Destituir a Kabila para salvar la nación: un tema de debate sin tapujos

En un país tan autocrático como Congo-Kinshasa, el título de este artículo parece tan atrevido y temerario que, por el miedo a ser asimilado como un intento de golpe de Estado, algunas personas dudarían incluso si leerlo. Sin embargo, el mundo entero, testigo de la tragedia que está teniendo lugar en este país, quiere saber si aún hay gente que reflexiona o si la población está resignada y espera, tal y como oímos a diario, a que Dios nos libre (“Nzambe Akosala”)1.

En el lenguaje cotidiano, destituir significa “privar a alguien de su cargo, empleo o función, así como retirarle de un rango”.2 En política y en derecho, estas expresiones alcanzan otra dimensión y hacen referencia al “derrocamiento de las instituciones establecidas” o, para los juristas, a “el delito contra la seguridad del Estado”.

En África, y principalmente en el Congo, algunos opositores ya han pagado las consecuencias y continúan haciéndolo a día de hoy, por el simple hecho de haber debatido acerca del fin del mandato de un jefe de Estado saliente. Hemos decidido tirarnos a la piscina y romper el hielo para abrir el debate, teniendo como base la situación política e institucional que prevalece actualmente en el país, así como sus consecuencias. Esto lo hemos llevado a cabo haciendo nuestras las preocupaciones legítimas de la población congoleña que se pregunta también, y con razón, cuál es el uso que han hecho de sus conocimientos académicos sus hijas e hijos intelectuales, es decir, los universitarios.

1. ¿Cuál es la situación política e institucional actual en el Congo?

En la actualidad, Congo-Kinshasa es el único país en el mundo en el que, exceptuando el Poder Judicial, cuyos miembros no son elegidos, todas las instituciones han perdido por completo su legitimidad a todos los niveles. Ya partiendo de esta base, conviene recordar que desde el comienzo de la Tercera República nunca se han convocado elecciones locales ni municipales. Esta situación, que no preocupa a aquellos que gobiernan desafiando, hace que los órganos ejecutivos y deliberativos de las entidades locales y municipales estén dirigidos, desde hace ya más de una década, por autoridades de facto, designadas de manera ilegal por el poder central.

Las elecciones provinciales y senatoriales también llevan sin convocarse desde 2012, sin justificación alguna. Las asambleas y los gobiernos provinciales siguen funcionando actualmente de manera ilegal y sin ninguna legitimidad a día de hoy. Peor aún, impulsado por Évariste Boshab, profesor de Derecho constitucional en la facultad de Derecho de la universidad más prestigiosa del país, el poder central llegó a crear nuevas provincias, con órganos ejecutivos y deliberativos no elegidos en las urnas, tal y como debería hacerse según la Constitución. Esta misma situación prevalece en el Senado, una de las cámaras del Parlamento. Desde 2012, año en el que acababan sus mandatos, los electos de la primera legislatura de la Tercera República, llamados senadores, siguen votando leyes sin ni siquiera haber renovado el mandato para el que habían sido elegidos. Desde el 20 de diciembre de 2016 existe, constitucionalmente hablando, un vacío jurídico en las instancias superiores del Estado. Las consecuencias principales son que las leyes no pueden ser promulgadas legítimamente y que el buen funcionamiento de las instituciones de la República ya no está garantizado.

