¿Qué puede aprender África de la crisis de Grecia?

En los últimos días, muchos de nuestros lectores nos han pedido que analicemos la crisis de Grecia y el euro, y cómo se podría relacionar con la larga experiencia de África con uno de los grandes acreedores internacionales.
Así que planteamos la siguiente pregunta a una serie de expertos y comentaristas: ¿qué pueden aprender los políticos africanos de la crisis de Grecia y del enfoque de Syriza para lidiar con los acreedores? ¿Qué otras lecciones se pueden extraer?

Grieve Chelwa, doctorando en ciencias económicas, Universidad de Ciudad del Cabo
1. La experiencia de Grecia con la troika (el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea) es una confirmación más de que lo hemos estado diciendo en África sobre lo perjudiciales que son las medidas de austeridad. La economía de Grecia ha disminuido en torno a un 25% desde que la troika empezó a pedir los cierres en Atenas en 2010. La pastilla de la austeridad se administró durante mucho más tiempo en la mayoría de países africanos, desde finales de la década de 1970 hasta los años 90. Sólo Dios sabe la magnitud del desastre que dejó a su paso.
2. La segunda lección que extraemos es que los acreedores internacionales son el enemigo de la democracia. La troika, que siempre ha favorecido a los acreedores, ha intentado abusar del gobierno griego al no consultar con su pueblo, tal y como establece la democracia, las nuevas propuestas de austeridad. De hecho, en un flagrante alarde de elitismo, a Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas, le preguntaron en una ocasión: «¿Cómo esperas que la gente de a pie entienda unos temas tan complejos?».
Robtel Neajai Pailey, académico liberiano, activista y autor
En su referéndum más reciente para rechazar las medidas de austeridad propuestas por los acreedores internacionales, Grecia ha demostrado que la economía no siempre soluciona las cosas. La rígida posición de Syriza ha reflejado el enfoque que Thomas Sankara, de Burkina Faso, tenía para el ajuste estructural, así que no es nada nuevo. Quizás un posible grexit sea una señal de los tiempos y los africanos pueden verlo como una clara llamada a rechazar las odiosas deudas contraídas por los regímenes cleptocráticos y autoritarios del pasado.
Steven Friedman, académico e intelectual público
La lección clave que deben extraer los políticos africanos es que, en la lucha contra este abuso económico, el pueblo es la fuente de poder más importante. Dar voz al pueblo es muy pocas veces (si es que lo es alguna) la estrategia central en las luchas por la justicia económica que ocurren en todo el continente (y Grecia demuestra que eso es justo lo que necesita). Lo más importante de Grecia es que la lucha por la justicia se está llevando a cabo usando los métodos que proporciona la democracia formal. Independientemente del resultado, esto nos demuestra que la democracia formal no es un complot de los más poderosos para controlar a los que no tienen poder, pero que muchas veces lo ha sido porque demasiadas personas han sido excluidas de la participación democrática y muy pocos problemas se han dejado en manos de la decisión popular. Estirando los límites de lo que las personas pueden decidir y de quién debería decidir, el gobierno griego está iniciando una nueva era de política democrática como arma de justicia social. Es esencial que África forme parte de todo esto.
Patrick Bond, académico e intelectual público
Hemos sido testigo de los acuñados «disturbios del FMI» en África durante el último tercio de siglo —sobre todo a la hora de reducir el aumento en el precio del petróleo en enero de 2012 n Nigeria—; pero si estos no han funcionado en gran parte del continente, el domingo pasado hemos podido contemplar una lección que sí podría servirles a los futuros políticos de izquierdas. Si Syriza pudo no sólo superar las elecciones de enero con casi un 40% del electorado, sino también el actual referéndum con un 61%, en contra de toda lógica banquera, todo ello sugiere un firme apoyo latente en contra del neoliberalismo. Aquí, en Sudáfrica, se trata de un sentimiento que ha existido durante años, pero que no ha encontrado una entidad en la que canalizarse como Syriza, que una a un porcentaje tan grande de la sociedad. Pero está claro que ese es el futuro de la política.
Cassandra Veney, científica política, Universidad de Quinnipiac
«Lecciones de África para Grecia»
Grecia, como muchos países africanos, se está enfrentando simplemente a un ajuste estructural. En 1990, la mayoría de los países africanos estaban viviendo este ajuste impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
La piedra angular del programa de ajuste estructural (SAP, por sus siglas en inglés) incluye: devaluar las divisas nacionales, eliminar los subsidios y los controles de los precios, reducir las tarifas de las importaciones, vender las empresas estatales, recortar el número de funcionarios y congelar sus salarios, introducir tasas para los usuarios de las clínicas, hospitales, colegios e universidades. Los gobiernos tenían que diseñar y aplicar políticas para lograr estos objetivos sin afectar mucho a los ciudadanos. En otras palabras, los gobiernos africanos no tenían con qué negociar unos prestamos más favorables cuando los presionaban a que gastasen sus escasos recursos en devolver la deuda a costa de las viviendas, la educación y la sanidad.
