La trivialización del debate de los OGM. “Afirmaciones basadas en un sinsentido no científico”

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Gran industria, sacad vuestra mano de nuestra comida. Un cartel de Amigos de la Tierra de Ghana contra las grandes corporaciones agroalimentarias y sus OMG.

Regreso al futuro con el programa estadounidense Laverne and Shirley

Cuando la gente no posee la experiencia suficiente en alguna materia, pide simplicidad. Desean paquetes de conocimiento fácilmente manejables y estos paquetes se convierten en surtidos de “sentido común” que se dan por sentado y que les permiten afrontar o entender el mundo que les rodea, sin importar lo defectuoso o tergiversado que esté ese “conocimiento”.

Las empresas más poderosas y los medios de comunicación reconocen esta necesidad de simplicidad que tiene la gente. Y ahí está el problema. Para movilizar a las masas sobre ciertas ideas y simplificar las cosas para ellos, las corporaciones han tomado ejemplo de Edward Bernays, el padre de la publicidad, la propaganda y las relaciones públicas modernas. Bernays sabía manipular a grupos de gente y conseguir que las masas aceptaran y necesitaran los productos y mensajes del capitalismo. Ahora estamos todos sujetos a este tipo de manipulación cada día a través del bombardeo incesante de los anuncios y las declaraciones oficiales.

La Academia Estadounidense de Pediatría ha declarado que los jóvenes ven 3.000 anuncios al día y que están expuestos a 40.000 distintos al año. Por ello, el académico Rick Roderick afirmó que la sociedad moderna se derrumbaría si no estuviera basada en las adicciones de la gente, ya sea en forma de drogas farmacéuticas o productos de consumo. Asimismo, observó una tendencia a la banalización, simplificación y trivialización en la sociedad —en lo que las corporaciones y sus armas de relaciones públicas sobresalen—. Hizo referencia al fenómeno creciente de los problemas importantes que se ven reducidos a un tipo de moda pasajera a través de la repetición continua. Estos mismos temas se han repetido con tanta facilidad que ya se han convertido en un palabreo sensacionalista.

Cualquiera que haya seguido el debate sobre alimentos genéticamente modificados percibirá esta banalidad inspirada por las corporaciones:

1- El arroz dorado salvará millones de vidas
2- Greenpeace debería ser llevado a los tribunales por crímenes contra la humanidad
3- Los que están en contra de la modificación genética están robando la comida a los pobres
4- Los que se oponen son responsables por la muerte de “miles de millones” de personas; y también son anti ciencia, luditas, ideólogos, elitistas, etc.

Hemos oído estas cosas una y otra vez de la boca de políticos y científicos comprados. Estas afirmaciones están basadas de un sinsentido no científico. Por ejemplo, se pueden leer numerosos artículos sobre el arroz dorado, utilizado constantemente para desarmar a sus oponentes. La última “carta laureada” sobre el arroz dorado confunde relaciones públicas (Ver ejemplo aquí) con hechos y demuestra cómo las cifras, respetadas pero no informadas, pueden ser fácilmente manipuladas para subirse al carro, respaldado por la industria, de los organismos genéticamente modificados (OGM).

Esta manipulación la llevan a cabo individuos con interés en promocionar una tecnología de modificación genética que ofrecería una solución inmediata al hambre en el mundo y a los que están ciegos por su propia ignorancia sobre el impacto social, medioambiental y económico de esta tecnología y las causas de base de la pobreza, la malnutrición, la desigualdad y el hambre, las cuales están más allá de su estrecho campo de conocimiento.

Estos eslóganes y artimañas de relaciones públicas están diseñados para reducir el debate a una serie de rumores y chantaje emocional que inclinan la balanza de la opinión pública en favor de la modificación genética. Están diseñados para denigrar a los críticos y el debate sobre alternativas realistas para alimentar al mundo, que obstaculizan los intereses del sector global de la agrotecnología de modificación genética.

También fueron creados para confundir al público e inducir a la apatía. La estrategia es que un público mal informado consentirá y aceptará finalmente la progresiva e “inevitable” contaminación del sistema alimenticio. Para el grupo a favor de la modificación genética, si los portavoces en torno al arroz dorado nos dicen algo, son esas citas repetidas y ridículas que están a la orden del día.

