Thomas Sankara: el líder africano revolucionario y visionario

«¡Desgracia a quienes amordazan al pueblo!». Estas palabras marcan la espectacular entrada de Thomas Sankara en el panorama político burkinés. En aquel entonces, ocupaba el cargo de Secretario de Estado para la Información del Comité Militar de Relanzamiento del Progreso Nacional (CMRPN), creado por el coronel Saye Zerbo el 25 de noviembre de 1980. Dimitió en abril de 1982.

El 7 de noviembre de 1982, un grupo de oficiales reunidos en el Consejo de Salvación del Pueblo (CSP) derrocó al CMRPN. Sankara fue nombrado primer ministro, pero, al poco tiempo, la relación con el presidente Jean-Baptiste Ouédraogo se volvió complicada.

Durante un Consejo de Ministros, exigió que se llamaran a las cosas por su nombre; de este modo, demostró que estaba comprometido con la verdad y que rechazaba el sometimiento al régimen de los generales y coroneles estrechamente relacionados con Francia. El 16 de mayo de 1982, Guy Penne, el consejero de Asuntos Exteriores Africanos del presidente François Mitterrand, llegó a Uagadugú. Al día siguiente, Thomas Sankara fue detenido, pero fue liberado poco después por Blaise Compaoré, organizador de la resistencia con comandos militares y futuro sucesor al mando del país.

El 4 de agosto de 1983, Thomas Sankara empezó a formar parte del equipo de jóvenes oficiales que cambió el curso de la historia y que hizo despertar a un pueblo que dependía únicamente de la ayuda exterior para sobrevivir. Burkina Faso ya había experimentado con diferentes tipos de regímenes políticos: presidencial, parlamentario y militar. El país había salido muy malparado de todas estas actuaciones ejercidas por los militares y de la élite formada en la escuela tradicional de corte colonizador.

Poseía una tasa de escolarización del 16,51 % a principios de los 80, la más baja de África, también cuenta con un porcentaje de población alfabetizada del 11,4 %, una cobertura sanitaria de un médico por cada 48 000 habitantes y solo 5600 camas de hospital para 7 millones de personas. La producción agrícola no era suficiente para alimentarse: el conjunto de cosechas producidas en 1981 no superaba las 1 224 000 toneladas. Además, los campesinos estaban sometidos al impuesto de capitación, un impuesto colonial exigido por la administración colonial, pero que encontró su máximo esplendor con la independencia de los hermanos negros.

«Atreverse a inventar el futuro» es el lema de «Gringo», el apodo de Isidore Noël Thomas Sankara. Es una frase cargada de significado que explica que la liberación, el éxito y el desarrollo pasan primero por una afirmación de sí mismo, por el esfuerzo, por la voluntad de querer salir de una situación alienante; es decir, «llevando el peso del mundo sobre nuestras espaldas», como diría Sartre. Debemos «depender de nuestras propias fuerzas» para debilitar el sistema neocolonial. El dominio exclusivo de los franceses es la expresión de esta pertenencia a un grupo social que impone su voluntad.

Thomas Sankara no quería someterse al antiguo líder para convertirse en el promotor de los valores de «libertad, igualdad y fraternidad». Defendía una vía más original: «una revolución que no sea made in the URSS, in Cuba o in China». Se negaba a elegir entre las dos opciones que imponía el régimen del momento: el capitalismo o el comunismo. Fue una elección difícil que debieron afrontar los países en desarrollo y que proclamaba una neutralidad después de la conferencia de Bandung. Incluso permanecer en una posición neutral era como elegir uno de los huevos del pájaro de las desgracias: «coger un huevo y perder a su padre, coger dos y perder a su madre, o no coger nada, pero acabar muriendo de todas formas».

Sankara creía firmemente que «un pueblo puede construirse a sí mismo y construir con sus propias manos los cimientos materiales de su futuro». En unos años, los éxitos fueron evidentes. Con la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), se construyeron ambulatorios en todas las localidades en las que no había y en todas las grandes ciudades de las provincias (20 villas), y lograron levantar 500 establecimientos para el primer aniversario de la revolución. También construyeron farmacias populares, hospitales de provincia con ambulancias financiadas por el Esfuerzo Popular de Inversión (EPI), cuyos fondos provenían de donativos y de las deducciones en los salarios. De igual modo, se abolió el matrimonio forzado, la ablación, la dote y la ley del levirato. El 19 de septiembre de 1984, el Consejo de Ministros de Burkina Faso lanzó una gran «campaña de vacunación masiva». Dos millones de niños fueron vacunados contra el sarampión, la fiebre amarilla y la meningitis. En diciembre de 1983, el gobierno de Sankara se propuso lograr la alfabetización de 5,5 millones de personas mediante una «campaña de alfabetización masiva». Además, para las mujeres, que se les había marginado durante tanto tiempo, se organizó algo especial: la operación «bantaaré». De 1983 a 1985, la tasa de escolarización pasó del 16,5 % al 20,9 %. Todo ello hizo que la revolución fuera aplaudida por Unicef.

