El ejército del Frente Patriótico Ruandés, especializado en la masacre de refugiados

Al este de Ruanda, los refugiados tutsi congoleños del campo de Kiziba están sufriendo una masacre por parte del ejército ruandés ante los ojos de todo el mundo. Distintas fuentes procedentes de la región hablan de una veintena de víctimas heridas por las balas de la soldadesca del Frente Patriótico Ruandés (FPR).

Según la policía ruandesa, el 20 de febrero de madrugada, 500 refugiados emprendieron camino hacia Karongi, a la oficina local del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Iban a pedir el traslado a otro país, puesto que, con el paso de los años, las condiciones de vida y seguridad en Ruanda se han hecho insoportables. Durante este viaje, la policía y el ejército les bloquearon el paso y comenzaron a disparar munición real para evitar que prosiguieran el trayecto.

¿Quiénes son los refugiados de Kiziba?

Probablemente recuerden que, entre 1996 y 1998, Paul Kagame, presidente de Ruanda, invadió la República Democrática del Congo (RDC) supuestamente para defender a los tutsi de este país, denominados «banyamulenge», que corrían el riesgo de convertirse en víctimas de un genocidio como el ocurrido en Ruanda en 1994. Occidente y ACNUR creyeron este pretexto y permitieron que el FPR, masacrara a cientos de miles de refugiados hutu.

A los tutsi banyamulenges se les ofreció establecerse en Ruanda por «su seguridad»; lo que supuso una oportunidad para Kagame: fue el caldo de cultivo perfecto para reclutar a hombres cada vez que quería atacar a la RDC. Miles de banyamulenges se incorporaron así al ejército del FPR y fueron la punta de lanza a la hora de invadir la República Democrática del Congo. Los más conocidos fueron Laurent Nkunda, Jules Mutebusi, Sultan Makenga y Bosco Ntaganda, que encabezaron movimientos rebeldes como el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) y el Movimiento 23 de Marzo (M23), que sembraron la desolación en el este del país.

Con el paso de los años, estos refugiados se dieron cuenta de que se habían convertido en un instrumento para los intereses privados de Kagame y su camarilla. Pero, esta concienciación no pasó desapercibida para los servicios de inteligencia del FPR y los líderes de opinión que había entre los refugiados recibieron numerosas palizas.

Los refugiados congoleños, obligados a adherirse a la política del FPR

La conmemoración del genocidio tutsi, celebrada cada 7 de abril, fue otro punto de desacuerdo entre los tutsi banyamulenges y el FPR. Se impuso la fecha, pero los tutsi no la acataron, ya que, para ellos, los días señalados de la masacre ocurrieron después de 1996; especialmente en 2004, cuando cientos de personas fueron asesinadas en Gatumba y, posteriormente, en Mudende. Por tanto, reclamaron que la celebración fuera otra fecha que se correspondiese con lo que habían vivido. De nuevo, el FPR puso a los líderes de la propuesta en el punto de mira.

Asimismo, el FPR intentó clasificar a estos refugiados al igual que hizo con los ruandeses. Esta extraña política consistía en organizar por categorías a los ruandeses (ricos, menos ricos, pobres, muy pobres…) para el consiguiente pago de impuestos y otras cuotas. Para los refugiados, que recibían ayudas de ACNUR, esta intromisión en sus vidas era inconcebible. Según información disponible, ACNUR, que había decidido reducir sus ayudas a los refugiados, dio carta blanca a Ruanda para que encontrase una solución; especialmente por la imposición de la famosa política de categorización (ubudehe). Los refugiados congoleños no acataron las órdenes.

