Memorandum de la comunidad de ruandeses que viven en Europa con relación a la invitación del Presidente Kagame a las jornadas europeas de desarrollo del 7-8 de junio en Bruselas

Introducción

No puede haber desarrollo auténtico y duradero fuera de instituciones justas y democráticas. Justo en el momento en que el Presidente de Ruanda acaba de hacer modificar la constitución para permanecer indefinidamente en el poder y que la UE acaba de decidir no enviar observadores para las elecciones (mascaradas)  presidenciales de agosto de 2017, ha sido con estupefacción y consternación como las asociaciones y organizaciones políticas de ruandeses que viven en Europa han recibido la invitación de Paul Kagame para participar en unas jornadas europeas de desarrollo. Efectivamente, Ruanda es citado con frecuencia como un modelo de desarrollo en África y su presidente como un líder visionario. Pero, ¿cuál es la realidad de ese desarrollo presentado por los medios y por los lobby del FPR (Frente Patriótico Ruandés, en el poder desde 1994)? ¿Cuál es la verdadera naturaleza del régimen dirigido por Paul Kagame? Las Naciones Unidas han adoptado, para el periodo 2016-2030, 17 objetivos de desarrollo duradero entre los que figura la lucha contra la pobreza, el hambre, las desigualdades o la injusticia y en favor de la paz, la educación, la salud y del trabajo decente. Teniendo presentes estos objetivos, nosotros deseamos en este memorándum, más allá de la retórica utilizada y extendida por los lobistas del FPR, atraer la atención sobre algunos elementos esenciales relativos a la situación socio-económica y política de Ruanda; elementos que muestran la verdadera realidad del desarrollo del que el FPR alardea.

Manipulación de las cifras

La retórica en torno al milagro económico no está expresada por medio de datos empíricos. Varios investigadores y universitarios como F. Reyntjens, A. Ansom, E. Marijnen, G. Cioffo, J. Murison, D. Himbara y muchos otros han demostrado que las cifras sobre la reducción de la pobreza y de las desigualdades ofrecidas por el régimen ruandés estos últimos años han sido manipuladas con el objetivo de mantener una buena imagen cara a los inversores y a los donantes de ayuda.

Inseguridad alimentaria y pobreza creciente

Ruanda conoce hoy una pobreza rural, una inseguridad alimentaria y una tasa de paro sin precedentes. Muchas familias pasan actualmente hambre. Según el informe del Programa Alimentario Mundial de 2015, actualmente hay más niños con retraso en su crecimiento que hace 10 años a causa de la desnutrición. La situación de hambruna, que ha durado demasiado, es tan dramática que no deja ver ningún resquicio de esperanza para los ruandeses; hasta tal punto que han dado con un término lo suficientemente explícito: “NZARAMBA”, que significa literalmente, “permanente”. Las autoridades ruandesas se afanan denodadamente en negar la realidad y optan por hablar de simple crisis pasajera. “Nzaramba” asola todo el país y afecta a una amplia capa de la población. Muchos ruandeses huyen hacia países vecinos, principalmente hacia Uganda. Según numerosos observadores, analistas e investigadores, esta hambruna es una consecuencia directa de las opciones políticas cínicas concernientes a las reformas agrarias, que han impuesto, entre otras medidas, el monocultivo. Estas reformas han beneficiado a un muy pequeño número de productores ricos y han provocado el aumento del precio de los productos alimenticios y, en consecuencia, la desnutrición en la masa de  pequeños y pobres campesinos.

Lagunas importantes en el ámbito de la salud

El régimen ruandés presenta el sistema de la mutualidad nacional como un gadget de comunicación. Sin embargo, la realidad es que esta estructura está mal gestionada y no es, de ningún modo, duradera. La adhesión y cotización a la mutua son obligatorias. Los que, por falta de medios, no tienen dinero para pagar, son amenazados de cárcel y se ven obligados a vender los bienes más elementales que poseen, incluyendo su escasa tierra, víveres o ganado. Por añadidura, a pesar de todos esos sacrificios, son numerosos los que no encuentran cuidados sanitarios o medicamentos de los que precisan, sea porque el gobierno no paga los fondos que le corresponden o porque esos fondos son mal gestionados o malversados. Más allá de la cuestión de la mutualidad, el sistema de salud sigue siendo rudimentario: insuficiencia de personal bien formado (médicos, enfermeros, comadronas, dentistas…)

