Walter Rodney y los fundamentos raciales de la desigualdad mundial

Walter Rodney

Si bien la desigualdad se ha convertido en un tema de creciente popularidad y politización en los últimos años, la mayor parte de la atención se ha centrado en cómo un 1% de la población posee una proporción cada vez mayor de la riqueza mundial, y no en las desigualdades entre las naciones. En un contexto global en el que las fronteras nacionales y la ciudadanía plantean pocos obstáculos para la movilidad del capital, la realidad es también la historia de cómo las naciones más ricas del mundo continúan obteniendo una cantidad desproporcionada de las ganancias mundiales.

En los últimos años, el hecho de que la riqueza se esté concentrando en un número cada vez más reducido de personas ha sido objeto de cada vez más debates políticos y ha captado la atención de los medios de comunicación. En este período, han estallado protestas masivas en el Norte y en el Sur global en contra de las reformas neoliberales, la solidificación de los regímenes laborales flexibles y las políticas de austeridad. Actualmente, en el Norte y el Sur global, también estas nuevas formas y sentimientos de precariedad en la vida económica han venido acompañados de una reconfiguración de la relación entre el Estado y la economía, de prácticas no sostenibles de extracción y de diversos tipos de desplazamientos, lo que incluye desde el despojo de tierras para el aburguesamiento de los centros urbanos hasta la migración sin precedentes intra e internacional. Es más, la globalización, en lugar de traer consigo estabilidad económica, desarrollo y sentido de comunidad global, parece que en los últimos años ha provocado una mayor inestabilidad y un mayor asentamiento del racismo y otras fronteras sociales.

En este contexto, tanto los investigadores y los políticos como la gente común se han hecho viejas preguntas acerca de la desigualdad, y en mayor profundidad, sobre la naturaleza del capitalismo. Entre ellas, destaca la siguiente: ¿hasta qué punto las desigualdades extremas y las crisis financieras, como el desastre de 2008, son aberraciones derivadas del desarrollo del capitalismo o inherentes a él? Sin embargo, si bien la desigualdad se ha convertido en un tema de creciente popularidad y politización en los últimos años, la mayor parte de la atención se ha centrado en cómo un 1% de la población, o incluso un 0,1%, posee una proporción cada vez mayor de la riqueza mundial, y no en las desigualdades entre las naciones. De hecho, en un contexto global en el que las fronteras nacionales y la ciudadanía plantean pocos obstáculos para la movilidad del capital, la realidad de que las personas más ricas del mundo siguen enriqueciéndose es también la historia de cómo las naciones más ricas del mundo continúan obteniendo una cantidad desproporcionada de las ganancias mundiales.

Algunos analistas centraron su atención en este asunto con titulares como el que publicó a principios del año pasado la CNN, titulado “Why the Wealth of Africa Does Not Make Africans Wealthy” (por qué la riqueza de África no hace ricos a los africanos). Como en algunos artículos similares de otras fuentes periodísticas, la mayor parte de la noticia señaló principalmente la corrupción de los líderes africanos, las débiles instituciones y la ausencia de una división entre las clases política y económica en los países de África para justificar los saqueos constantes de los recursos naturales de las naciones africanas. La “línea recta que va desde la explotación colonial hasta la actual” aparece con menos énfasis, aunque también se menciona. De esta forma, las empresas multinacionales y los particulares que se encuentran fuera de África se benefician de forma desproporcionada de los recursos naturales del continente. Las obras clásicas acerca de la dependencia en América Latina también han mostrado las distintas maneras de realizar esta misma división del trabajo dentro de cada país, e igualmente en torno a las líneas raciales.

