Entrevista a Sylvestre Mido sobre el Genocidio congoleño

«El 2 de agosto se cumple el aniversario del inicio de la Segunda Guerra del Congo, así que lo conmemoramos para recordarles a los congoleños residentes en el país y en el extranjero que, desde dicho día, millones de compatriotas han sido asesinados, violados, secuestrados y esclavizados con motivo de nuestros recursos naturales. Necesitamos tenerlos presentes y trabajar para poner fin a la matanza».

© WikimediaCommons

Genocost, un grupo activista con sede en el Reino Unido, conmemoró el Genocidio congoleño el 2 de agosto. Es el día en que Ruanda y Uganda, aliados de EE.UU., invadieron la República Democrática del Congo y desencadenaron la Segunda Guerra del Congo en 1998. A pesar del acuerdo de paz firmado en 2003, la violencia, los desplazamientos y las matanzas en masa siguen sucediéndose. Los epidemiólogos del conflicto que trabajan junto con el Comité Internacional de Rescate estiman que el número de víctimas asciende a 5,4 millones en el transcurso de tan solo 10 de los casi 20 años que se ha prolongado el enfrentamiento.

Genocost pide a las naciones que reconozcan oficialmente el 2 de agosto como el Día conmemorativo del Genocidio congoleño. Entrevisté a Sylvestre Mido, un congoleño que es informático profesional además de activista y portavoz de Genocost. Su familia dejó el Congo en 1999, cuando él tenía 16 años.

Ann Garrison: Sylvestre, ¿podría explicarnos por qué su grupo quiere «conmemorar» un genocidio que aún no ha terminado? ¿No suele ser más frecuente conmemorar los genocidios y otras tragedias en retrospectiva?

Silvestre Mido: Queremos conmemorar el Genocidio congoleño porque el país tiene una historia repleta de tragedias olvidadas. No se celebran conmemoraciones de los diez millones de congoleños muertos bajo el reinado del terror del rey belga Leopoldo II. El monarca acabó con la mitad de nuestra población de aquel entonces, hace más de un siglo, para hacerse con el caucho, el marfil y el oro.

En otras naciones se construirían monumentos tras semejante tragedia, se redactarían libros sobre ello y los acontecimientos históricos se enseñarían en los colegios. Sin embargo, en nuestras escuelas nos enseñaron que Leopoldo II fue nuestro «Rey Constructor». Nos explicaron cómo ayudó a levantar nuestra nación mediante la construcción de carreteras y otras infraestructuras. Todavía se les vende a los niños congoleños como un «salvador» de nuestra patria. A día de hoy, muchos congoleños en sus hogares aún llaman Nokos (tíos maternos) a Leopoldo II y a los otros colonizadores belgas.

Solo descubrí la verdadera historia de Leopoldo tras mudarme al Reino Unido, cuando vi el documental de la BBC «White King, Red Rubber, Black Death» (traducible como «Rey blanco, goma roja, muerte negra»).

AG: Vale, me deja usted de piedra. ¿Me está diciendo que fue a la escuela en el Congo y le contaron lo fantástico que fue el rey Leopoldo II omitiendo que había acabado con la mitad del país?

SM: Sí.

AG: ¿No se lo contaron?

SM: No.

AG: ¿Es esto generalizado en todo el sistema educativo congoleño?

SM: Hasta donde yo sé, es la norma general. En el Congo se sigue enseñando la programación didáctica que los belgas dejaron tras la colonización.

AG: ¿Y qué hizo usted tras ver el documental «White King, Red Rubber, Black Death»?