Monopolio y desigualdades

Las empresas del FPR, como Crystal Ventures, que agrupa en su seno a Ruliba Clays Ltd, Inyange Industries, Mutara Enterprises, East Granite Industries, Bourbon Coffee, CVL Developpers, Real Contractors, Intersec, GPS Ltd, NPD Cotraco, MSG… y muchas otras, ejercen el monopolio en casi todos los sectores de la economía ruandesa. Ello genera una situación de competencia desleal en la que las empresas locales, en particular, las TPE y las PME, no pueden desarrollarse. Un pequeño grupo de personas cercanas al poder se beneficia de los bienes del país. Una de las ilustraciones de estas profundas y peligrosas diferencias de acceso a las riquezas es el caso personal del Presidente Paul Kagame, que posee, entre otros bienes, jets privados alquilados al Estado a precios elevados, que él mismo fija, y de los que extrae extraordinarios ingresos, mientras la hambruna asola al país, mientas estudiantes se quedan sin becas y faltan medicinas… Otro ejemplo ilustrativo de la política deliberada de institucionalización de las desigualdades profundas es el lastimoso salario que el régimen ha decidido dar a los docentes. El maestro de primaria, antes pieza clave y estandarte del desarrollo de Ruanda, que inicia su carrera profesional, no recibe más que un salario de 44.000 FRW, esto es, menos de 50€ al mes (1€=943FRW el 28.05.2017). Un ministro recibe un salario de más de 3.000.000 FRW, si incluimos todas las ventajas como el pago del alquiler de su casa, gastos de comunicación que le son otorgados; es más de 68 veces el salario del docente.

Exclusión social

El régimen del FPR dirigido por Paul Kagame, excluye a una parte de la población por razones étnicas. Los hutu y los twa son excluidos del poder real (más allá de los puestos políticos sin poder real).Un pequeño grupo de tutsi que gravita en torno al dictador monopoliza el poder militar, político y económico. Un estudio reciente de la universidad de California en los Ángeles (UCLA), dirigido por el profesor Andres Wimmer, ha revelado que Siria, Sudán y Ruanda eran hoy los países en los que las discriminaciones eran las más graves. Este estudio señala el hecho de que la exclusión de grupos étnicos del poder es un abono que propicia la guerra civil y los conflictos violentos. Hay que poner de relieve que esta exclusión social afecta de manera todavía más fundamental a las mujeres.

Impuestos inequitativos, demasiado elevados, arbitrarios

Muchos PME se ven obligados a poner fin a sus actividades a causa de impuesto excesivamente elevados. Por añadidura, el régimen obliga a los ruandeses a aportar contribuciones llamadas voluntarias. Este tipo de actuaciones no son nada nuevas. Ya en 2012, los Country Reports for Human Rights Paractices for 2012 del Departamento de Estado de los Estado Unidos señalaban esas contribuciones forzadas a fondos como Agaciro. Los ruandeses temen el periodo de elecciones presidenciales porque la contribución forzosa que se les pide para la campaña electoral está muy por encima de sus medios. A este respecto, el régimen del FPR acaba de ordenar a los asalariados que viertan el 50% de su salario a modo de “co0ntribución especial” para la campaña de Paul Kagame, candidato del FPR al simulacro de elecciones presidenciales de agosto próximo. Al mismo tiempo, se entregan sumas escandalosas a grupos privados de lobbying en el extranjero para que sigan vendiendo la imagen de Paul Kagame como un dirigente excelente.

Educación mediocre y paro masivo

La enseñanza y la formación, que normalmente constituyen uno de los pilares fundamentales de desarrollo, hoy están desatendidas en Ruanda. La calidad de la enseñanza en las escuelas públicas, que son las que acogen a la mayoría de niños y niñas ruandeses, es muy mala. Los docentes de la escuela primaria están, deliberadamente, muy mal pagados. Los padres ricos envían a sus hijos a las escuelas privadas, muy caras y/o a universidades occidentales. El departamento británico para el desarrollo internacional, que otorga una ayuda financiera considerable al sector de la educación en Ruanda, realiza una constatación un tanto triste: “alcanzar un nivel de escolarización de la casi totalidad de los niños, pero sin que la gran mayoría de ellos logren tener el nivel de alfabetización o de matemáticas básicas, no es, en nuestra opinión, un signo de desarrollo exitoso. Ello representa un débil rendimiento con relación a la inversión…”. Este débil nivel educativo agrava el problema del paro. Según el informe de 2012 del Banco africano de desarrollo, el 42% de los jóvenes están en paro o subempleados en las zonas rurales. Esta tasa de paro no ha hecho sin crecer desde entonces.

