña para promover la “historia negra”, ya que es más importante que los estudiantes conozcan la historia de África, una historia de la que tienen una responsabilidad directa como ciudadanos del Reino Unido. Tienen que apreciar cómo, como británicos, hemos llegado a ser lo que somos y lo importante que es nuestra herencia cultural”. Su discurso fusiona de tal manera lo que es la historia de Reino Unido con la historia blanca en sí y lo establece con esa naturalidad, que Biggar asume que cualquier intento de incluir la historia negra significaría que los estudiantes no aprenderían nada sobre Reino Unido como país. Con esto se ignora los siglos en los que también las personas negras ya eran ciudadanos del Reino Unido y también se olvida de los años del colonialismo.

También publicó su carta en el Times Gillian Evans, profesora de Teología Medieval e Historia Intelectual en la Universidad de Cambridge. Evans apuntó que las personas marginalizadas por motivos raciales se están uniendo a las “feministas” para que sus solicitudes se reconozcan (aunque no menciona que ella misma denunció a la Universidad por no tener en cuenta sus propias solicitudes de ascenso). Admitió estar “molesta” por “la crítica a la programación didáctica de la asignatura de historia por falta de diversidad” y afirmaba que el hecho de que la historia esté realizada para detectar “los patrones que se repiten a lo largo de los siglos”, no podía ver como el hecho de reemplazar un supuesto conjunto de distorsiones por uno que estaba ahora más de moda “podría acercar a cualquier historiador al camino de la verdad que era la historia”.

El hecho de afirmar ser un observador objetivo que depende del razonamiento inductivo es superficialmente plausible, sin embargo, los historiadores y filósofos han tenido siempre en cuenta que todos los datos históricos son subjetivos porque son suposiciones que nos dan respuesta a las preguntas que nos hacemos, donde las buscamos, cuyo conocimiento consideramos fiables y cuyo marco utilizamos para darle sentido a nuestros descubrimientos. ¿Cómo sino podríamos explicar que todos los historiadores y buscadores de la verdad no se hayan dado cuenta de la discriminación de su propia disciplina? ¿O es que quizás ni siquiera les ha importado el estrecho vínculo entre esta y la historia solo de los blancos?

Tras la publicación del reportaje, muchos departamentos de varias universidades han decidido discutir y analizar los resultados e, incluso en algunas, se está revisando la programación didáctica. El resultado más positivo de este reportaje es que el 86 % de los departamentos encuestados han expresado su deseo de expandir la investigación y la enseñanza de la historia más allá de la historia de Europa y del Reino Unido. A pesar de que es una buena iniciativa, este tipo de asignaturas solo se impartirán en optativas, mientras que las principales seguirán teniendo carácter europeísta.

Si más población negra va a acceder a la enseñanza y el estudio de la historia, se necesitarán más reformas. Durante el paso de los años, he visto cómo padres y alumnos han estado preocupados por la poca diversidad en la programación didáctica en la que ellos no se sentían incluidos y en la que, en el caso de que se incluyera la historia de otros lugares, el enfoque siempre se centra en la violencia y el trauma de esos lugares.

El problema reside en que eliminar la visión europeísta en la asignatura de historia requeriría un nuevo planteamiento de los enfoques conceptuales y metodológicos. ¿Tan malo sería que los historiadores ingleses aprendieran gaélico, yoruba o urdu, en lugar de, por ejemplo, francés o alemán? Los profesores piden a sus alumnos que lean a Tácito, Heródoto, Max Weber, Karl Marx, Michel Foucault, Antonio Gramsci, Jacques Derrida e incluso a Judith Butler, pero ¿cuántos les piden que lean a Audre Lorde, Stuart Hall, Frantz Fanon, Jasbir Puar, Sara Ahmed, Kim Tall Bear o a Kimberlé Crenshaw? ¿Qué pasaría si tuvieran que leer a estos autores?

La programación didáctica actual asume que solo los hombres blancos son los que escriben sobre verdades universales, mientras que los negros pueden solo ser expertos en temas referentes a la identidad y al patrimonio cultural, una idea que ya hoy día no tiene lugar. Los estudiantes, cansados de las limitaciones de sus asignaturas, están creando y buscando sus propias fuentes y redes. Unos estudiantes de la Universidad de Cambridge, del Grado en Ciencias Políticas y Sociales, han creado y compartido una lista de libros de autores que, cuando llega el momento de aprender sobre la historia de África, no hablan solamente de la colonización.

Abordar el tema del racismo en esta disciplina no solo la hará mejor, sino que también hará mejores historiadores y un ambiente de trabajo más agradable. Hace un par de años, un renombrado profesor me preguntó si iba a ir a un evento en el que él participaba. Cuando le dije que no podía asistir, me respondió en un tono del todo jovial “¡Vaya tonta eres!”. En ese momento fue cuando le expliqué que era el mes del Ramadán y por eso no podía asistir. A pesar de preguntarme y hacerse el interesado sobre la razón por la que iba cambiando el mes del Ramadán, para lo que yo le di una explicación sobre el calendario lunar del islam, ni siquiera me pidió perdón por su comportamiento, cuando sabía perfectamente, incluso antes de preguntarme acerca del Ramadán, que no podría asistir a su evento. Esta fue una de las peores situaciones racistas por las que he pasado en mi vida y es algo que no he conseguido aún olvidar: el hecho de cómo a mi profesor realmente no le importaba porqué no podía asistir, sino que simplemente estaba decepcionado de que no pudiera hacerlo. Posiblemente incluso él lo haya ya olvidado.

 

Fuente: Qureshi, S. (2018). Short Cuts. 
London Review of Books, 40(22), 32. 
Recuperado de 
https://www.lrb.co.uk/v40/n22/sadiah-qureshi/short-cuts.


Traducido por Fátima León Medialdea para Umoya.

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