Decidido a su permanencia en el poder, desafiando más allá de los límites constitucionales (art. 220 de la Constitución congoleña)3, Joseph Kabila, como no podía ser de otra manera, se abstuvo de garantizar el buen funcionamiento del gobierno y de la Comisión Electoral Independiente (CENI), las dos instituciones que están más implicadas en la organización de las elecciones para poder abrir la vía a la alternancia democrática. En su propio partido, el Partido del Pueblo para la Reconstrucción y la Democracia (PPRD), así como en el seno de su plataforma electoral, la MP, el simple hecho de sugerir el nombramiento de un sucesor interno se considera un crimen de lesa majestad. Esto constituyó la causa principal de la deserción de ciertos partidos políticos que forman el G7, constituido por socios de los otros partidos de la oposición. Joseph Kabila, consciente de su impopularidad frente a Tshisekedi, que había reaparecido con fuerza gracias al apoyo de toda la población congoleña, así como de las fuerzas políticas y sociales partidarias del cambio, no aceptó el segundo diálogo que buscaba inutilizar la “tarjeta roja” guardada en el bolsillo del Líder Máximo y cuyo objetivo principal era la expulsión del presidente congoleño de la escena política. En un abuso del extremadamente inclusivo acuerdo político del 31 de diciembre de 2016, en la actualidad única fuente de legitimidad del poder4, Kabila fue superado por su verdadero personaje, ese que nunca había aprendido, desde su infancia, a respetar las normas sociales, la autoridad de la ley, la palabra dada ni el valor de una firma al final de un acuerdo. Los individuos identificados como sociópatas según la psicopatología criminal pueden ser peligrosos para la sociedad en la que viven. Pueden demostrar un comportamiento criminal y llegar a causar un gran sufrimiento al resto. Existen diversos signos para identificar uno de estos casos. Por ejemplo, los mencionados a continuación:

  • un menosprecio a la ley y a las costumbres sociales: diversos análisis publicados por DESC (Defensa y Seguridad del Congo), demuestran que Kabila y su régimen infringen a menudo la Constitución y la legislación congoleña, tanto por acción como por omisión, considerándose superior a la ley;
  • una incapacidad de reconocer el derecho del prójimo: las continuas violaciones de los derechos humanos, el menosprecio y el encarcelamiento de los opositores, defensores de los derechos humanos, son algunos de los ejemplos más definitorios.

Las continuas violaciones de los derechos humanos, el menosprecio y el encarcelamiento de los opositores, defensores de los derechos humanos, son algunos de los ejemplos más definitorios. Una vez que Etienne Tshisekedi, el “denominador común por excelencia”, había desaparecido, Joseph Kabila vio finalmente la oportunidad perfecta para desempeñar su papel de “común divisor por antonomasia”5.