La idea de crear unos Comités de Defensa de la Revolución (CDR) se refería, concretamente, a la formación de equipos de construcción, de sensibilización y de defensa nacional, pero los CDR tenían también sus limitaciones. Sankara condenaba la falta de civismo de ciertas personas, a las que se refería como los «lastres de los CDR», pues cometían exacciones de las que debía hacerse cargo la revolución.

El bagaje doctrinario de Thomas Sankara estaba relacionado con ideas de justicia social, igualdad o lucha contra el imperialismo; este imperialismo llevaba a cabo sus funciones mediante monopolios de sometimiento de diferentes sectores (industria, transporte, comercio, bancos, etc.). «Consume productos burkineses» era uno de los lemas favoritos que aportaban dinamismo a la economía nacional y a «la liberación del genio creador de la población» para construir valores indispensables para su expansión. Pedía el sacrificio personal para superar los grandes desafíos en favor de la patria. Y, para dar ejemplo, «fue a su primer Consejo de Ministros en bicicleta». Su salario era de 138 736 FCFA (alrededor de 214 €) y circulaba en un Renault 5.

Thomas Sankara: la lucha por «otro mundo»

Thomas Sankara quería otra África. Un continente africano unido para superar los desafíos comunes: las negativas a pagar la deuda, la lucha contra la corrupción, contra el régimen del apartheid y contra cualquier forma de dominación. Pretendía fomentar una cultura de la paz (a través de la cooperación y los intercambios entre los países) y las diferentes culturas africanas, en contraposición a los modelos dominantes (que conllevan una pérdida de identidad). Por todas estas razones, Sankara quería poner la revolución burkinesa al servicio del resto de pueblos, es decir, permitir que se beneficiaran también de sus logros y de sus éxitos.

Sabía que solo la unidad africana podía ayudar a tomar decisiones en beneficio del crecimiento de los pueblos. Esta convicción se materializó en diferentes operaciones mediante la unión con Ghana y en la donación de algunas Kaláshnikov para combatir el régimen de Peter Botha, el último presidente sudafricano que defendió abiertamente el apartheid. Fue un gesto simbólico con el que pretendía llamar la atención del resto de jefes de estado para acabar con un sistema de dominación por parte de la minoría racista sudafricana.

Thomas Sankara también sabía que el cambio debía producirse a escala global. Condenaba a los jefes de Estado de ser cómplices de un sistema de explotación y opresión establecido por sistemas corruptos, como los de Françafrique. Es uno de esos hombres de los que todavía hoy se habla en África, especialmente debido a su valiente ataque contra esta red. De hecho, se adelantó a la historia para mostrar el perfil del «hombre nuevo», el que hacía falta para liberar al continente africano de la miseria. Boicoteó la cumbre franco-africana de Vittel y, humillado, el jefe de Estado francés, François Mitterrand, trató de conseguir una nueva reconciliación. Para ello, decidió reunirse con Thomas Sankara los días 17 y 18 de noviembre de 1986. Sin embargo, el discurso de Sankara fue un ataque contra Francia. François Mitterrand, reconoció la grandeza del líder africano y afirmó lo siguiente: «Cuesta dormir después de haber hablado con él: ¡no te deja la conciencia tranquila! En ese sentido, podríamos decir que soy como él, pero con 35 años más. Él expresa lo que piensa y yo también. En mi opinión, algunas de sus ideas reflejan, por un lado, el carácter tajante de su tierna juventud y, por otro, el talento de un jefe de Estado entregado totalmente a su pueblo. Aunque admiro sus extraordinarias capacidades, creo que a veces va más allá de lo que debería».

La juventud africana admiraba a «Gringo». Después de muchos años, era como un atisbo de esperanza para los que habían visto cómo se desmoronaban las heroicas luchas de los otros hijos predilectos de África: Kwamé Nkrumah, Patrice Lumumba, Amilcar Cabral…
Su muerte llegaría la tarde del 15 de octubre de 1987. Thomas Sankara fue asesinado junto a sus doce compañeros, a pesar de que quería entregarse como prisionero para evitar la matanza, siguiendo los pasos de Samory Touré, pues hizo lo mismo para salvar a su madre[1]. Sankara tenía solo 38 años, pero había que acabar con su vida. El político francés Jacques Foccart, aconseja esta receta milagrosa extraída de la cultura popular africana: «matar al líder para acabar con el movimiento». Y fue justamente esto lo que se hizo para poner fin a la revolución que tanto admiraba la juventud africana. Había que acabar con el mito para no tenerle miedo. Pero, incluso muerto, el mito sigue asustando.

