¿Por qué apoya Canadá al dictador más implacable de África?

Desde conmemorar el dudoso Día de la liberación de Ruanda hasta aplaudir la abrumadora victoria electoral de Kagame: la alta comisaria canadiense en Kigali ha brindado su apoyo político en varias formas al dictador más implacable de África. Esto debería avergonzar a cualquiera que desee que Canadá sea una potencia al servicio del bien en el mundo.

Tras modificar la constitución para poder presentarse indefinidamente, Paul Kagame ganó las recientes elecciones presidenciales de Ruanda con el 98,63% de los votos. Como respuesta, la alta comisaria canadiense Sara Hradecky tuiteó «Felicidades a los ruandeses por votar pacíficamente en las elecciones presidenciales» y «Canadá felicita a Paul Kagame por su investidura hoy como presidente». El último tuit fue destacado por el órgano de propaganda estatal New Times en un artículo titulado «Los jefes de estado y los diplomáticos alaban el “liderazgo visionario” de Kagame».

Si apropiarse del 99% del voto no le resultara un indicio de que Kagame es un dictador, la alta comisaria podría haber echado un vistazo al «paper of record» de Canadá, cuyo jefe de la sección africana ha ilustrado de forma crítica lo sucedido en Ruanda los últimos años. A principios del 2016, Globe and Mail publicó un reportaje sobre dos nuevos libros que detallan la naturaleza autoritaria del régimen. Geoffrey York describió la situación desde Sudáfrica: «Informantes de aldeas. Campos de reeducación. Redes de espías en las calles. Una vigilancia rutinaria de toda la población. El aplastamiento de los medios independientes y de toda la oposición política. Un dirigente que cambia la constitución para ampliar su poder tras gobernar durante dos décadas. Suena a Corea del norte o a la China totalitaria de los días de Mao. Pero es la nación africana de Ruanda: una de las favoritas de los gobiernos occidentales desde hace tiempo y una de las beneficiarias principales de los millones de dólares que brinda el gobierno canadiense como ayuda estatal».

En el 2014, York redactó una investigación titulada «Inside the plots to kill Rwanda’s dissidents» (traducible como «En las conspiraciones para matar a los disidentes ruandeses»), que aportaba pruebas convincentes de que el régimen ha ampliado su programa de asesinatos fuera del este de África, para asesinar (o intentarlo) a varios de sus antiguos altos funcionarios en Sudáfrica. Desde el inicio de la investigación, York también ha informado acerca de los disidentes ruandeses que se han visto obligados a huir de Bélgica por motivos de seguridad. Toronto Star ha revelado la existencia de cinco personas en Canadá que temen a los asesinos del régimen.

Además de los asesinatos internacionales y de la represión interna, Kagame ha desatado el caos en el Congo. En 1996 las fuerzas ruandesas marcharon 1.500km para derrocar el régimen en Kinshasa y, posteriormente, reinvadieron después de que el gobierno congoleño que instauraron expulsara a las tropas ruandesas. Esto provocó una guerra entre ocho países, entre 1998 y 2003, que dejó millones de muertos. Proxies (traducible como representantes o enviados) ruandeses han reinvadido reiteradamente el este del Congo, rico en minerales. En 2012 Globe and Mail describió cómo los rebeldes del M23 «patrocinados por Ruanda conservaban el poder mediante el terrorismo y la violencia».

La represión doméstica del Gobierno ruandés y su violencia en el Congo están bien documentadas. Sin embargo, no he podido encontrar ni un solo tuit o comentario de Hradecky que sea crítico con Kagame desde que fuera nombrada alta comisaria en enero. Con todo, sacó tiempo para retuitear el mensaje de Kagame en el Día internacional de la mujer que afirmaba que «Alcanzar las aspiraciones de las mujeres por completo está estrechamente relacionado con alcanzar el potencial nacional por completo».

Retuitear el mensaje de un tirano o aplaudir unas elecciones adulteradas son claras formas de apoyo al «carnicero de los Grandes Lagos de África». Sin embargo, Hradecky ha respaldado de forma más sutil al régimen.

El 4 de julio Hradecky tuiteó: «¡Desde la Alta comisión canadiense queremos desear a los ruandeses un feliz Día de la liberación!». Dicho mensaje fue recogido por New Times en un artículo titulado «Mensajes de solidaridad cuando Ruanda conmemora el Día de la liberación». El Frente Patriótico Ruandés, patrocinado por Uganda, capturó oficialmente Kigali el 4 de julio del 1994. Las fuerzas de Kagame, instruidas en una base militar estadounidense en Kansas, al parecer esperaron para tomar la capital de tal forma que su Día de la liberación coincidiera con el Día de la Independencia de sus colaboradores estadounidenses; un movimiento de relaciones públicas que continua pagando dividendos como queda patente en el artículo de julio de NPR titulado «En Ruanda el 4 de julio no es el Día de la independencia: es el Día de la liberación».

Cuatro años después de que 3.000 soldados ugandeses «desertaran» para invadir su pequeño vecino, la fuerza, consistente principalmente en tutsis exiliados, tomó Kigali. Hoy día, Ruanda continúa bajo el dominio de un grupo de individuos principalmente angloparlantes que con frecuencia descienden de aquellos que tuvieron autoridad en la monarquía derrocada en el conflicto de 1951-61 contra el control belga. The Guardian hace poco señaló «la élite tutsi que domina la política y los negocios» y The Economist expuso «El imperio empresarial del Frente Patriótico Ruandés» en el país.

Sustentar la narrativa de la «liberación» es una forma simplista, cuando no una que contradice los hechos, de narrar el genocidio de 1994. Aclamado ampliamente como el hombre que puso fin a las matanzas, Kagame es probablemente el individuo más responsable de la matanza masiva. Su RPF invadió Ruanda desde Uganda, se vio involucrada en una gran cantidad de asesinatos y derribó el avión presidencial, que fue el evento desencadenante de la violencia genocida. Como Hradecky debería saber, el año pasado Globe and Mail describió dos textos secretos que documentaban «la participación directa de Kagame en el ataque con misiles de 1994 que asesinó al anterior presidente Juvénal Habyarimana y provocó el genocidio, en el que se estima que 800.000 murieron personas».

Haciendo suya la narrativa de Kigali, Hradecky publicó media docena de tuits (o retuits) en abril conmemorando el genocidio. «Canadá se suma a Ruanda para conmemorar a las víctimas del genocidio», decía uno. Hradecky también retuiteó una afirmación del Gobierno de Ruanda: «El día de hoy marca el principio de la XXIII Conmemoración del genocidio de 1994 contra los tutsi».

Promover el comentario simplista en la materia fortalece efectivamente un régimen que deriva mucha de su legitimidad de, supuestamente, haber detenido el genocidio.

Desde conmemorar el Día de la liberación hasta aplaudir las dudosas elecciones: la alta comisaria canadiense ha apoyado ideológicamente en varias formas al dictador más implacable de África. Esto debería avergonzar a todo aquel que desee que el país sea una potencia para el bien en el mundo.

Yves Engler

Fuente: Pambazuka, Why is Canada supporting Africa’s most ruthless dictator?, publicado el 31 de agosto del 2017.

Traducido para UMOYA por Jon Fontán Calzada.

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