Nuevo impulso para otra intervención militar en Libia

¿Quién controlará el Banco Central Libio?

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Diaspora News

Occidente se prepara para otra intervención militar en Libia tras haber destruido el país en 2011. ¿Qué hacen la Unión Africana y los africanos al respecto? ¿Cuál es el papel del Enviado Especial de la Unión Africana para Libia, Jakaya Kikwete, el antiguo presidente tanzano? Como mínimo, deberían decirle a la ONU que sería mejor que Occidente no actuara hasta que exista una investigación completa sobre la primera intervención.

Hay un impulso creciente por parte de los países de la OTAN a favor de una intervención abierta en Libia. En la actualidad, alegan que el objetivo es luchar contra el Estado Islámico y prevenir que el terror se extienda por el Mediterráneo hasta Europa. Como sucede en el caso de la destrucción de las sociedades africanas, los gobiernos del Reino Unido y Francia están al frente de este impulso para la nueva intervención. Alemania no quiere quedarse fuera así que el estado alemán trabaja de forma activa para que intervenga la ONU. Antes de esta primavera era difícil para Occidente conseguir cobertura legal para una intervención militar de mayor tamaño, pero actualmente en teoría existe un nuevo gobierno «de unidad» encargado de pedir a las Naciones Unidas que intervenga militarmente.

Cada semana tiene lugar una nueva reunión en Europa para impulsar la intervención sin consultar a la Unión Africana. En enero, la Unión Africana nombró al antiguo presidente tanzano, Jakaya Kikwete, como su nuevo enviado especial para Libia. Hasta ahora, todos los informes y debates sobre la aprobación de la ONU para una nueva intervención han excluido los intereses de los pueblos de Libia y África. Las fuerzas progresistas del mundo necesitan mantenerse alerta frente a este nuevo intento por intensificar la militarización del norte de África y oponerse a los gobiernos que usan la cuestión de ISIS para impulsar el control sobre los recursos libios y africanos.

Las verdaderas razones de la intervención en Libia

Los correos electrónicos de la antigua secretaria de Estado y actual candidata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton, expusieron al mundo las principales razones que llevaron a la OTAN a intervenir y destruir Libia en 2011. Conocemos estas informaciones gracias a un escritor que había examinado estos mensajes, incluidos en las comunicaciones entre los EE.UU. y Francia, acerca de los imperativos para intervenir en Libia. En uno de ellos, con fecha del 2 de abril, Sidney Blumenthal, entonces una de las asistentes de Clinton, le informó de que «fuentes cercanas a uno de los hijos de Gadafi relataban que “su gobierno tiene 143 toneladas de oro y una cantidad similar de plata” y que las reservas habían sido trasladadas desde el Banco Central Libio de Trípoli hasta un lugar más cercado a la frontera con Níger y Chad. Este oro se acumuló antes del actual rebelión y su intención era establecer una moneda panafricana basada en el dinar de oro libio. Este plan fue diseñado para proporcionar a los países francófonos de África una alternativa al franco francés (CFA)».

Blumenthal añadió que «de acuerdo con individuos bien informados al respecto, esta cantidad de oro y plata tiene un valor superior a los 7.000 millones de dólares. Los funcionarios de la inteligencia francesa descubrieron este plan poco después de que comenzara el actual levantamiento y fue uno de los factores que influenciaron la decisión del presidente Nicolás Sarkozy para que Francia participara en el ataque a Libia». El correo añadía: «Según estas personas, los planes de Sarkozy están impulsados por los siguientes factores:

a. Deseo de conseguir mayor cantidad de petróleo libio.

b. Aumentar la influencia de Francia en el norte de África.

c. Mejorar su situación política en Francia.

d. Proporcionar a las fuerzas armadas franceses la oportunidad de reafirmar su posición en el mundo.

e. Abordar las preocupaciones de sus asesores sobre los planes de Gadafi a largo plazo para suplantar a Francia como poder dominante en la parte francófona de África» [1].

Francia y Alemania no están únicamente interesadas en los recursos de petróleo y de gas libios, sino también en el gran océano bajo el Sistema Acuífero de piedra arenisca de Nubia (NSAS, por sus siglas en inglés). Con los avances de la tecnología solar, los estados europeos quieren controlar el Sahara para la futura transformación de la energía solar para los consumidores europeos. Con el paso de los años la tecnología solar mejora el futuro de África y la bioeconomía resulta más atractiva. El reciente desarrollo de células solares de silicio y perovskita ha logrado la mayor eficiencia en la conversión de energía del mundo, con un 25,5 %. Este nuevo avance acelera las posibilidades de una transformación revolucionaria de la producción energética en África [2].

