Cómo mi soñado año sabático en Europa se convirtió en una pesadilla

buzz-1Si has leído “Cómo mi soñado año sabático en África se convirtió en una pesadilla”, entonces te gustará esta historia sobre cómo una mujer lucha por sobrevivir en el corazón de Cornwall (Cornualles, sur de Inglaterra).

“Habían pasado ya dos horas, quizá tres… No sabría distinguirlo.

Los arbustos que estaban encima de mí me habían quitado la poca luz que daba la luna y me habían sumergido en la oscuridad, en algún lugar de las playas rocosas y peligrosas de Cornualles. Me quedé quieta, escuchando a unos muchachos alegres y preguntándome cuánto tiempo faltaría para el amanecer, sin saber si aguantaría para verlo.

Con mi cuerpo temblando y mi cerebro petrificado de miedo me resultaba difícil recordar cómo había terminado allí, a 6000 millas de casa.

Yo, una joven de Zambia de 18 años, ex alumna del prestigioso instituto para niñas Chipembi, había llegado a Europa con la esperanza de poder ayudar a algunas de las personas más pálidas del mundo, las más desafortunadas.

Pero mi año sabático se convirtió en una auténtica pesadilla cuando, de pronto, me vi atrapada al límite de una gran noche de juerga en Newquay.

Los gritos resonaban en la playa y parecían estar cada vez más cerca.

No podía imaginar los terribles actos de embriaguez que se estaban cometiendo mientras la ciudad era saqueada. El miedo y la ira por los niños consumieron mis pensamientos. Una parte de mí quería ponerse en pie y hacer que todo aquello parase, pero de repente oí a alguien gritar “WAHAY!!” y regresé a mi escondite.

Como la noche se aventuraba interminable, traté de no pensar en lo que aquellos jóvenes dirían al “mega bombón sexy de poderosas trenzas” si me encontraban allí.

Apreté fuerte mi mandíbula para evitar que mis dientes castañearan, cerré los ojos y empecé a recordar cómo había llegado a ser un personaje central tan importante y hermoso en aquella historia de terror. Yo, tan valiente, y por supuesto, dotada de melanina… mi corazón lloró por aquellas almas fangosas.

Necesitaba escapar de mi idílica infancia en Zambia y tenía la esperanza de hacer una buena labor en algún lugar lejano; así que acepté un puesto como voluntaria en un refugio de pesca comercial en Cornualles.

Era el lugar más remoto dentro de los que aparecían en la lista que me dieron, y el que más ayuda necesitaba. “Encuentra un refugio o vía de escape tan pronto como llegues”, me suplicó mi padre. “Algún lugar para esconderte, por si acaso”. Yo me reí y le aseguré que estaría bien. Pero ahí estaba, en la playa rocosa, en un frágil campo de minas de ramas y piedras y repleto de criaturas potencialmente letales – incluyendo las temidas gaviotas, de más de 12 pulgadas de ancho.

Mi sueño inocente de enseñar a la gente de Cornualles el idioma nyanja o de educarlos y prepararlos para el mundo, parecía ahora algo ridículamente ingenuo.

Con una sonrisa alegre, me despedí de papá y salté a un avión hacia Europa sin haber investigado nada acerca de su controvertida historia política ni haberme dado cuenta de que mi destino -Newquay, Cornualles- se había visto envuelto en un conflicto político aterrador: el “Brexit”.

Al principio, la vida era idílica, cualquier estudiante sueña con su año sabático.

Mi nueva casa era preciosa y entablé buenas amistades con la gente inglesa local. Aprendí un poco de su idioma, comí las insípidas empanadas de Cornualles, planté un huerto, y creé una pequeña escuela bajo un seto. Escribía mis experiencias en mi diario. Encontré un bienestar especial en mi relación con Poppy, una niña inglesa de 6 años que tenía una quemadura en la piel realmente mala.

Pero pronto aprendí que Europa está llena de peligros ocultos.