2. Las peligrosas consecuencias del clima político nocivo para el futuro de la nación.

Es importante para la historia destacar que la situación política por la que está atravesando en la actualidad Congo-Kinshasa, que corre el riesgo de asestarle un duro golpe como nación, no es más que la consecuencia directa de la forma de la que accedió al poder tras la muerte de Laurent-Désiré Kabila. En medio de la confusión general, este joven soldado desconocido para el público en general y que fue a Kinshasa en el séquito de la Alianza de las Fuerzas de la Liberación (AFDL), no haciéndose llamar Joseph Kabila hasta llegar a la ciudad de Kisangani6, les fue impuesto como Presidente de la República a los congoleños, desconocedores hasta ese momento de los entresijos. Rodeado de numerosos universitarios, antiguos mobutistas y nuevos oportunistas que le bailaban el agua a pesar de sus limitaciones intelectuales, Kabila veía el Congo como una amplia y virgen concesión minera y agrícola que debía ser explotada en beneficio de su familia biológica, tal y como lo había hecho en un pasado el rey Leopoldo II. Con la fuerza que le otorgaban las armas y considerando la muerte como lo único que podía poner fin a su reinado, el respeto a la Constitución, las leyes de la República y la palabra dada no le importaban en absoluto. No estaba preparado a nivel intelectual, mental, psicológico, social y moral para asumir altos cargos. Por este motivo, solo disponía de la violencia desmesurada para responder a aquellos que se atrevían a recordarle su juramento constitucional o que reivindicaban sus derechos y libertades garantizados por la Constitución y los instrumentos jurídicos nacionales e internacionales7. A esto se debe la instrumentalización creada por y para él, en beneficio de su poder, de la justicia, del ejército, de la policía y de los servicios de información, no a favor de la paz, la libertad y la seguridad de los bienes y las personas, sino con el objetivo, ante todo, de reprimir mediante el ataque directo y la privación de la libertad a todos aquellos que suponían un obstáculo para su disfrute. Como prueba de ello, las imágenes auténticas que continúan recorriendo el mundo y que muestran a su soldadesca dedicándose con fervor, sin reacción alguna por su parte, a un ejercicio macabro de masacre de la población civil desprovista de armas en Kasai. En ese mismo momento, reaparecieron diversos focos de tensión en Kinshasa, en el Congo Central, en Tanganica, en las provincias de Ituri y en Kivu del Norte. Estas tensiones han acabado con la vida de muchas personas y suponen una amenaza para la seguridad e integridad del territorio nacional. Sin Tshisekedi en escena, Kabila se dedica a torpedear el consenso político difícilmente obtenido en el seno de la clase política que le rodea y gracias a la sensatez y agudeza de los prelados católicos. Es como un ave rapaz que vuela muy alto y que ignora lo que pasa en tierra firme; permite a sus colaboradores llevar a cabo el trabajo sucio, que consiste en debilitar el acuerdo del 31 de diciembre de 2016, únicamente aceptado por la población como un mal menor para la puesta en marcha pacífica de las elecciones. Para justificar posteriormente la incapacidad material y técnica del gobierno, resultante del diálogo nacional, para convocar las elecciones previstas para diciembre de 2017, Joseph Kabila se comporta ante la oposición, distraída y cegada por los puestos, como si su legitimidad proviniese de las urnas. O bien actúa en la retaguardia para suscitar entre los opositores ambiciones susceptibles de hacer explotar su visible y frágil unidad (común divisor), o bien deja que los tenientes se subleven en cada ocasión, incidentes pequeños pero traicioneros para retrasar más aún la firma del pacto en relación al acuerdo. Por si esto no fuera suficiente, algunos individuos un tanto confusos se dedican a profanar los lugares de culto, los conventos y las casas dedicadas a los seminarios de formación de la iglesia católica para arrebatarles a los fieles descontentos y oponerlos a la única confesión religiosa que se desarrolla de manera más próxima a la población y a sus preocupaciones. Curiosamente, cuando un miembro del gobierno declaró públicamente, en un soporte audiovisual, que existía gente dispuesta a incendiar las iglesias católicas, el Fiscal general de la República hizo oídos sordos y no lo vio como una incitación a cometer actos contrarios a la ley. Como pueblo y/o intelectuales, ¿no nos deberíamos sentir culpables por ser testigos pasivos de una situación en la que ciertos malhechores toman como rehén a toda la nación destruyendo nuestro patrimonio común?

3. La destitución de Kabila, la única solución para salvar la nación.

La tabla que se presenta a continuación, en la que se muestra la situación que prevalece en el país y las consecuencias que conlleva, indica claramente que sería un tremendo error mantener a Kabila a la cabeza del país, en cumplimiento del acuerdo del 31 de diciembre de 2016, en el que él y todas las instituciones basan su legitimidad. De hecho, no solo llegó al poder mediante las armas, sino que además es solo gracias al uso de estas que continúa en el puesto tras haber infringido la Constitución de manera intencionada debido a su negativa a la hora de convocar las elecciones. Durante todo su reinado como jefe de Estado bajo la Segunda República, su única preocupación residía en encontrar las vías y medios para eludir los artículos de la Constitución más restrictivos e inviolables, relativos al número y duración de los mandatos presidenciales. ¿Cómo podríamos confiar entonces en semejante persona y esperar que, de la noche a la mañana, esté dispuesto a respetar un simple acuerdo que ni siquiera ha firmado? Y, sobre todo, ¿cómo podríamos esperar que él, que no reacciona ante las masacres cometidas contra los territorios autóctonos del Este, en el foco de las tensiones en Tanganica, Kasai y el Congo central, forme parte de las soluciones o que garantice la cohesión nacional, la seguridad y la integridad del territorio nacional? ¿Cómo es posible que la población congoleña no sospeche que él, que nunca se ha atrevido a romper las relaciones diplomáticas con los países identificados como invasores, pueda actuar a favor de las fuerzas negativas? ¿Tan poca memoria tenemos que hemos olvidado que su familia política intentó incluso firmar una alianza con una milicia dirigida por extranjeros?