Son los vastos recursos de Libia los que están en juego con este nuevo empuje a las Naciones Unidas para que proporcione una tapadera que defienda la intensificación de la actuación en Libia. Como antiguo estado imperialista en Europa hasta 1945, el Reino Unido tuvo grandes intereses en Libia. Los estados occidentales han apoyado y criticado a Gadafi según las circunstancias, pero siempre con planes de controlar los recursos del norte de África. El ímpetu por crear la Unión Africana, después de que Nelson Mandela trabajara para levantar las sanciones occidentales sobre Libia, cambió la dinámica de la política africana durante un corto periodo entre 1998 y 2011. La planificación y el debate de la Unión Africana para desarrollar un Fondo Monetario Africano y una moneda común suponían una amenaza directa al futuro de los intereses económicos de Francia en África.

En los últimos cuarenta años, los alemanes habían relegado el trabajo de gendarme de Europa a Francia pero, con la delicada situación de la crisis financiera y bancaria en Europa, los capitalistas alemanes no quieren quedarse atrás. Por tanto, en las nuevas presiones para intervenir, los alemanes trabajan codo con codo junto a Francia. La semana pasada, el ministro de Exteriores francés, Jean-Marc Ayrault, visitó Trípoli acompañado de Frank-Walter Steinmeier, el ministro de Exteriores alemán. Esto fue un esfuerzo desesperado por transmitir legitimidad sobre Fayyez Sarraj, el nuevo primer ministro de Libia, y sobre los miembros del Consejo de Presidencia.

Cuando la OTAN intervino en 2011, Alemania se mantuvo alejada de la destrucción pero, en la secuela de la crisis bancaria y financiera de la Eurozona, los alemanes no pueden permitirse mantenerse al margen de un posible futuro saqueo de los recursos africanos. Para asegurar que Alemania tuviera un sitio en primera fila en los planes para una nueva intervención europea en Libia, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas nombró al diplomático alemán Martin Kobler como Representante Especial y Jefe de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL). Kobler había entrado antes en escena con el mayor saqueo perpetrado por Europa en África, el del Congo. Bajo las presiones europeas, algunos libios habían confeccionado un Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), que podría ser designado como la autoridad legal para invitar a las fuerzas occidentales a luchar contra el ISIS en Libia. Sin embargo, este nuevo gobierno de Fayyez Sarraj no controla suficientes fuerzas militares como para garantizar la reclamación del control del gobierno libio.

El despliegue previsto de las fuerzas occidentales tendría el objetivo de proteger a este nuevo primer ministro y a los miembros de su facción o Consejo de Presidencia. Mientras tanto, el Tesoro de los Estados Unidos está planificando ejercitar sanciones en contra de aquellos empresarios militares que no se alineen tras la nueva formación. El 19 de abril el Tesoro estadounidense impuso sanciones contra Khalifa al-Ghweil, quien se presentaba como primer ministro del Gobierno de Salvación Nacional, que antes dominaba Trípoli y, como consecuencia, tenía control sobre el Banco Central [3]. En los Estados Unidos y en la Europa occidental permanecen congelados hasta 67.000 millones de dólares de fondos libios. Los dos gobiernos, el de Trípoli y el gobierno del estel han designado a funcionarios para los bancos y para las empresas petroleras, pero los europeos responsables del bloqueo de los fondos se han esforzado enérgicamente en mantener el capital en Europa. Los italianos han visto casos judiciales relacionados con los activos congelados pero, con la crisis financiera que experimenta Europa, los miles de millones de Libia suponen una red de seguridad confortable para los banqueros europeos.

Desde la intervención de la OTAN en 2011, los líderes europeos han estado buscando una nueva orden para intervenir y han utilizado las cuestiones relacionadas con los migrantes a Europa, así como el crecimiento del ISIS en Libia, para justificar su actuación. La semana pasada los militaristas europeos utilizaron una noticia que versaba sobre el ahogamiento de 500 inmigrantes en un intento por llegar a Europa desde Libia para justificar la acción decisiva en Libia. Desde que en 2014 el ISIS apareciera de forma repentina en Libia, las fuerzas de operaciones especiales francesas, británicas e italianas han estado operando en el país, pero para poder solicitar una intervención en condiciones tiene que haber un gobierno «creíble» en Trípoli.

