El líder de Zimbabue, Robert Mugabe, depuesto por un golpe militar

El miércoles, tras breves tiroteos y algunas explosiones, los portavoces del ejército de Zimbabue declararon que el presidente Robert Mugabe y su esposa se encontraban seguros bajo custodia, mientras, según expresaron, estaban persiguiendo y arrestando a un estrato de criminales del entorno del presidente. Asimismo, encontraron 10 millones de dólares estadounidenses almacenados en la vivienda del ministro de finanzas, un aliado político de la mujer del presidente. Las autoridades militares se vieron obligadas a insistir en que, a pesar de las apariencias, no se trataba de un golpe de Estado, por temor a las sanciones diplomáticas y económicas que pudiera sufrir el país.

Robert Mugabe llevaba en el poder desde la caída de Rodesia en 1990, ya fuera como primer ministro o como presidente. Antes de entrar en política, fue maestro y fundó la Unión Popular Africana de Zimbabue (ZAPU) para luchar contra el régimen colonial británico. Estuvo encarcelado durante un año por sus actividades políticas, pero escapó. La ZAPU, bajo su liderazgo, fue uno de los principales actores en la chimurenga, la guerra del pueblo contra el apartheid del Gobierno de Rodesia. Mugabe abandonó su guarida en el monte para firmar los Acuerdos de Lancaster House, que establecían las condiciones bajo las que se disolvería el Gobierno liderado por una minoría blanca. Mugabe se convirtió en primer ministro de Zimbabue cuando la ZAPU-PF ganó las elecciones de 1980.

En una conversación con la colaboradora de BAR Ann Garrison a través de Facebook, el sudafricano David Van Wyk, que vivió más de una década en Zimbabue, describió a Mugabe como una persona que ha oscilado de la izquierda a la derecha y viceversa en muchas ocasiones durante casi 40 años.

«Cualquier cosa con tal de permanecer en el poder. Lo cual no quiere decir que fuera siempre malo. Al principio, sus actuaciones en cuanto a sanidad y educación fueron muy progresistas. Aun así, su programa en cuanto a las cuestiones indígenas en la minería y sus actuaciones en cuanto al problema de la tierra llegaron demasiado tarde.

«Los primeros quince años los pasó bailando al son de Occidente, lo que se tradujo en la desindustrialización del país y en un desempleo masivo. Los siguientes quince años se tornó muy confuso y, seguramente, interesado, por lo que tomó decisiones con vistas a mantenerse en el poder. No permitió que emergiera un nuevo líder dentro del partido del Gobierno, la ZAPU-PF. Munangagwa [quien está previsto que ocupe formalmente el puesto de Mugabe cualquier día] tiene ya 73 años y es uno de los pocos líderes originales de la ZAPU que quedan, pero también es uno de los menos inspiradores. [Su mujer] Grace también representa malas noticias…»

En la misma conversación, el colaborador de BAR Ajamu Baraka apuntó que, aunque los Acuerdos de Lancaster House, que se negociaron con Henry Kissinger, limitaron en gran medida la libertad del nuevo Gobierno de Zimbabue, la ZAPU-PF se encontraba bajo la presión de sus aliados de países fronterizos y de otros movimientos por la liberación de la región, que le exigían que firmara.

Según Baraka, se cometieron errores, puesto que la ZAPU no «…radicalizó sus estructuras, no fomentó un desarrollo democrático real más allá del propio partido». Continuó afirmando que

«Zimbabue no es Cuba, pero nunca sabremos qué podría haber sido por las circunstancias especiales en que emergió y los esfuerzos sistemáticos por minar su evolución de que fue víctima».

No está de broma. La hostilidad diplomática, una campaña cínica y difamatoria en medios de comunicación y las amenazas de sanción económica han caracterizado las relaciones de Occidente con Zimbabue casi durante cuatro décadas. Portavoces del Gobierno de EE. UU. como Susan Rice y Samantha Power han acusado en falso y de manera regular al Gobierno de Zimbabue de genocidio y crímenes contra la humanidad. WikiLeaks ha publicado documentos que relacionan de manera concluyente a la oposición zimbabuense, idolatrada por la prensa occidental, con un torrente de dinero de Occidente.

Zimbabue también participó en la invasión del Congo, que se llevó a cabo contra las fuerzas asesinas de los perros guardianes de EE. UU., los regímenes de Ruanda y Angola, y más o menos del lado de Tanzania y el Gobierno congolés de Laurent Kabila. El problema es que parece que nadie en esa aglomeración estaba del lado del pueblo congolés, y seis millones de congoleses murieron al convertirse su país en un amplio campo de batalla y en una zona de extracción de recursos desprovista de algo que se pareciera a una sociedad civil que proporcionara carreteras, escuelas, infraestructuras sanitarias o seguridad. Seis millones. Se sospecha que el ejército zimbabuense y algunos de los compinches del presidente todavía tienen actividades lucrativas en la minería y otros intereses en el Congo.

Según The Guardian, la crisis se precipitó cuando Mugabe convocó a Emmet Munangagwa, su compañero en el monte durante los 70 y quien se esperaba que fuera su sucesor en la presidencia, para despedirlo en persona. En lugar de acudir, Munangagwa huyó del país y consultó al ejército, a sus aliados políticos y a Sudáfrica acerca del poder regional. Parecía que había luz verde, así que las tropas se movilizaron. Robert Mugabe está fuera de plano y Munangagwa tomará posesión formal de la presidencia en los próximos días.

Zimbabue podría encontrarse en una situación mucho peor. En todo el continente, solo los Gobiernos de Eritrea y Zimbabue han rechazado el Mando África de Estados Unidos (AFRICOM) y, por supuesto, Somalia y Libia no tienen Gobiernos centrales. Hay que reconocer el mérito de Mugabe en mantener alejado de Zimbabue al AFRICOM, con sus infames relaciones entre soldados y sus ubicuos entrenamientos, materiales y apoyos logísticos. The Guardian describe al ejército zimbabuense como unido extensa y profundamente en una amistad contra viento y marea con China, que está invirtiendo grandes sumas de dinero en toda África. En la medida en que esto sea cierto, podemos esperar que continúe la campaña de aislamiento y vilipendio contra Zimbabue, que lleva activa durante décadas, y que fluya la ayuda a los partidos que actúan como marionetas de Occidente.

Sin embargo, tal y como afirmó Ajamu Baraka, Zimbabue no es Cuba. Ni siquiera es Venezuela, donde las organizaciones populares y el propio ejército intervinieron para restablecer a Hugo Chávez contra un intento de golpe de Estado de la derecha. A pesar de algunos progresos, parece que la ZAPU-PF no ha utilizado sus cuatro décadas de gobierno del Estado para organizar el traspaso de poder al pueblo para que puedan controlar su propia economía, su propio país. Los frutos de los éxitos y fracasos de la ZAPU-PF los cosechará la gente.

Bruce A. Dixon, editor jefe de Black Agenda Report (BAR)

Bruce A. Dixon es el editor jefe de Black Agenda Report y un miembro del comité estatal del Partido Verde en Georgia. Vive cerca de Marietta, en Georgia (EE. UU.) y se puede contactar con él en: bruce.dixon@blackagendareport.com.

Fuente: Black Agenda Report, “Zimbabwe’s Robert Mugabe Sidelined by Military Coup”, publicado el 17 de noviembre de 2017.

Traducido para Umoya por Andrea Pomper.

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