Carta a los machistas panafricanistas o «Man-Africanists» con motivo del Día Internacional de la Mujer

El movimiento panafricanista alberga a algunos hombres africanos que ocultan actitudes patriarcales. Dichos «Man-Africanists» [término en inglés que indica que son simuláneamente panafricanistas y machistas] son cancerígenos para el movimiento, que necesita comprometerse a desarrollar nuevos hombres que sean verdaderamente antisexistas, antiheterosexistas y empáticos; hombres adheridos al concepto político radical de la autoconciencia que se guíen por un sentido ético de la igualdad, la justicia y la libertad para todos.

Thomas Sankara es considerado elogiosamente por la autora, al igual que Amilcar Cabral, un feminista radical.

Estimados «Man-Africanists» en África y en la diáspora mundial:

Con motivo del Día Internacional de la Mujer del año 2017, creo que es necesario que valoremos los avances conseguidos por las mujeres a nivel mundial y también que reevaluemos las opresiones a las que nos enfrentamos hoy día. Me limitaré a redactar sobre las circunstancias a las que se enfrentan las mujeres africanas tanto en el continente como en la diáspora, condiciones que se manifiestan a modo de africanismo machista o «Man-Africanism». Pero, como dice un refrán africano, «no hay pájaro que vuele sin dos alas»; es decir, el futuro de nuestro continente depende no solo del imprescindible cambio de conciencia de nuestras mujeres, sino también de nuestros hombres. Si vamos a crear un mundo y una conciencia descolonizados, en el que sean eliminadas todas las formas de opresión, también debemos hacer frente al hecho de que entre los muchos «escollos» a los que se ha enfrentado la lucha por el panafricanismo desde 1945 se encuentra el sexismo o patriarcado, definido apropiadamente por Nanjala Nyabola como «Man-Africanism».

Me centraré en el patriarcado/el sexismo/la dominación masculina que se sigue manifestando hoy día en el movimiento panafricanista, aunque hay otros «obstáculos» fanonistas como las tensiones en torno a la cuestión de «¿quién es africano?»; las divisiones generacionales y étnicas; y la medida en que el término «panafricanismo» como concepto se ha visto suplantado en las dos últimas décadas por «afrocentrismo» y «Renacimiento africano». Los aspectos antes mencionados suponen unos grandes obstáculos para el avance del panafricanismo en África y en la diáspora global. Además, existen otros como el neocolonialismo, el capitalismo y el imperialismo, en las nuevas formas en que se presentan en el s. XXI.

Mi postura es que, en la búsqueda de la transformación radical socioeconómica y política de África, la CONCIENCIA del intelectual panafricanista también debe ser modificada de verdad para que cuestione el patriarcado o el sexismo.

El patriarcado debe ser reenfocado para que pase a ser una cuestión que concierna a todos y no sea solo «un problema para las mujeres». También es un problema para los hombres. Como Bell Hooks afirma: «El patriarcado no tiene género». [1]

Antes de profundizar más en el tema, creo que es importante que indique que el feminismo NO es una ideología extranjera impuesta en África; a las mujeres africanas, para ser más específicos. No tiene un carácter no-africano. Definido en pocas palabras: «es un movimiento para acabar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión» [2] de AMBOS, hombres y mujeres. Tanto en esta definición como en la lucha, los hombres no son el enemigo. Con todo, en la cultura popular y en algunos movimientos políticos que dicen ser progresistas o revolucionarios se malinterpreta el feminismo. En ocasiones, sea de forma consciente o subconsciente, se percibe como una cuestión que nos distrae de otras más importantes; sean cuales sean estas. Así, Bell Hooks define «patriarcado» de la siguiente manera:

«El patriarcado es un sistema político-social que insiste en que los hombres son dominadores innatos, superiores a todas las cosas y personas consideradas débiles, especialmente las mujeres, y están dotados con el derecho a dominar y someter a lo débil y a mantener dicho dominio mediante las distintas formas del terrorismo psicológico y la violencia.» [3]

En otras palabras: «Una sociedad es patriarcal en el grado en que promueve el privilegio masculino al ser dominada por el hombre, identificada como masculina y estar centrada en lo masculino» (en cursiva en el original). [4]

