Pesca y agricultura. Mismos problemas ¿mismas respuestas?

Aunque hablar de pesca y agricultura significa atender realidades diferentes, finalmente, en ambos casos estamos hablando del sector primario. Y en ambos casos el sistema neoliberal está llevándonos a unos escenarios preocupantes, con muchas similitudes. En este artículo nos queremos centrar precisamente en ellas, que se resumen con un término muy rotundo: acaparamiento; pero también en las respuestas que se intuye que son fundamentales y coincidentes también entre la pesca y la agricultura.

EL MAR GESTIONADO DESDE LO PÚBLICO
Los recursos pesqueros no son de propiedad privada, son bienes comunes tangibles, es decir, pertenecen y responden al interés de toda la ciudadanía.

Este sentido de pertenencia común debería implicar un ejercicio de responsabilidad colectiva que evitara su depredación. Sin embargo, son los Estados los que definen cómo gestionar y regular estos recursos comunes, para lo que cuentan con el apoyo de información científica que les permite aplicar criterios de precaución y la capacidad de redactar normas que regulen la gestión de los recursos pesqueros. Su objetivo debería ser evitar la sobreexplotación, asegurar que las generaciones futuras dispongan al menos de las mismas posibilidades de pesca que las actuales y facilitar que las personas que se dedican a la pesca, quienes usufructúan estos recursos, obtengan un beneficio justo.

Sin embargo, estamos muy lejos de alcanzar estos objetivos y hay muchos factores que están detrás del fracaso de la gestión pública. En un modelo económico capitalista y competitivo es muy difícil controlar miles de embarcaciones que operan sobre un área marina de enorme extensión, a lo que hay que añadir también otros factores poco controlables que influyen en la alteración de los ecosistemas marinos, tales como la contaminación o el cambio climático.

“El acaparamiento de océanos significa que poderosos actores económicos se están apoderando del control de decisiones cruciales en torno a la pesca”.

De esta forma, los Estados, tal y como están actualmente configurados, han dejado de ser los garantes de la redistribución equitativa, sostenible y justa de los bienes públicos y comunes. Se han plegado de forma abierta a los intereses del mercado y a los de las grandes industrias pesqueras y de la alimentación. El mercado es quien «dicta» las normas de la conducta productiva de la gran industria pesquera y el Estado es quien las legitima. ¿Y la ciudadanía y el sector de la pesca artesanal? En el contexto actual solo observan lo que pasa, muchas veces inconscientes de lo que realmente ocurre en el escenario global. Por eso, no solo es una cuestión de capacidad de control y fondos públicos. Hay tanto desequilibrio social, económico y de poder en el escenario mundial que mientras no integremos principios de equidad en el modelo de Estado y en el modelo productivo actual todos los esfuerzos y todas las Cumbres internacionales serán en vano. Se precisan nuevos enfoques para abordar esta situación.

EL ACAPARAMIENTO DE LOS OCÉANOS
En septiembre de 2014, el Programa de Justicia Agraria (TNI), Masifundise y Afrika Kontakt, publicaron una guía básica centrada en un concepto nuevo, el acaparamiento mundial de los océanos.

Como dice el propio informe, «el acaparamiento de océanos se está produciendo principalmente a través de políticas, leyes y prácticas que están (re)definiendo y (re)asignando el acceso, el uso y el control de los recursos pesqueros (…). En este proceso, se están ignorando y, en última instancia, perdiendo los sistemas de derechos de tenencia consuetudinarios y comunales de pesca y las prácticas de uso y manejo existentes. Así pues, el acaparamiento de océanos significa que poderosos actores económicos se están apoderando del control de decisiones cruciales en torno a la pesca, como el poder de decidir cómo y con qué fines se utilizan, conservan y gestionan los recursos marinos, ahora y en el futuro. En consecuencia, estos actores, cuyo principal interés es la obtención de beneficios, están asumiendo un paulatino control tanto de los recursos pesqueros como de los beneficios de su uso».

Y continúa: «Algunas de las principales instituciones que están allanando el camino para el acaparamiento de océanos han adoptado un lenguaje basado en los derechos humanos y argumentan que sus iniciativas de reforma normativa surgen de la necesidad de garantizar una seguridad alimentaria universal y erradicar la pobreza». Un argumento que nos recuerda también a la defensa del modelo de la revolución verde, que ha generado el ya conocido acaparamiento de tierras y de semillas.

Este documento es de sumo interés, pues alerta de que estamos entrando en una fase radicalmente nueva, desde la aparición en 2012 de la Alianza Mundial a favor de los Océanos, una iniciativa encabezada por el Banco Mundial que busca privatizar los regímenes de derechos de propiedad sobre los recursos acuáticos y unos modelos de conservación basados en los mercados e impuestos de arriba abajo.

” Es desde lo local desde donde pueden venir las señales de innovación social y económica en el marco de la sostenibilidad”.

Los procesos de acaparamiento conllevan, por lo general, tres mecanismos. El primero de ellos es la pérdida del derecho a pescar a pequeña escala debido a cambios en los marcos jurídicos, lo que obliga a poseer un derecho de pesca integrado en el mercado. Estas reformas (definidas como «pesca basada en derechos») suelen asignar cuotas predeterminadas de captura, y con frecuencia se llevan a cabo sin ninguna consulta al sector. Un ejemplo lo vemos en Sudáfrica con la llamada política de cuotas individuales transferibles de 2005, que excluyó de la noche a la mañana al 90 % de las 50 000 pesquerías artesanales del país. ¿No os recuerda a los sistemas de cuota de la leche, por ejemplo?

