Guerra RDC–CONGO: Los EEUU, palabras… sin actos

Los EEUU han pedido directamente a Ruanda que cese en su apoyo al M23. “Hacemos un llamamiento a Ruanda para que cese inmediatamente cualquier apoyo por su parte al M23”, ha declarado Jen Psaki, portavoz del departamento de Estado, antes de añadir que Kigali “debe retirar su personal militar del este de la RDC”. No es la primera vez que Washington formula semejante petición. En diciembre de 2012, el Presidente Barack Obama había telefoneado a su homólogo ruandés Paul Kagame, para pedirle que cesara el apoyo al M23.

Si Tío Sam se ve obligado a formular la misma petición siete meses después, uno está en su derecho a preguntarse de qué va la política americana con relación a Ruanda. O si se quiere, a cuestionar sobre la importancia que Washington acorda sinceramente a las vícitmas congoleñas que siguen cayendo bajo ls balas de los agresores ruandeses, disimulados bajo la etiqueta del M23.
Puede abrirse varias pistas de reflexión, pero todas ellas giran entorno a la sinceridad o, más bien, la hipocresía que gangrena las relaciones entre Estados, en concreto entre Washington – Kigali – Kinshasa, correspondiendo a las poblaciones congoleñas el papel víctimas de la farsa, a fuerza de creer en la sinceridad del Tío Sam.
Una extraña ligereza
En primer lugar, resulta un tanto extraño que un país como los EEUU solicite a Ruanda que cese de apoyar a los rebeldes del Congo sobre la base del informe de una ONG, en este caso, HRW. Los Estados tienen sus canales de información y están al corriente de cuanto pasa entre el Congo y Ruanda mucho antes de las revelaciones que han hecho periodistas o alguna ONG. No es serio que un país como los EEUU haga ver que descubre que Ruanda apoya el M23 al leer el informe de una ONG. Tanto más cuanto que Washington dispone de cooperantes militares en Ruanda. Incluso se ha informado en el pasado que unidades del ejército americano acompañaron a las tropas ruandesas en el Congo al menos durante la primera guerra del Congo. No es concebible que seis millones de niños, mujeres y hombres sin defensa hayan podido perecer sin que la primera potencia del mundo estuviera al corriente.
Lo que sí es verosímil es que los EEUU tratan de salvar la cara, ahora que la opinión internacional descubre la amplitud de las atrocidades de las que Ruanda, su aliado, es responsable desde hace tiempo, con perfecto conocimiento de los dirigentes americanos. En esas condiciones, las denuncias a Ruanda por parte de USA deben ser tomadas como palabras destinadas únicamente al consumo de la opinión pública.
Equivocarse de alianza
En realidad, los EEUU, en sus relaciones con Ruanda, han cometido al menos dos errores importantes y se encuentran prisioneros de una alianza que nunca había que haber establecido.Tras el genocidio ruandés de 1994, el presidente Bill Clinton consideró públicamente que era su deber prevenir y detener esa carnicería. ¡Grave error! Un presidente no es responsable más que de su país y de los ciudadanos de su país. Las crisis que estallan en el mundo deben arreglarse en el marco de las relaciones internacionales y los EEUU deben contribuir a su solución como cualquier otro Estado. Al hacerse responsable de los asuntos internos ruandeses, Bill Clinton y su administración se sintieron obligados a avalar las derivas asesinas del régimen de Paul Kagame en Ruanda y en el Congo.
Después de dos guerras, millones de muertos, masacres de poblaciones civiles, violaciones masivas, pillaje a gran escala, desplazamientos forzados de poblaciones,… una catástrofe humanitaria que recuerda la segunda guerra mundial, los norteamericanos se despiertan súbitamente preguntándose si han estado bien inspirados al liarse las manos en una alianza con semejantes dirigentes…
El segundo error de los EEUU es haber tenido sobre el Congo y sobre Ruanda una lectura maniquea que evoca la mentalidad de los westerns: los buenos cowboys y los malvados indios. Con una lectura como esa, los individuos presentados como “buenos” masacran hasta que no quede uno a los “malos”. La muerte de 6 millones de congoleños, la violación de 500.000 mujeres congoleñas, la masacre de niños reclutados a la fuerza y colocados en primera línea de fuego como soldados, todas estas atrocidades siguen produciéndose como simples anecdóticos sucesos en la mente de numerosos dirigentes americanos, que no tienen del Congo y de Ruanda más que una lectura socio-política en términos de “buenos” y “malos”.
¿Qué salida para Washington?

 

El ideal sería que Washington volviera a la situación de 1994. Los EEUU, lo mismo que otras potencias, no eran responsables del genocidio ruandés. Se trataba de un conflicto entre dos etnias ruandesas que se disputaban el poder. Sin embargo, los EEUU son indirectamente responsables en parte de las masacres perpetradas en el Congo por el ejército ruandés, financiado, entrenado y equipado en parte por Norteamérica. Si este apoyo parara, Ruanda, que no dispone de recursos cuantiosos, cesaría, por falta de medios, sus aventuras en el este del Congo.
Por otra parte, tras haber reconocido que Ruanda dispone de personal militar en el este del Congo que participa en las exacciones del M23, Washington reconoce que se han cometido al menos dos graves crímenes violando el derecho internacional, derecho del que son garantes principales pos miembros de permanentes de la ONU: el crimen de agresión y los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Se espera que Barack Obama una la palabra a los actos.
Uno de sus predecesores, George Herbert Bush, frente al crimen de agresión de Koweit por parte de Irak de Sadam Hussein, envió tropas al golfo. Fue la primera guerra del golfo, que los dirigentes occidentales siguen justificando en nombre del respeto a la integridad de las fronteras de los Estados. El Congo, Estado agredido cuyas poblaciones han sido masacradas, pide el mismo tipo de reacción por parte de los países miembros de la ONU, a condición, evidentemente, de que se supere la patética lógica de los dos pesos dos medidas.Otro predecesor de Barck Obama, George Bush Jr., frente a las masacres en Darfur, movilizó las capitales occidentales y obtuvo la inculpación de verios dirigents sudaneses, entre ellos el presidente Omar el.Béchir, por parte de la Corte Penal Internacional.
La administración Obama por ahora se contenta sólo pronunciando palabras.
Boniface MUSAVULI (agoravox.fr). Traducción: Ramón Arozarena

 

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