RDC: violencia en el Kasai. Kamuina Nsapu. La muerte de un jefe I

Es la historia de una chispa que se convierte en incendio. El 12 de agosto de 2016 Jean-Prince Mpandi, el 6º “Kamina Nsapu”, jefe tradicional de los Bajila Kasanga, es asesinado durante el asalto a su casa en la provincia de Kasai-Central. Todas las miradas se giran entonces hacia otro kasaieño, Étienne Tshisekedi, el histórico opositor de regreso al país tras dos años en el exilio. A pocos meses del final del mandato de Joseph Kabila, uno elige la insurrección, el otro el diálogo. Diez meses más tarde, se cuentan por centenares los muertos, quizás por millares, pero también miles de niños reclutados, más de un millón de desplazados y al menos cuarenta y dos fosas comunes.

Así como Étienne Tshisekedi, Jean-Prince Mpandi es hijo de Kasai-Central, una de las provincias más pobres del territorio del Gran Kasai. Hasta ahí era un remanso de paz: imponentes parroquias cada veinte kilómetros y los poblados de los alrededores que llevan el nombre de los jefes que los administran. Muy pocas carreteras y puentes, construidos en tiempos de los misioneros, y poquito más desde que se fueron. Las vías del ferrocarril, que sigue funcionando, zigzaguean en medio de los ríos y de los campos.

Su Kasai natal, hace mucho tiempo que el viejo opositor Thsisekedi lo abandonó. Ahora conduce su lucha en Kinshasa. Pero en el Gran Kasai sólo quedan tres poderes fácticos: el Estado, maldecido por muchos, la Iglesia Católica, que está perdiendo terreno, y las jefaturas tradicionales. Desde 2015 ha entrado en vigor una nueva ley sobre el estatus de los jefes tradicionales. Prevé la remuneración de los jefes y la publicación de un decreto de reconocimiento del estatus de cada jefe. Al régimen de Joseph Kabila se le acusa de haber utilizado esta nueva ley con fines políticos para asentar su control sobre ese territorio de oposición. Desde la colonización, ningún régimen – ni el de Mobutu, ni el de Laurent-Désiré Kabila – había puesto las manos sobre el poder tradicional en el territorio del Gran Kasai. Se cuenta que el presidente Laurent-Désiré Kabila se presentaba en persona ante los jefes tradicionales más importantes, en sus casas, en la corte real, para saludarlos.

Pero desde entonces han acontecido varias crisis económicas. La última, la que actualmente golpea a la RDC, recuerda a los congoleños – quizás sin razón – el principio de los años 90 y el final del régimen de Mobutu: desplome de la moneda nacional, escasez de divisas, alza de los precios y paro endémico. La economía del Gran Kasai se hunde al mismo ritmo que la MIBA, la sociedad minera de Bakwanga, antaño una de las más florecientes empresas del país, que está agotando el filón diamantífero de Mbuji Mayi y que actualmente está aplastada por una deuda de 200 millones de dólares.

Al igual que sus súbditos, los jefes tradicionales están empobrecidos. Algunos, acusados de estar en nómina del actual régimen, consiguen el reconocimiento de su estatus sin ninguna dificultad. Pero otros, como Kamuina Nsapu, deben pasar horas y horas bajo un árbol ante la gobernación. Jean-Prince Mpandi espera con paciencia, según sus allegados, pero no consigue nada.

Kamuina Nsapu, los primeros motivos de discordancia con el poder

Es a finales de 2012 cuando Jean-Prince Mpandi se convierte en el 6º “Kamuina Nsapu”, es decir, uno de los principales jefes tradicionales del territorio de Dibaya, más adelante llamado Kasai-Central. Tiene 46 años. Su predecesor, Anaklet Kabeya Mupala, era un coronel de las Fuerzas Armadas Zaireñas (FAZ), el ejército del antiguo régimen. Falleció unos meses antes en circunstancias que a sus allegados siempre le parecieron sospechosas. Évariste Boshab, él también kasaieño, en aquella época era el presidente de la Asamblea Nacional.

