La República Democrática del Congo en punto muerto

Boniface Musavuli. Fuente: Iveris.eu.
Boniface Musavuli. Fuente: Iveris.eu.

Entrevista a Boniface Musavuli

La superficie tan extensa de la República Democrática del Congo (RDC), un país tan grande como Europa, su riqueza de materias primas, así como de tierras arables, lo convierten en un Estado sumamente estratégico. Es difícil descifrar la actualidad del país, ya que hay muchos factores implicados, tanto internacionales como regionales. A tan solo unas semanas de unas elecciones inciertas, el IVERIS (Instituto de Vigilancia y de Estudio de Relaciones Internacionales Estratégicas) ha hablado con uno de los mejores analistas políticos de la RDC, Boniface Musavuli, quien explica de manera clara y precisa lo que está en juego y las problemáticas a las que se enfrenta el país.

Tras las dos prórrogas consecutivas, las elecciones presidenciales de la RDC se tendrían que celebrar el próximo 23 de diciembre. A seis semanas de unas elecciones inciertas, el Departamento de Estado ha optado por nombrar a su representante a las candidaturas de la región de los Grandes Lagos y se respira un clima tenso. La elección de Peter Pham no es algo casual, ya que en 2012 este investigador del Africa Center, un laboratorio de ideas muy republicano, había firmado una tribuna en el New York Times en la que recomendaba la división del Congo. ¿Qué señal envía esta nominación?

Ese artículo de Peter Pham resulta muy difícil de asimilar entre los congoleños que lo han elegido. El Congo y sus habitantes son víctimas de la presencia de las multinacionales extranjeras que pretenden desquebrajar al país con el objetivo de someter a sus ciudadanos bajo la influencia de los países limítrofes, como por ejemplo Ruanda. Esta presencia le ha costado la vida a más de seis millones de congoleños y más de medio millón de niñas y mujeres han sufrido violaciones. Una situación tan trágica y horrible que en ciertos lugares Peter Pham no será bienvenido.

No obstante, habrá que observar qué actitud tomará frente a los vecinos de la RDC. Si, por ejemplo, multiplica el número de visitas a la ciudad de Kigali y continúa dando mítines en los que se pueda percibir la influencia ruandesa en la región, de seguro que su labor en el Congo estará llena de obstáculos. Sus dos predecesores, Rus Feingold y Tom Perriello, se mostraban más bien cercanos con la sociedad civil congoleña y los movimientos ciudadanos de jóvenes, como LUCHA. Estamos pendientes de las acciones que tomará Peter Pham. Las convicciones sociales del 2012 pueden no seguir siendo pertinentes en 2018.

 

Leslie Varenne.- Hasta el año pasado y los acuerdos de cooperación militar firmados por el gobierno de Joseph Kabila con Rusia, la RDC formaba parte, desde que se independizó, del dominio de Estados Unidos en la región. Sabiendo que los minerales del Congo son para Estados Unidos un factor primordial para su seguridad nacional, ¿cómo pueden reaccionar ante la llegada de Moscú a su zona de influencia? ¿Podríamos esperarnos tensiones similares a las de la Guerra Fría? ¿Qué importancia pueden adquirir estas jugadas estratégicas en las elecciones presidenciales?

Boniface Musavuli.- Joseph Kabila comenzó desde, al menos, el año 2014 a acercarse bastante a Moscú al estar convencido de que podría conservar su poder incluso cuando llegase el fin de su mandato, en 2016. Se hizo con una gran cantidad de reservas armamentísticas y obtuvo el apoyo y cooperación de militares rusos, ucranianos, norcoreanos y chinos. A pesar de ello, no rompió el vínculo con las grandes potencias occidentales ni amenaza los intereses de estas. La cooperación rusa es esencialmente de orden logístico en el ámbito de la seguridad (la seguridad personal del presidente y de su régimen), sin llegar a afectar a los acuerdos sobre la explotación minera. Por lo tanto, no hay ninguna “guerra fría”, ya que tanto rusos como norteamericanos, europeos y chinos, se benefician del “sistema Kabila”. Joseph Kabila consiguió de forma muy hábil conciliar los intereses de todas estas potencias, lo que puede explicar la poca implicación de estas en la lucha de los congoleños por su destitución. El pueblo congoleño tiene la sensación de que lo han abandonado y que se enfrenta solo contra Kabila.

 

L.V.- Fue también durante la víspera de estas votaciones cuando el vecino angoleño decidió hacer aún más difícil y caótica la situación expulsando a la fuerza a miles de congoleños en situación precaria. ¿A qué está jugando Angola?