En el contexto de un país normal, que funciona mediante instituciones legítimas, la destitución de un jefe de Estado puede ser constitutiva. En el Congo, sin embargo, puede ser vista como un delito de atentado o conspiración contra la vida o la integridad física del jefe de Estado (artículos 193 y 194 del Código Penal)8 y/o como un atentado o conspiración con el objetivo de destruir o modificar el régimen constitucional (artículos 195 y 196 del Código Penal).9

En el caso que nos atañe, es decir, la inexistencia del Estado debido a la infracción de Joseph Kabila y de su familia política, la legitimidad de las instituciones reside únicamente en el acuerdo firmado por algunos políticos y que el pueblo tolera únicamente para acelerar el proceso electoral.

Este acuerdo, que no puede bajo ningún concepto sustituir a la Constitución, solo es válido mientras todas las partes lo lleven a la práctica de buena fe y ninguna de ellas se aproveche. Tal y como dice el apartado II. 1. de este acuerdo: “Las partes interesadas se comprometen a respetar la Constitución del 18 de febrero de 2006, así como la versión modificada de 2011 y las Leyes de la República; a convocar elecciones presidenciales, locales y legislativas nacionales y provinciales, según dicha Constitución. No obstante, las disposiciones del artículo 5 párrafo 1 estipulan que no se debe emprender ni apoyar cualquier iniciativa de revisión y modificación de la Constitución”. Sin embargo, la realidad es muy diferente: el bando de Kabila continúa, de hecho cada vez más, con los actos provocativos que buscan violar este acuerdo, antes incluso de haberse puesto en marcha, y forzar a la oposición a retirarse para obligarle a cargar con la culpa del fracaso, factor desencadenante de otro plan.

La oposición, que aún no ha entendido que puede anticipar los acontecimientos, se sigue perdiendo en interminables querellas baldías con el objetivo de compartir puestos. Sin embargo, basta con que se mantenga la unidad de la oposición, que hable al unísono y que decida retirarse del acuerdo de mala fe manifiesto del otro bando, para que los detentores del poder se conviertan en simples bandidos a los que hay que capturar, empezando, en base al artículo 64 de la Constitución, por su dirigente Joseph Kabila. Éste, desprovisto de cualquier legitimidad más allá de aquella, consensuada, que le confiere este acuerdo, ya no podría estar protegido por los artículos de atentado a la seguridad del Estado citados a continuación, ya que estos solo son aplicables en un contexto de un Estado normal que funciona con instituciones legalmente establecidas. En este supuesto caso, sería Kabila el que se expondría ante la justicia por sus cargos, principalmente por violación intencionada de la Constitución (alta traición). Durante los diez años de su mandato presidencial, ha cometido un gran número de actos de violación de la Constitución, recogidos por numerosos juristas.

Artículo 163

“El Tribunal Constitucional es la jurisdicción penal del jefe de Estado y del Primer Ministro en los casos y condiciones recogidos en la Constitución”.

Artículo 164

“El Tribunal Constitucional es el juez penal del Presidente de la República y del Primer Ministro por infracciones políticas de alta traición, de desacato al Parlamento, de atentado contra el honor o la integridad, así como por delitos por parte de iniciados y otras infracciones de derecho común cometidas en el ejercicio o como resultado del ejercicio de sus funciones. También es competente en materia de juzgar a sus co-autores y cómplices”.

Es ahora o nunca: la población congoleña tiene que tomar una decisión, liberarse y tomar las riendas o aceptar impasiblemente el sometimiento privando, en consecuencia, a sus descendientes, del disfrute equitativo del patrimonio legado por sus antepasados.