El FMI y el Banco Mundial también relacionan la reducción de la corrupción y la transparencia con los préstamos. Angola es un claro ejemplo de esto. Una de las condiciones de los préstamos de Angola con el paso de los años era que se hiciese más transparente en lo que respecta a sus ingresos derivados del petróleo. Angola cumplió con esta condición cuando se vio desesperada por conseguir dinero, pero la ignoró cuando mejoró su economía. Angola se podía permitir eso porque tenía petróleo y diamantes para vender. De hecho, este país tiene el récord en iniciar negociaciones con el FMI, negarse a aplicar las condiciones, rechazar las negociaciones y pedirles préstamos a los chinos.
La mayoría de los países, no sólo los africanos, que se vieron obligados a aplicar los SAP experimentaron un nivel de agitación social y económica en todos los sectores de la sociedad, excepto en el de los «superricos».
Los gobiernos africanos pueden explicarles a los ciudadanos griegos lo que ocurrirá cuando el gobierno recorte el financiamiento o no financie la infraestructura que todo país necesita si pretende satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos, y no hablemos ya de si su intención es desarrollarse y convertirse en una parte importante de la economía capitalista global. Los SAP han demostrado que no hay una solución universal para todos los problemas: no existe esa pastilla milagrosa para que se mejoren las economías enfermas, y no hay nada de malo en que el gobierno griego convoque un referéndum y deje que el pueblo decida si quiere un rescate de la deuda o no.
Si Grecia pretende reducir su dependencia del dinero del FMI, quizás quiera aceptar los consejos de algunos países africanos y pedir dinero a los chinos, ya que este dinero viene con unas cargas menos pesadas.
Lo que Grecia está viviendo ahora mismo no es diferente a lo que los países africanos han tenido que enfrentarse, en sus intentos por equilibrar la austeridad con las políticas humanas en favor de los más vulnerables. A la troika le falta tiempo para encasquetarle los problemas económicos del país al gobierno y no es capaz de admitir que ha desempeñado una parte muy importante a la hora de crear este desastre económico. Al igual que con Grecia, los gobiernos africanos también fueron acusados de llevar a cabo prácticas corruptas, de no vender las empresas estatales a tiempo y de atrasarse en la implementación de las medidas de austeridad. ¿Y qué hay de malo en ello? Una de las funciones más importantes de un estado es proteger a aquellos que no pueden protegerse a sí mismos. En vez de sufrir el descrédito por mantenerse firme en sus intentos de proteger a los más vulnerables, Grecia tendría que recibir un aplauso. El problema es que Grecia está sola en un continente sumergido en el desdén y el desprecio hacia los oprimidos. En cambio, los africanos, aun cuando los gobiernos implementaron los programas de ajuste estructural, se mantuvieron unidos en su desprecio por las medidas y tomaron las calles para demostrarlo. Con suerte, Grecia, al igual que varios países africanos, resurgirá de las cenizas de este desastre económico, y no gracias al FMI, sino a pesar de esas instituciones financieras internacionales que no buscan lo mejor para los africanos.
Siddhartha Mitter, periodista y asesor
Prefiero ser cuidadoso a la hora de sacar lecciones para los estados africanos o para cualquier otro país endeudado. Más que nada porque, para empezar, todavía no sabemos cómo acabará la historia: Grecia podría acabar siendo forzada a abandonar la eurozona. Independientemente, la crisis griega es una crisis política y económica a partes iguales. Grecia está ligada a sus acreedores por una doble capa de instituciones políticas: en primer lugar, las de la UE y, en segundo, las de eurozona. La transferencia de deuda griega a los gobiernos de la eurozona y al BCE, y esa sección relativamente pequeña de deuda al FMI dentro del porfolio general de Grecia solo son una parte más que se añade a la naturaleza intraeuropea de esta crisis política y económica. El ingenio de Syriza, a la hora de convocar un referéndum, pretendía obligar a los agentes políticos a que diesen la cara y se hiciese evidente la necesidad de crear una resolución política.
En cambio, los estados endeudados de África y de cualquier otra parte del mundo se enfrentan a un problema muy diferente. Estos países no están ligados a sus acreedores por una unión política. Es decir, la mayor parte de su deuda es comercial y su deuda oficial es, en su mayoría, a prestamistas multilaterales. Además, los términos de austeridad que el FMI y el Banco Mundial exigen habitualmente no son tan draconianos como lo eran hace 10 o 20 años; y también hay nuevos prestamistas disponibles, sobre todo China y los estados del Golfo. Por eso, hablamos de un caso totalmente distinto.