«Kamuina Nsapu Ntumba, a quien yo he sucedido, ha muerto en las circunstancias de los preparativos de un encuentro con Boshab. (…) En nombre de la tradición, yo no puedo ni hablar por teléfono con Boshab, porque él es cómplice de la muerte de Kamuina Nsapu Ntumba.»

Fragmento de una conversación telefónica de Jean-Prince Mpandi con una delegación de diputados el 11 de agosto de 2016.

En diciembre de 2014, Évariste Boshab es nombrado por Joseph Kabila vice-Primer ministro del Interior y se convierte por lo tanto en el principal interlocutor de Kamuina Nsapu. El jefe de la seguridad nacional es por aquel entonces acusado por sus detractores de multiplicar los decretos que conceden el estatus de jefe tradicional a políticos de confianza, creando de ese modo duplicidades o nuevas entidades tradicionales. Incluso coloca a su propio padre a la cabeza de la asociación de jefes tradicionales de Kasai-Occidental, en detrimento del destituido presidente anterior, el senador Emery Kalamba Wafwana, rey de los Bashilange, que se consideraba más legitimado.

En Kinshasa, una desconfianza creciente

Para las autoridades congoleñas, Jean-Prince Mpandi es un aventurero, un criminal que habría pasado sus años jóvenes entre Tshikapa, Lubumbashi, Zambia y Sudáfrica. Difícil de seguir las huellas de su recorrido. En Lubumbashi, Katanga, realizó sus estudios de técnico agrícola. No los habría concluido. En los años 2004-2005, reaparece en Tshikapa, en el Kasai. Monta una clínica tradicional y cuenta entonces que aprendió medicina con unos practicantes chinos. Unas veces incluso llega a decir que estuvo en China. Otras, se presenta como veterinario. Pero ya muestra un discurso con claro acento político y habla de unir su etnia, los Bajila Kasanga, en un mismo movimiento. Nadie sabe que tenga alguna afiliación política, pero se sospecha que tenga relaciones con Sudáfrica, donde vive su familia, y con ambientes contestatarios, como los “combatientes” de la UDPS o incluso con Étienne Kabila, el “hermano” autoproclamado de Joseph, que fue perseguido durante un tiempo, antes de ser absuelto, por intento de golpe de Estado contra el jefe de Estado.

El jefe Kamuina Nsapu en la corte real Kamuina Nsapu. © DR

Visto desde Kinshasa, es en junio de 2015 cuando las cosas se ponen serias, como lo demuestra un documento, nunca hecho público, pero recientemente citado por las autoridades. Estas lo habrían encontrado en las pertenencias del jefe Jean-Prince Mpandi y lo presentan, desde enero de 2017, como una prueba de su voluntad de haber fomentado una insurrección.

«El señor Kamuina Nsapu fustiga la negligencia del estado Congoleño desde su acceso a la independencia, (…) trata a todos los que tienen cargos civiles, militares y policías de “mercenarios”, y califica al gobierno nacional de “Gobierno de ocupación”.

Respuesta de Emmanuel Ramazani Shadari a la pregunta de un diputado de Dibaya, Martin Kabuya, en la Asamblea Nacional, el 17 de enero de 2017.

En enero de 2017, el nuevo vice-Primer ministro del Interior, Emmanuel Ramazani Shadari, dice en la Asamblea que el gobierno está en posesión de un documento firmado por el jefe Kamuina Nsapu y que se titula “No a las elecciones de 2016”. Según el régimen de Kinshasa, en el documento Jean-Prince Mpandi insiste en la necesidad de restaurar los poderes tradicionales, “emanaciones naturales de la nacionalidad”, llama a “todos los jóvenes” a erigir barricadas y a expulsar a todos los extranjeros del Gran Kasai, con excepción de los “diplomáticos”. Siempre según el poder, lanza un ultimátum para la medianoche del 31 de diciembre de 2015.

Nada aconteció en la noche del 31 de diciembre de 2015 al 1 de enero de 2016. Pero con sus discursos el jefe tradicional llamó la atención de los servicios de seguridad. Según un alto cargo de los servicios de seguridad, fue el jefe Ntenda, un primo suyo, quien lo acusó de fomentar una insurrección.