El patriarcado, o dicho de forma más simple, el hecho de que nuestra sociedad esté dominada por hombres, es algo que se da por descontado. Con todo, incluso la mayoría de las mujeres acepta de forma inconsciente la dominación masculina: que los hombres son superiores a las mujeres o que las mujeres son secundarias, defectuosas, culpables y, en definitiva, inferiores a los hombres. El patriarcado se manifiesta de la forma más subconsciente. La mayoría de los hombres, particularmente los académicos, esperan que las mujeres tengan oídos pero no boca: existe una intolerancia a que la mujer hable tanto tiempo como el hombre. La creencia inconsciente es que, mientras que los hombres hablan en párrafos, las mujeres lo hacen en una sola frase. Esto obedece al pensamiento interiorizado de que los hombres son los propagadores del conocimiento o de la información y las mujeres están condicionadas para simplemente escuchar y ser el público de un orador masculino. Cuando es la mujer quien habla, los académicos poseen muy poca capacidad de escucha y con frecuencia tratan de llamar la atención para alimentar sus egos gigantescos y sus modales paternalistas. Recientemente el término «mansplaining» ha entrado en la Wikipedia para definir este fenómeno, que existe desde hace tiempo. [Surge de la unión de «man» («hombre») y «explaining» («explicando»)].

Igual de importante es el hecho de que el patriarcado es un sistema que se interrelaciona con otras formas de opresión como el clasismo, la discriminación por edad, la homofobia o la preponderancia del heterosexismo, el imperialismo y el neo-colonialismo. Todas estas constituyen formas de dominación, control y subordinación. Dichos sistemas se han institucionalizado, perpetuado y mantenido en nuestra sociedad. El término «patriarcado imperialista, capitalista y supremacista blanco» [5] describe claramente sistemas políticos de dominación interconectados que constituyen las bases de nuestra sociedad y de nuestro mundo.

Dentro de los círculos académicos, incluso la palabra «intelectualidad» y el concepto de liderazgo en nuestro mundo «imperialista, capitalista, patriarcal y supremacista blanco» es amplia e implícitamente androcéntrico y masculinista. Margaret Nasha, la primera mujer presidenta de la Asamblea Nacional de Botsuana (de 2009 a 2014), escribió su autobiografía titulada Madam Speaker, Sir [traducible como Señora Presidenta, Señor]. Dicho título transmite hasta qué punto la asamblea botsuanesa, predominantemente masculina, tuvo que desaprender condicionamientos sexistas y cometió errores con frecuencia a la hora de dirigirse a Nasha en la Asamblea Nacional.

Cuando la gente piensa en un líder, nueve de cada diez veces se trata de un hombre: es el ejemplo que más rápidamente se viene a la mente. Asimismo, cuando uno piensa en la «intelectualidad» o en un «intelectual público», sigue siendo automáticamente una figura masculina. En nuestra historia panafricanista hay ejemplos de mujeres que fueron una parte primordial de la intelectualidad africanista y los activistas panafricanistas, como lo son, por ejemplo: Ann H. Jones, Fannie Williams, Ella D. Barrier, la Sra. Lauden y Anna Julia Cooper. Todas asistieron a la conferencia panafricana celebrada en Londres en 1900. [6] Además, otras mujeres incondicionales son Amy Ashwood Garvey, a quien Tony Martin considera una superestrella panafricanista inferior en su libro Amy Ashwood Garvey: Pan-Africanist, Feminist and Mrs Garvey Number One; así como también a Amy Jacques Garvey, Assata Shakur, Winnie Mandela y Miriam Makeba. Suelen permanecer en un segundo plano en las descripciones y narraciones de la lucha por el panafricanismo, mientras que los iconos masculinos panafricanistas son el centro de atención.

«La carga del hombre negro» [7]

Un problema fundamental a la hora de abordar la situación de África es que, con la retirada formal de las potencias europeas, la concepción del Estado-nación y sus instituciones ha estado masculinizada, también denominada como «la nación del hombre», [8] heredada de las antiguas potencias coloniales masculinas y encarnando las aspiraciones para la nación en el líder masculino, como afirma Robert Muponde. Por consiguiente, el concepto de «consolidación nacional» y el Estado han hecho que las mujeres africanas resulten invisibles. La lucha anticolonial percibía a las mujeres y los movimientos de éstas como apéndices de los partidos políticos y del Estado. La lucha nacionalista anticolonial también requería de la subsunción de los intereses de las mujeres africanas, agricultores (de los cuales la mayoría son mujeres), jóvenes, sindicatos y otros en la lucha anticolonial. Por lo tanto, la responsabilidad de la mujer africana ha consistido en reconstruir las definiciones del Estado africano para prever un Estado y una sociedad que incluyan y promuevan, mediante la elaboración de políticas, los intereses y necesidades de todas las mujeres africanas.