Dicho esto, el mensaje político del referéndum griego, el mensaje de que hay un límite de austeridad que el pueblo no puede ni debe tolerar que se cruce, resonará a nivel mundial. Si esto va a tener un impacto en África, creo que calará entre los partidos de la oposición, los activistas comunitarios y la «sociedad civil», y conseguirá envalentonar a la oposición para que creen políticas fiscales que los gobiernos puedan aplicar para satisfacer a los acreedores. A corto plazo, esto conlleva que la vida pueda ser más difícil para los gobiernos africanos y no se la facilitará en absoluto. A medio plazo, tendría que animarles a hacer lo que los más avispados ya están haciendo: diversificar su porfolio de deuda y mejorar la gestión técnica de su economía, sin importar la orientación política que tengan.
Benjamin Fogel, escritor y doctorando en Historia, NYU
La resistencia griega al régimen de austeridad de la UE solo ha sido posible gracias a la lucha sostenida entre los partidos políticos y los movimientos sociales que se ha desarrollado durante años, concretamente desde 2008. Además, estas luchas se remontan a la tradición de resistencia griega que comenzó con la guerra de independencia contra el Imperio Otomano y, más tarde, con la resistencia a las invasiones alemanas e italianas durante la Segunda Guerra Mundial y durante las numerosas Juntas Militares de los últimos 50 años. Todo esto se ha traducido en una escena política militante y ecléctica en la que hay varias tendencias intelectuales y políticas firmes, que, combinadas, crean una intelligentsia y una escena activista de izquierdas , capaz de tener la hegemonía de una gran parte de la sociedad griega. Por otro lado, conviene tener en cuenta que este movimiento de resistencia no tiene una solidaridad real en ningún otro estado de la eurozona.
La esclavitud por la deuda es algo que varios países africanos y del tercer mundo ya han experimentado, y la resistencia de Grecia y de algunas partes de Latinoamérica nos muestra que aquí, en Sudáfrica, tenemos que desarrollar nuestros movimientos políticos y tenemos que unir nuestra intelligentsia no solo para obtener poder político, sino también para luchar por la hegemonía, con el fin de aportar una visión alternativa de la sociedad. Con demasiada frecuencia vemos cómo la «resistencia» y la «deuda» se quedan atascadas en la retórica despolitizada de las ONG que se disfrazan de resistencia política al neoliberalismo o de «sociedad civil». Los movimientos son herramientas de recaudación de fondos y Grecia nos demuestra el valor y la fuerza de los movimientos políticos basados en la clase trabajadora y la capacidad de ofrecer un modelo de resistencia que rompa con la retórica de la justicia social despolitizada.
Dennis Laumann, historiador, Universidad de Memphis
El evangelio del neoliberalismo se manifiesta no solo en la demente insistencia del capital global en la «austeridad» frente al desempleo, el desamparo y el hambre, sino también en la pervertida moralidad burguesa que condena, menosprecia y silencia cualquier crítica hacia ella.
En un reciente concierto emocionante y triunfante en Menfis de la estrella del afrobeat, Seun Kuti, hijo del fallecido Fela y líder de la banda de su padre, Egypt 80, los organizadores se sintieron obligados a disculparse por su política. Aunque «IMF» (siglas en inglés para FMI), uno de los temas del último álbum de Kuti (A Long Way to the Beginning), quiere decir «International motherfuckers» (que se traduce por «Hijos de puta internacionales»), en realidad fueron sus bromas entre canciones, desenfadadas y a menudo graciosas, acerca de la pobreza y la corrupción, acompañadas de algunos insultos, las que ofendieron a los gerentes del local. En primer lugar, mostraron un mensaje repentino e incompleto en la gigantesca pantalla del escenario (¡en medio del concierto de Kuti!), disculpándose por el lenguaje del cantante y asegurándole a la audiencia que la gerencia no compartía su visión política. Poco después, la misma mujer que al principio anunciaba alegremente a Kuti, volvió tras la ovación al artista para reiterar verbalmente la disculpa. No obstante, al igual que los griegos que votaron al «no», la audiencia respondió a la presentadora con sonoros abucheos y con posteriores insultos a Levitt Shell , el local del concierto, en su página de Facebook (uno de mis favoritos es el comentario que describe el mensaje electrónico de la pantalla del concierto como «Orwelliano»).
Parece evidente que los organizadores del concierto no sabían nada de la música políticamente cargada de mensajes de Kuti cuando le invitaron —por no hablar de su padre o su linaje, en el que se encuentra su abuela, la luchadora anticolonial Funmilayo Ransome-Kuti—. Además, de alguna manera se han creído que hay artistas que no tienen sentido político y audiencias que no son capaces de soportar la verdad. Efectivamente, hijos de puta internacionales.

 

Fuente: http://africasacountry.com/what-can-africa-learn-from-the-greek-crisis/

Traducción de: Miguel Borrajo González y Raquel de Pazos Castro

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos
Responsable Federación de Comités en Solidaridad con África Negra +info...
Finalidad Gestionar y moderar tus comentarios. +info...
Legitimación Consentimiento del interesado. +info...
Destinatarios Automattic Inc., EEUU para filtrar el spam. +info...
Derechos Acceder, rectificar y cancelar los datos, así como otros derechos. +info...
Información adicional Puedes consultar la información adicional y detallada sobre protección de datos en nuestra página de política de privacidad.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.