SM: Descubrir la verdadera historia de Leopoldo II me hizo darme cuenta de lo importante que es para nosotros como nación ser capaces de aprender y narrar nuestra propia historia para trasmitirla a la siguiente generación, con la esperanza de que no padezcan lo que las generaciones anteriores sufrieron. Hoy en día, el Congo está reviviendo casi con exactitud la misma explotación inhumana del gobierno de Leopoldo: los asesinatos sistemáticos y la esclavización de los congoleños para explotar sus recursos. Así, decidimos empezar por conmemorar el aniversario en que todo empezó. El 2 de agosto se cumple el aniversario del inicio de la Segunda Guerra del Congo, así que lo conmemoramos para recordar a los congoleños, estén en el país o en el extranjero, que, desde dicho día, millones de congoleños han sido asesinados, violados, secuestrados y esclavizados con motivo de nuestros recursos naturales. Necesitamos tenerlos presentes y trabajar para poner fin a la matanza.

AG: Entiendo que también le gustaría que los demás reconozcamos la matanza y trabajemos para detenerla, ¿no es así?

SM: Sí. Queremos que nuestros amigos de todo el planeta estén a nuestro lado y nos ayuden a detener la matanza.

El Congo tiene mucho que ofrecer al mundo. Es un país de una belleza increíble, con una riqueza que va mucho más allá de sus recursos minerales. El Congo alberga una de las mayores selvas del mundo, solo comparable a la del Amazonas, lo que implica que es una porción inmensa de los pulmones del planeta. La explotación creciente de madera y la deforestación están destruyendo no solo nuestras comunidades forestales, sino el clima del planeta.

Se nos conoce por nuestra calidez, nuestra cultura vibrante y nuestra música y artes; y nos gustaría compartir toda esta belleza con el resto del mundo. Pero mientras la violencia continúe, no solo perderemos a nuestra gente, sino también nuestra cultura, nuestra flora, nuestra fauna y la oportunidad de unirnos para evitar la catástrofe climática.

Por eso estamos pidiendo a personas en todo el mundo que se nos unan en nuestra lucha.

AG: ¿Podría describir cómo les ha apoyado Jeremy Corbyn?

SM: Conocí a Jeremy Corbyn en Nochebuena del año 2011, cuando estaba frente al número 10 de Downing Street sufriendo el frío y la lluvia junto con miles de congoleños. Protestábamos contra las elecciones congoleñas fraudulentas. Se nos acercó un hombre mayor y dijo que le gustaría hablar con nosotros, a lo que los más ancianos respondieron: «Dejadle hablar a él; es el parlamentario de Islington», que tiene una gran comunidad congoleña. Y el hombre en cuestión era Jeremy Corbyn. Nos dijo que había estado en el Congo, que entendía lo que estaba sucediendo allí y que quería que siguiéramos luchando porque es un conflicto que debería captar mucha más atención a nivel mundial. Así, me sorprende y me alegra que, seis años después, Jeremy Corbyn lidere el Partido Socialista del Reino Unido y tenga opciones de ser primer ministro.

Y no se limitó a hablar. Tras ello, pidió al Parlamento británico que aprobara una resolución en la que se afirmaba que los resultados de las elecciones del 2011 no eran creíbles.

AG: Mientras hablábamos, consulté la Corbyn motion (la moción de Corbyn), enviada el 12 de diciembre del 2011. Diecinueve miembros del Partido Laborista la apoyaron, además de siete del partido Liberal Demócrata y uno de cada uno de los siguientes partidos: los Conservadores, los Unionistas Democráticos, Plaid Cymru (el partido nacionalista galés) y los Verdes. Caroline Lucas es la única representante verde en el Parlamento británico así que yo, como miembro de la organización medioambiental estadounidense Global Green USA, estoy encantado de ver que mi partido apoyó la moción al cien por cien. Sin embargo, todos estos votos sumaban tan solo 30 de los 650 miembros del Parlamento británico en la Cámara de los Comunes.

SM: Sí, pero seguía siendo significativo que Jeremy Corbyn les hiciera prestar atención a nuestra causa e incluso que nos apoyaran tanto.

AG: Y esto es particularmente importante porque EE.UU. y Reino Unido son las potencias más influyentes en el Congo y en la región de los Grandes Lagos de África, ¿no es así?