El economista francés Thomas Piketty señala en su popular libro Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), en la escasa atención que dedica a África, que incluso con la ayuda al desarrollo que llega a los países de África subsahariana, la fuga de capitales ha sido siempre mayor que la afluencia. Para comprender mejor esto, sugiere que “las compañías extranjeras y los accionistas de todas las nacionalidades son al menos tan culpables como las élites africanas sin escrúpulos” en cuanto a la extracción de recursos naturales y al beneficio que obtienen del continente.

http://prodimage.images-bn.com/pimages/9789682311574_p0_v2_s192x300.jpgEste análisis contemporáneo de la desigualdad global, el capitalismo y el desarrollo se nutrió con las lecciones de otras obras de décadas anteriores basadas en asuntos similares. Un ejemplo es la obra clásica de Walter Rodney, How Europe Underdeveloped Africa (Cómo Europa subdesarrolló África). Aunque algunos informes actuales reconocen que los problemas de los países africanos no proceden solamente de África, no van más allá. El debate de Piketty sobre la extracción de la riqueza del continente africano, por ejemplo, es en gran parte independiente de su análisis de la acumulación de la riqueza en otras partes del mundo. Para Rodney, era imposible explicar el desarrollo y la acumulación de la riqueza en una región sin entender en profundidad sus relaciones con otras regiones de subdesarrollo y la extracción de la riqueza. Esta relación, según él, no era accidental; era endémica para el propio capitalismo.

Rodney, la raza y el subdesarrollo

El guyanés Walter Rodney, historiador y activista, escribió su ahora clásica obra en medio de la controversia política que se generó en todo el mundo. Al mismo tiempo que Estados Unidos presenciaba el aumento de las polémicas políticas que iban desde el “Black Power” (“Poder negro”) hasta el movimiento antibélico, el continente africano estaba experimentando movimientos centrados en desencadenar la descolonización de las potencias europeas. El conflicto geopolítico e ideológico entre los sistemas económicos y políticos capitalistas y socialistas era también especialmente grave. Fue en este contexto en el que Rodney se unió a un grupo de investigadores de América Latina para analizar la historia del desarrollo del capitalismo desde la perspectiva de los países del Sur global.

Este grupo de investigadores (al que se llamó después Dependency School) se centró en criticar las teorías dominantes de la modernización que argumentaban que todos los países se desarrollaban de forma relativamente independiente según etapas lineales de crecimiento que seguían el desarrollo de Europa. Según estos informes, los países de América Latina y África existían en etapas anteriores o más primitivas al desarrollo que sus homólogos europeos. Rodney y otros teóricos de la dependencia desacreditaron varios supuestos incorporados a tales teorías.

En primer lugar, desafiaron la idea de que los países en desarrollo estuvieran en el mismo camino que las naciones europeas, argumentando en cambio que para los países (una vez) colonizados: no había un desarrollo lineal claro que imitara a Europa. En segundo lugar, y lo más importante, Rodney y otros también sostuvieron que el desarrollo de un país dependía en gran medida de la naturaleza de sus relaciones con otros países, lo que llamaban desarrollo dependiente o subdesarrollo. En este sentido, el mundo estaba formado por países del núcleo y de la periferia de la economía mundial, cuyo desarrollo estaba intrínsecamente unido entre sí. Las economías periféricas solían proporcionar las materias primas para los países del núcleo o de la metrópoli. Permanecieron siendo dependientes incluso cuando fueron más allá de esta función que caracterizó durante siglos a la división internacional del trabajo bajo el dominio imperialista. La acumulación y la expansión del capital no pudieron encontrar sus componentes esenciales dentro de estos países, incluyendo los medios de producción. Sus sectores de bienes de capital no eran lo suficientemente fuertes como para garantizar un avance continuo tanto en términos financieros como tecnológicos y de organización. De este modo, Rodney y otros, en lugar de considerar el desarrollo como una cuestión de países independientes en desarrollo o no, destacaron cómo las relaciones coloniales de poder económico y político configuraron la naturaleza y las condiciones de la posibilidad de desarrollo en todo el mundo.