Nyabola sostiene lo siguiente:

«El «Man-Africanism» [panafricanismo machista] consiste en la solidaridad hacia los hombres ricos cuyo poder domina África. Aísla el poder de la crítica. No se trata de una ideología postcolonial, tampoco de una teoría crítica o de solidaridad para proteger a los africanos. Se utiliza para justificar el asesinato sistémico y la humillación de africanos, realizado por africanos, ya que no se puede criticar, ni se hará, ya sea desde dentro o desde fuera». [9]

Está en lo cierto al afirmar que «se desaprovecharon las posibilidades de una independencia». Por otro lado, por citar a Nyabola con cierto detalle:

«El panafricanismo fue secuestrado. Los llamamientos a la unidad se usaron para justificar la violencia estatal y la represión, para animar a los llamamientos por una fe ciega en el Estado. Aquellos que nos llevaron a la liberación no vivieron para verlo: muchos de los arquitectos intelectuales de la lucha por la independencia no sobrevivieron para ver la puesta en práctica de sus teorías. Y entonces, tan solo la idea principal de que había una única identidad africana –y masculina– parece haber sobrevivido. El panafricanismo tuvo un “qué” pero ya no tiene un “por qué”». [10]

La lucha por el panafricanismo se vio atrapada en el atolladero del nacionalismo territorial y los líderes africanos se aferraron a las fronteras coloniales creadas artificialmente, heredadas y construidas en 1884. La lealtad continua a las fronteras coloniales creadas en 1884 es la responsable del desmembramiento permanente del continente africano. Lo irónico es que, como afirma Shivji, «el panafricanismo precedió al nacionalismo por cerca de medio siglo». [11]

Defino a los «Man-Africanists» como aquellos hombres panafricanistas que se identifican como tal y albergan de forma encubierta actitudes y valores patriarcales que se expresan de manera consciente e inconsciente en la relación que tienen con las mujeres con las que interactúan. Aun así, la visión que tienen de una nueva África permanece fundamentalmente inalterada en lo que respecta a las relaciones entre hombres y mujeres. Por consiguiente, necesitamos desarrollar una nueva conciencia revolucionaria que tenga en cuenta las cuestiones de género y que erradique el patriarcado en todas sus formas abiertas y encubiertas para así transformar nuestras realidades políticas y socio-económicas actuales.

¿Dónde están los nuevos Sankara y Cabral de nuestra era?

Por lo tanto, la cuestión es: ¿cómo creamos hombres africanos radicales y concienciados?

¿Cómo creamos hombres anti-sexistas, anti-heterosexistas, comprensivos, conscientes y empáticos que desarrollen organizaciones e instituciones que estén al servicio del pueblo africano?

Si echamos un vistazo a nuestra historia, puede que los esfuerzos de dos hombres africanos feministas radicales nos inspiren. Empleo el término «feministas radicales» para describir a Amilcar Cabral y a Thomas Sankara; a pesar de ser consciente de que ellos no usaron dicho término para definirse a sí mismos.

En el contexto de su época, considero que Cabral y Sankara fueron radicales. Por «radicales» me baso en la definición que dio la activista e intelectual orgánica Ella Baker, que en 1969 dijo lo siguiente:

«Empleo el término radical conforme a su significado original. Significa enfrentarse a un sistema que no se presta a tus necesidades y elaborar medios con los que cambiar dicho sistema». [12] (itálica añadida)

Cabral era agrónomo de profesión. Además, fue un intelectual orgánico, dialéctico y también un estratega militar.

En el discurso de Cabral, titulado Our Party and the Struggle must be led by the best sons and daughters of our people [Nuestro partido y la lucha han de ser los mejores hijos e hijas de nuestro pueblo] [13] pronunciado en 1969 ante los combatientes del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), destaca una serie de principios políticos y éticos que siguen siendo relevantes para los partidos políticos y movimientos sociales, por lo que todas las instituciones africanas podrían aprender de dicha ética.