Tres gobiernos en Libia

Desde que la OTAN asesinara a Gadafi en octubre de 2011, ha habido numerosos esfuerzos por conseguir un gobierno creíble en Libia. El primer intento del Consejo Nacional de Transición se derrumbó con la presión ejercida por 1.700 organizaciones paramilitares discutiendo sobre el petróleo y haciendo añicos el intento de proceso de «transición» que había iniciado el departamento de estado [4]. J. Christopher Stevens, el diplomático que había estado trabajando con los otros imperialistas para reclutar al Grupo Libio de Lucha Islámica (GLLI), había trabajado duro para dar una tapadera legítima a estos yihadistas mientras la CIA y Stevens movilizaban la región oriental de Dernia como filtro para enviar a yihadistas desde Libia para que lucharan en Siria. El llamado ISIS en Libia trabaja bajo la misma infraestructura organizada por los Estados Unidos para desestabilizar el norte de África y Asia occidental. Después de 2012, eran distintos poderes extranjeros los que estaban detrás de los 1.700 grupos milicianos de Libia. Algunos de ellos eran el Reino Unido, Francia, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, los Estados Unidos, Sudán, Turquía y Egipto. De estas variadas milicias surgieron muchos líderes pero existían dos grupos rivales que reivindican el gobierno. Una de estas agrupaciones operó desde la parte este de Libia bajo el mando del general Khalifa Hifter. A este agrupamiento habitualmente se le denomina «Operación dignidad» o fuerzas del Ejército Nacional Libio (LNA).

El general Hifter había vuelto de Virginia (Estados Unidos) para reclamar el liderazgo sobre la rebelión contra Gadafi y había establecido la brigada de la Dignidad en el este. Aquellos otros que también quería liderar las fuerzas en Libia eran los que controlaban Trípoli y el Banco Central con las reservas de oro y dólares. Este grupo fue dominado por las brigadas de Misrata y apoyado por las qataríes. En 2014, antes del revuelo con el Estado Islámico, el general Hifter presentó un sólido alegato ante los Estados Unidos para que lo apoyaran plenamente pero el gobierno de Trípoli, con control sobre el dinero, hizo una petición alternativa a Jack Lew, secretario del Tesoro.

Dos años después de que saliera a la luz el traslado de yihadistas de Libia a Siria por parte de la CIA y a el Consulado estadounidense, se dijo al mundo que una nueva «amenaza» que se cernía sobre Siria en forma de Estado Islámico. De forma característica, esta nueva «amenaza terrorista» surgió en Sirte, lugar en el que se habían iniciado las conversaciones sobre el nacimiento de la Unión Africana en 1999. Para reforzar la idea de que el Estado Islámico en Libia era una gran amenaza, en febrero y abril de 2015 se produjeron imágenes dramáticas de decapitaciones de cristianos coptos por el ISIS en Sirte, Libia. Tras estas impactantes imágenes, los militaristas intensificaron sus esfuerzos para conseguir que la ONU apoyara otra intervención en Libia.

Implicando oficialmente a los Estados Unidos

El Reino Unido, los Estados Unidos y Francia habían desplegado fuerzas de Operaciones Especiales en Libia, pero para conseguir valor a los ojos del público internacional así como propaganda, las fuerzas de intervención tenían que ganar el apoyo oficial de los servicios de inteligencia y militar estadounidenses. Desde que la ONU facilitara el acuerdo político libio firmado en Skhirat, Marruecos, en diciembre de 2015, se ha intensificado la presión dentro de los aparatos de inteligencia y seguridad de los Estados Unidos para que el presidente dé luz verde al nuevo despliegue de Fuerzas Especiales en Libia. El general Joseph F. Dunford Jr., el jefe del Estado Mayor Conjunto, presionó de manera agresiva al presidente de los Estados Unidos para que apoyara abiertamente el despliegue de más recursos estadounidenses en Libia [5]. Dunford presentó su alegato para una creciente participación en el comando afroamericano en Libia tras la reunión con el general Pierre de Villiers, jefe del Estado Mayor de Defensa francés en París.

