Mentiras, malditas mentiras y estadística: reducir la pobreza al estilo ruandés y cómo le encanta a la comunidad de ayuda

Según la última encuesta de Ruanda, la pobreza se ha reducido un 9 %, pero una comparación más significativa con los mismos datos muestra que en realidad ha aumentado un 6 %.

El presidente Paul Kagame en la Cumbre Transformar África en 2013 en Kigali, Ruanda. Fotografía del gobierno ruandés.

Hace un tiempo, felicité al gobierno ruandés por el progreso demostrado en la última encuesta integrada sobre las condiciones de vida en los hogares (EICV4, por sus siglas en inglés), en particular, en lo que concierne a la reducción de la pobreza y de la desigualdad. Me temo, pero tengo que retractarme.

Tanto el presidente Paul Kagame como el ministro de Finanzas y Planificación Económica Claver Gatete afirmaron que hubo un progreso sustancial en lo que respecta a la reducción de la pobreza del 44,9 % en 2010/11 al 39,1 % en 2013/14, lo que constituye una bajada espectacular de 6 puntos. Esta información es la que, de hecho, figura en la encuesta.

No obstante, una lectura minuciosa de la EICV4 muestra que los resultados simplemente no son comparables a los de encuestas anteriores, ya que se llevaron a cabo cambios en la metodología. Estos conciernen a la clasificación rural y urbana, a las definiciones de consumo y a la de los umbrales de pobreza y de consumo. Es decir, debido a una modificación significativa en la metodología, los índices de pobreza presentes en la EICV4 sencillamente no pueden compararse a los obtenidos en las tres encuestas anteriores. Y, sin embargo, tanto el Gobierno como el propio informe (por ejemplo en la tabla resumen de la página vi) comparan lo incomparable; encuentran progreso donde no lo hay.

No obstante, se puede hacer una comparación más genuina entre la EICV4 y las encuestas anteriores y esta aportaría observaciones completamente diferentes.

El cambio en la metodología de la encuesta reciente se menciona de pasada en las páginas 1 y 17 del informe (“Para la EICV4 de 2013/2014 se juzgó necesario actualizar el umbral de pobreza”), sin que se haya explicado cómo se ha hecho ni cómo afecta a la comparabilidad. Se puede encontrar una frase crucial en la página 33 donde se lee: “si el objetivo es obtener la cesta mínima [de bienes y servicios consumidos por los pobres], sustitúyanse los ítems consumidos raramente o los extremadamente costosos por otros más comunes y más baratos pertenecientes a la misma categoría”.

Sin embargo, lo que la EICV hace va mucho más allá. También reduce de forma masiva las cantidades (en un 70 % o más) de los tres alimentos básicos tradicionales (boniato, patata y plátano) y aumenta otros productos como la mandioca fermentada, el sorgo o el maíz. No hay bases para la adaptación, la cual se traduce a continuación como datos “ampliados ajustados” (en lo que respecta a las Kcal y los Kg) en el cuadro B4 de la página 37, pero lo que realmente consigue es reducir de forma artificial el valor de la cesta y, por ende, reducir el umbral de pobreza en nada menos que 19 puntos para 2013/14 en comparación con 2010/11.

El hecho de utilizar diferentes umbrales de pobreza en la EICV3 y en la EICV4 significa que las comparaciones directas carecen de significado, pero el conocimiento de cómo este concepto ha cambiado en el 2013/14 nos permite calcular una comparación de la pobreza más significativa entre ambos periodos.

Esta comparación se puede hacer partiendo del dato de pobreza de 45 % del 2010/11, pero adaptando el umbral de pobreza de ese año en la misma proporción (-19 puntos) que la del ajuste de 2013/14. Basándonos en los microdatos y en la bajada del umbral de pobreza de 19 %, el dato actual de pobreza es, por lo tanto, 33 % en 2010/11. No hay nada de malo, en principio, en calcular un nuevo umbral de pobreza para la EICV4 debido “a los muchos cambios en la estructura socio-económica que han ocurrido en el país [desde la primera EICV en 2000/1]”, pero incluso aceptando esta modificación, el informe de 2013/14 debería medir la pobreza utilizando un dato comparable al de 2010/11, concretamente un 33 % en lugar de un 45 %.