«Según las informaciones recibidas, en el mes de abril de 2016, de un corresponsal de los servicios, señalando la presencia de armas de guerra en un agrupamiento llamado Kamuina Nsapu, el Consejo Provincial de seguridad envió al lugar una misión conjunta ANR, FARDC, PNC para proceder a la verificación de los hechos».

Respuesta del Viceprimer Ministro de Interior Emmanuel Ramazani Shadari a la pregunta de un diputado de Dibaya, Matin Kabuya, en la Asamblea Nacional, el 17 de enero de 2017.

El jefe Kamuina Nsapu delante de la Tshiota, el fuego sagrado en el pueblo de Kamuina Nsapu. © DR

«Yo no soy un líder tradicional traidor»

La influencia de Kamuina Nsapu se va acrecentando. No sólo debido a sus discursos contestatarios ante la Tshiota, el fuego sagrado, sino también gracias a ciertas ceremonias que organiza, sobre todo el bautizo, en el que se administra una poción que supuestamente te hace más fuerte, incluso inmune a las balas. Según un responsable de los servicios de seguridad que ha pedido el anonimato, esas ceremonias, asociadas a discursos con marcado acento político, ya tenían lugar antes del 3 de abril de 2016. Ese día, mientras que Kamuina Nsapu se halla en Sudáfrica, las fuerzas del orden llevan a cabo un registro violento en su domicilio. Un registro del que dirá hasta el final que no entiende los motivos.

«Yo no soy un jefe tradicional traidor. Yo nunca vendería la tierra de nuestros ancestros. Yo no traicionaría mi reino. Yo no aceptaría tocar dinero de traidores. Y yo no aceptaría ser miembro de su partido político. Yo no me inmiscuyo en sus asuntos de estado. ¿Por qué han venido a provocarme? Ese es el problema. Han tocado mis objetos consagrados, que encarnan mi poder.»

Conversación telefónica de Kamuina Nsapu con diputados el 11 de agosto, víspera del día de su muerte.

Para Jean-Prince Mpandi este registro es la gota que colma el vaso. Cuando regresa de su prolongada estancia en Sudáfrica, donde reside su familia, el jefe tradicional monta barricadas alrededor de su domicilio. Tras un intento de mediación del diputado provincial Daniel Mbayi, el 15 de julio de 2016 el jefe Kamuina Nsapu acepta retirar las barricadas en señal de buena voluntad. Incluso llega a proponer, según el mismo diputado, un plan de paz que incluye la construcción de una escuela, un centro de salud y el reparto de semillas.

La última semana de Kamuina Nsapu

El 18 de julio de 2016, el presidente Joseph Kabila llega a Kananga, capital de la provincia de Kasai-Central. Oficialmente, viene a inaugurar una central solar, pero también quiere información del caso “Kamuina Nsapu”. A cinco meses del final de su mandato, tiene la esperanza de que un primer diálogo político, bajo los auspicios de la Unión Africana, ratificará su permanencia en el poder más allá del 19 de diciembre de 2016. Pero el anunciado regreso de Étienne Tshisekedi podría contrariar ese escenario. De hecho, el 27 de julio de 2016, la comitiva del viejo opositor moviliza a medio millón de personas en las calles de Kinshasa.

El 23 de julio de 2016, unos presuntos adeptos de Kamuina Nsapu lanzan una operación de castigo contra Ntenda, el vecino y rival de Jean-Prince Mpandi. Queman un centenar de cabañas y al menos seis personas son asesinadas. El jefe Kamuina Nsapu desmiente estar en el origen de ese ataque y acusa al jefe Ntenda de haber provocado a uno de sus vecinos instalando barricadas. Jean-Prince Mpandi asegura que sus hombres no han tomado parte en ese ataque, lo cual desmiente su rival. Las autoridades le darán la razón al jefe Ntenda.

En la noche del 3 al 4 de agosto de 2016, otros milicianos irrumpen en la estación y en el cuartel de policía de Mfuamba, en el vecino territorio de Demba. Golpean a los policías y se llevan un Kalashnikov. El 8 de agosto, mientras que el jefe de Estado se halla en el Este del país para firmar la paz con sus vecinos, el jefe tradicional asalta la ciudad de Tshimbulu. El balance oficial es de nueve muertos, de los cuales cinco son policías. La comisaría, la subcomisaría, las residencias del comandante de la policía y del alcalde de la ciudad e incluso la oficina de la Comisión electoral… Todo es incendiado.