Problema de los refugiados

Ruanda tiene hoy el mayor número de refugiados de toda su historia. Estos refugiados están excluidos del país. El régimen de Kigali persigue a los refugiados políticos en sus países de exilio. Por ejemplo, el Sr. Sendashonga, antiguo ministro del interior bajo la presidencia de Paul Kagame fue asesinado en Nairobi en mayo de 1998. Más recientemente, en enero de 2014, el Sr. Karegeya fue asesinado en Sudáfrica.

Régimen totalitario, ausencia de Estado de derecho, ausencia de libertad de expresión, crímenes impunes

El principio de separación de poderes sigue siendo una utopía en Ruanda. Todos los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) están concentrados en las manos de un dictador y de sus protegidos. Ejercen estos poderes por medio de los servicios de seguridad. El espacio político está bloqueado. Tal y como sucede en todos los totalitarismos, el régimen busca controlar todo. Leyes sobre los crímenes de divisionismo o de ideología genocida son armas implacables contra quienes se atreven a criticar el poder. Los líderes de la oposición, como la Sra. Ingabire, el Sr. Mushayidi y otros están en la cárcel. El informe de Freedom House de 2017 considera a Ruanda como un “país no libre”, en el que los derechos políticos y las libertades civiles son escarnecidos. El informe de Reporteros sin fronteras de 2017 indica que Ruanda ocupa el puesto 159 de 180 países en términos de libertad de medios, detrás de países devastados por la guerra como Liberia 94, Sierra Leona 85, Afganistán 120, Sudán del Sur 145, Palestina 135, República Centroafricana 113, RD Congo 154, Angola 125, Irak 158. Según este informe, “la censura y autocensura son omnipresentes en Ruanda”. Los periodistas críticos con el gobierno corren el riesgo de ser acusados de “divisionismo”, un crimen castigado con varios años de prisión. El presidente Kagame trata de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible a fin de evitar rendir cuentas por las inumerables atrocidades y crímenes, de los que es sospechoso de ser el responsable, contra las poblaciones de Ruanda y de la región de los Grandes Lagos africanos. Informes de expertos, concretamente el informe Gersony o el informe Mapping de la ONU están suficientemente documentados. Este último informe de la ONU, publicado en 2010, evoca crímenes que “podrían ser calificados de genocidio” en estos términos: “Los ataques sistemáticos y generalizados descritos en el presente informe, contra el objetivo constituido por muy numerosos refugiados hutu ruandeses y contra miembros de la población civil hutu, ataques que causaron su muerte, ponen de relieve elementos aplastantes que, si son probados ante un tribunal competente, podrían ser calificados de crímenes de genocidio”.

Represión, terror, violencia contra las mujeres, los niños…

Para mantenerse en el poder, el FPR y su presidente recurren a la violencia, al terror y a la tortura. Además de los numerosos espías, policía y militares, el poder “utiliza” agentes de seguridad del Estado, más conocidos por el acrónimo “Dasso” (District Administration Security Service Organ), que vigilan a una decena de unidades familiares. Estos agentes, lo mismo que los militares y policías, hacen reinar el terror entre los ciudadanos. Recurren regularmente a la tortura. Una de las fotografías está fechada en 2015 e incluso ha sido publicada en un periódico pro-gubernamental “IGIHE”. [Fotos en el original]

