La clase media emergente en África: es hora de separar la realidad de la ficción

Reuters

Hace falta bastante imaginación para pensar que, teniendo en cuenta lo que cuesta vivir en los centros urbanos de África, superar el umbral de los dos dólares al día catapulta a alguien del margen de pobreza establecido en 1,99 dólares a una vida de clase media. Y, como consecuencia, a tener un papel pionero en la futura transformación del continente.

Desde comienzos de siglo las clases medias del Sur global se han posicionado en el centro del panorama de los círculos de política económica. Motivados por la diversificación de la economía de algunos países, algunos economistas de agencias y think-tanks internacionales han comenzado un discurso que ha permeado los estudios africanos y de desarrollo.

Como consecuencia, se pidió una redirección de las políticas. Se instó a los países a fortalecer sus clases medias. Los que más abogaron por esta idea fueron la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), seguida del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).  La posición de la OCDE es evidente en su informe Perspectivas del desarrollo global de 2012 y la del PNUD en su informe de 2013 sobre el desarrollo humano.

Los principales economistas responsables de este empuje fueron el economista jefe del Banco Mundial, Martin Ravallion; un antiguo colega de trabajo suyo, William Easterly; Nancy Birdsall, del Centro para el Desarrollo Global de Washington; y Homi Kharas del centro de Desarrollo de la OCDE.

Definen la clase media como grupo de personas con un salario mínimo/gasto diario de entre 2 y 10 dólares estadounidenses. Sin embargo, un enfoque tan reduccionista deja de lado muchos aspectos que se requieren para hacer un análisis apropiado de toda una clase, como su carácter o su lugar e impacto en la sociedad. El descubrimiento de la clase media tuvo que ver con el papel que desempeñaba en la promoción del cambio social, papel en el que aquellos que trabajan en el «negocio del desarrollo» pudieron depositar sus esperanzas. Este detalle, sin embargo, aleja el debate de una valoración crítica de los obstáculos para el desarrollo. De ese modo, entorpece la realización de un diagnóstico apropiado sobre los retos reales a los que se enfrentan la promoción de una mayor igualdad social y la justicia en algunas de las sociedades más desiguales de nuestro mundo.

El problema de la definición

La definición de la clase media como un grupo de personas con un salario mínimo/gasto diario de entre 2 y 10 dólares estadounidenses ya es confusa. En 2011, el Banco Africano de Desarrollo declaró a un tercio (300 millones) de la población del continente como clase media. Un año más tarde ajustó la cifra a 500 millones, lo que se consideró un hecho clave para el desarrollo.

Hace falta bastante imaginación para pensar que, teniendo en cuenta lo que cuesta vivir en los centros urbanos de África, superar el umbral de los dos dólares al día catapulta a alguien del margen de pobreza establecido en 1,99 dólares a una vida de clase media. Y, como consecuencia, a tener un papel pionero en la futura transformación del continente. Al parecer, todos los que no se estén muriendo de hambre forman parte de la «clase media».

Limitar el debate a categorías puramente monetarias también ignora otros aspectos importantes, que incluyen el empleo o el estatus social, las fuentes de ingresos, las características del estilo de vida, las normas culturales o la identidad étnica y religiosa.

No se han estudiado las diferencias de manera rigurosa; y mucho menos se ha hecho un análisis de clase significativo, lo que ha convertido a la «clase media» en una «clase confusa», desprovista de verdadero significado en cuanto a un análisis social que pretenda identificar su correspondiente agenda y a los miembros de la sociedad que puedan desempeñar un papel a la hora de transformarla.

Por lo tanto, la nueva exigencia que hay para apoyar a las clases medias con las políticas de desarrollo sigue siendo una petición vaga. Al final ¿a quién se deberá respaldar para conseguirlo?

Los estudios africanos han ofrecido recientemente unas valoraciones mucho más específicas desde el punto de vista de la antropología social, los estudios culturales, la ciencia política y la economía. Materias que ofrecen un mejor diagnóstico de cómo ciertos sectores sociales cambian, se adaptan y  cómo un mayor salario, combinado con otros factores, puede tener un impacto en las políticas de orientación y las posiciones sociales.

Expectativas equivocadas

Un análisis más aproximado sobre la asunción generalizada de que las clases medias, por definición, desempeñan un papel positivo (en cuanto al progreso social) no es convincente. La historia apunta a que, más bien, el  papel de las clases medias es equilibrado, cuando su conducta no es oportunista. Normalmente no buscan morder la mano que les da de comer.

