Paul Kagame no es Papá África salvando esclavos

Kagame encabeza un brutal régimen respaldado por Estados Unidos con la novena tasa de encarcelamiento per cápita más elevada del mundo. La vigilancia estatal es omnipresente hasta tal punto que los ruandeses temen confiar en sus propios vecinos y familias. Los últimos informes de investigación sobre deportados africanos hacia Ruanda desde Israel desvelan atroces malos tratos. ¿Acaso parece que este gobierno está preparado para recibir con los brazos abiertos a sus hermanos y hermanas africanos?

El 14 de noviembre, el canal de noticias estadounidense CNN conmocionó al mundo con su video reportaje sobre cómo los migrantes negros africanos son vendidos como esclavos en Libia. Ocho días después, el Gobierno ruandés emitió un comunicado de prensa titulado “Rwanda’s door is open formigrantsheld captive in Libya” (“Ruanda abre la puerta a los migrantes en cautiverio en Libia”). Al día siguiente, el periódico estadounidense The New York Times informó de que Ruanda acogería a sus “hermanos y hermanas africanos que continúan en cautiverio” y citó al Presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, que alabó la oferta de Ruanda “para reubicar hasta 30.000 migrantes africanos que están sufriendo en Libia”.

Esta historia se difundió a través de internet y la prensa de Estados Unidos, Europa y África. El presidente ruandés Paul Kagame se pavonea como Papá África en la escena internacional, pero su propuesta no podría estar más alejada de la verdad ni ser más disparatada. He aquí cuatro razones:

Ruanda es un despiadado Estado de vigilancia totalitario

El presidente Kagame y su partido de gobierno dirigen un brutal régimen totalitario respaldado por Estados Unidos con la novena tasa de encarcelamiento per cápita más elevada del mundo. Muchos presos ruandeses están condenados por delitos de expresión, ya que se atrevieron a mostrar su desacuerdo con la definición impuesta por ley de la matanza que se produjo en Ruanda en 1994, que el Gobierno denomina “genocidio de la población tutsi”. Victoire Ingabire, que trató de presentarse a las elecciones presidenciales contra Kagame en 2010, está cumpliendo una pena de 15 años de cárcel por afirmar que “antes, durante y después del Genocidio, otras personas ruandesas fueron asesinadas. Tanto hutus como tutsis fueron asesinados.”.

La Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos dictaminó recientemente que a Ingabire se le negó su derecho de libertad de expresión,y que no fue sometida a un juicio justo. Sin embargo, Ruanda ni siquiera ha reconocido dicha resolución, ni mucho menos la ha liberado.

En el libro Bad News: Last Journalist in a Dictatorship (“Malas noticias: el último periodista de una dictadura”), Anjan Sundaram describe la pobreza extrema en la que vive la mayoría rural de Ruanda, así como la vigilancia estatal, omnipresente hasta tal punto que los ruandeses temen confiar en sus propios vecinos y familias. ¿Acaso parece que este gobierno está preparado para recibir con los brazos abiertos a sus hermanos y hermanas africanos?

Ruanda ya es un país con gran densidad de población e inseguridad alimentaria

Ruanda es el segundo país de África con mayor densidad de población, y el segundo más pobre de África oriental. La tierra es escasa. En julio de 2016, el medio keniano The East African publicó un artículo titulado “Famine hits over 100,000 Rwandanfamilies in Eastern province” (“La hambruna afecta a unas 100 000 familias ruandesas de la Provincia del Este”).El informe relata cómo familias ruandesas de áreas rurales huyen del hambre a través de la frontera con Uganda. Howard Buffett, agroempresario multimillonario y amigo del presidente Kagame, ha desalojado a muchas de ellas con el fin decultivar productos para exportación en los terrenos que estas necesitan para sembrar sus alimentos.

El presidente Kagame es un criminal de guerra

El presidente Kagame es un criminal de guerra. Tiene las manos manchadas de la sangre de millones de sus “hermanos y hermanas africanos” de Ruanda y de la República Democrática del Congo.

En octubre de 1990, lideró a las tropas ugandesas que invadieron Ruanda. Muchos de los soldados eran descendientes de la minoría ruandesa tutsi, que había abandonado el país durante la década de los 60 después de que la mayoría hutu ascendiera al poder. Tras una guerra de cuatro años y el asesinato de los presidentes de Ruanda y Burundi, el ejército de Kagame depuso al Gobierno ruandés y estableció una dictadura de facto, que afirma falsamente haber puesto fin a la disputa entre los hutus y los tutsis. En los últimos 100 días de la guerra se masacró a medio millón o más de ruandeses, lo que se terminó conociendo como el “Genocidio de Ruanda”. La mayor parte del mundo nunca ha oído hablar de la invasión ni de la guerra, tan solo de esos últimos 100 días, retratados en la historia demasiado simplista y descontextualizada narrada en la película Hotel Ruanda.

En 1996,y de nuevo en 1998, Ruanda y Uganda invadieron la República Democrática del Congo, una tierra enorme y rica en recursos, con la ayuda de las armas, logística militar e inteligencia estadounidenses. Masacraron a cientos de miles de refugiados ruandeses, derrocaron a un presidente, asesinaron a otro, masacraron al pueblo congoleño y lo expulsaron de su hogar para saquear sus recursos. En la actualidad, tras la muerte de más de seis millones de congoleños, algunas partes del país continúan bajo la ocupación de facto de Ruanda. Los ruandeses han llegado a ser oficiales del ejército del Congo, y muchos congoleños creen que el Presidente del país, Joseph Kabila, es un tutsi ruandés.