Elaborando aun más esta idea de dependencia, Rodney mostró cómo las potencias coloniales europeas iban convirtiendo sistemáticamente a los países africanos en países subdesarrollados. Además, sugirió que comprender la relación entre Europa y África es esencial no sólo para entender la falta de desarrollo que existe en el continente africano, sino que también resulta crítico para comprender la acumulación de riqueza en Europa. Con esto, los países africanos habían estado encerrados en lo que podría llamarse una división colonial del trabajo, mediante la que se extraían los recursos naturales, que actuaban como materias primas para la industrialización en el Norte. Sostenía que esta organización provocó una forma específica de subdesarrollo cuya lógica se basó en atender las necesidades de la metrópoli o de los países centrales. Por ejemplo, en lugar de desarrollar una producción agrícola que pudiera garantizar la seguridad alimentaria en los países africanos, Rodney sostuvo que las autoridades coloniales habían desarrollado sistemáticamente el sector agrícola para satisfacer las demandas específicas de los europeos. Entre otras cosas, esto significó el desarrollo de una producción agrícola industrializada de cultivos únicos a gran escala, en lugar de una rotación de cultivos más sostenible que fuese más común para la agricultura de subsistencia en todo el continente. Incluso después de siglos de desarrollo, los medios de producción seguían en gran parte en manos de las élites de Europa, más que en las de África, lo que hacía que la extracción de riqueza del continente fuese inevitable. Además, Rodney consideró que esta explotación del continente africano era necesaria y endémica para la acumulación de riqueza en Europa.

El estudio de Rodney sobre el subdesarrollo de África influyó de manera extrema en las generaciones de investigadores y activistas del continente africano y de todo el mundo. Pero eso no significaba que no tuviera problemas. Al igual que otros científicos sociales marxistas de esa época, a Rodney se le acusó de ser demasiado ideológico, y a su análisis sobre las relaciones político-económicas entre Europa y África, de ser demasiado generalizado. Lo que es más, también se le criticó por no prestar suficiente atención a los factores políticos y económicos internos que sin duda desempeñaron algún papel en el subdesarrollo de los países africanos. No obstante, hoy en día su trabajo sigue ofreciendo lecciones valiosas.

La importancia de Rodney en la actualidad

En algunos aspectos, a Walter Rodney le resultaría irreconocible el mundo actual. Fue asesinado en 1980, en medio de la creciente popularidad de su trabajo tanto en su Guyana natal como en todo el mundo. En la actualidad, el epicentro de la acumulación de capital se ha desplazado, aunque solo un poco. Es más, mientras que el desarrollo capitalista que observó Rodney en los años setenta todavía se basaba principalmente en la producción y se concentraba en el Norte industrializado, hoy en día, el capital financiero, que depende en gran medida de la especulación, constituye una gran parte de esa acumulación de capital. También existen menos barreras que nunca frente al flujo de capital entre países.

En otros aspectos, las cosas se parecen sorprendentemente a cómo eran hace cerca de cuatro décadas. Mientras que el espacio de producción sin duda se ha desplazado, otras configuraciones resultan bastante similares a cuando Rodney escribió su revolucionario trabajo. En la actualidad, la riqueza mundial todavía está muy concentrada en el Norte global; todos los 54 países de África juntos constituyen solo el 4 por ciento de la riqueza mundial. África continúa siendo el continente más pobre, a pesar de que aporta gran parte de los recursos naturales que se necesitan para generar crecimiento a nivel mundial. De hecho, se mantiene la misma división colonial del trabajo, en la que ciertas partes del mundo proveen las materias primas y, a veces, también la mano de obra para el resto. Hoy en día, los países africanos todavía proporcionan una gran parte de los insumos necesarios para que se acumule la riqueza en otro sitio, desde el coltán hasta el hierro, pasando por el oro y los diamantes. En el caso concreto de la República Democrática del Congo, un comité de las Naciones Unidas descubrió que el país perdió cerca de 1,5 mil millones de dólares en ingresos potenciales por explotar los recursos mineros para empresas extranjeras desde 2010 hasta 2012. El núcleo del proyecto intelectual y político de Rodney era un análisis de estos patrones en términos relacionales históricamente afianzados. Recalcó estas dimensiones, en lugar de recurrir a explicaciones más fáciles para la pobreza, como la cultura nacional, “el pensamiento predispuesto” o los legados económicos internos.

