Las adolescentes inmigrantes están muy comprometidas con la causa

El Daomie es el Dispositivo de Acogida y Orientación para Menores Aisladas Extranjeras puesto en marcha por la organización France Terre d’Asile. Aurore Lartigue habla en la radio francesa RFI sobre las jóvenes inmigrantes del Daomie de Amiens.

El 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la RFI se reunió con algunas jóvenes recién llegadas a Francia. ¿Cómo pueden imaginarse un futuro cuando las acaban de echar de su país? ¿Cómo planifican sus vidas cuando tienen que (re)construirse? Sus historias han cambiado sus destinos; además de forjar sus personalidades.

Leslie y Bérénice, dos jóvenes congoleñas de 16 años y Helena, una joven angoleña de 15 años, piensan en su futuro. Les gustaría olvidar su pasado. “Estoy harta de llorar” dice Helena de forma honesta y sin pestañear cuando le preguntamos sobre su anterior vida. Desde hace algunos meses, ella y sus amigas viven en elDaomie de Amiens gestionado por France Terre d’Asile.

Las historias de estas adolescentes, que ASE (Ayuda social en la infancia) confía a esta ONG, son parecidas. Ellas en realidad no querían irse de su país, sino que un familiar las trajo a Francia de la noche a la mañana. “Ella me dijo que hiciese mi maleta para irnos”, cuenta Bérénice. “Ella” es una amiga de su madre que cuidaba a Bérénice, “una segunda madre”. Una vez que llegaron a Francia, la mujer que la cuidaba desapareció cuando llegaron al aeropuerto y la adolescente se quedó a su suerte. “No entiendo cómo ha podido abandonarme”, repetía Bérénice con voz entrecortada.

Los estudios son lo primero

Bérénice se recuperó cuando le pedimos que nos contase sus sueños. “Antes, en la República Democrática del Congo (RDC) quería ser cantante” bromeaba, siendo consciente de que en su nueva vida ya no cabían los sueños de la niñez. Su experiencia la hizo madurar. “Antes las chicas y yo éramos débiles, pero poco a poco empecé a ser más autónoma hasta arreglármelas por mí misma”. Ahora canta en el coro de la iglesia con Helena, que se ha convertido en “una hermana” para ella.

Helena, cuya lengua materna es el portugués, llegó hace tan

solo unos meses y ha aprendido francés muy rápido.

Para las tres adolescentes es el momento de decidir el futuro. Cuando eres un« menor extranjero aislado», es decir, que ha llegado a territorio francés sin familia, tu primera oportunidad es a los 18 años: el objetivo es conseguir un permiso de residencia. Para conseguirlo es necesario tener conocimientos sobre algún tema. “Estudiar”, única palabra que sale de la boca de las adolescentes. “Tengo ganas de mucho estudiar, me gusta mucho”, cuenta Helena. Cuando llegó al centro hace cinco meses escasos solo hablaba portugués. Ahora ella ya puede seguir una clase de 3º, el equivalente a 4º de la ESO en Francia. En sus sueños más descabellados se veía como profesora de historia. “Me gusta mucho leer y aprender cosas”. Por ahora aprende cosas sobre los países de sus compañeras del Daomie.

Profesiones al servicio de una causa

Bérénice, llegó en octubre y está perfeccionando su francés antes de incorporarse a los estudios. “Me gustaría trabajar ayudando a los niños que no tienen familia, que están en la calle”. Pero todavía no sabe si “tendrá la fuerza para volver a RDC”, aunque sí que le gustaría “llevar el derecho del menor” a su país. Para eso sería necesario “entrar en política”. Como hizo su madre, con la que no podía vivir porque estaba obligada a esconderse debido a las amenazas”. No le da miedo. “Al menos haría algo bueno, defendería a los niños”.

Leslie sueña con ser abogada “porque me gusta la ley, defender a la gente y sobre todo a las mujeres”. No contará su recorrido; “me hace daño”, dice frunciendo el ceño, pero es su historia familiar la que ha hecho aflorar su vocación. Para ella lo importante es ser “útil para la sociedad”. Por ahora está haciendo unas prácticas en el marco de su bachillerato de gestión y administración. “Sé que esto lleva su tiempo pero lo voy a conseguir. Si busco un trabajo, tendré dinero para terminar los estudios. Sé que seré abogada, cueste lo que cueste” afirma de manera tajante.

Con los pies en la tierra

Aunque Bérénice, Helena y Leslie se permitan soñar, ya no hacen castillos en el aire. Su vida anterior era “muy difícil”. Su exilio forzado ha hecho desaparecer sus últimas ilusiones. En la edad de la rebeldía ellas tienen que luchar para recomponerse, divididas entre su familia, a la que echan de menos, y la esperanza de una vida mejor. Sin embargo, ninguna se queja, están bien aquí. “Nos conformamos con lo que tenemos. Vivimos el día a día como si todo fuese bien y con la esperanza de que algún día será así”, filosofea Leslie sin darse cuenta. Método Coué.