Cabral señalaba las actitudes patriarcales arraigadas en la opinión de algunos hombres militantes dentro del PAIGC, que se oponían, como si de un problema se tratara, a las mujeres que asumían sus responsabilidades, así como los problemas a los que éstas se enfrentaban. Por citarlo con cierto detalle:

«Un ejemplo concreto fue la ocasionalmente obstinada resistencia silenciosa a la presencia de mujeres entre los dirigentes. Algunos compañeros hacen todo lo posible por evitar que las mujeres asuman el poder, incluso cuando las hay que están más capacitadas para liderar que ellos. Por desgracia, algunas de nuestras compañeras no han podido mantener la dignidad y el respeto necesarios para proteger sus puestos como personas de autoridad. No pudieron evitar algunas tentaciones, o al menos asumir determinadas responsabilidades sin complejos. Pero algunos de los compañeros no quieren entender que la libertad para nuestro pueblo significa que las mujeres también han de desempeñar un papel y que la fuerza de nuestro partido es más valiosa si éstas se suman al liderazgo junto con los hombres. Muchos dicen que Cabral esta obsesionado con ofrecer también a las mujeres puestos de liderazgo. Dicen: “Dejad que lo haga, pero lo sabotearemos luego”. Esto viene de gente que todavía no ha entendido nada. Pueden sabotearlo hoy o incluso mañana, pero algún día les alcanzará». [14]

Cabral también criticó duramente a los comisarios del PAIGC que preferían que las mujeres fueran amantes, en vez de ayudar a que se convirtieran en doctoras, profesoras o soldados, y se servían de la autoridad del partido para satisfacer no sólo su propio estómago, sino también su lujuria.

Thomas Sankara dio un discurso ante miles de mujeres de Burkina Faso el 8 de marzo de 1987 -el Día Internacional de la Mujer- titulado: The Revolution cannot triumph without the emancipation of women [La Revolución no puede triunfar sin la emancipación de la mujer]. Esas palabras eran tan válidas entonces como lo siguen siendo ahora. [15] Sankara instó a que «los hombres y las mujeres de Burkina Faso debían cambiar por completo la imagen que tenían de ellos mismos». [16] Sankara previó que la revolución realmente «establecería nuevas relaciones sociales» entre hombres y mujeres. También «alteraría las relaciones de autoridad entre hombres y mujeres, y les forzaría a replantearse la naturaleza de ambos» [17] (la cursiva es enfática).

Los «Man-Africanists» deben «reconsiderar» la naturaleza de la masculinidad africana en nuestra sociedad, ya que sus definiciones actuales son tanto opresivas como dañinas para hombres y mujeres. Harsha Walia sostiene que «Algunos hombres aliados sienten que no son capaces de ser sexistas; pero con tan solo creer en la igualdad de género no se erradica el privilegio masculino». [18] Como señala Chris Crass: «Con demasiada frecuencia, los hombres activistas (e intelectuales) apoyan el feminismo en su vida pública y se refugian en el privilegio masculino en casa». [19]

El creciente campo de los estudios de la masculinidad nos debería ayudar en la comprensión de sus definiciones y de las interpretaciones sociales y culturales de cómo los niños se convierten en hombres; qué significa ser «masculino» y cómo varía esto en las diferentes sociedades a través del tiempo y el espacio. En líneas generales, parece que hay una «masculinidad hegemónica»: el ideal estándar por el cual se mide a todos los hombres y al que pocos se ajustan en numerosas culturas africanas y occidentales [20]. Esto se basa en una creencia binaria y dicotómica que está arraigada en el pensamiento occidental; es decir, blanco y negro, bien y mal, masculino y femenino, mente y materia, etc. Dichas dualidades no son iguales, sino jerárquicas y a menudo están cargadas de valores.

La masculinidad encarna los rasgos socialmente valorados por los cuales los hombres deben aspirar a ser fuertes, activos, agresivos, dominantes, competitivos y estar al mando. La feminidad encarna los rasgos menos valorados socialmente de debilidad, pasividad, irracionalidad, receptividad, emoción, crianza de los niños y subordinación.

Estos rasgos no están biológicamente determinados sino que son creados por la sociedad y cultura como si fueran la diferencia biológica entre hombres y mujeres basada en las diferencias genitales. Estos estereotipos socialmente construidos o tipos de género limitan y oprimen tanto a hombres como a mujeres y crean una cultura de dominación. Crean estereotipos destructivos de las mujeres como «negras cabreadas» y de los hombres que demuestran sus emociones como afeminados o «mariquitas».

