Burundi 2005-2015: Autopsia de una democracia en gestación

 Por *Kris Berwouts-MO*academy -Experto en África Central-15 de setiembre de 2015 

Burundi pasó de ser un país que se dirigía hacia la paz, a ser un país que se dirigía de cabeza al abismo. Kris Berwouts da unas pinceladas a esta desafortunada caída en un informe bien documentado. «La crisis política no sólo deja Burundi al borde de una guerra civil, sino también al borde de un colapso económico».cropped-P8070121.jpg

cropped-P81202901.jpgEn unos pocos meses, todo lo que se había creado en Burundi, en términos de reconciliación, construcción de paz y democratización, desde que se inició el proceso de paz, se ha venido abajo. Burundi antes era un país en el que los partidos en guerra y la población entendían que no había forma de solucionar el conflicto por la vía militar.

Era un país de guerras que nadie ganaba, en las que los partidos políticos y las fuerzas militares estaban condenadas a negociar si no querían quedarse atrapadas en espirales de violencia eternas. Ahora parece que este país está al borde de una guerra civil. Estamos intentando entender qué es lo que está ocurriendo y qué se está perdiendo.

 Proceso de paz

En octubre de 1993 empezó el caos, cuando algunos miembros del ejército dominado por los tutsis y apoyado por personajes clave del régimen anterior intentaron derrocar al recién elegido gobierno hutu. No pudieron mantener el poder, pero en unos pocos días habían acabado con las instituciones. El nuevo presidente, Melchior Ndadaye, y muchos de sus colaboradores principales fueron asesinados. El golpe de estado fallido con más éxito de la historia (tal y como se refirieron a él posteriormente) desencadenó una guerra civil que duró 10 años. En ella, el ejército nacional dominado por los tutsis fue retado por varios rebeldes hutus. Cientos de miles de personas murieron.

En Julio de 2005, Burundi puso fin a un proceso de paz histórico complejo al organizar sus primeras elecciones democráticas. A pesar del confuso panorama político con más de 30 partidos y 7 rebeliones, se tomaron algunos pasos importantes: (1) las elecciones se consideraron libres y transparentes; (2) tuvieron un resultado claro: los exrebeldes del CNDD-FDD, que se había unido a la transición en 2003, ganaron con diferencia en todos los niveles; (3) fue una victoria que todo el mundo reconoció de manera casi inmediata; y (4) estos resultados claros y aceptados provocaron un cambio de poder efectivo. El 26 de agosto de 2005, el líder del CNDD-FDD, Pierre Nkurunziza, juró su cargo como nuevo presidente. Dirigió un gobierno en el que el CNDD-FDD era el partido dominante, pero que también contaba con ministros de otros partidos.

Yo controlé la primera encuesta electoral (las elecciones comunales), que tuvo lugar en 2005, que había aclarado los límites de unas relaciones de poder completamente nuevas. A la mañana siguiente, me desperté en un país en el que se podía palpar la esperanza. Burundi había atravesado un infierno, pero resurgía de sus cenizas y parecía estar dispuesto a enfrentarse a los problemas reales, sobre todo a la lucha contra la pobreza abyecta, en la que se veía sumida una gran parte de la población tras todos los años de guerra.

 Después de la luna de miel

Por supuesto, todas las expectativas de los burundeses tras el fin exitoso de la transición no se cumplieron. La seguridad y la estabilidad seguían siendo muy frágiles, sobre todo porque el movimiento rebelde más viejo, el Frente Nacional de Liberación (FNL), seguía con su lucha. Los derechos humanos, la libertad de expresión y el espacio democrático se encontraban bajo mucha presión y los nuevos líderes no podían acabar con la triste tradición de mala gobernanza.

Sin embargo, algunos logros parecían irreversibles:

  • Cuando el CNDD-FDD se unió al gobierno de transición en noviembre de 2003, la seguridad era relativamente buena en todas las provincias, salvo en la provincia de Bujumbura Rural. La integración exitosa y rápida del ejército del gobierno anterior y de las fuerzas del CNDD-FDD sentó las bases de un ejército nacional auténtico que protegiese a los ciudadanos, en lugar de a una sola comunidad.
  • En una región en la que la pérdida de legitimidad es una de las causas principales de la implosión de los estados, era importante para el futuro llegar a un resultado claro y ampliamente aceptado de unas elecciones bien organizadas.
  • Por primera vez en décadas, la dimensión étnica parecía estar bajo control. Burundi es un país repleto de divisiones (entre grupos étnicos, clanes, regiones, áreas urbanas y rurales, clases sociales, etc.), pero el mayor problema de todos era que se habían visto reducidas a un conflicto entre hutus y tutsis. Esto es algo que cambió al final de la transición. El elemento clave que frenó la desconfianza total entre las dos comunidades fue el grupo étnico que garantizaba el 40% de los cargos políticos y el 50% del ejército para los tutsis.
  • Burundi es uno de los países menos urbanizados de todo el mundo. En 2005, menos del diez por ciento de la población vivía en las ciudades. Con la llegada del CNDD-FDD al poder, por primera vez el país estaba gobernado por personas que situaban su base electoral con las poblaciones rurales.
  • El CNDD-FDD era autocrático, pero Burundi siguió teniendo un sistema multipartidista con un servicio de prensa activo y una sociedad civil asertiva que participaba en el debate nacional.

Todo lo malo pasó durante las elecciones de 2010. Frustrados por unos resultados decepcionantes en las elecciones locales, casi todos los partidos de la oposición se apartaron del proceso electoral, incluyendo a los candidatos a la presidencia —el ex presidente Domitien Ndayizeye (Frodebu, Frente Democrático en Burundi), Agathon Rwasa (FNL), Léonard Nyangoma (CNDD) y Alexis Sinduhije (MSD, Movimiento por la Solidaridad y la Democracia)—. Así, Burundi se vio reducido a un estado unipartidista de facto.

El debate público desapareció del parlamento y de fuera de él. La presión sobre la libertad de expresión aumentó. Los líderes clave de la oposición se exiliaron, mientras que, por lo general, las bandas de la liga joven del partido gobernante (los Imbonerakure, o «los que ven más allá») acosaban, detenían e incluso asesinaban a los militantes y los líderes locales de sus partidos. Los Imborenakure actuaban como una milicia privada del CNDD-FDD para controlar a la población de raíz. Con la oposición fuera del país o totalmente intimidada, la sociedad civil y la prensa empezaron a ser vistas como los últimos bastiones de la opinión disidente.

 Nuevas elecciones

Estaba previsto que las elecciones de 2015 fuesen una batalla desigual. Al haber desertado del proceso electoral en 2010, la oposición era responsable de que el país se hubiese convertido prácticamente en un estado unipartidista. Además, tras las elecciones, no había conseguido impresionar a nadie, y la plataforma que habían establecido (llamada ADC Ikibiri) no se convirtió en una herramienta para la movilización. El único líder de la oposición que siguió teniendo credibilidad en las calles fue Agathon Rwasa, el legendario líder del Frente Nacional de Liberación (FNL). La ausencia de un control democrático había permitido al CNDD-FDD imponer su mala gobernanza y la corrupción por todo el país. Por eso, las elecciones no iban a ser muy competitivas.

Las dos preguntas que nos quedaban por responder eran: (a) ¿se las arreglaría el CNDD-FDD para mantener su monopolio en las instituciones y seguir en el poder otro mandato más sin ningún control democrático? Y (b) ¿sería capaz el CNDD-FDD de esconder sus desacuerdos y conflictos de intereses internos bajo la alfombra? La pregunta de si Nkurunziza se podría presentar a un tercer mandato parecía algo secundario. En primer lugar, la constitución burundesa (a diferencia de, por ejemplo, la congolesa o la ruandesa) mostraba cierta apertura al respecto y, en segundo lugar: ¿quién podría frenarlo si la unidad relativa del partido se cristalizaba a su alrededor?

Pero no fue así: el espejo se resquebrajó a finales de noviembre de 2014. Expulsaron a cuatro generales importantes de los cargos principales en el régimen; entre ellos estaban Alain-Guillaume Bunyoni y Adolphe Nshimirimana. Como jefe del servicio de inteligencia de Burundi, Nshimirimana no era solo considerado el número dos del régimen, sino también uno de los malos. Para alguien ajeno a los hechos, era difícil saber qué era exactamente lo que estaba pasando dentro del CNDD-FDD, pero estaba claro que el volcán bullía por dentro.

Tres meses después, el murmullo aumentó. El 18 de febrero de 2015, Nkurunziza despidió al general Godefroid Niyombare, que había sucedido a Nshimirimana como jefe del servicio de inteligencia, porque había escrito un informe en el que afirmaba que cualquier intento para obtener un tercer mandato para Nkurunziza sumiría al país en el caos y la violencia.