Conclusión

Deshonrados sean aquellos que, como loros fieles a sus costumbres, podrían apresurarse a declarar que estamos incitando a cometer infracciones contra la seguridad del Estado. Nos basamos en hechos; acabamos de demostrar que debido a las infracciones cometidas por algunas personas, este Estado ha dejado incluso de existir desde que todas las instituciones, una a una y por las infracciones de varias personas, han perdido su legitimidad, exceptuando el Poder Judicial, que también fue instrumentalizado y que hay que reconstruirlo. “En el plano jurídico, el Estado puede ser considerado como el conjunto de poderes de autoridad y coacción colectiva que la nación posee sobre los ciudadanos e individuos para hacer prevaler el llamado interés general, con un matiz ético del bien público o bien común. En derecho internacional, un Estado soberano es visto como un espacio delimitado por fronteras territoriales establecidas (en su interior, las leyes se aplican a una población permanente) y constituido por instituciones a través de las cuales ejerce una autoridad y un poder efectivo. La legitimidad de esta autoridad debería reposar en principio -al menos en los Estados que presumen de ser democráticos- sobre la soberanía popular o nacional”.10 Para aquellos que no son capaces de evaluar o darse cuenta de la gravedad de esta situación, Congo-Kinshasa se ha convertido en el primer país africano postcolonial que está viviendo la situación previa a la Conferencia de Berlín de 188511, lo que conlleva el riesgo de alentar el apetito de los depredadores de cualquier bando que solo esperan que se desmiembre y se destruya a sí mismo. Teniendo en cuenta que el que mueve las marionetas de este plan es Joseph Kabila, invitamos a todos los congoleños, sea cual sea su edad, sexo y sensibilidad política, a reflexionar muy seriamente y sin tabúes sobre la inmediata necesidad de expulsar a todo aquel que no tenga en sus prioridades la felicidad de la población. Ahora que Kabila ya ha extendido suficientemente su mala fe, pues no dispone de legitimidad, el primer paso para la salvación reaparece, en nuestra opinión, en las Fuerzas Políticas y Sociales incondicionales al cambio que deben retirarse del acuerdo del 31 de diciembre e invitar sin demora al pueblo soberano congoleño a hacerse cargo, tal y como le ha permitido el mayor defensor de la democracia y del Estado de derecho. Si nosotros mismos no lo hacemos, no esperemos que otros lo hagan por nosotros y por nuestro interés.

Pueblo congoleño, ¡el poder está en las calles!

Por Jean-Bosco Kongolo M. Jurista y criminólogo. (Extraído de DESC-WONDO.ORD del 26 de febrero de 2017)

NOTAS:

1- Desde hace años, los “profetas” congoleños no han dejado de transmitir mensajes procedentes del cielo que predecían la liberación inminente del país.

2- En http://www.larousse.fr/dictionnaires/francais/destituer/24700 (definición original en francés)

3- Artículo 220
La forma republicana del Estado, el principio de sufragio universal, la forma representativa del Gobierno, el número y la duración de los mandatos del Presidente de la República, la independencia del poder judicial, y el pluralismo político y sindical no pueden ser objeto de revisión constitucional.
Está formalmente prohibida cualquier revisión constitucional que tenga por objeto o por efecto la reducción de los derechos y libertades de la persona o de las prerrogativas provinciales y de las entidades territoriales descentralizadas.

4- voaafrique.com, 23 de febrero de 2017, “Un acuerdo sobre la transición política se firmó el 31 de diciembre y autorizaba al presidente Joseph Kabila, cuyo mandato finalizó el 20 de diciembre, a continuar en el poder hasta finales de 2017, a cambio de un mecanismo en el que se comparta la gestión del país. Pero las discrepancias sobre los modos de ponerlo en marcha han entorpecido el proceso posterior”. En http://www.voaafrique.com/a/la-monusco-et-la-cenco-appellent-a-la-cessation-d-attaques-contre-les-eglises-catholiques-en-rdc/3737345.html

5- Kongolo, JB, 2015. Traspaso de poder en la RDP: El artículo 70 de la Constitución no se presta a confusión, en http://desc-wondo.org/fr/passation-de-pouvoir-en-rdc-larticle-70-de-la-constitution-ne-prete-a-aucune-confusion-jb-kongolo/

6- La cuestión de su relación biológica con Laurent-Désiré Kabila constituye otro tema importante de debate. Los testimonios de Ngoy Mukena, Kyungu wa Kumwanza y Kabuya Lumuna serán muy útiles en este aspecto.