Como sostiene la autora Bell Hooks: «Cuando la cultura se basa en un modelo dominador, no solo será violenta sino que encasillará todas las relaciones como conflictos de poder». [21] Además, sostiene: «Antes de que las realidades de los hombres puedan ser transformadas, se tiene que eliminar el modelo dominador como ideología subyacente sobre la que se basa nuestra cultura». [22]

En última instancia, «para ofrecer a los hombres una forma diferente de ser, primero debemos reemplazar el modelo dominador con un modelo colaborativo que contemple el concepto de “interser” y la interdependencia como la relación orgánica de todos los seres vivos». [23]

El presidente Obama escribió un artículo en agosto de 2016 en la revista Glamour titulado: «Este es el aspecto de un feminista». Su trabajo habría tenido mayor impacto si se hubiera publicado en una revista para hombres en lugar de una para mujeres. Sin embargo, Obama sí que abordó el aspecto más crítico por el que los hombres tienen que trabajar en sí mismos y dijo que esto puede ser la más dura de todas las acciones.

Una de las prácticas con las que podemos crear una conciencia panafricanista que desafíe el patriarcado es a través de la educación de nuestros niños y niñas de manera diferente a la tradicional, lo cual es una tarea a largo plazo y para nada fácil.

Harsha Wali afirma que: «La transformación de los roles de género no trata de culpar o responsabilizar; sino de un proceso de aprendizaje permanente para hacer frente a la opresión con eficacia y humildemente» [24] [cursiva propia]. Los hombres feministas revolucionarios se hacen, no nacen, y por tanto tienen que ser creados. No existe un plan de acción sobre esto más allá de aprender de la teoría y la praxis feminista en la lucha por construir el panafricanismo y eliminar el capitalismo, el imperialismo y el neocolonialismo.

Poner fin al patriarcado

¿Cómo abordamos la tarea de poner fin al patriarcado? Mis propuestas sobre el camino a seguir no son en absoluto exhaustivas, pero son un comienzo necesario.

En primer lugar, tenemos que reconocer que el patriarcado existe como sistema político y social. Se trata de un problema sistémico y no solo de identificar «manzanas podridas»; es decir, algunos patriarcas «malos».

En segundo lugar, es necesario crear un escenario de «movimiento educativo basado en las masas para enseñar a todos sobre el feminismo; actualmente permitimos que los principales medios de comunicación patriarcales sigan siendo la principal vía por la que el pueblo aprende sobre el feminismo y por la que se muestra un punto de vista predominantemente negativo del mismo». [25]

En tercer lugar, tenemos que fomentar la actitud en los hombres de ser proactivos a la hora de abordar el patriarcado y formarles en ello. Los hombres deben tener el valor de desafiar abiertamente, y a veces discretamente, a otros hombres en sus ideas patriarcales/ sexistas y sus prácticas, ya sea en instituciones (es decir, iglesias, mezquitas, sindicatos, escuelas, universidades, etc.) o en el ámbito personal.

Dichos hombres precisan de valor para tomar medidas y decisiones que afirmen una posición anti-sexista, ya que van a contracorriente y, generalmente, los hombres que toman una posición anti-patriarcal son condenados al ostracismo por parte de los que no. Estos hombres radicales que se oponen al patriarcado con sus acciones representan nuevos referentes para otros hombres y niños. Encarnan un tipo diferente de masculinidad, una auténtica humanidad que cuenta con el valor de ser crítico que realmente busca cambiar el comportamiento de otros hombres.

En cuarto lugar, tenemos que enseñar a los niños y a los hombres a transmitir realmente sus emociones y a escuchar a los demás de forma empática. Desde una edad temprana, pocas personas enseñan a los niños a expresar sus sentimientos. De hecho, muchos intentan que los escondan. De esa manera, crecen llevando una máscara y se convierten en adultos con ella puesta. Esto ha provocado que en las sociedades occidentales no solo aumenten los casos de enfermedades mentales en la población masculina, sino también los suicidios. Bell Hooks trata el daño que sufren los hombres y niños por la falta de alfabetización emocional y afirma lo siguiente:

«Al contrario que a las mujeres negras, que podemos mostrar nuestras emociones debido al planteamiento sexista y que, por tanto, podemos conservar los sentimientos en la infancia (incluso aunque hayan abusado de nosotras o nos hayan enseñado a enmascararlos para parecer «fuertes»), los rituales patriarcales para pasar a la edad adulta obligan a los hombres negros a reprimir su capacidad de sentir. Estos chicos, a los que les han arrancado el alma, lo tendrán mucho más difícil para recuperarse que las chicas que también hayan sido dañadas». [26]

La práctica revolucionara debe desafiar al impacto tóxico del patriarcado desde los movimientos políticos y, también, desde las instituciones culturales. Bell Hooks afirma que:

«El feminismo visionario es una política sabia y maravillosa enraizada en el amor de los hombres y las mujeres que renuncian al privilegio de uno sobre el otro. El alma de las políticas feministas es el compromiso para poner fin a la dominación patriarcal de mujeres, hombres, niñas y niños. El amor no puede existir en una relación basada en la dominación y la coacción». (La cursiva es enfática).