En ese mismo periodo, fue quedando cada vez más claro que las calles de Bujumbura serían un factor que se debería tener en cuenta. Las protestas populares estaban aumentando y se manifestaron en la detención del periodista Bob Rugurika, director de la radio libre llamada Radio Publique Africaine (RPA). Detuvieron a Rugurika el 20 de enero. Se produjeron varias manifestaciones en contra de su detención y cuando por fin lo pusieron en libertad el 19 de febrero, y lo sacaron de una cárcel a 50 km de Bujumbura, miles de personas lo acompañaron y lo vitorearon en su alegre vuelta a la ciudad.

Caída libre

El volcán entró en erupción el 25 de abril, cuando el CNDD-FDD (Consejo Nacional por la Defensa de la Democracia —Fuerzas de Defensa de la Democracia) organizó un congreso electoral y nombró a Nkurunziza candidato para la presidencia. Esta decisión provocó inmediatamente una serie de manifestaciones, que se encontraron con una represión especialmente violenta por parte del gobierno. Se esperaba de manera general que la intensidad de las manifestaciones disminuyese tras unos días, pero no fue así. Hubo víctimas, tanto entre los manifestantes como entre las fuerzas de seguridad, y el gobierno llamó a los manifestantes terroristas y enemigos del estado. Entretanto, unos 200 000 refugiados burundeses se han registrado en los países vecinos desde el comienzo de los altercados.

El 13 de mayo, un grupo de soldados dirigidos por el general Godefroid Niyombare intentó hacerse con el poder y aprovecharse de la participación de Nkurunziza en la cumbre regional en Dar es-Salam (Burundi). El ex jefe de los servicios de inteligencia declaró en un mensaje radiofónico que el presidente había sido depuesto y que el aeropuerto y las fronteras quedaban cerrados. Miles de personas celebraron el golpe en las calles de Bujumbura.

Durante las primeras horas, parecía que el golpe había tenido éxito, pero entonces, se desató la violencia en la capital y los grupos militares rivales lucharon por controlar los lugares estratégicos de la ciudad y de los estudios de las emisoras de difusión nacional. Uno de los líderes de los golpistas admitió su derrota treinta horas después de que diese comienzo, pero todo ello demostró lo vulnerable que era Nkurunziza. Al respecto, los vecinos solo pudieron condenar el intento de golpe contra el legítimo presidente del estado.

El fallido golpe le dio al gobierno la oportunidad para acusar a los manifestantes no violentos de cómplices de los golpistas y de alterar la ley y el orden, pero el 18 de mayo las manifestaciones se reanudaron. La presión de la comunidad internacional sobre Nkurunziza para que retirase su candidatura y no aspirase a un tercer mandato aumentó, y también pidieron que las elecciones se pospusiesen porque era imposible organizar unas elecciones justas y libres en el país  bajo aquellas circunstancias.

No obstante, al final, se llevaron a cabo. En las elecciones legislativas el 29 de junio, el CNDD-FDD consiguió un 60% de los votos y el partido de Agathon Rwasa, el Abigenga Amizero Y’Abarundi (el histórico FNL se había escindido durante los últimos años) obtuvo un claro segundo puesto con algo más de un 11%. Por fin, en las elecciones presidenciales del 24 de julio, Nkurunziza ganó con un 69% de los votos y Rwasa volvió a quedar segundo con un 19%. Tras las elecciones, Rwasa fue nombrado vicepresidente del Parlamento.

Entre tanto:

1) Los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los detractores de Nkurunziza en las calles de Bujumbura se recrudecieron cada vez más, hasta llegar a convertirse más en ataques relámpago con armas pesadas que en represiones brutales de manifestaciones no violentas y disturbios.

2) La oposición se reorganizó bajo un nuevo nombre: el CNARED (cuya traducción del francés podría ser Consejo Nacional para el respeto de los Acuerdos de Arusha y la Restauración de un Estado de Derecho en Burundi), que se fundó a principios de agosto tras tres días de discusión en Adís Abeba. Su principal objetivo es «luchar contra Pierre Nkurunziza, que violó los Acuerdos de Arusha y la Constitución de Burundi al aspirar a un tercer mandato como presidente». Sin embargo, CNARED se parece bastante al ADC-Ikibiri que nunca consiguió marcar la diferencia. No hay indicios de que puedan tener el liderazgo y la credibilidad para inspirar o movilizar a la población.