La nueva clase media de China se conoce por su oposición a un estado autoritario. La clase media chilena de los años 70 no estaba, en su gran mayoría, de lado de Salvador Allende; pero sí apoyó el golpe de estado militar de Pinochet.

Políticamente hablando, las clases medias no parecen tan democráticas como creen los que las elogian. Según una encuesta realizada por Afrobarometer, la mayoría de los que tienen educación superior defienden que la opinión de los menos formados no debería tener el mismo peso en unas elecciones democráticas, puesto que no saben lo que es mejor para el país.

En Sudáfrica, la clase media negra no está más por los valores democráticos que otros negros sudafricanos. Pero es más probable que quiera que el gobierno atienda necesidades de categoría por encima de las meras necesidades para la supervivencia.

Es también discutible que la simple existencia de las clases medias africanas promueva el crecimiento económico. Su aumento se ha debido principalmente a los efectos de la velocidad del crecimiento basado en los recursos de principios de siglo. Su situación y papel en la sociedad apenas tiene potencial económico ni dinámica para inducir a una mayor inversión productiva que contribuya a un desarrollo económico sostenible. Así mismo, hay pocas pruebas de la correlación entre el crecimiento económico y el progreso social, como ha admitido el mismo Fondo Monetario Internacional en un informe.

Hasta  Banco Africano de Desarrollo admite que las diferencias salariales según el coeficiente de Gini han aumentado. Seis de los diez países más desiguales del mundo están en África. Una influencia sociopolítica real no suele ser responsabilidad de una clase media emergente.

Mientras que los pobres se hacían algo menos pobres, los ricos se hacían mucho más ricos.

El mito de la clase media emergente en África

El celebrado crecimiento de la(s) clase(s) media(s) africana(s) también es cuestionable. El informe sobre desarrollo humano del PNUD publicado en 2013 predijo que para 2030 el 80% de las clases medias serían procedentes del Sur global, aunque solo un 2% corresponderían al África Subsahariana.

Informes recientes sugieren que no son las clases medias lo que está en expansión en las sociedades africanas, sino la más baja y la más alta. Según un informe del Pew Research Centre solo unos pocos países africanos han tenido un incremento sustancial de personas con salario medio.

Las multinacionales de los sectores minoristas y de consumo ya han reaccionado ante el decreciente poder adquisitivo de las clases medias, que cada vez es más escaso. Han dado marcha atrás en inversiones previas. El mayor productor de alimentación mundial, Nestlé, ha reducido su presencia en África en un 15 % de sus empleados.

Muestras de cambio en el discurso

Afortunadamente, los debates sobre el crecimiento desmesurado de la clase media han concienciado lo suficiente como para desencadenar un discurso que separe la realidad de la ficción en cuanto a la presunción del poder de la clase media para transformar la realidad. Discurso que incluye cuestionar el mito de que la clase media es el remedio para los males de los países considerados como «menos desarrollados» y masivamente afectados por la pobreza. Más bien, dada su  amplia variedad probablemente seguirá actuando por su propio y mejor interés.

Desmontar y desmitificar el discurso de moda y, por lo tanto, cuestionar a todos los que portan la bandera de la clase media, nos devuelve a la necesaria reflexión de analizar y evaluar de manera apropiada las estructuras sociales. El objetivo sería ofrecer un diagnóstico más realista sobre dónde se debería trazar la línea divisoria entre políticas para los ricos y políticas para los pobres.

Si nos tomamos en serio la necesidad de cambio social y transformación, deberíamos tomarnos su análisis con la misma seriedad.

Henning Melber

*Henning Melber, Profesor Extraordinario, Departamento de Ciencias Políticas, Universidad de Pretoria. Este artículo ha sido publicado previamente en The Conversation.

Fuente: Pambazuka, Africa’s rising middle class: Time to sort out fact from fiction, publicado el 25 de mayo de 2016.

Traducido para Umoya por Isabel Ciudad Fontecha.

Una respuesta a “La clase media emergente en África: es hora de separar la realidad de la ficción”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos
Responsable Federación de Comités en Solidaridad con África Negra +info...
Finalidad Gestionar y moderar tus comentarios. +info...
Legitimación Consentimiento del interesado. +info...
Destinatarios Automattic Inc., EEUU para filtrar el spam. +info...
Derechos Acceder, rectificar y cancelar los datos, así como otros derechos. +info...
Información adicional Puedes consultar la información adicional y detallada sobre protección de datos en nuestra página de política de privacidad.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.