Presencié actos de violencia indiscriminados, tuve contacto con tordos y encuentros cercanos con zorros, gaviotas, palomas torcaces y ratones. Mientras la temporada de fútbol llegaba y se iba, el conflicto en la vecina ciudad de Westminster comenzó a escalar, extendiéndose después por Cornualles, con repercusiones a lo largo de toda la costa. Miles de personas se vieron afectadas por la devaluación de la moneda -la muy frágil “libra”- y escuchamos historias brutales sobre vacaciones carísimas en Brujas.

Y entonces, un día, sin previo aviso, unos jóvenes muy alegres llegaron a nuestra bahía.

Para mi sorpresa, pasé toda una noche refugiada junto a otras personas en un viejo pub, Wetherspoon [cadena de bares de Reino Unido], deseando no ser descubiertos mientras escuchábamos acercarse las motos de aquellos muchachos. A la mañana siguiente tuve que enfrentarme a un dilema tremendo: ¿debería quedarme y cuidar a Poppy, la pobre niña quemada por el sol, arriesgando mi vida? ¿o huir a la seguridad de mi civilizado país y romper el corazón de Poppy? Los jóvenes seguramente volverían y los trenes para abandonar Cornualles no eran precisamente fiables. Con el corazón dividido, lloré como no había llorado en años.

Un Uber [literalmente Súper, en alemán] llegó inesperadamente unos días más tarde y, con el motor en marcha, el conductor se ofreció a llevarme.

Sin embargo, cuando decidí entrar en el Toyota Prius, Poppy corrió llorando por las calles empedradas y me suplicó que me quedase. Y así lo hice, pero en cuestión de días los jóvenes borrachos volvieron de nuevo. Esta vez, no tenía más remedio que huir sola en un intento desesperado por mantenerme con vida. Durante horas y horas, me quedé en la playa rocosa sin tener ni idea de si lograría sobrevivir, o de si lo conseguiría alguna de las personas a las que yo amaba.

¿Cómo había llegado a estar en ese lugar, y para qué? ¿Para actualizar mi foto de portada de Facebook, rodeada de niños blancos en una situación trágica? Fue entonces cuando supe, en el fondo de mi corazón, que ya era hora de volver a casa.

Mi tiempo en Cornualles, y especialmente aquella larga noche escondida en la clandestinidad, está ahora grabado en mi mente como un momento decisivo de mi mayoría de edad. Fue el punto en el que me di cuenta realmente de la fragilidad de la vida y me compadecí por la gente de Europa.

Ahora que soy una mujer adulta y persigo un sueño muy diferente, como productora y actriz de cine, sé que aquella chica súper sexy que un día fue tan insensata en Europa, aún vive dentro de mí.

Aun sabiendo lo bienaventurada que soy y lo generosa que he sido, todavía me siento triste por no poder ayudar a cada persona de Europa. Sin embargo, cada vez que me entristezco por ello, trato de recordar a aquella niña que sonreía desdentada con una terrible quemadura solar y cuya mayor diversión era sentarse en mi regazo y beber una botella de Coca Cola. Poppy me enseñó muchas palabras bonitas, pero lo que más me gustó fue “¡Eh, dame algunos dulces de mierda!”, que significa “felicidad”.

Me pregunto ¿qué diablos le pasaría a Poppy después de que yo me marchase? Seguro que está bien.

Por favor, compra mi libro, En las sombras de Cornwall, disponible en Amazon por £7.99.

buzz-11Por Gena-mour Barrett y Hannah Jewell.

Artículo relacionado: People Are Calling Bullshit On This Woman’s Memoir About Her “Gap Year In Africa” (La gente califica de chorrada las memorias de esta mujer sobre su “año sabático en África”)

Fuente: BuzzFeed, How My Dream Gap Year In Europe Turned Into A Nightmare, publicado el 5 de julio de 2016.

Traducido para Umoya por Celia Pinedo Pardo.

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