La entrada de Zimbabue al mundo de los negocios como un código internacional para financiar el capitalismo

Nefta Freeman; 22 de marzo de 2018

El presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, ha hecho uso de varios medios de comunicación, entre los que se incluye el New York Times, para dar una bonita imagen de la situación política del país y, de esta manera, atraer la inversión extranjera. Pero ¿ha cambiado realmente la situación en el país en estos cuatro meses que lleva Mnangagwa en el poder?

Durante estos últimos cuatro meses hemos escuchando la cantinela de que Zimbabue está dispuesta a mantener relaciones comerciales con otros países. Pero la realidad, sin embargo, es que Mnangagwa, en complicidad con la prensa occidental, ha intentado encubrir un golpe militar, tachándola de una revolución popular y pacífica que trajo desde el exilio, a él mismo, un líder benevolente para ponerlo en el poder hasta que se convocaran nuevas elecciones.

Estos datos han sido, claramente, omitidos en el artículo que ha publicado el TheNew York Times el 11 de marzo de 2018 y que ha escrito Mnangagwa “We are bringing about the New Zimbabwe” [“Atrayendo el nuevo Zimbabue”]. Esta es otra maniobra que agota la independencia política del país.

También están los relatos de lo que les había ocurrido a algunas personalidades de la sección del partido Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Nacional (ZANU-PF, por sus siglas en inglés), la llamada Generación 40, concretamente la sección del partido que apoyaba a la anterior primera dama Grace Mugabe. Estos relatos cuentan cómo, por apoyar a Mugabe, asesinaron a un guardaespaldas y mandaron a prisión por alegaciones de tortura a algunos otros, desde el 27 de noviembre de 2017 hasta que Robert Mugabe dimitiera de su cargo de presidente una semana después. Así, lo que nos relata Mnangagwa en su artículo de opinión es una manera bastante audaz de reescribir la historia.

Hace tan solo tres semanas el ex presidente de Zimbabue, Robert Mugabe comentó tras una sesión informativa, la primera desde su derrocamiento, que su sucesor era del todo inconstitucional. Esta información fue censurada en los principales titulares internacionales. Sería del todo razonable pensar que esta afirmación estaría en todos los medios de comunicación rápidamente sino hubiera sido censurada.

Mugabe, dirigiéndose, entre a otros tantos, a Moussa Fak iMahamat, Presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), ha manifestado que el gobierno de Mnangagwa es ilegal y la UA debería ayudar para “restablecer la normalidad y la democracia en Zimbabue”. Rescindiendo las garantías que hizo en el momento de su derrocamiento, Mugabe ha admitido que fue obligado a resignar bajo presiones militares y que “Es trágico y triste que en Zimbabue desde el 15 de noviembre de 2017 el gobierno y sus instituciones hayan asumido el cargo mediante la fuerza militar, la cual ahora es parte de la actual administración inconstitucional”.

Uno de los cargos políticos más importantes en Zimbabue ha estado atento ante los desarrollos políticos. Era noticia hace una semana las crecientes tensiones entre Mnangagwa y varios comandantes del ejército. “El elemento militar dentro del partido tiene ambiciones políticas serias, hasta el punto de que quieren que Mnangagwa gobierne durante un mandato, si gana las elecciones, antes de entregarle el relevo al vicepresidente Constantinto Chiwenga”. Actualmente Chiwenga mantiene también el cargo de Ministro de Defensa y de la Guerra de los Veteranos. Además, fue jefe de las fuerzas de defensa de Zimbabue cuando el ejército emprendió la llamada “Operation Restore Legacy” [“Operación para restaurar el legado”], lo que mundialmente se traduce como el golpe que llevo a Mnangagwa hasta la presidencia.

“Chiwenga fue elegido vicepresidente, mientras que el retirado teniente general, Sibusiso Moyo, quien anunció la intervención militar en la televisión nacional, fue elegido Ministro de Relaciones Exteriores. Perence Shiri, el antiguo teniente general de las fuerzas aéreas de Zimbabue, fue elegido Ministro de Agricultura, mientras que el retirado lugarteniente Engerlbert Tugeje fue elegido presidente de la comisaría del partido ZANU-PF. A estos nombramientos les siguió otra mayor “purga” de entre los altos cargos en el centro de inteligencia y en la policía.

Hace tan solo unos meses hubiera sido impensable para el TheNew York Times el publicar un artículo de opinión de un presidente de cualquier país dentro de la “lista negra de economía” de EEUU. A pesar de que en todas sus formas este “gobierno” es lo más parecido a una dictadura militar, resulta razonable que Zimbabue ya no esté en esa lista. Sin embargo, ha estado desde 1999, desde que el país decidió revertir las injustas y racistas reparticiones de tierra impuestas por los asentamientos de los colonos europeos.

Tampoco ha de sorprender que no tarden en anunciar oficialmente que eliminan las sanciones, algo que los defensores de la justicia social han querido todo el tiempo para Zimbabue, pero no a costa de la autodeterminación del pueblo de Zimbabue. Con ello, aquellos que impusieron las sanciones consiguen lo que se propusieron, acceder libremente a la riqueza del país en recursos naturales y al trabajo de las personas.

Algunas declaraciones en el artículo de opinión de Mnangagwa son las siguientes: “le pedimos a aquellos que nos han castigado en el pasado a reconsiderar sus sanciones contra nosotros. Zimbabue es un país con mucho potencial, pero será difícil conseguirlo si las sanciones nos aprietan el cuello”, y es que en esta declaración lo que parece que el presidente de Zimbabue está pidiendo es queque las sanciones se eleven.

