¿Cuánta clase tiene la clase media africana?

Es cuestionable que las clases medias africanas promuevan el crecimiento económico con su mera existencia. Su aumento fue principalmente una consecuencia limitada del efecto dominó de la tasa de crecimiento económico basado en los recursos durante los primeros años de este siglo. Su posición y papel en la sociedad tienen apenas potencial económico y dinamismo que genere una mayor inversión productiva que contribuya al crecimiento económico sostenible.

Las clases medias en el Sur global consiguieron una creciente atención desde el cambio de siglo, sobre todo mediante su acelerado ascenso en las economías emergentes asiáticas. Uno de los efectos colaterales del crecimiento económico durante estos “años de vacas gordas”, que también beneficiaron a las economías del continente africano basadas en los recursos, fue el acelerado aumento relativo de los ingresos monetarios en un creciente número de hogares. Muchos de los que se encuentran en las clases sociales más bajas de la sociedad cruzaron los niveles de pobreza establecidos en los 1,25 dólares al día. La aparición del inquietante término “clase media” se debe al esfuerzo por cuantificar esta tendencia y, al mismo tiempo, clasificarla.

El concepto recomendado por este nuevo debate queda, sin embargo, poco definido y limitado a simples cálculos. El umbral mínimo para entrar en la llamada clase media, en términos monetarios, era muy vulnerable a que disminuyera hacia el empobrecimiento. Después de todo, un sexto de la población mundial tiene que vivir con dos o tres dólares al día. Este es un grado de inseguridad existencial que llevó a Raphael Kaplinsky, en su discurso de presentación en la Conferencia general de la red europea de Institutos de Investigación y Formación sobre Desarrollo (EADI) en junio de 2014, a señalar que actualmente se considera que todos aquellos que no pasan hambre pertenecen a la clase media.

¿Cuál es “la media” en la clase media de África?

El Banco Africano de Desarrollo (BAfD) tuvo un papel importante en la promoción y traslado del debate de la clase media hacia el continente. Mediante los dos valores de referencia del dólar estadounidense, clasificó a 300 millones de africanos (alrededor de un tercio de la población del continente) como clase media. Un año más tarde, sus estimaciones se ampliaron de 300 a 500 millones y las clasificó como un factor clave.

Tan problemática como tales acrobacias monetarias es la carencia analítica, que caracteriza a esta clasificación puramente numérica. La llamada clase media parece ser una “clase desordenada”. Varias capacidades de diferenciación rigurosamente exploradas siguen estando ausentes en gran medida (sin mencionar los análisis sustanciales de clase). Las actividades profesionales, el estatus social, las afinidades culturales, étnicas o religiosas o el estilo de vida junto con las orientaciones políticas apenas (si acaso) se consideraron en el discurso original.  Pero, en efecto, todas estas características se deben tener en cuenta si se quiere definir de forma adecuada a la clase media como una variedad de identidades colectivas (una vez también incluida la referencia a la conciencia de clase) cuyos exponentes actúan de forma política y económica.

Más recientemente, el debate también ha llegado a los estudios africanos, donde los estudiantes han realizado grandes esfuerzos para reivindicar la propiedad de lo que ha sido inicialmente una discusión impuesta por los economistas extranjeros. Ofrecen una valoración más enfocada desde el punto de vista de la antropología social, la sociología, las ciencias políticas y la economía. Esta reivindicación de la propiedad también se refleja en volúmenes multidisciplinarios editados tanto en inglés como en alemán. Las recopilaciones muestran cómo los estudios africanos han avanzado por la necesidad de un compromiso más profundo con la clase media africana y de desmontar la mistificación de tales grupos sociales declarados como abanderados del progreso y el desarrollo. Como se advirtió en un documento redactado por el UNU-WIDER (Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo), una nueva clase media como actor social significativo requiere de una identidad colectiva para lograr los intereses comunes. Hace mucho tiempo, esto se conocía como conciencia de clase y se basaba en una clase social que actúa al mismo tiempo como una clase para sí misma.

Política, desarrollo y la clase media

En política, tales clases medias parecen no ser tan democráticas como suponen todos aquellos que cantan su alabanza. Aunque las clases medias de otros sitios han mostrado ambigüedades que van desde el compromiso político progresista hasta un acercamiento conservador a las políticas (si es que lo son) orientado por el Statu Quo, esto no es diferente a cuando se miran más de cerca las realidades en África. En Sudáfrica, la única consistencia de la clase media negra desde una perspectiva histórica es su inconsistencia política, como Roger Southall ha sugerido. Es probable que no tengan más valores democráticos que otros sudafricanos negros, pero sí que es probable que quieran que el gobierno asegure necesidades de supervivencia de un orden superior, en lugar de las básicas, si confiamos en los resultados de una encuesta del afrobarómetro.