Por último, si hemos de revitalizar el movimiento panafricanista para desarrollar organizaciones e instituciones que estén al servicio de los africanos, necesitamos hombres nuevos que sean antisexistas, antiheterosexistas y empáticos, que cuenten con una concepción política radical de conciencia individual y que se guíen por el sentido ético de la igualdad, la justicia y la libertad para todos.

El gran revolucionario Che Guevara dijo una vez: «el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad».

«Man-Africanists» en África y en el resto del mundo, no me rendiré ante ustedes.

Por Ama Biney

* La Dra. Ama Bimey es una historiadora y politóloga residente en Londres.

NOTAS FINALES
[1] Bell Hooks, en Teaching Critical Thinking: Practical Thinking.
[2] Ver Feminism is for Everybody, de Bell Hooks, p. 1.
[3] Ver Understanding Patriarchy, de Bell Hooks, http://imaginenoborders.org/pdf/zines/UnderstandingPatriarchy.pdf última visita: 23 de junio de 2016.
[4] Ver Allan Johnson, The Gender Knot Unraveling Our Patriarchal Legacy, p.2005, 5.
[5] Ver We Real Cool Black Men and Masculinity, de Bell Hooks, Routledge, 2004, p. 137.
[6] Ver http://www.telesurtv.net/english/opinion/Pan-Africanism-Feminism-and-Fin… Última visita: 4 de marzo de 2017.
[7] Ver Basil Davidson, The Black Man’s Burden and the Curse of the Nation State, de 1993.
[8] Ver Mugabe and the Man-Nation: Two Views of Culture in the Construction of Masculinities in Zimbabwe de R. Muponde, en Mugabeism? History, Politics and Power in Zimbabwe. Editado por S. Ndlovu-Gatsheni, Palgrave Macmillan, 2015, 137-156.
[9] N. Nyabola, Eulogy for Pan-Africanism: Long Live Man-Africanism’ in The New Inquiry, 23 de mayo de 2016.
[10] Ibíd. Nyabola, Eulogy for Pan-Africanism.
[11] Ver Silences in NGO Discourse The Role and Future of NGOs in Africa, de I. G. Shivji, Fahamu Books, 2007, p. 9.
[12] Citado en Ella Baker and the Black Freedom Movement A Radical Democratic Vision de B. Ransby, 2003, p. 1.
[13] Ver Unity & Struggle, p. 71.
[14] Ver Unity & Struggle, p. 71.
[15] Ver Thomas Sankara Speaks The Burkina Faso Revolution 1983-87, Pathfinder 1988.
[16] Ibíd, p. 202. En cursiva; propio.
[17] Ibíd. p. 202.
[18] Ver Challenge Patriarchy as you Organise http://beautifultrouble.org/principle/challenge-patriarchy-as-you-organi… Última visita: 22 de agosto de 2016.
[19] Ver Chris Crass, Against Patriarchy 20 Tools for Men to Further Feminist Revolution en http://everydayfeminism.com/2014/05/against-patriarchy/ . Última visita: 19 de agosto de 2016.
[20] Theorizing Progressive Black Masculinities de A. D. Mutua, en Progressive Black Masculinities editado por A. D. Mutua, Routledge, 2006, p. 12.
[21] Bell Hooks, The Will to Change Men, Masculinity, and Love, Washington Square Press, p. 116.
[22] Ibíd, p. 116.
[23] Ibíd, p.117.
[24] Harsha Wali, Challenge Patriarchy as you organise. http://beautifultrouble.org/principle/challenge-patriarchy-as-you-organize/. Última visita: 22 de agosto de 2016.
[25] Bell Hooks, Feminism is for Everybody. Passionate Politics, Pluto Press, 2000, p. 23.
[26] Bell Hooks, We Real Cool, p. 137-8.
[27] Feminism is for Everybody p. 102.

Fuente: Pambazuka News, Letter to “Man-Africanists” on International Women’s Day, publicado el 9 de marzo de 2017.

Traducido para UMOYA por Jon Fontán Calzada, Pedro Lama Guerrero, Ion Hang Tang Pat y Diego González González. Universidad de Salamanca.

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