El 11 de agosto de 2016, el Consejo Nacional de Seguridad (CNS), dirigido por el vice-Primer ministro del Interior, Évariste Boshab, se reúne en Kasai-Central. Todos los jefes de las fuerzas y servicios de seguridad forman parte de la misión. Una delegación de diputados nacionales elegidos en la provincia es igualmente enviada a Kananga. Entre ellos se halla el opositor Clément Kanku, que es arrestado ese mismo día por el CNS por su apoyo al jefe Kamuina Nsapu, debido a unas escuchas telefónicas con un presunto miliciano.

¿Qué se sabe de las escuchas telefónicas del diputado Clément Kanku?

Las autoridades piden a los diputados que transmitan un ultimátum a Jean-Prince Mpandi. Tiene 24 horas para entregarse a las fuerzas de seguridad. Si no, lo matarán. “Estamos viviendo sus últimas horas”, le llegará a decir uno de ellos. Entrevistada por RFI, la ministra congoleña de Derechos Humanos asegura que el gobierno no tenía ningún interés en asesinar al jefe Kamuina Nsapu.

«¿Qué franja de la población confía en vuestros servicios de seguridad? La policía hace sufrir a la población, los soldados hacen sufrir a la población, la ANR hce sufrir a la población. Por tanto, yo no tengo confianza en ninguno de vustros servicios de seguridad. Si vuestras autoridades quieren, que vengan y me lleven por la fuerza»

«Yo no puedo llegar a Kananga para librarme así de forma estúpida. Si fuera ¿por quién sería recibido? ¿Quién se encargaría de mi protección? Así que solicito que la Monusco garantice mi seguridad en Kananga.»

Conversación telefónica de Jean-Prince Mpandi, el jefe Kamuina Nsapu, con una delegación de diputados el 11 de agosto de 2016.

El jefe Kamuina Nsapu propone a los diputados que vengan a su casa para hablar. Insiste en que la MONUSCO intervenga. Se le responde que ésta ya no está en Kasai-Central. En una segunda conversación con el profesor Ambroise Kamukuny, diputado nacional elegido por el territorio vecino de Kazumba, éste habla con un marcado acento profético.

«Es cierto, podéis temer por vuestra seguridad, pero las autoridades del estado no pueden mentirnos diciéndonos a nosotros, vuestros hijos, que vuestra seguridad está garantizada. Entonces, las autoridades no pueden hacer otra cosa. Pero si esa gente viene a invadir vuestro reino para matar a mujeres y niños, eso no nos gustaría mucho, y a vosotros tampoco…»

Honorable Ambroise Kamukuny, diputado nacional de Kasai Central.

«¿Con qué palabras justificarían matarlos?»

Jean Prince Mpandi, el jefe Kamuina Nsapu

«No, pero durante las operaciones militares, pueden darse casos. Porque mientras que quieran arrestarte, ninguno de tus subditos lo aceptará.»

Honorable Ambroise Kamukuny, diputado nacional de Casai Central.

«Quiero escribir la historia, os dejo el Congo, haced en él lo que queráis. Pero vuestros mensajes de intimidación tales como la cuenta atrás ya han comenzado. Yo, yo no puedo aceptar que los militares me rodeen. Que solo la Monusco venga a detenerme. En caso contrario, evíen a sus tropas para que me maten.»

Jean Prince Mpandi, el jefe Kamuina Nsapu

La muerte de un jefe

El 12 de agosto de 2016, según sus allegados, Jean-Prince Mpandi sigue esperando la llegada de la delegación de diputados. Pero no se sorprende cuando se entera de que unos militares se están acercando a su pueblo. El jefe Kamuina Nsapu lo había anunciado a los diputados. Si tiene que morir, ha decidido que morirá en su casa, en su tierra. Jean- Prince Mpandi va al encuentro de las fuerzas de seguridad. Herido, es obligado a batirse en retirada.