Sin embargo, cualquiera que entienda cómo funciona el nuevo imperialismo de Occidente, sabrá que ese trato ya estaba sellado antes de que el ejército y Mnangagwa llegaran al poder. Incluso podría estar sellado hace décadas, esperando en la retaguardia hasta el momento adecuado. Lo único que tiene sentido ahora mismo es que dichas afirmaciones son solo una mera fachada para lo que, en esencia, es una inversión de capital neoliberal y un viaje hacia el camino del desarrollo neoliberal en Zimbabue, para los más rezagados.

Así, desaparecen los días en los que Zimbabue estaba de acuerdo con la afirmación de Kwame Nkrumah sobre el neocolonialismo, o la última fase del imperialismo. “La esencia del neocolonialismo es que el Estado sujeto a él es, en teoría, independiente y posee todos los símbolos externos de su soberanía internacional. Sin embargo, en realidad, su sistema económico y su normativa política se dirigen desde fuera”.

Hace tan solo dos años este mismo mes, varias compañías propiedad de extranjeros vieron amenazadas sus empresas a menos que vendieran o dieran el 51% de sus acciones a los zimbabuenses antes del 1 de abril de 2016. El resultado de este ultimátum fue, al final, el reforzar la ley de indigenización y de empoderamiento económico. Sin embargo, el llamado nuevo Zimbabue, el mes pasado, sacó de este acuerdo compañías mineras de platino y diamante.

Zimbabue es el segundo país en el mundo con las mayores reservas de platino, y tanto el platino como el diamante son productos principales para la exportación de Zimbabue. Además, sus depósitos de litio, material imprescindible en las baterías recargables que se usan en los coches eléctricos y un mercado que supone un creciente atractivo para posibles inversores, fueron cedidos por un precio de 1,4 mil millones de dólares americanos a una, aún sin identificar, compañía minera privada. Es por ello que los días 27 y 28 de febrero, “Zimbabwe Mining Investment Conference, 2018” [“La conferencia sobre la inversión minera en Zimbabue de 2018”] fue celebrada en Harare para “principales accionistas, oficiales del gobierno, corporativas e inversores” con el objetivo de desarrollar una lista completa de los minerales en el país.

Siguiendo el típico consejo que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional da a las anteriores naciones colonizadoras, en enero de 2018 se movilizaron para privatizar las infraestructuras más importantes como la compañía aérea Air Zimbabwe, la compañía de ferrocarril y la compañía de suministro eléctrico del país, esta última la mayor productora de electricidad y reguladora que dirige una serie de empresas subsidiarias de varias especialidades en la regulación de la electricidad y de comunicaciones.

La razón de la privatización es siempre la mala organización y la corrupción en las agencias que les mantienen en un déficit continuo. Porque al parecer, “los africanos no pueden dirigir nada” y por tanto debe dirigirlo el mundo occidental, un mundo tan voluntario y con tan buenas intenciones que serán los que volverán a ajustar nuestras estructuras económicas. Una forma de hacer política anticolonialista supondría considerar que los líderes estarían realmente preocupados por el bienestar de su pueblo y que se embarcarían en una campaña educativa política a nivel mundial en la que impregnen a sus ciudadanos con un líder revolucionario y donde haya trabajadores integradores.

A diferencia de países como Cuba o Eritrea, los diálogos diplomáticos de Zimbabue con los países occidentales no están ya moderados por una ferviente insistencia en su derecho de soberanía y autodeterminación nacional. Tantos los líderes capitalistas como los revolucionarios prometen cosas “de manera gratuita”. La diferencia radica en qué es lo que prometen como gratis.

Con la promesa vacía de futuros trabajos, Mnanagwa dice que “está comprometido en el nuevo Zimbabue, en el que todos los ciudadanos tienen el derecho a la libertad de expresión y de asociación. Estas serán unas elecciones libres y justas”. Ciertamente, todo el mundo está de acuerdo con esa afirmación. Sin embargo, el paradigma del capitalismo es que este prohíbe algunas que se dan de manera gratuita y algunas son tan esenciales como los derechos humanos, la educación gratuita, la sanidad gratuita y la libertad de poder vender el trabajo de cualquiera por un sueldo. Son los modelos económicos que se preocupan, principalmente, en convertir las ganancias en personas y, en última instancia, en reducirlos empleos para reducir los gastos y así cumplir con los márgenes de rentabilidad.

El objetivo de la gente justa y pacífica sería el de defender Zimbabue, realizar una reforma agraria, permitir que el pueblo zimbabuense asuma el control de la riqueza mineral y de recursos de su propio país y abolir las sanciones sin comprometer la soberanía y el derecho de autodeterminación del pueblo.

Nefta Freeman es un analista y coordinador de eventos del Instituto de estudios políticos, una organización que lleva años luchando por el panafricanismo y los movimientos internacionales por los derechos humanos, anteriormente unida al proyecto agrícola juvenil de Ujamma en Gweru (Zimbabue). Además, es productor del programa de radio “Voices withVision” [“Voces con perspectiva”] en WPFW 89.3 en Washington DC.

Fuente: https://www.pambazuka.org/economics/zimbabwe-open-business-code-international-finance-capitalism

Traducido por: Fátima León Medialdea (Universidad de Salamanca)

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