7- Kongolo, JB, 2016, Las limitaciones intelectuales de J.Kabila y el extremismo de su entorno: un cóctel peligroso para la paz y la democracia en la República Democrática del Congo, En https://desc-wondo.org/fr/les-limites-intellectuelles-de-j-kabila-et-lextremisme-de-son-entourage-jb-kongolo/

8- Artículo 193:
El atentado contra la vida o la integridad física del jefe de Estado será castigado con pena de muerte.
Si no ha tenido como resultado la agresión a la libertad del jefe de Estado, y si no le ha causado ni derramamiento de sangre, ni heridas, ni enfermedad, el atentado contra su integridad física será castigado con cadena perpetua.

Artículo 194:
La conspiración contra la vida o contra la integridad física del jefe de Estado será castigada con una pena de cárcel de diez a quince años si ya se ha iniciado alguna acción para la ejecución de dichos actos, y con una pena de cárcel de cinco a diez años en caso contrario.
Si ha existido una propuesta no acordada de formar una conspiración contra la vida o la integridad física del jefe de Estado, aquel que haya realizado tal propuesta será castigado con una pena de cárcel de uno a cinco años.

9- Artículo 195:
El atentado cuyo objetivo fuera el de destruir o modificar el régimen constitucional, ya sea incitando a los ciudadanos o habitantes a rebelarse contra la autoridad del Estado o los unos contra los otros, o vulnerando la integridad del territorio nacional, será castigado con pena de cárcel.
Artículo 196:
La conspiración con uno de los objetivos mencionados en el artículo 195 será castigada con una pena de cárcel de diez a quince años si el acto ha sido cometido o si se han iniciado las acciones para su ejecución, y con una pena de cárcel de cinco a diez años en caso contrario.
Si ha habido propuesta no acordada de formar una conspiración para conseguir uno de los objetivos mencionados en el artículo 195, el que haya llevado a cabo dicha propuesta será castigado con una pena de cárcel de uno a cinco años.

10- Wikipedia, Estado: En https://fr.wikipedia.org/wiki/%C3%89tat

11- En esta conferencia las potencias occidentales del momento decidieron repartir el continente africano, sin informar a los africanos.

Fuente: Blog de Germain Nzinga, Destituer Kabila pour sauver la nation : un sujet à débattre sans tabou – Jean-Bosco Kongolo M, publicado el 26 febrero de 2017.

Traducido para UMOYA por Sofía Lacasta Millera (Universidad de Salamanca).

Una respuesta a “Destituir a Kabila para salvar la nación: un tema de debate sin tapujos”

  1. Estimado Ramón Díaz Aguirre, los argumentos que dan los autores de los artículos que seleccionamos y traducimos en Umoya para dar a conocer la realidad del Congo a través de los propios congoleños están avalados por evidencias, documentos y acontecimientos comprobables y verificables.
    Si el único argumento que usted presenta para defender a Kabila es que “es un pueblo muy violento y difícil de gobernar”, lamentamos comunicarle que no vamos a compartir acríticamente esa visión en nuestra web, porque no la compartimos en absoluto. A nuestro entender este comentario vertido por usted tiene la animosidad de distraer a nuestros lectores de la cruda realidad que es la brutalidad del régimen de Kabila, su corrupción desmedida y su ilegitimidad para quedarse en el poder en contra de la voluntad de la mayoría del pueblo.
    Que otras personas “ávidas de puestos políticos” a usted le parezcan poco válidas para criticar el régimen congoleño, de nuevo sin argumentos que avalen ese enunciado, no tiene nada que ver con la historia de la terrible destitución violenta de todos los presidente de Congo desde su independencia. Creemos que no es algo que pueda traerse a colación para desacreditar a los analistas críticos con el actual gobierno, está mezclando datos archiconocidos de forma falaz con el ánimo de confundir a nuestros lectores.
    Lamentamos comunicarle que la página web de Umoya no es un foro donde se permitan sin más este tipo de comentarios, nos tomamos muy en serio la información verificada / verificable y contextualizada correctamente para la comprensión (no falazmente para la confusión). Nuestro lectores confían en ello. Además, lo que publicamos sobre la Republica Democrática del Congo suele estar escrito por fieles conocedores del país, normalmente congoleños muy preparados y de nuestra total confianza.

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