Confidencias de un joven ruandés

El futuro me preocupa. Quizás sea una de las más longevas preocupaciones de la humanidad. En lo que a mí se refiere, tras 23 años vividos, las próximas decisiones que voy a tomar van a ser de las más importantes y determinantes. Para saber a dónde me dirijo, es importante que sepa de donde provengo. Hombre en ciernes, me estoy preguntando: “¿Podré realmente convertirme en “hombre” ignorando los acontecimientos que ocurrieron en Ruanda antes de que naciese?” Tarde o temprano, no tener el suficiente conocimiento de mi historia resultará ser una laguna, pero una laguna que, desde hace algunos meses, he decidido rellenar…

“Si la rama quiere florecer, que honre a sus raíces”.

23 años después, ya sé un poco más de la historia de mi país. Formo parte de los que nacieron durante la guerra… Pero que no pudieron crecer en su país de origen.

23 años después, el balance de mi relación con Ruanda. No se cae por su propio peso. El afecto que siento por ese lugar en el que no he vivido, que sin embargo ocupa un espacio importante en mi corazón, proviene del amor que mi familia, mis padres y amigos sienten vis a vis de Ruanda. Una relación indirecta por lo tanto, y no obstante muy fuertemente presente. Es por intermediación de ellos que mi afecto por Ruanda existe. Así como quisiera poder dirigirme a Dios directamente sin pasar por los santos, quisiera poder amar a Ruanda sin la ayuda de ningún intermediario, aspiro a una relación directa. ¿Pero cómo?
Ya no soy un niño y en hombre me estoy convirtiendo. Para mí, se trata de conocer mi historia, mis raíces, saber, para poder seguir construyendo mi futuro. Ese regreso hacia el pasado ha sido difícil, pero he logrado hacerlo. ¿Y qué me ha aportado? Cierta profundidad, pero sobre todo comprensión y compasión. Finalmente he reconocido que la justicia divina no existe. Y como la justicia del Hombre depende de los intereses de los que se sirven de ella, opino que nosotros, ciudadanos, miembros de la sociedad civil, no nos queda otro remedio que el de hacer que la justicia advenga aquí abajo en la Tierra.

“¿No soy nada más que un producto del pasado?”

Mientras que algunos de nuestros parientes están librando diversas luchas aquí a diario, y que otros todavía están luchando en los campamentos de refugiados, o en el país de origen, yo soy de aquellos que piensan que la juventud ruandesa, de la cual formo parte, también tiene una lucha que librar. No la de querer establecer una Verdad. Menos aun la que consiste en hacer callar (y a veces para siempre) a todos aquellos y aquellas que desean iniciar esta empresa. No, según yo pienso, es otra lucha la que nos concierne.

Sí, el pasado no está en el centro de mis preocupaciones. Tras haberme acercado a él, he girado mi mirada hacia el futuro, es decir, hacia la reconciliación. Tras haber tomado nota de nuestra historia, el momento de hacerse preguntas vino acto seguido. Yo, joven de la diáspora ruandesa ¿contribuiría al advenimiento de una auténtica reconciliación en el seno de un pueblo atomizado? Con esta pregunta, sobreentiendo que el pueblo ruandés no se ha reconciliado. Efectivamente, cualquier joven con un mínimo interés por Ruanda, podría realizar la misma observación: la reconciliación del pueblo ruandés es una pura fachada.

“¿Quién es ese Otro?”

Agradecido por todo lo que hemos recibido de nuestros padres, hagamos frente a las responsabilidades inherentes a esta generación completamente nueva. Adonde quiera que vayamos, hagamos lo que hagamos, Ruanda (y su historia) es y seguirá siendo una parte fundamental de nuestra herencia. Por lo tanto, cada uno de nosotros llevamos dentro la semilla de su futuro. Si algo hay de lo que no debemos dudar, de esto se trata.

¿No es éste motivo suficiente para que dejemos atrás el peso del pasado, para de este modo dar muestra de apertura dentro de nuestras comunidades? ¿Para así conocer y dejarnos conocer por el Otro?

Finalmente, ¿Qué puedo hacer yo a escala personal? ¿Me situaré entre los que están a favor de la diversidad, capaz de percibir nuestras diferencias como riquezas y ser así proclive al diálogo con el otro? ¿Y será la juventud ruandesa diferente de las demás? ¿Será también la primera en elogiar la tolerancia, el diálogo y la apertura, pero incapaz dentro de su comunidad de ir al encuentro del otro, y de dejar que sus hermanos y hermanas vengan al suyo?…

¿Somos realmente así, seres incapaces de ir al encuentro y de dejar que vengan al nuestro?

Fabrice Ndikumana

Fuente: Jambonews.net, Confession d’un jeune Rwandais, publicado el 18 de abril de 2017.

Traducido para UMOYA por Juan Carlos Figuiera Iglesias.

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