En principio, el presidente retrasó su resolución argumentando que los Estados Unidos no podían desplegar tropas ni más Fuerzas Especiales en una situación en la que no había gobierno. Este retraso hizo que los franceses trabajasen intensamente para organizar los elementos que ahora son llamados el Gobierno de Unidad Nacional. Con el jefe del Estado Mayor Conjunto presionando para conseguir un compromiso mayor, el presidente Barack Obama concedió, en primer lugar, una entrevista a la revista The Atlantic en la que enumeraba las razones por las que creía que los europeos no eran socios militares en los que se pudiera confiar [6]. Ante las presiones más intensas de algunos sectores del servicio de Seguridad Nacional, Obama le repitió a Fox News que la decisión de unirse a la destrucción de Libia por parte de la ONU y la OTAN fue su mayor error en política internacional. Obama estaba al tanto de que ya no hay una manera rápida de persuadir a las facciones apoyadas por los qataríes en el este para que se unan a la CIA y a las facciones apoyadas por Egipto y los Emiratos Árabes Unidos en el oeste, tras el Gobierno de Unidad Nacional creado recientemente. Barack Obama mostró claramente su desacuerdo con los miembros del ejército, así como con las facciones de Hillary Clinton, Jack Keane y David Petraeus, quienes quieren intensificar las intervenciones estadounidenses en África y el Levante mediterráneo.

En realidad, de todas formas, la intervención en Libia no puede ser calificada de error, sino como una conclusión lógica de la gestión militar del sistema internacional para mantener el sector financiero de los Estados Unidos de América. Es el mismo imperativo que asegura que, mientras haya una propaganda masiva sobre la amenaza del ISIS, hay menos atención hacia los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, quienes financian y facilitan el despliegue y la circulación de dispositivos del ISIS. Ahora es el momento de que las fuerzas progresistas acusen también a Hillary Clinton ante la opinión pública para descubrir su cooperación activa con Sarkozy para facilitar la destrucción de Libia. La investigación del congreso de Trey Gowdy que se está llevando a cabo sobre las muertes en Benghazi no puede destapar el papel de Hillary Clinton y David Petraeus en Benghazi, y recae en las fuerzas progresistas el hacer pública esta información.

Ignorando y menospreciando a la Unión Africana

Mientras que los medios occidentales han hablado mucho sobre el papel de Martin Kobler, ha habido silencio dentro de África sobre el papel real de Jakaya Kikwette, quien ha sido nombrado enviado especial de la Unión Africana en Libia. En el momento de la total intervención de la OTAN en 2011, la Unión Africana había diseñado un plan que llevaría la paz a Libia. Esta hoja de ruta sigue sin ser relevante. La comunidad académica africana y las bases de toda África han mostrado su clara oposición a la destrucción de Libia. Jakaya Kikwette y la UA deben decidir si los africanos se quedan o no a un lado en el drama de la destrucción de Libia. Hace treinta años, cuando la maquinaria militar del ejército del apartheid estaba arrasando a los pueblos del sur de África, el liderazgo de Tanzania, entonces bajo Julius Nyere, no eludió su responsabilidad de proporcionar los recursos políticos, diplomáticos y de cualquier clase para que estuvieran disponibles para detener la devastación del ejército del apartheid. De manera similar, cuando las fuerzas occidentales habían querido prolongar la destrucción en la República Democrática del Congo (RDC), las fuerzas sudafricanas, tanzanas y malauíes que formaban el núcleo de la intervención de la UA habían intervenido en la RDC para restringir en lo posible a los elementos militares que estaban saqueando el Congo.

A pesar de las limitaciones de los recursos financieros y militares, Tanzania y Kikwete como enviado de la UA no pueden renunciar a su papel como participantes internacionales en la cuestión del despliegue de fuerzas europeas en Libia. El Consejo de Seguridad de la ONU sigue dividido sobre el futuro de las intervenciones de la Europa occidental en Libia. El Consejo de Seguridad de la ONU ya se ha visto desacreditado en Libia con el descubrimiento de que su antiguo enviado especial para Libia, Bernardino León, había aceptado un puesto bien pagado en los Emiratos Árabes Unidos y había dejado su puesto en mitad de las negociaciones sobre un gobierno internacional. León, que había estado un año organizando el diálogo entre los dos gobiernos rivales de Libia, de pronto dejó su puesto el pasado noviembre para ocupar un cargo en los EAU en el que le pagarían más de 1.000 dólares americanos al día. Estas son las motivaciones de aquellos que buscan la paz en Libia.