Esta violencia afecta a todas las capas de la población y más especialmente a quienes osan criticar al poder, a quienes son considerados como ciudadanos de segunda o como “sucios” que manchan la capital Kigali, ya que ésta debe permanecer “muy limpia” para impresionar a los donantes occidentales de ayuda. La vendedoras callejeras forman parte de estos indeseables “sucios” y son molestadas regularmente y a veces golpeadas mortalmente. C. Tertsakian, investigadora senior de HRW escribe: “en mayo de 2016, miembros de los Inkeragutabara, un componente a tiempo parcial del ejército ruandés, intentaron hacerse con los bienes de Théodosia Mahoro en la estación de autobuses de Nyabugogo, la golpearon hasta causarle la muerte. Un tanto sorprendente cuando se presenta a Ruanda como un país modélico por el hecho de tener el más elevado porcentaje de mujeres en el Parlamento del mundo. Trabajos de investigadores y universitarios demuestran que la cifra elevada de mujeres en el parlamento no significa, desdichadamente,  el desarrollo de los derechos de la mujer ni su empoderamiento y que no se trata más que de una estratagema más, inscrita en la estrategia de comunicación instrumentalizadora. Los niños de la calle forman también parte de los indeseables”. Con fecha del 28 de abril de 2017, los servicios de seguridad de la ciudad de Kigali y los de higiene, al sanear a su manera uno de los conductos de alcantarillado de la ciudad,  rociaron de gasolina a unos “niños de la calle” que se refugiaban allí y los quemaron vivos. Dos murieron en el acto. El tercero, que se  ve en la foto, está gravemente herido y su vida peligra. [Fotos en el orginal]

Con totas estas atrocidades, ¿puede, honestamente considerarse a Ruanda como un país modelo de paz y desarrollo? Por otra parte, pe puede plantear la cuestión de saber por qué un régimen que se jacta de haber instaurado la paz y la estabilidad en el país, despliega permanentemente militares armados hasta los dientes en todos los rincones. La respuesta, evidentemente, es sencilla; el régimen es consciente de que el pueblo al que oprime no está contento, que su silencio no significa consentimiento. El régimen que se ha impuesto por medio de la violencia sabe que no podrá mantenerse más que por el terror.

CONCLUSIÓN

La ideología y las prácticas del FPR y de su jefe Paul Kagame son incompatibles con los principios del un desarrollo y de una paz duraderos. Algunas de las bases principales para la realización de los objetivos de desarrollo adoptadas por la ONU para el periodo 2016-20130, son el respeto de los derechos humanos, el estado de derecho, las instituciones fuertes y justas. Constituyen igualmente las condiciones indispensables para la seguridad, la estabilidad y la paz civil. En Ruanda, la ausencia de libertad de expresión, el no-respeto de las libertades civiles, la violencia, el terror, la discriminación y la exclusión social, son otros tantos obstáculos en total contradicción con la esencia misma del desarrollo duradero.

Apoyar y sostener un régimen totalitario como el dirigido por Paul Kagame, con el pretexto de que las cifras de crecimiento económico que presenta son positivas, cuando enormes desigualdades en el reparto de la riqueza gangrenan el país y cuando, por otro lado, se ha probado que esas cifras han sido manipuladas en muchos casos, es hacerse del hecho de privar al pueblo ruandés de un desarrollo auténtico. Apoyar al régimen del FPR y a sujefe absoluto es condenar a las generaciones futuras de ruandeses a no nacer, a no vivir en una sociedad en paz y prosperidad. El modelo de desarrollo promovido por el régimen del FPR no es duradero, ya que es brutal, inequitativo, injusto, discriminatorio en cuanto que excluye, margina y empobrece a una gran parte de la población. Semejante desarrollo lleva en su interior los gérmenes de conflagraciones sociales y conflictos violentos, que las mujeres y los hombres ansiosos de paz deben prevenir.

Nuestras asociaciones de la sociedad civil y las organizaciones políticas hacen un llamamiento al respecto a la comunidad internacional y piden en particular a las autoridades belgas y europeas que cesen de apoyar al régimen totalitario del general-presidente Paul Kagame.

Les rogamos que usen su influencia diplomática, política y financiera para apoyar al pueblo ruandés en su lucha en favor de un Estado de derecho y por el establecimiento de instituciones justas y democráticas; sólo ellas permitirán un desarrollo perenne y duradero.

Bruselas, 31 de mayo de 2017

Traducido y editado por Ramón Arozarena.

Ver original completo en Jambo News, en francés. (7 de junio de 2017).

o en The Rwandan, en inglés. (4 de junio de 2017).

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