El Daomie de France Terre d’Asile en Amiens.

¿Tienen ganas de encontrar a una familia ahora que ellas que no saben nada de la suya? La pregunta las deja boquiabiertas. “Aquí me preocupo de mí misma y de mi futuro, el resto ya se verá” explica Leslie.

Todas son conscientes de que Francia es una buena oportunidad para ellas. “Aquí respetan mucho a las mujeres y tienen el lugar que se merecen en la sociedad”, recalca Leslie. Bérénice está escribiendo un poema por el Día de la Mujer. Todavía no está terminado pero dice que “la mujer es lo más importante, es la que nos da la vida, la que sufre y lleva dentro de ella al niño durante nueve meses. Y aún encima a algunas las violan y fuerzan”. En la habitación de las jóvenes.

Ser francés cuenta

Cuando mencionamos el Día Internacional de la Mujer, Shukrieh se puso muy contenta. Estaba ansiosa por hacer algo. Para esta joven afgana que llegó en 2009, en Francia también queda mucho por hacer. “Se habla mucho de igualdad. Se dice que las mujeres y los hombres son iguales, pero los salarios nos demuestran que no”, suelta con tan solo 14 años.

Shukrieh no llegó sola. “Las razones son un tanto confidenciales”, dice dudando. Así que resume: “Allí vivíamos mal así que vinimos como cualquier emigrante que quiere cambiar de vida, que no quiere vivir en la desgracia”. Su padre es un soldado exiliado que cuando se instaló en Francia hizo que el resto de su familia se fuese con él. “Es él el que ha pasado de todo por nosotros”, precisa la joven. Cuando se acuerda de su llegada al aeropuerto sus alegres ojos negros empiezan a llenarse de lágrimas. Llevaba mucho tiempo sin ver a su padre. “Salté a sus brazos y le pregunté: ‘¿qué quiere decir bonjour?’. Es la primera palabra que aprendí en francés y significa mucho para mí”.

Shukrieh, 14 años, en su casa cerca de Melun.

Modelos a seguir que suben el listón

Sukrieh tiene muchos proyectos en mente pero todavía no sabe qué quiere hacer. Cuando era pequeña soñaba con ser médico como Sima Samar, una afgana comprometida con los derechos de la mujer y la escolarización de las niñas. Ahora parece un poco perdida ante el vasto horizonte de posibilidades, un tanto vertiginoso. “El hecho de estar en un país libre me brinda la posibilidad de tener un buen futuro, mucho mejor que si estuviese en Afganistán, en dónde las mujeres no son demasiado libres”, justifica la joven estudiante, que confiesa: “Venir a Francia me ofrecía una nueva vida y unas nuevas esperanzas, casi como un sueño. Y ahora a veces me quejo y luego me pregunto ¿por qué te quejas Shukrieh? ¡Estás viviendo tu sueño!”. Shukrieh, 14 años, durante una intervención en las jornadas

conmemorativas a Abdul Ali Mazari.

Shukrieh a veces se refiere a “nosotros”cuando habla de los franceses y se corrige. La adolescente ve su futuro en Francia, pero a la vez está “comprometida” con su país. “Siendo francés podemos cambiar más fácilmente las cosas”, asegura. Shukrieh quiere cambiar Afganistán. Sonríe con valentía, pero todo esto es muy serio. ¿Cómo? “Imponiendo la igualdad de las mujeres y haciendo que todas las etnias que conviven formen una sola patria, como decía Abdul Ali Mazari”. Abdul Ali Mazari es uno de los muchos modelos que la inspiran. “Es nuestro Nelson Mandela”, explica para aquellos que no entiendan del tema.

La adolescente habla continuamente sobre el hombre político, muerto antes de su nacimiento, con la llegada de los talibanes en 1995. “Se sacrificó, es un mártir y lo más importante para mí es que fue el primero que reclamó los derechos de la mujer y los derechos humanos. Es el padre de la nación y también el mío” Con la asociación Kolbaih Dost, en la que está muy implicada, la joven está creando una obra de teatro para contar la historia de la figura afgana. Gracias a la asociación conserva un gran vínculo con Afganistán e incluso ha mejorado su persa.

En el Panteón de sus “ídolos” también está Malala claro que “ella sabe solfa” ya que ha pasado más tiempo en Pakistán que en su propio país.

Su exilio la ha cambiado y ella lo sabe. “Si en mi infancia hubiese vivido en una casita con su jardincito, sin historias, fuese al colegio, volviese a casa y merendase, no sería lo mismo. No sería para nada la Shukrieh que soy ahora

*Los nombres se han cambiado

Por Aurore Lartigue

http://www.rfi.fr/france/20160306-journee-femme-adolescente-migrantes-mineures-rdc-afghanistan-8-mars

Traducido por Eva Pousa Prieto

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