Utilizar a Rodney como un prisma a través del cual poder comprender el mundo del siglo XXI es un esfuerzo fructífero, aunque requiera algunos ajustes. Como el capital en la actualidad se mueve más que nunca, los dueños de los medios de producción y de la mayor porción de riqueza mundial son, en ciertos aspectos, actores sin nación. Aun así, la geografía todavía marca el patrón de la acumulación de riqueza en el mundo actual. Sin embargo, una de las principales diferencias entre 1972 y la actualidad es que una mayor parte de la riqueza acumulada (tanto de la extracción de recursos naturales como de la explotación laboral) va a parar a manos de las élites políticas y económicas de los países del Sur global, en lugar de a aquellas de las antiguas capitales imperiales. Así, un análisis contemporáneo del subdesarrollo en el Sur global debería prestar más atención a la reconfiguración del capital en estas últimas décadas. Esto incluye mirar más allá de Europa y fijarse en una lista creciente de países, incluyendo Estados Unidos y China, que no sólo sacan provecho de los recursos naturales del continente, sino que también se benefician inmensamente de la corrupción de los líderes africanos.

Actualizar el análisis de Rodney también implica examinar el papel de las élites africanas a la hora de perpetuar estas relaciones de subdesarrollo, ya que es algo que dicho análisis original dejaba de lado según los críticos. El número de millonarios que hay en África casi se ha duplicado en las dos últimas décadas, aunque alrededor del 30% de esa riqueza se encuentre en el extranjero, según informa Oxfam. En este sentido, tras la independencia, las élites africanas han elegido en su mayoría el camino de lo que Fanon llamó la «alta burguesía nacional», por lo que han reemplazado a los capitalistas europeos con otros africanos y han dejado intactas las relaciones de explotación más amplias que Rodney trató de cuestionar y socavar.

A Walter Rodney tampoco le sorprenderían los persistentes patrones de desigualdad racial que existen en y entre las naciones. Aunque el racismo no fuera la causa de la esclavitud y del colonialismo, Rodney lo vio como un factor fundamental para el funcionamiento del sistema de acumulación de capital a lo largo del tiempo. Como señaló, «se puede afirmar categóricamente que el racismo blanco que ha llegado a difundirse por el mundo es una parte integral del modo de producción capitalista.» Esto incluía a las ideologías que vinculaban ciertas razas con la capacidad de desarrollo, las cuales siguen impregnando el mundo. Estas interpretaciones racializadas no solo se infiltran en los análisis de las desigualdades mundiales, sino que también ayudan a naturalizarlas y a justificar que se despoje a la población negra de sus propiedades. En los últimos meses, también ha quedado clara la manera en que la raza es un elemento que ha estado presente en las reacciones violentas contra los efectos más devastadores de las reformas neoliberales, entre los que se incluyen la disminución del bienestar social, las crisis financieras, la desindustrialización y el auge de regímenes laborales precarios. Si el trabajo de Rodney nos ha enseñado algo, es la necesidad de ver el desarrollo capitalista tanto con ojos raciales como relacionales.

Por Tianna Paschel

* Tianna Paschel es profesora ayudante de Estudios Afroamericanos en la Universidad de California en Berkeley. Se puede encontrar su trabajo en las revistas académicas American Journal of Sociology, Du Bois Review, Souls: A Critical Journal of Black Politics, Culture and Society, y Ethnic and Racial Studies. Es la autora de Becoming Black Political Subjects: Movements and Ethno-Racial Rights in Colombia and Brazil [3] (Princeton University Press, 2016), que utiliza métodos etnográficos y archivísticos para explorar el cambio que se produjo en la década de los 90, cuando se dejó de lado la idea de una ciudadanía universal no distintiva para dar paso a regímenes de ciudadanía multicultural y al reconocimiento de derechos específicos de las poblaciones negras por parte de los estados de América Latina. Paschel también tiene una beca de la Fundación Ford, es miembro del grupo de trabajo Task Force on Racial and Class Inequalities in the Americas de la Asociación Americana de Ciencia Política y es miembro del comité directivo de la red Anti-Racist Action. Este artículo fue publicado anteriormente en la web de la organización Social Science Research Council y en los portales Black Agenda Report y Portside.

Fuente: Pambazuka News, Walter Rodney and the racial underpinnings of global inequality, publicado el 12 de enero de 2017.

Traducido del inglés para Umoya por el equipo de prácticas de la Universidad de Salamanca.

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