En torno a las cuatro de la tarde, el 6º Kamuina Nsapu es asesinado con una bala en el vientre, justo detrás del enorme árbol que resguarda su patio y al lado del moderno tractor que hacía las delicias de la gente del pueblo. Ese árbol está acribillado de balas, señal de lo violento que fue el asalto. Los militares celebran su victoria y se ponen manos a la obra alrededor del cuerpo del jefe. Dan un machetazo a una de sus piernas con el que casi le cercenan un pie. Su cara tumefacta y la parte superior de su camisa blanca están empapadas de sangre. Una mano, destrozada. Las fuerzas de seguridad se llevan su cuerpo, lo que hace que su familia se imagine lo peor sobre lo que Jean-Prince pudo padecer. Los rumores hablan de mutilaciones.

La inflamación del Kasai

Lejos de apagar el fuego, la muerte de Jean-Prince Mpandi lo reaviva y permite que su “sueño” se cumpla. Un ejército de jóvenes se alza contra la autoridad del Estado. Su muerte marca el inicio de una insurrección sin precedentes y de una represión de una inusitada violencia en el territorio del Gran Kasai. A principios de septiembre de 2016, la ONU hace recuento de al menos 51 muertos, 21 localidades directamente afectadas por el conflicto, 806 cabañas quemadas, edificios estatales destruidos y cerca de 12.000 desplazados en el territorio de Dibaya.

Allegados al jefe Kamuina Nsapu, junto a las ruinas de su corte real. el 11 de marzo de 2017. © Sonia Rolley

¿“Sueño” o pesadilla? El territorio de Kamuina Nsapu ve entonces desplegarse un ejército comandado esencialmente por oficiales de habla ruandesa. Esos mismos oficiales, que en vida acusaba de violar sus atribuciones de poder y de hacer cualquier cosa con tal de mantener al presidente Joseph Kabila en el poder tras la expiración de su segundo y último mandato. Unos refuerzos militares llegan a finales de diciembre de 2016 y a principios de enero de 2017. La Misión de Naciones Unidas en el Congo, la MONUSCO, tiene dificultades para desplegar sus cascos azules e investigar las crecientes denuncias de masacres cometidas por las fuerzas de seguridad, pero también de los abusos cometidos por los milicianos.

Jóvenes milicianos Kamuina Nsapu fotografiados en el curso de una operación de sensibilización por la paz. ©DR

Al principio, el gobierno denuncia un movimiento de insurrección de jóvenes drogadictos y desocupados y oculta las pérdidas que le son infligidas. Desde que la ONU descubre las primeras fosas comunes, el gobierno califica cada vez más a los insurgentes como “terroristas”.

La tradición contra la mentira

Los Kamuina Nsapu lanzan sus “ataques místicos” los jueves y los viernes para conmemorar no solamente la muerte del jefe, sino también para rememorar las horas que la precedieron. Matan, incluso a veces decapitan, a los agentes del Estado que consiguen capturar. Es una violencia con carácter político y las víctimas son señaladas: fuerzas de seguridad, jefes o autoridades locales asociadas con el poder y por lo tanto “traidores” asociados al poder, agentes de la Comisión electoral. Tal como lo hacen los militares, los jóvenes milicianos se fotografían y, menos frecuentemente, se hacen videos con sus víctimas.

Pero, antes que nada, es una insurrección popular. Los comerciantes que se niegan a pagar impuestos cada vez más altos se hacen voluntarios “Kamuina Nsapu”. En las ciudades, los jóvenes meten en sus bolsillos una cinta roja, signo emblemático de la rebelión. Cuando son detenidos, a veces eso es suficiente para que se les considere milicianos. Y cuando llegan a los pueblos, huyendo de las fuerzas de seguridad, son fácilmente acogidos. Los aldeanos dicen que se reconocen en esa cólera. Tan sólo les reprochan de atraer detrás de ellos a los militares y a la muerte. También les reprochan, cada vez más, que ataquen las escuelas y las iglesias. El desánimo cunde en las zonas que más a menudo son atacadas.