Rick Roderick quiso hacer referencia a un antiguo programa televisivo de los Estados Unidos, ‘Laverne and Shirley’, para hacer evidente cómo la sociedad fomenta el ridículo, la trivialización y la aceptación del status quo. Este programa fue emitido entre 1976 y 1983. Roderick explicó que las dos mujeres trabajaban en una fábrica de cerveza en Milwaukee y que tenían dos amigas que eran estúpidas y feas (según el académico). Básicamente, sus vidas eran mundanas y nada buenas. El programa podría haber sido una película social y realista, pero era una sitcom para una sociedad capitalista.

Todos los problemas que envuelven la vida de la clase obrera fueron ignorados y reducidos a la banalidad; no es más que los escombros de la trivialidad y los chistecillos cortos, por lo que la gente se encoge de hombros, acepta la difícil situación de gente como Laverne y Shirley como algo que es como es, dice “bueno, ¿qué le vamos a hacer?” y después se va de compras.

El grupo de presión pro OGM utiliza una táctica similar, que describe a los críticos y sus preocupaciones con un tono despectivo. En ambientalista Patrick Moore les llama “bastardos asesinos”; otros infieren que los que critican la modificación genética no son mejores que Hitler o un régimen político totalitario. Es lamentable que esto les ocurra a los que se oponen a la modificación genética, ya que tienen una auténtica preocupación que se apoya en pruebas científicas y que se basa en sólidos análisis políticos, sociológicos e históricos para explicar sus argumentos.

Mientras que en ambos lados del debate encontramos burlas hacia los oponentes y mucha trivialización, el adinerado grupo pro OGM ha adaptado tácticas como una bien financiada y cuidadosamente pensada estrategia de relaciones públicas para tratar con los oponentes y las críticas de la modificación genética.

Y, ¿qué resultado espera la industria? ¿Que la gente se encoja de hombros y acepte que los OGM son su fuente de alimentos mientras estén etiquetados, aunque con un código de barras confuso? ¿O que, tras décadas de giros industriales, tácticas de confusión deliberada y un debate continuo sobre la modificación genética o la manipulación biológica y sintética de alimentos, la gente diga “no sé qué pensar sobre ello, pero parece que está bien”, se canse de ello y, finalmente, se encoja de hombros y diga que no se puede hacer gran cosa al respecto de todos modos?

El objetivo de la industria es coger un tema de gran importancia para la humanidad y trivializar el debate, convertirlo en algo banal para que el resultado sea la apatía y la aceptación pública y la adhesión al status quo que esperan conseguir.

¿Qué mejor forma de controlar a la población que a través de la apatía inducida y el fomento de la trivialización de las causas, las ideas o la difícil situación de cierto pueblo? ¿Qué mejor forma de controlar las disidencias con la ridiculización de los disidentes? No es algo exclusivo del asunto de los OGM. Es una táctica de control social que prevalece en la sociedad.

Cualquiera que sugiera soluciones agroecológicas, colectivismo, igualdad o tan solo una forma de capitalismo más justa (como Jeremy Corbyn en el Reino Unido) es atacado y tachado de soñador ingenuo o de peligroso hereje. El mensaje es: así es el mundo y no puede o debería hacerse nada al respecto —no hay alternativa—. Los medios de comunicación y el sistema político lo expresan para evitar que la gente busque alternativas emancipadoras.

La tecnología de modificación genética es, en sí misma, neutra: no es ni buena ni mala. No obstante, cuando se pone en manos de las corporaciones mundiales que han fomentado y se han beneficiado de la globalización neoliberal de la que hoy somos testigos, se convierte en un arma: una herramienta explosiva para ejercer un control monopolístico de las semillas, alimentos, mercados y países. No hay nada trivial en ello.

El grupo de presión pro OGM está tratando de convencernos de que la modificación genética es la única forma de alimentar a la creciente población global. Cuestionar el capitalismo o cuestionar la propaganda a favor de los OGM es herejía. Eso queda claro a través de los abusos que el clero de los que se autoproclaman científicos y los ideólogos neoliberales pro OGM lanzan hacia los que critican la modificación genética.

© Colin Todhunter

Fuente: Global Research, The Trivialisation of the GMO Debate. “Claims Based on Unscientific Nonsense”, publicado el 5 de julio de 2016.

Traducido para Umoya por Sara Nieto Reyero.

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