Otro mecanismo es la pérdida de acceso físico directo, por parte de las pesquerías a pequeña escala, a sus aguas de pesca tradicionales y a las tierras costeras que las rodean o a las infraestructuras portuarias asociadas. Por ejemplo, algunos proyectos de acuicultura, como la cría de salmones en Chile, con sus enormes jaulas-balsa impiden el paso a la pesca artesanal; también las prospecciones de hidrocarburos o proyectos energéticos son una barrera física para las pesquerías como el caso de la empresa española Gas Fenosa que en 2014 instaló 125 turbinas eólicas en Playa Vicente, en Oaxaca, México, y que está generando graves tensiones sociales. Y podemos acabar con ejemplos más cercanos como el trato preferente en puertos de ciudades del Mediterráneo a grandes cruceros que desplazan o marginan los puntos de embarque de la pesca artesanal.

Por último, las pequeñas pesquerías se enfrentan a capturas en rápido declive debido a la sobrepesca, la contaminación y la destrucción de los caladeros y otros hábitats acuáticos vitales, responsabilidad, básicamente, de los grandes actores industriales que han acaparado el recurso.

¿EXISTE UNA VÍA CAMPESINA PARA EL SECTOR DE LA PESCA?
La situación de la pesca tiene muchas similitudes con la de la agricultura, algunas tan graves como los fenómenos de acaparamiento de bienes comunes, la imposición de modelos productivos industrializados o el dominio del sector por parte de grandes multinacionales. La respuesta más movilizadora en el campo ha llegado de la mano de La Vía Campesina, aglutinando a más de 200 millones de voces campesinas de todo el mundo.

En casi todos los países en los que hay pescadores artesanales, quienes participan en el sector se organizan localmente en asociaciones, cooperativas, sindicatos, cofradías o en algún otro modelo organizativo formal o informal. En algunos países, existen alianzas para alcanzar representatividad a nivel regional o estatal y en ocasiones de ellas han surgido grandes movilizaciones sociales, con capacidad de presión y manifestación pública, como en el caso de Brasil o Centroamérica.

Pero a diferencia del campesinado, en la pesca no tenemos un único movimiento aglutinador. A nivel internacional existen dos grandes espacios de pesca con los mismos objetivos. Ambos, El Foro Mundial de Pescadores y Trabajadores de la Pesca (FMPTP) y el Foro Mundial de Pescadores (WFF) son organizaciones de ámbito internacional y no gubernamental que trabajan para el establecimiento y la defensa de los derechos humanos fundamentales, la justicia social y la cultura relacionada con el sector de la pesca, proclamando el océano como fuente de toda vida y comprometiéndose a asegurar la sustentabilidad de la pesca y de los recursos acuáticos para las generaciones presentes y futuras.

UN NUEVO ESCENARIO DE GESTIÓN DE LOS «RECURSOS COMUNES»
Los Estados y algunas ONG ambientalistas y de desarrollo pretenden exigir honestidad y compromiso ambiental al sector de la pesca, pero ni la honestidad ni el compromiso forman parte de los valores ejemplarizantes de algunos miembros de la clase política, y menos de sectores económicos poderosos como el financiero. Si una gran corporación puede lucrarse sin dar cuenta de sus impactos (sociales, culturales, medioambientales, etc.), ¿por qué no debería poder hacerlo un pescador? Esta idea tan básica forma parte del sistema de creencias y de la matriz cultural de muchas personas a escala mundial y está minando las esperanzas de otras, de las más marginadas, que no tienen más opción que adoptar estrategias de resistencia.

Como sugiere Humberto Maturana, biólogo y pensador chileno, la idea de un estado y una cultura democrática es en el fondo «la idea de una convivencia en la que nos escuchemos mutuamente y podamos generar proyectos comunes. Y lo maravilloso de un proyecto común es que entrega libertad y conocimiento. Claves para hacernos responsables de nuestra conducta ética». Es hacia esta mentalidad hacia la que debemos avanzar.

Procurar este objetivo no depende de la tecnología ni de la economía, solo de la voluntad de las personas que configuran el Estado y la ciudadanía, en el marco de la confianza y no de la discriminación. Aunque somos pesimistas en cuanto a que algún Estado europeo adquiera ese compromiso a medio plazo, es desde lo local desde donde pueden venir las señales de innovación social y económica en el marco de la sostenibilidad, creando espacios de diálogo formales para el diseño de planes de gestión o para consensuar decisiones. Ya existen algunos ejemplos valiosos en los que inspirarse, dos de ellos en Galicia.

Las reservas marinas cogestionadas de Galicia, Os Miñarzos y Ría de Cedeira, constituyen un buen punto de partida, aunque deben seguir desarrollándose y madurando en su dinámica interna y pública. Ambos ejemplos representan un modelo de participación y diálogo entre sector pesquero, comunidad científica, sociedad civil y representantes de la Administración. Crear puentes, cuando la brecha entre sector político y sociedad es tan fuerte, es uno de los caminos necesarios para revertir la desconfianza mutua.

El propio sector pesquero debe definir cuál es el escenario futuro en el que quiere estar: uno dominado por la alta competitividad, donde el más «fuerte» o el menos ético es el que se impone, o bien un escenario en el que las decisiones de gestión se definen de forma consensuada y participativa. El camino de la cogestión supone un avance lógico en el proceso evolutivo y civilizatorio de nuestra cultura y constituye una de las principales fórmulas para tener una sociedad y un estado más vertebrados. La gestión de los «bienes comunes» es la mejor de las oportunidades.

Antonio García-Allut

Fundación Lonxanet para la pesca sostenible – www.fundacionlonxanet.org

Artículo publicado en la revista Soberanía Alimentaria, Nº 24. Primavera 2016.

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