El Informe de 2012 del Grupo de Expertos de la ONU sobre la República Democrática del Congo revela que el Ministro de Defensa ruandés, que responde ante el presidente Kagame, comandó el Movimiento del M23 que arrasó la provincia congoleña de Kivu del Norte, limítrofe con Ruanda. Esta semana, el Observatorio de Derechos Humanos informó de que Kabila había reclutado a ex milicianos del M23 de Ruanda para reprimir las protestas de los congoleños, motivadas por su negativa a celebrar elecciones y renunciar al poder. Han sido asesinados 64 manifestantes, y muchos más han resultado heridos.

Los migrantes africanos ya han sufrido graves abusos en Ruanda

El argumento más inmediato en contra de mandar a 30 000 migrantes africanos desde Libia hasta Ruanda se basa en que los deportados desde Israel hasta Ruanda en 2014 y 2015 no han encontrado un hogar. Es más, han sufrido malos tratos atroces, y los traficantes de seres humanos los han devuelto al Mediterráneo.

Israel no concede a los migrantes documentos que certifiquen su estatuto de refugiados, de solicitantes de asilo, o cualquier otra condición jurídica. Les aseguran que se los darán en Ruanda, pero todo es mentira, y aquellos que llegan con documentos que acreditan su ciudadanía o su condición de refugiados en cualquier otro lugar son privados de ellos a llegada. Esto significa que no pueden solicitar asilo político ni cruzar fronteras de manera legal, independientemente de lo que les ocurra. Después, son víctimas de una red de trata de personas que los lleva de Ruanda a Uganda, de Uganda a Sudán del Sur, de Sudán del Sur a Sudán, de Sudán a Libia, y de Libia a Italia o a otras costas europeas si acaso consiguen llegar tan lejos, pero muchos no lo hacen. Todos los traficantes pertenecientes a esta red saben que los migrantes llegan a Ruanda con 3500 dólares que el Gobierno israelí les paga para abandonar el país, y cada unode ellos se queda con una parte por su etapa de la ruta, si no les arrebatan todo.

Unos periodistas del medio israelí Haaretz han elaborado dos informes de investigación sobre estos hechos con la colaboración del Fondo para el Periodismo de Investigación y de la ONG The Hotline for Refugees and Migrants (“Línea directa para refugiados y migrantes”). Haaretz publicó el primero, “AsylumSeekers Who Left Israel forRwanda Describe a Hopeless Journey” (“Solicitantes de asilo que abandonaron Israel para ir a Ruanda describen una travesía desesperada”), en mayo de 2015, y el segundo, “Theft, Extortion and Death: TheAgonizingStoriesofRefugees Israel DeportedtoAfrica” (“Robo, extorsión y muerte: las atroces historias de los refugiados que Israel deportó a África”), en noviembre de 2017.

Los periodistas de Haaretz también están luchando para impedir que Israel deporte a otros 10 000 migrantes eritreos y sudaneses a Ruanda. Israel propone pagar al Gobierno ruandés 5000 dólares por cada uno de ellos, lo que ascendería a un total de 50 millones, por acogerlos y asentarlos. Si este medio no hubiera investigado el destino de los migrantes deportados, el mundo podría creer que están todos vivos y a salvo en Ruanda.

Cualquiera que siga pensando que Ruanda acogerá con los brazos abiertos a 30 000 migrantes africanos provenientes de Libia debería leer los informes de Haaretz.

Los migrantes que sobrevivieron a toda esta ruta traicionera y que alcanzaron la seguridad de Europa vieron morir o desaparecer a muchos por el camino. Los traficantes los golpearon, asaltaron, violaron, y apenas los alimentaron. Avisan a sus amigos también migrantes que permanecen en Israel que es preferible que los encarcelen, su otra opción como migrantes no deseados en territorio israelí, que ir a Ruanda.

Ann Garrison y Bénédicte Kumbi Ndjoko

* ANN GARRISON es productora de radio de las emisoras estadounidenses Pacifica’s KPFA-BerkeleyyWBAI-NYC, y colaboradora habitual de los medios The San Francisco Bay View, Black Agenda Report, Counterpunch, Global Research, y Pambazuka News.

* BÉNÉDICTE KUMBI NDJOKO es una profesora de historia, escritora y activista de la justicia panafricanista de origen suizo-congoleño. En marzo de 2013, irrumpió en una conferencia de la ONU en Ginebra sobre el falso acuerdo de paz del Congo, e interrumpió al secretario general Ban Ki-moon hasta que los gendarmes la expulsaron. Su intervención fue grabada en el siguiente vídeo: “Free Congo: FacetoFacewithBan Ki-moon. Geneva March 1, 2013” (“Congo libre: cara a cara con Ban Ki-moon. Ginebra, 1 de marzo de 2013”).

Fuente: Pambazuka, Paul Kagame is not Papa Africa saving slaves, publicado el 7 de diciembre de 2017.

Traducido para Umoya por Nerea Fernández Álvarez.

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