El acuerdo de ACNUR con la dictadura de Ruanda

Durante la crisis de Ruanda, ACNUR traicionó constantemente sus ideales; entre ellos, la protección de refugiados. La agencia de las Naciones Unidas, encargada de los campos de refugiados hutu, no frenó a Kagame cuando preparó los ataques a los campamentos. Lo que es peor, parece que transmitió al presidente y a su Gobierno listas de identificación de los refugiados para que los atacantes ficharan a sus víctimas. Y, por si fuera poco, en un acuerdo del que aún hoy es difícil comprender los motivos, ACNUR firmó con el Gobierno ruandés una cláusula de cesación de la condición de refugiados, rechazada por algunos gobiernos africanos al considerar este entendimiento incomprensible: Ruanda continúa violando los Derechos Humanos y atacando a los refugiados en su país de acogida. Los recientes ataques en Lusaka (Zambia) y Brazzaville (República del Congo) aún no se han olvidado. Tal y como apunta el último informe de la organización Human Rights Watch, las matanzas, desapariciones y encarcelamientos políticos son el pan de cada día de todo aquel que se atreva a alzar la voz en Ruanda.

Las matanzas de refugiados congoleños que se están llevando a cabo confirman la tesis de que ACNUR ha incurrido en una especie de acuerdo con el régimen del FPR.

La política de reinstalación, desviada por los caciques del régimen ruandés

Según la costumbre internacional, los países, sobre todo los desarrollados, pueden acoger refugiados a través de ACNUR a partir de un casting de candidatos: es el reasentamiento o relocalización de refugiados. Australia, Estados Unidos o Canadá aceptan regularmente a un número determinado de refugiados llegados de los campos de África y otros lugares.
Los jóvenes de los campos de Kiziba con posibilidad de ser reasentados han visto cómo sus viajes a países de acogida se han pospuesto o anulado sin ninguna razón. El FPR hacía cambios para que los jóvenes ruandeses fanáticos del FPR pudieran salir primero. A pesar de que los refugiados de Kiziba han denunciado estos actos, no han tenido éxito.

El hartazgo de la instrumentalización

Si los refugiados de Kiziba se han decidido hoy, tras 20 años, a desafiar el poder del FPR es porque están cansados de la instrumentalización: se ha reducido la ración alimentaria de forma importante y  los niños padecen todo tipo de injusticias cuando no los obligan a acudir a entrenamientos militares para ir a la guerra en sus propios países. Sufren los abusos de la dictadura del FPR cuando su condición de refugiados debería protegerlos.
Esta instrumentalización es una constante por parte del FPR. En Burundi, el ejército ha provocado disturbios y ha anunciado el genocidio que se prepararía contra los tutsi. Además, ha dispuesto autocares y proporcionado ayuda alimentaria en la frontera. Así es cómo algunos tutsi han sido engañados. Actualmente, Kagame está intentando forzarlos para que les sirvan de escudo a la hora de atacar Burundi. Algunas potencias internacionales han tenido que denunciarlo para que se abandonase este horrible proyecto.

Podríamos predecir, sin riesgo de equivocarnos, que los migrantes israelís y libios que el régimen ruandés quiere acoger sufrirían este misma instrumentalización. Sin duda, tienen ya planes secretos para ellos.La masacre de refugiados, admitida por la policía ruandesaLos servicios de seguridad del FPR no suelen admitir haber cometido errores. Si han salido de su discurso basado en negar la evidencia, podemos afirmar que hay una catástrofe que es imposible esconder. De hecho, con los medios de comunicación modernos, la información sobre estos ataques se conoce de forma instantánea: los refugiados sacaron fotos y grabaron vídeos con sus propios móviles de los horrores que han sufrido, con el objetivo de compartirlos en redes sociales. Lapolicía ha reconocido en su cuenta de Twitter que hay cinco personas asesinadas a balazos por la policía y el ejército; mientras que otras fuentes independientes hablan de 40 muertos y 80 heridos por disparos.

Pero, dejemos de lado esta batalla de cifras. Lo fundamental es saber por qué el ejército de un país tiene autorización para disparar a refugiados que solo quieren reclamar sus derechos de manera pacífica.

Por Gaspard Musabyimana

Fuente: Blog del autor Gaspard Musabyimana, L’ARMÉE DU FPR S’EST SPÉCIALISÉE DANS LE MASSACRE DES RÉFUGIÉS, publicado el 23 de febrero de 2018.

Traducido para Umoya por Paula Calvo Avedillo (USAL).

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