Como mínimo, el Consejo de Seguridad de la ONU debería ser avisado de que no debería haber más intervenciones europeas hasta que se produzca una investigación completa de las lecciones de la resolución de la ONU sobre la «Responsabilidad de Proteger» que dio la orden a la OTAN para intervenir. Ahora que están claros los motivos de los enérgicos esfuerzos de Sarkozy para intervenir, les corresponde a los miembros del Grupo de los 77 liderar la oposición a la intervención de las fuerzas de los países que estuvieron implicados en la destrucción desde 2011. En segundo lugar, los esfuerzos diplomáticos de la Unión Africana deberían estar orientados a alejar a los dispositivos militares extranjeros de Qatar y de los Emiratos, que están llevando a cabo una guerra indirecta en Libia. Desarmar a las diferentes milicias no será posible hasta que no se aleje a la fuerza a los dispositivos extranjeros provenientes de Turquía, Sudán y Qatar de Libia. Los alemanes, los franceses, los italianos y los británicos están ejerciendo presión nuevamente para influenciar a la administración de Obama sobre su apoyo total para el despliegue de fuerzas. Según el periódico británico The Guardian,

«La cumbre de Obama con los líderes europeos consta de un extenso programa, pero la presencia del primer ministro italiano, Mario Renzi, sugiere que el foco principal estará sobre Libia, incluyendo la necesidad de derrotar al ISIS y de frenar la crisis migratoria. Occidente está presionando al nuevo gobierno libio para que solicite el permiso para que la Operación Sophia tenga lugar en aguas libias, incrementando la efectividad de los esfuerzos de la UE para derrotar a los traficantes de personas».

En el interior del servicio de Seguridad de Estados Unidos hay todavía quien entiende los intereses y las limitaciones de otra intervención europea. Frederic Wehrey, un alto miembro asociado al Programa de Oriente Medio de la fundación Carnegie para la Paz Internacional, testificó ante el Congreso el mes pasado y afirmó que,

«Las apreciaciones alarmistas sobre el ISIS en Libia no deberían llevar a una intervención torpe y precipitada. El ISIS puede estar expandiendo su presencia en Libia, pero no ha sido capaz de calar en el descontento popular de amplios sectores de la población… todavía».

¿Es posible que las autoridades militares francesas estén al tanto de esta realidad pero necesiten otra intervención militar para desviar la atención de la inminente crisis en el sistema bancario francés? La Unión Africana no debería mantenerse como espectador en este drama. Si Julius Nyerere hubiera estado a un lado en la destrucción del apartheid, África no estaría en la situación de negociar una unión monetaria y una divisa única. Las fuerzas progresistas en Norteamérica y Europa deberían estar más alerta ante las maquinaciones de las fuerzas que autorizaron la destrucción de Libia.

Horace G. Campbell

* Horace G. Campbell, Profesor de Estudios Afroamericanos y Ciencias Políticas en la Universidad de Siracusa, es el autor de Global NATO and the Catastrophic Failure in Libya: Lessons for Africa in the Forging of African Unity.

NOTAS AL FINAL
[1] Parry, Robert. “What Hillary knew about Libya”. Disponible en:  https://consortiumnews.com/2016/01/12/what-hillary-knew-about-libya/?pri…

[2] Orcutt, Michael. “Promising New Solar Material Boosts Performance of Silicon”. MIT Technology Review, enero 2016. Disponible en: https://www.technologyreview.com/s/545161/promising-new-solar-material-boosts-performance-of-silicon/

[3] “Treasury Designates Libyan for Political Obstruction and Undermining Peace, Security, or Stability of Libya”. Disponible en: https://www.treasury.gov/press-center/press-releases/Pages/jl0432.aspx

[4] Blanchard, Christopher. “Libya: Transition and US Policy”. Congressional Research Service, 20 de abril, 2016. Disponible en: https://www.fas.org/sgp/crs/row/RL33142.pdf

[5] Schmitt, Eric; Cooper, Helen. “U.S. and Allies Weigh Military Action Against ISIS in Libya”. New York Times, 22 de enero, 2016.

[6] http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2016/04/the-obama-doctrine/4…

Fuente: Pambazuka – New push for military intervention in Libya, publicado el 28 de abril de 2016.

Traducido para Umoya por Óscar Pérez Clemente y Sara García Carballo.

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