La insurrección se está propagando por las cinco provincias de la extensa región del Gran Kasai. Sankuru es la última en haberse “contagiado” – no hay otras palabras para expresarlo. Cuanto más represivo es el gobierno, más se expanden los milicianos y consiguen nuevos adeptos. Los Thiota, los “bautizos”, la rebelión contra la injerencia en los asuntos tradicionales, la marginalización, el rechazo a la pobreza y a la permanencia en el poder de Joseph Kabila… Todas esas “temáticas” hablan a los kasaieños. Los milicianos se pasan de su área tradicional a la de su etnia. El contagio se trasmite de unos a otros.

El viernes 27 de enero de 2017, los adeptos de Kamuina Nsapu realizan uno de sus “ataques místicos” sobre Kananga. Esa niña es herida y conducida al interior de la gobernación para ser interrogada. ¿Quién es su jefe? ¿Dónde ha bebido la poción? Un civil graba la escena. La niña muere unos minutos más tarde.

En la mayoría de los videos grabados por las fuerzas de seguridad, el asunto de la “mentira” es básico. Frente a los cadáveres de sus víctimas, armados con un teléfono móvil unos militares les acusan de haber mentido. Los Kamuina Nsapu, jóvenes y niños en su mayor parte, mueren claramente por los balazos de las fuerzas de seguridad. El bautizo, o sea, la poción de invencibilidad, no los protege. Y sin embargo, vuelven de nuevo al asalto incansablemente.

Hacia un acuerdo con la familia de Kamuina Nsapu

Hasta la muerte de Étienne Thsisekedi, el 1 de febrero de 2017, el gobierno central no pudo pisar Kananga. El nuevo Primer Ministro, Samy Badibanga, nombrado tras la conclusión del diálogo bajo la égida de la Unión Africana, es no obstante un “hijo del país”. Su padre tenía un bar en la ciudad. El 26 de enero, la víspera del ataque sobre Kananga, al término del cual una niña agonizaría en el recinto de la gobernación, el Primer ministro planifica una visita… que debe posponer sine die. Las fuerzas de seguridad intentan retomar el control de la región. En el mismo momento en el que está dialogando en Kinshasa con la UDPS de Étienne Tshisekedi y sus aliados del Reagrupamiento de la oposición, el nuevo vice-Primer ministro del Interior en funciones, Emmanuel Ramazani Shadari, establece de forma paralela conversaciones con la familia real de Kamuina Nsapu para intentar apagar el incendio.

El 12 de marzo de 2017, el jefe de la seguridad interior consigue aterrizar en Kananga. El acuerdo con la familia está casi cerrado. Uno de los miembros eminentes de la corte real ya ha llegado. Emmanuel Ramazani Shadari aterriza por la noche con una importante delegación. La pista está rodeada por el total de las fuerzas de seguridad de la ciudad, ya que todavía hubo escaramuzas más temprano durante la jornada. Los diputados de la mayoría, así como los de la oposición que acompañan al vice-Primer ministro están persuadidos de que la firma del acuerdo es ya cosa hecha. Los miembros clave de la familia ya estarían convencidos. Con la condición de que el poder realice los gestos necesarios.

Ese mismo día y casi a la misma hora, dos expertos de la ONU son asesinados a unos cien kilómetros de ahí, no lejos de Moyo-Musuila. El estadounidense Michael J. Sharp y la sueca Zaida Catalan habían venido para identificar a los responsables de la violencia en el Gran Kasai. Trabajaban para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y estaban encargados de reunir las pruebas necesarias para el voto de sanciones. El 12 de marzo de 2017, los dos expertos fueron asesinados cuando iban al encuentro “de grupos” de Kamuina Nsapu en la región de Bunkonde. No lejos de ahí, en Ngombe, se encuentra una de las primeras Tshiotas de la era post-Mpandi. Según un informe confidencial de la ONU, esa Thiota se halla entre las que más niños han reclutado. Sin embargo, las investigaciones sobre el alistamiento de niños forman parte del mandato de los expertos de la ONU, así como todos los abusos cometidos simultáneamente por los Kamuina Nsapu y por las fuerzas de seguridad. En marzo de 2017, tras la muerte de Étienne Tshisekedi, el segundo diálogo nacional, que esta vez tuvo lugar bajo la égida de la Iglesia Católica, se estanca. Un acuerdo de principio de reparto del poder fue firmado el 31 de diciembre de 2016, pero todavía quedan por determinar los aspectos prácticos. La UDPS, el partido del difunto histórico opositor, reclama la dimisión del gobierno Badibanga y el nombramiento de un nuevo Primer ministro de su agrado.