SM: Sí, Reino Unido y EE.UU. son los mayores donantes bilaterales del Congo y Ruanda, así que creo que tener a alguien como Jeremy Corbyn en el poder podría traer cambios positivos. No caigo en el espejismo de pensar que su elección en sí misma pudiera ser suficiente para poner fin al genocidio. Un ejército de multinacionales y varios lobbies le harían frente. Pero mandaría un mensaje claro a la Ruanda de Paul Kagame y a todos los otros dictadores y señores de la guerra que causan estragos en el Congo y en la región de los Grandes Lagos de África. Les haría saber que sus aliados habituales, incluidos Tony y Cherie Blair, habrían dejado de estar en el poder y no serían capaces de protegerles mucho más tiempo.

AG: Algunos escritores y académicos han afirmado la palabra «genocidio» se sobreutiliza y se abusa de ella tanto políticamente que ellos ya no la emplean, o tan solo la usan extraordinariamente. Entre ellos se encuentran los profesores Edward S. Herman y David Peterson, coautores de The Politics of Genocide (traducible como La política del genocidio), y Noam Chomsky, que redactó la introducción de dicho libro. Estoy de acuerdo con ellos, pero esta es tu historia así que dime, ¿por qué tu grupo y tú pensáis que es importante reivindicar la palabra «genocidio»?

SM: El Artículo II de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU define dicho crimen de cinco maneras:

  1. Matanza de miembros del grupo;
  2. Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
  3. Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
  4. Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
  5. Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.

Todas las definiciones se cumplen en el Congo. Se realizan matanzas de congoleños sistemáticamente. Se separa a los niños de sus familiares para convertirlos en niños soldado o emplearlos como esclavos en las minas. Las mujeres son violadas sistemáticamente, separadas de sus comunidades y acaban viviendo con enfermedades de transmisión sexual. Tenemos generaciones enteras afectadas por ello.

Cada uno de estos actos nocivos infligidos al pueblo congoleño encaja en la definición de genocidio por sí mismo. Pero cuando los cinco concurren en un solo lugar, entonces no se puede negar que esto sea un genocidio. Genocidio es lo que está ocurriendo en el Congo. Es lo que ha estado pasando durante los últimos 20 años. Es una matanza sistemática. Es una matanza sostenida en el tiempo. Es una matanza impulsada por la necesidad de obtener un beneficio económico y por la demanda de cobre, coltán y otros recursos minerales que los congoleños tienen.

AG: Así que es planeada y sistemática; para separar a la gente de su tierra y recursos.

SM: Sí, eso es exactamente lo que es.

AG: En el Congo también se han cometido otros crímenes internacionales que no están recogidos en la Convención de Naciones Unidas sobre Genocidio. Fueron establecidos por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas para codificar los principios legales subyacentes a los Juicios de Núremberg realizados a los miembros del Partido Nazi tras la Segunda Guerra Mundial. El primero dice así:

a) Delitos contra la paz:

i) Planear, preparar, iniciar o hacer una guerra de agresión o una guerra que viole tratados, acuerdos o garantías internacionales;
ii) Participar en un plan común o conspiración para la perpetración de cualquiera de los actos mencionados en el inciso i).

Ambos países, Ruanda y Uganda, han violado repetidamente este primer principio del derecho internacional al invadir reiteradamente el Congo. Además, han cometido crímenes de guerra y delitos contra la humanidad tal y como se definen en el texto de los Principios de Núremberg:

b) Delitos de guerra:

Las violaciones de las leyes o usos de la guerra, que comprenden, sin que esta enumeración tenga carácter limitativo, el asesinato, el maltrato, o la deportación para trabajar en condiciones de esclavitud o con cualquier otro propósito, de la población civil de territorios ocupados o que en ellos se encuentre, el asesinato o el maltrato de prisioneros de guerra o de personas que se hallen en el mar, la ejecución de rehenes, el saqueo de la propiedad pública o privada, la destrucción injustificable de ciudades, villas o aldeas, o la devastación no justificada por las necesidades militares.

c) Delitos contra la humanidad:

El asesinato, el exterminio, la esclavización, la deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, cuando tales actos sean cometidos o tales persecuciones sean llevadas a cabo al perpetrar un delito contra la paz o un crimen de guerra, o en relación con él.