B.M.- Angola es la mayor potencia militar e incluso económica de la zona gracias a su petróleo y sus reservas de diamante. Un país que sufrió 27 años de guerra civil y que no soporta el menor riesgo de desestabilización. Su política de intolerancia con respecto a los pueblos extranjeros en situaciones precarias puede verse como algo propio de un “país rico” que no quiere que una llegada caótica de inmigrantes afecte a su panorama social interno. Puede deberse también a reflejos de seguridad. Cabe recordar que Angola ha visto a más de 35.000 congoleños llegar a su territorio nacional después de la violencia en la región congoleña de Kasai, en 2017. El flujo masivo de refugiados de guerra puede convertirse en un peligro existencial para todo el país. Angola no olvida que la llegada masiva de refugiados ruandeses en el este del Congo allanó el camino para la invasión del país en 1996 y el derrocamiento del régimen del presidente Mobutu. En mi opinión, se mezclan el reflejo de un país rico, que no quiere ser cargado con “toda la miseria del mundo” y las consecuencias en seguridad alimentadas por el miedo a los horrores de los 27 años de guerra que han sufrido los angoleños y que no quieren revivir.

 

L.V.-  Los congoleños se oponen al uso de las máquinas de voto electrónico que ellos llaman “máquinas de robo”. Sin embargo, la poderosa organización regional, la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés), ha apoyado el uso de este método. ¿Significa esto que todos los agentes regionales, incluida Sudáfrica, se han puesto del lado de Joseph Kabila?

B.M.- El voto electrónico es, en efecto, la única manera de que los miembros del régimen de Kabila permanezcan en el poder. El rechazo hacia Kabila y su sistema en todo el país es tan profundo que no pueden mantenerse de otra manera. Sin embargo, a nivel internacional, la prioridad era que Kabila dejara el poder, y la diplomacia internacional quedó satisfecha con su anuncio implícito de que no se presentaría para un tercer mandato al designar a de Ramazani Shadari como heredero. La SADC e, incluso, los socios occidentales de la RDC, están dispuestos a adaptarse a cualquiera que salga elegido en las elecciones, siempre que Kabila ya no esté a la cabeza del Congo.

 

L.V.-  Usted ha escrito el libro Les massacres de Beni: Kabila, Rwanda et les faux islamistes (Las masacres de Beni: Kabila, Ruanda y los falsos islamistas). Los asesinatos de estas poblaciones civiles se llevan produciendo desde hace ya cuatro años en una indiferencia generalizada indecente. ¿Por qué todos, desde el gobierno congoleño, los opositores, la Unión Africana, la ICGLR, la SADC y la UE hasta las Naciones Unidas callan?

B.M.- Las masacres de Beni son un tema que merece ser explicado en detalle para una mejor comprensión. Espero que me dé la oportunidad. Mientras tanto, hay que entender que el silencio de la comunidad internacional se debe principalmente a la desinformación y a las mentiras que el régimen de Kabila ha difundido sobre la identidad de los asesinos. Desde el principio, el régimen de Kabila ha presentado estas masacres como actos de terroristas islamistas ugandeses bajo el nombre de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, por sus siglas en inglés). Una mentira que se ha repetido incesantemente cuando, en realidad, los asesinos de Beni son escuadrones de la muerte ruandeses protegidos por las Fuerzas Militares de la República Democrática del Congo (FARDC), el ejército del gobierno congoleño. Para el régimen de Kinshasa, el objetivo de estas masacres es apoyar la idea de que hay terrorismo islamista en el este del Congo, lo que permitiría a la RDC formar parte de la coalición internacional para luchar contra el terrorismo islamista, junto a las potencias occidentales (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, España, …). Esto también permitiría a los socios extranjeros ser menos exigentes con las autoridades congoleñas en términos de violaciones de los derechos humanos y de democracia. No molestas a un presidente que lucha contra terroristas islamistas. Pero, para Ruanda, estas masacres son una oportunidad para “borrar” a las poblaciones indígenas de Beni y sustituirlas por poblaciones ruandesas que para el régimen de Kagame ya no tienen cabida en Ruanda, un país pobre, sin recursos, pero superpoblado.

 

L.V.-  En su libro, usted acusa a Ruanda de estar detrás de las llamadas “ADF” y de intentar desestabilizar el Congo. Pero ¿cómo podemos explicar que un país tan pequeño y pobre pueda tener tanto impacto en un Estado tan grande y rico como es el Congo? ¿No es el presidente de Ruanda, Paul Kagame, un mero intermediario utilizado por los Estados Unidos y, más en general, por todos los países occidentales para facilitar el saqueo de materias primas?