La valentía y la integridad de Thomas Sankara lo convirtieron en un luchador ejemplar. Aunque le informaron de que se estaba preparando un golpe de estado, «Gringo» no huyó. De hecho, se negó incluso a sacar las armas o a utilizar la fuerza contra sus agresores. Se bastó del arte de la palabra para disuadirles de sus intenciones. En septiembre de 1987, dijo: «Dudo que Blaise quiera acabar con mi vida. Solo hay un peligro que él mismo se negaba a hacer frente: si organiza mi asesinato, el imperialismo le servirá el poder en bandeja. Aunque llegasen a matarme, ¡no pasaría nada! La raíz del problema es que quieren hacerse con todo y no se lo permito…»[2]. Algunos piensan que solo los más ingenuos conocen a sus asesinos y, aun así, no hacen nada para frenarlos. ¿Acaso había algo de maldad en Sankara? Prefirió la paz antes que «la violencia para combatir la violencia». El periódico panafricano Jeune Afrique escribió en sus columnas lo siguiente: «Sin quererlo, dejó un testamento. Un mensaje de tolerancia que llama la atención de sus asesinos y sucesores».

La muerte de Sankara caló de lleno en el panorama internacional. Su discurso contra la deuda en la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA), su visita al barrio neoyorquino de Harlem o su intención de conmemorar el aniversario de la muerte del Che Guevara son solo algunas de las acciones que reflejan su gran compromiso. De hecho, fue el primer jefe de Estado africano que solicitó a las Naciones Unidas «el replanteamiento de las estructuras de la ONU y la supresión del polémico derecho a veto». Quería un mundo diferente y así expresó ante la Asamblea General de la ONU: «He venido aquí para pedirles a cada uno de ustedes que trabajemos juntos para acabar con la matanza, pues no tiene ningún sentido. Quiero que unamos nuestras fuerzas para que desaparezca la terrible imagen de los niños muriendo de hambre, para que dejemos atrás la ignorancia y para que triunfe la rebelión legítima de los pueblos. Quiero que luchemos por silenciar definitivamente el ruido de las armas y que, por fin, con la única voluntad de luchar al servicio de la humanidad, logremos entonar juntos los himnos del gran poeta Novalis»[3].

Hoy, veinte años después del asesinato de Thomas Sankara, Burkina Faso se sumerge de nuevo en el tedio (o spleen). Esta época se caracteriza por el naufragio cultural, los aumentos de violencia en los barrios, el ascenso vertiginoso de la delincuencia y de los robos, los crímenes económicos y de sangre, la proliferación de casos de corrupción política y económica, la difusión de un mensaje de terror que entraña un ferviente deseo de seguridad, el gobierno de los Moro Naba que dividen su reino para gestionarlo mejor y, de este modo, conducen el país poco a poco hacia la regionalización, etc. Todo esto da rienda suelta al caos. ¿Cuánto tiempo más se resistirá el país a la tentadora llamada del mal?

Blaise Compaoré, que gobierna en Burkina Faso desde hace veinte años, no quiere oír hablar más de Thomas Sankara, a pesar de que, a principios de los años noventa, reconocía sus méritos e incluso reconocía que tenía intención de alzarlo hasta el rango de héroe nacional. De hecho, su intención era tratarlo como tal e intentar así sofocar el miedo que suscitaba su sombra. Sin embargo, el miedo sigue presente y su sombra se percibe en todos los gestos y miradas que lo rodean. Un combate eterno contra la sombra de un difunto. El final de la lucha será, sin duda, el final de una historia, pero supondrá el comienzo de otra.

Thomas Sankara fue un gran hombre y a día de hoy sigue suscitando un enorme interés que nadie ha conseguido arrebatarle. Los motivos de lucha de este hijo predilecto de África se hacen un hueco en el panorama actual gracias a diferentes organizaciones civiles; sin embargo, su régimen cometió algunas violaciones de los derechos humanos que no deben ocultarse[4].

Vincent Ouattara

Traducido para UMOYA por Sandra Iscan Luengo y Marcos Orcástegui Herbera (Universidad de Salamanca).

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[1] Hacia el año 1880, Samory Touré, hijo de un humilde comerciante, se convirtió en el jefe de un extenso imperio que ocupaba la mitad de la actual Guinea y el sur de Malí. Su aventura comenzó con la liberación de su madre.

[2] Otro día declaró: «Si Blaise quiere matarme, lo hará. Le esperaré en el cielo».

[3] Thomas Sankara durante su discurso en la 39ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 4 de octubre de 1984.

[4] Para más información, se recomienda leer L’ère compaoré : crimes, politique et gestion du pouvoir. Edición Klanba, Paris 2016.

Este artículo lo publicó la AFASPA (Asociación Francesa de Amistad y Solidaridad con los pueblos de África) en la revista Aujourd’hui l’Afrique. Se encuentra disponible en http://afaspa.com/.

Fuente: http://thomassankara.net/thomas-sankara-le-revolutionnaire-visionnaire-de-lafrique-de-vincent-ouattara/, publicado en octubre de 2007.

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