Pero en el Gran Kasai, los debates siguen en curso. El vice-Primer ministro del Interior, Emmanuel Ramazani Shadari, poco a poco logra convencer a la familia real que firme un acuerdo con él.

Hay que decir que ciertos miembros importantes de la corte nunca han estado muy alejados del poder. Si el diputado Clément Kanku, uno de los eminentes súbditos del jefe Kamuina Nsapu, se convirtió en ministro del gobierno Badibanga, la ministra provincial de Sanidad es de linaje real. Innocente Bakanseka es una de las más allegadas del gobernador Alex Kande, el cual es odiado por la familia real. Tal como Évariste Boshab, fue apartado del gobierno a principios de 2017. Desde el comienzo del conflicto, los miembros de la familia han sido acercados al poder los unos tras los otros.

El 17 de marzo de 2017, Emmanuel Ramazani Shadari anuncia el final del fenómeno Kamuina Nsapu. Se ha llegado a un acuerdo con la familia. Un mes más tarde, el nuevo jefe Kamuina Nsapu es designado por representantes de la familia. Jacques Kabeya Ntumba trabajó con el diputado Clément Kanku en Kinshasa. Es considerado como cercano a las autoridades. Muy poquitas voces se alzan dentro de la corte para contestarlo. Oficialmente, el cuerpo de Jean-Prince Mpandi ha sido devuelto a la familia y ésta hace una llamada al fin de las hostilidades. Pero sobre el terreno, nada cambia.

La crisis no se detiene y se hace más compleja

Desde agosto de 2016, el conflicto se ha extendido bastante más allá de la zona tradicional de Kamuina Nsapu. El Gran Kasai, antiguo remanso de paz, se ha convertido en una zona de guerra con su millón de desplazados internos y sus 30.000 refugiados que han huido al otro lado de la frontera a la provincia angoleña de Lunda Norte. Esta zona se parece cada vez más al Este de la RDC. Los conflictos étnicos son instrumentalizados con fines políticos o de seguridad. En el territorio de Luebo así como en Tshikapa, las milicias Pende y Tshokwe, que son consideradas como cercanas a las autoridades, y las milicias Luluwas, de las que surgieron los primeros Kamuina Nsapu, desentierran el hacha de guerra. Incluso la Unión Europea ha promulgado sanciones contra Gédeon Kyungu porque habría introducido sus milicianos en el conflicto kasaieño y creado todavía más confusión. Ese señor de la guerra de Katanga, acusado de crímenes contra la Humanidad, se entregó a las autoridades luciendo una camiseta con la efigie de Joseph Kabila. Oficialmente para mantener el orden público, las autoridades se lo llevaron a una casa muy elegante de Lubumbashi donde fue sometido a reclusión domiciliaria vigilada.

A principios de mayo de 2017, tras el asesinato de uno de sus agentes, la Comisión Electoral, CENI, anuncia la suspensión de la inscripción de votantes en el Gran Kasai, lo cual amenaza con retardar de nuevo todo el proceso electoral. La CENI es uno de los principales objetivos de los Kamuina Nsapu, que la acusan de hacer todo lo posible por mantener a Joseph Kabila en el poder.

Por Sonia Rolley, RFI.

Fuente: Radio France International, RDC: Violences au KasaÏ. Chapitre 1: Kamuina Nsapu, la mort d’un chef, publicado el 15 de junio de 2017.

Traducido para Umoya por Juan Carlos Figueira Iglesias.

NOTA: Hemos omitido la reproducción de los múltiples videos que ofrece el reportaje original por estar en francés y otras lenguas congoleñas. Son de extremada violencia. Pero se pueden consultar haciendo clic en el enlace de la fuente original que facilitamos.

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