AG: La Convención de Naciones Unidas sobre Genocidio incluye la mayoría de estos delitos en términos bastante más genéricos, pero un crimen que no incluye es el «saqueo de bienes públicos o privados». Así que, ¿cree que su grupo podría añadir la violación de los Principios de Núremberg a la lista de crímenes cometidos en el Congo?

SM: Los principios que subrayas han sido violados infinidad de veces por los ejércitos de Ruanda y Uganda en el Congo. Uno de los casos más flagrantes que se me ocurre son los seis días de guerra en Kisangani: las tropas de Uganda y Ruanda pelearon entre sí por el tesoro mineral en el territorio congoleño. Destruyeron una ciudad entera repleta de civiles.

Bien podríamos añadir dichos crímenes a la lista de delitos cometidos durante este conflicto, pero, de momento, queremos centrar la atención de la gente en el panorama general mediante nuestra petición de que se reconozca el genocidio. Sin embargo, es poco probable que la ONU y la «comunidad internacional» lo hagan hasta que les sirva para sus propios intereses.

La mayoría de los grupos que hacen campaña por el Congo se centran en ejercer presión en la ONU y otras estructuras políticas para que se reconozca lo que está pasando en el Congo y se haga algo al respecto. No tenemos nada en contra de esto, pero creemos que es igual de importante, si no más, que consigamos el apoyo del propio pueblo congoleño. Cuando la nación adopte una actitud firme y comunique con claridad al mundo que no se conformará con nada menos que la justicia, entonces resultará complicado para cualquiera que trate con nosotros en el futuro continuar con abusos y agresiones. Una vez que reconozcamos lo que hemos pasado, será difícil que otros lo ninguneen, y eso es lo que tratamos de conseguir. La autodeterminación.

AG: De acuerdo, déjeme hacerle unas pocas preguntas finales sobre la ocupación ruandesa del Congo. En su nuevo libro Kagame’s Killing Fields (traducible como Los campos de las matanzas de Kagame), David Himbara afirma que «En 1997 Kagame se había convertido en la principal potencia ocupadora de la RDC, un país enorme, noventa veces más grande que Ruanda». ¿Diría usted que se trata de una ocupación en curso?

SM: La influencia de Kagame en la RDC es un secreto a voces. Puede que él lo niegue, pero el repentino auge de los congoleños de habla ruandesa en los papeles clave del Gobierno congoleño y del Ejército congoleño no es casualidad. Los grupos rebeldes ruandeses como el M23, famoso por cometer atrocidades en el Congo, continúan atravesando de un lado al otro la frontera entre el Congo y Ruanda. Sencillamente «aparecen» de nuevo en Ruanda cuando les conviene.

AG: ¿Cree usted que esta ocupación actual sería sostenible sin el apoyo de poderes militares más potentes que Ruanda?

SM: No. Resulta ridículo pretender que hoy día Ruanda pueda ocupar militarmente una nación de las dimensiones del Congo por sí sola. Ni siquiera las provincias Kivu, que por sí mismas han demostrado ser un reto demasiado grande. Quienes desean balcanizar el Congo separando las provincias Kivu, ricas en minerales, han fracasado a pesar de intentarlo durante años.

Ruanda ha conseguido llegar tan lejos porque ha contado con el respaldo de superpotencias cuyas empresas se beneficiaban del contrabando de minerales. Son las mismas que durante los últimos 20 años han vendido armas a las milicias en ambos bandos de la frontera entre el Congo y Ruanda. Continúan atizando el conflicto, que ha resultado ser un negocio muy rentable en más de un aspecto.

Ann Garrison

Fuente: Pambazuka News. Congo Genocide: An interview with Sylvestre Mido, publicado el 17 de agosto de 2017.

Traducido para UMOYA por Jon Fontán Calzada.

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