B.M.- En su relación con el Congo actual, Ruanda no es un “país pequeño”. Fue el ejército ruandés, patrocinado por las potencias angloamericanas, el que trajo a Kinshasa a los principales líderes actuales de la RDC, empezando por el presidente Joseph Kabila. Desde entonces, Ruanda ha mantenido su control sobre el poder político y económico en la RDC. Los congoleños no han conseguido liberarse del dominio de Ruanda simplemente porque cualquier lucha política se reprime con sangre, mientras que las elecciones, cuando se celebran, son puro teatro, ya que los resultados se saben con antelación. Los hombres en el poder, que emergieron de las dos grandes guerras de agresión de Ruanda con el apoyo de las potencias occidentales, todavía controlan el país mientras venden las riquezas del Congo a las multinacionales a cambio de su apoyo para mantener el sistema mafioso.

 

L.V.-  La oposición congoleña se ha reunido todo un fin de semana en Ginebra para designar a un único candidato para la presidencia. La tinta de la firma del acuerdo, conseguida tras muchas negociaciones, no estaba aún seca cuando dos opositores renunciaron a su compromiso. ¿No es la oposición congoleña “la más tonta del mundo”?

B.M.- A finales de 2016, la oposición congoleña ya se había comprometido en, al menos, dos ocasiones a negociar para asegurarse de que Joseph Kabila se mantuviera en el poder. El patético espectáculo dado en el congreso de Ginebra era del todo previsible. Es sabido que los cambios no pueden provenir de esta oposición, demasiado unida al sistema de Kabila, por no decir al mismo Kabila.

 

L.V.-  ¿Qué solución ve usted para salir del punto muerto actual y, sobre todo, para detener a los grupos armados y así poner fin al sufrimiento de la gente de Beni?

B.M.- En cuanto a las masacres de Beni, ya se conoce la verdad: es el ejército quien protege o apadrina a los asesinos con el objetivo de acreditar la falsa teoría del terrorismo islamista. Este ejército ya no inspira confianza a la gente tras haber respaldado las masacres e, incluso, haber participado en ellas según al menos dos informes del Grupo de Expertos de la ONU sobre el Congo. La solución es que se retiren todas las unidades del ejército desplegadas en Beni y reemplazarlas por una fuerza internacional como Artemis. Artemis fue una fuerza europea dirigida por la armada francesa en 2003 que permitió pacificar la provincia congoleña de Ituri. Fue esta fuerza la que permitió arrestar a varios criminales de guerra, entre ellos Thomas Lubanga, el primer condenado en la historia de la Corte Penal Internacional, en julio de 2012. Es el mismo plan que habría que adoptar para Beni con el fin de arrestar a los responsables de estas masacres y poder llevarlos ante la justicia. Varios nombres de estos asesinos ya se conocen y aparecen negro sobre blanco en los informes de la ONU. Entre ellos destaca el general Mundos, cercano al presidente Joseph Kabila.

 

L.V.-  Los congoleños han lanzado una llamada para poner en marcha una transición dirigida por el Premio Nobel de la Paz Denis Mukwege. ¿Qué piensa usted sobre esta iniciativa?

B.M.- El doctor Denis Mukwege es un hombre íntegro que se ha convertido recientemente en icono internacional de la lucha por la dignidad del pueblo congoleño. Él es del todo capaz de dirigir el país hacia unas elecciones pacíficas y creíbles. Pero su ascenso hasta la cabeza del Congo necesita una implicación masiva, tanto de los congoleños mismos, como de los socios internacionales de la RDC, como el Consejo de Seguridad de la ONU. Sería bienvenida una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que constate el estado catastrófico en el que se encuentra el país tras el gobierno criminal de los dirigentes actuales. Aún hace falta recordar que la RDC es el país con el mayor número de desplazados internos de guerra, con 3,8 millones de desplazados, “dos veces la población de Bruselas”, según los términos utilizados en el informe de la ONU. El drama no es solo nacional. Todos los países vecinos soportan el flujo masivo de refugiados provenientes del Congo y el poder de Kinshasa no hace nada para devolver a esta gente a sus domicilios. El Congo, en su gobierno actual, es al mismo tiempo una catástrofe humanitaria y un peligro de seguridad para la región por el movimiento de desplazados y refugiados.

Las iniciativas como la de los intelectuales congoleños que llaman a una transición sin Kabila bajo la dirección de Denis Mukwege deberían ser apoyadas por el impulso internacional para triunfar. Estas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que proponen empujar al régimen de Kabila hacia su salida serían una buena baza para llegar a esa transición sin Kabila.

 

Fuente: Leslie Varenne (15 de noviembre de 2018). 
"La République Démocratique du Congo dans l’impasse", 
en Iveris.eu.

Traducido por Elena López Gálvez, Andrea Méndez Segovia 
y Ainhoa Condominas García para Umoya.

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