Que la clase media africana promueva el crecimiento económico por su mera existencia también es cuestionable. Su crecimiento fue, principalmente, un resultado limitado del efecto dominó de las tasas de crecimiento económico basadas en los recursos de principios de este siglo. La posición y papel en la sociedad de esta clase apenas tiene potencial y dinamismo económico que genere grandes inversiones productivas que contribuyan al crecimiento económico sostenible. Hay pocas pruebas de que haya alguna correlación entre el crecimiento económico y el progreso social, como afirma un informe del FMI. Mientras que, durante los “años de vacas gordas”, los pobres en parte llegaron a ser un poquito menos pobres, los ricos se hicieron mucho más ricos. Incluso el BAfD admite que la desigualdad de los ingresos, que se calcula mediante el coeficiente de Gini, ha aumentado. Sin embargo, seis de los diez países con más desigualdades en el mundo pertenecen a África.

La idea de que un análisis sensible de la economía política necesita diferenciar entre la gente rica que tiene poder político y el resto de gente fue concebida por Nancy Birdsall, que es una de las defensoras más influyentes y persistentes del apoyo a un desarrollo orientado a la clase media en lugar de a los pobres.  Se mantiene firme en la idea de que la clase media es un elemento clave para un buen gobierno. Esto se basa en su hipótesis de que el crecimiento económico continúa y las desigualdades se reducirán, y de que una clase media en expansión tiene un mayor interés en un gobierno responsable y está dispuesta a apoyar un contrato social, que les cobre impuestos como forma de inversión para bienes públicos colectivos y que también benefician a los pobres. ¡Que siga soñando!

¿Atrapados en la media?

Mientras tanto, es necesario poner las cosas en su lugar y anteponerse a las cuestiones ideológicas. El Informe de Desarrollo Humano de 2013 del PNUD, que promovió el auge de la clase media, ya había predicho que, en 2030, el 80% de las clases medias provendrían del Sur global, pero que solo el 2% serían de África subsahariana. Cálculos recientes afirman que la clase social que se está expandiendo en África no es la media, sino la alta y la baja. Según un informe del Centro de Investigaciones Pew, solo unos cuantos países de África presentan un aumento significativo de personas en la categoría de ingresos medios.

Las multinacionales del comercio minorista y del consumo ya han reaccionado ante la disminución del poder adquisitivo de la clase media al reducir las inversiones. Nestlé ha reducido un 15% su número de empleados en África. Además, un  informe de The Economist, que previamente cambió su visión apocalíptica de un “continente sin esperanza” por “un crecimiento de África” y por un “continente de esperanza”, a finales de octubre de 2015 concluyó que, por desgracia, los africanos son principalmente ricos o pobres y no de clase media.

Afortunadamente, el debate ha concienciado lo suficiente a la comunidad académica para que analicen la realidad y la ficción del supuesto poder transformador de una clase media. Esto también incluye la necesidad de sensibilizarse contra las cortinas de humo ideológicas cercanas al paradigma neoliberal, que tratan de hacernos creer que la clase media es la solución. En la realidad, poco ha cambiado en cuanto al poder y al control de los asuntos sociales y políticos. José Gabriel Palma ha resumido lo que es importante: “¡Es la parte que les toca a los ricos, idiota!”

Sin embargo, a pesar de esta conclusión, el compromiso actual con el fenómeno de la clase media africana no está obsoleto en absoluto. Independientemente de su tamaño, sus miembros representan unas relaciones sociales modificadas, que merecen atención y análisis, prestando especial atención a este último. Göran Therborn remarca que el discurso sobre las clases sociales, tanto acertado como equivocado, es siempre de relevancia social. El auge del debate sobre la clase media es, por lo tanto, una característica de nuestra década digna de mención. En el futuro, la clase social seguirá siendo una categoría de gran importancia.

Henning Melber

* Henning Melber es un investigador asociado con el Nordic Africa Institute y es director emérito de la Fundación Hammarskjöld, ambos en Uppsala, Suecia. Es catedrático en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Pretoria y en el Centro de Estudios Africanos de la Universidad del Estado Libre de Bloemfontein. Además, es investigador colaborador en el Institute for Commonwealth Studies/School for Advanced Study de la Universidad de Londres. También es editor de The Rise of Africa’s Middle Class: Myth, Realities and Critical Engagements (Londres: Zed 2016).

Fuente: Pambazuka News, How ‘classy’ is the African middle class?, publicado el 15 de diciembre de 2016.

Traducido por el equipo de prácticas de la Universidad de Salamanca.

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