Los partidos en el poder, defensores y oponentes de los presidentes africanos

¿Son realmente los presidentes africanos, tal y como sostiene la creencia popular, intocables? El curso de los acontecimientos de estos últimos meses ha demostrado que, tras el supuesto poder absoluto de algunos jefes de Estado africanos, se esconde la supremacía de los partidos políticos que les auparon al poder.

En Etiopía, el primer ministro Hailemariam Desalegn puede corroborarlo. El jueves 15 de febrero, para sorpresa de todos, presentó su dimisión y anunció su posible salida del partido gobernante Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE por sus siglas en inglés). Según la versión oficial, el anterior líder todopoderoso de Addis Abeba deja su puesto para dar una “oportunidad” a una “paz sostenible” en Etiopía, país que lleva meses sumido en una violenta ola de protestas en contra del Gobierno.

Pero, entre bastidores, se avanza otra versión de esta dimisión. La profunda crisis de los últimos meses ha originado una serie de graves conflictos entre los miembros de la coalición gobernante. Ante la presión del creciente descontento y de los desacuerdos, el Gobierno habría decidido sacrificar al primer ministro, perteneciente a una etnia minoritaria.

“En el seno del partido no hay unidad. Además, el movimiento en masa de la población ha generado que el partido pierda poder y ha enfrentado a los funcionarios entre sí”, afirma Yilikal Getnet, político de la oposición. Además, añade: “Los conflictos políticos entre los miembros del partido gobernante han provocado una profunda fractura en el poder establecido”.

“Quítate de ahí que voy yo”

Dentro de poco se conocerá al sucesor de Hailemariam Desalegn. No obstante, algunos hablan ya de Lemma Megerssa, jefe de la región etíope de Oromia, el mayor Estado federal.

En Sudáfrica, las dimisiones forzadas de los dos líderes sucesivos ilustran a la perfección el poder que detenta una partitocracia, un régimen en el que el partido gobernante controla a la sociedad. Tras meses de resistencia, el presidente Jacob Zuma acabó por claudicar, al igual que su predecesor en 2007, ante la presión de su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA).

Hace once años, el propio CNA vitoreó a Zuma y lo convirtió en sucesor por anticipado de Thabo Mbeki, que se vio obligado a dimitir después de nueve años como presidente. Así fue como Mbeki pagó su determinación de destituir a Zuma, su antigua mano derecha, implicado en 2005 en un caso de corrupción y acusado de violación un año después.
Fue precisamente este caso de corrupción lo que le costó a Zuma el puesto en la dirección del CNA. El pasado diciembre fue sustituido por Cyril Ramaphosa, su vicepresidente hasta el momento.

El caso de Zimbabue es totalmente distinto. Los malos cálculos del ahora expresidente Robert Mugabe, que pretendió aupar a su esposa Grace a costa de su viejo compañero Emmerson Mnangagwa, le recordaron el poder político de la máquina ZANU-PF, el partido gobernante.

Unas tres semanas después de haber destituido a Mnangagwa, el antiguo líder tuvo que enfrentarse a la presión del ejército y, más tarde, a la de su partido. Tras apenas una semana de negociaciones, Mugabe aceptó abandonar el poder 38 años después de haber ascendido a él. Y encima de “su” sillón de mando, un rostro que conoce muy bien: Emmerson Mnangagwa.

Líder efímero, partido efímero

Del mismo modo, el repentino abandono del poder del antiguo presidente angoleño, Eduardo dos Santos, ha despertado las sospechas acerca de la posible presión ejercida por su partido.

Aunque, de entrada, el adiós de dos Santos se ha achacado a su frágil estado de salud, el desmantelamiento de su imperio político-financiero, que está llevando a cabo su sucesor João Lourenço, ha vuelto a poner todo en entredicho. El antiguo dirigente, que confió algunos centros de poder a sus hijos, se habría retirado para dar la oportunidad a otras voces del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el partido gobernante.

Sin embargo, en otros sitios, los partidos en el poder no son más que simples instituciones a sueldo de un solo hombre que traza sus líneas. En consecuencia, el partido no logra perpetuar su poder tras la desaparición o la caída de su líder o fundador. En Costa de Marfil, el Frente Popular Marfileño (FPI) todavía no ha acabado de recuperarse tras la detención de su mítico líder Laurent Gbagbo por parte de la Corte Penal Internacional (CPI).

En Burkina Faso ocurre lo mismo con el partido Congreso por la Democracia y el Progreso (CDP) y la evolución del antiguo presidente, Blaise Compaoré, que se encuentra exiliado en Costa de Marfil desde que la revolución de 2014 le retirara el poder.

Por Carole KOUASSI

Fuente: Cameroon Voice, Les partis au pouvoir, protecteurs et opposants des présidents africains, publicado el 16 de febrero de 2018.

Traducido para Umoya por María Martín-Luquero Rodríguez (USAL).

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