En otras palabras, el nuevo umbral de pobreza ha de aplicarse en retrospectiva a las encuestas anteriores. La comparación genuina entre el 2010/11 y el 2013/14 no es, por lo tanto, de 45 % a 39 %, sino de 33 % a 39 %. Esto sugiere que en vez de una disminución de 6 puntos en el nivel de pobreza, lo que la EICV4 realmente muestra es un aumento de 6 puntos. Se admite que estos cálculos son aproximados y que se necesitaría estudios más sofisticados para producir datos más precisos para que muestren dónde está el fallo. Idealmente, uno debería recalcular el nivel de pobreza de 2010/11 basándose en los microdatos y utilizando la metodología empleada en 2013/14. No obstante, la idea general es clara y enseña un aumento en el nivel de pobreza.

La ley del silencio Omertá

Así, la cuestión pasa a ser si el gobierno ruandés engaña o no deliberadamente al mundo y a su propia población. Hay indicios claros de que este es, de hecho, el caso. Mientras que la EICV3 reconoció el apoyo del equipo de Oxford Policy Management (OPM), una compañía que ofrece apoyo en temas relacionados con el desarrollo, y de dos de sus investigadores a los que nombra, la EICV4 apenas muestra gratitud al “equipo asesor de expertos nacionales e internacionales por su asesoramiento”, sin más especificaciones. Esto es comprensible a la luz del hecho que la OPM, según lo mencionado por uno de sus investigadores, tuvo una “discrepancia” con el Instituto Nacional de Estadística de Ruanda (por sus siglas en inglés, NISR) y que todo su equipo se retiró del análisis de pobreza y de todo trabajo con esta entidad. No sé cuál fue la “discrepancia”, pero uno puede suponer que estuvo relacionada con la metodología y la comparabilidad de datos a lo largo de las sucesivas EICV.

Toda esta historia representa un serio problema, ya que a Ruanda le gusta alardear del fuerte “desarrollo” observado, entre otras cosas, en relación con la reducción de la pobreza y de la desigualdad. En efecto, la comunidad internacional acepta un término medio entre “desarrollo” y represión. Pero este “desarrollo” no está fundamentado, como parece ser el caso actual, por lo que queda solamente la represión (para la cual la existencia de pruebas es abrumadora).

Al solicitar a los implicados que comentaran lo que había descubierto, me encontré con Omertá: dos de los socios internacionales que apoyaron la EICV4, el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido en Kigali y el Banco Mundial (el coordinador del Programa para Ruanda), rechazaron explicarse. Mientras tanto, la OPM declaró que “nuestro contracto contiene una cláusula de confidencialidad que no nos permite revelar ninguna información relacionada con el trabajo que hemos llevado a cabo para el NISR”. A pesar de las repetidas peticiones, esta entidad tampoco quiso hablar al respecto.

Es sorprendente que la comunidad de ayuda internacional, que seguramente sabe lo mismo que yo, no parezca molesta con las importantes deficiencias en los hechos que demuestran los logros de Ruanda en las dos áreas favoritas de quienes donan fondos: la pobreza y la desigualdad. No obstante, el gobierno ruandés es conocido por haber engañado en otros temas. Existe, incluso, una palabra en kinyarwanda para definirlo: tekiniki, que proviene del francés techniquer y significa “alterar la información”. Parece que la industria de ayuda ha decidido seguir adelante, incluso, ante el flagrante intento del gobierno ruandés de jugar sucio. Esto deja claro, una vez más, que quienes donan y quienes se benefician de dicha ayuda se necesitan: los primeros desean “historias de éxito”, los segundos, dinero. Además, ninguno quiere marear la perdiz.

Quizá la comunidad de ayuda debería tener en cuenta el aviso del Premio Nobel de Economía Angus Deaton, que escribió: “Al aportar atención sanitaria a madres y niños ruandeses, [el presidente Kagame] se ha convertido en una de las “queridas” de la industria y en un destinatario favorito para la ayuda. Fundamentalmente, a través de la “cría” de niños ruandeses, Kagame permite que más de ellos sean la moneda de cambio para la ayuda a su gobierno no democrático y opresivo. Los grandes flujos de ayuda enviados a África algunas veces benefician a quienes se destinan, pero también fomentan la creación de dictadores y les aportan los medios necesarios para aislarlos de las necesidades y de los deseos de su pueblo”.

Filip Reyntjens es catedrático de Derecho político en el Instituto de Política y Gestión del Desarrollo de la Universidad de Amberes (Bélgica).

Fuente: http://africanarguments.org/2015/11/03/lies-damned-lies-and-statistics-poverty-reduction-rwandan-style-and-how-the-aid-community-loves-it/

Traducido por: Catarina Raposo dos Santos

Publicado el 3 de noviembre de 2015 por Filip Reyntjens

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