3) Las posibilidades de que la implosión del régimen con este tercer mandato llegue a convertirse en una guerra civil a gran escala están aumentado.

Este clima tan deteriorado resultó en un golpe todavía mayor: el 2 de agosto, Adolphe Nshimiramana fue asesinado en su coche durante un ataque con artillería pesada. El ex jefe del servicio de inteligencia y número dos del régimen, que había sido destituido en noviembre de 2014, había sido decisivo en la respuesta al golpe de estado de mayo. Su muerte dio lugar a numerosas teorías conspiratorias, incluyendo la de que hubiese luchas de poder en los círculos más internos del régimen.

Al día siguiente, el defensor de los derechos humanos burundés, Pierre-Claver Mbonimpa, fue tiroteado y, en la actualidad, se está recuperando en Bélgica. El sábado 15 de agosto,  el coronel Jean Bikomagu, que había dirigido a las fuerzas armadas durante la guerra civil que sufrió el país, también fue tiroteado mientras atravesaba las puertas de su casa. El 11 de septiembre, el director de las fuerzas armadas de Burundi, Prime Niyongabo, sobrevivió a un intento de asesinato en Bujumbura.

La ceremonia de juramento del tercer mandato de Nkurunziza estaba planeada para el 26 de agosto, pero el 26 de ese mismo mes, su portavoz, Willy Nyamitwe, declaró que el presidente tomaría juramento esa misma mañana. Muchos observadores creen que el presidente quería anticiparse a la tormenta de rumores acerca de qué podrían haber planeado los rebeldes y los disidentes para la ceremonia.

¿Estamos ante un punto de no retorno?

¿Dónde se encuentra Burundi en la actualidad? La ONU advirtió hace dos semanas de que la situación en Burundi no ha alcanzado todavía el punto de no retorno, pero que avanza en esa dirección y pidió una restitución inmediata del diálogo político. El país se dirige directo al abismo.

  1. Burundi parece ser el país que más ha avanzado en la tarea de crear de forma efectiva una situación postconflicto, basada en la conciencia de que en la guerra todos salimos perdiendo. Aun así, el país se encuentra al borde de una guerra civil o, por lo menos, de una situación de violencia generalizada.
  2. La exitosa integración del ejército regular y las fuerzas rebeldes en 2003 fue muy importante para completar la transición y organizar las elecciones de 2005. El ejército nacional se ha mantenido unido por etnicidad o por partido político desde entonces, algo que ha sido crucial porque la policía nunca ha sido neutral y siempre ha operado con los Imborenakure como brazo armado del partido político. No obstante, el problema del tercer mandato de Nkurunziza parece haber divido profundamente al ejército.
  3. Probablemente la mayor hazaña de la transición y de la primera legislatura fue la desaparición de las diferencias étnicas como causa raíz y explicación última de todo mal en el país, pero los viejos demonios siguen vivos, dormidos y en estado latente. No obstante, ya hay señales de que podrían despertarse de nuevo, por ejemplo, por los supuestos planes de Nkurunziza de aplicar la cuota étnica de los Acuerdos de Arusha.
  4. El asesinato de Nshimiramana y Bikomagu y el asalto a Mbonimpa acercan al país al alarmante clima de asesinatos políticos concretos que Burundi ya ha visto varias veces en las últimas décadas. Es cierto que nunca ha habido una seguridad plena, pero durante la primera legislatura parecía que se había reducido al problema de la pobreza extrema en el contexto postconflicto, en el que los pueblos y los suburbios no habían sido desarmados del todo. Muchas personasdesaparecieron y murieron durante la segunda legislatura, pero fueron principalmente líderes de nivel medio y militantes locales. No obstante, desde agosto, los asesinatos políticos de alto nivel han vuelto, con las mismas potenciales consecuencias devastadoras que hemos visto en el pasado.
  5. El gobierno más legítimo que ha tenido el país organizó sus terceras elecciones en circunstancias que no permitían que fuesen libres y justas. Ahora, el régimen tiene menos apoyo que nunca en Burundi y está aislado internacionalmente, ya que el último ápice de legitimidad ha desaparecido.
  6. La crisis política deja a Burundi al borde de la guerra civil, pero también muy cerca del colapso económico. Se trata de un enorme paso atrás en un país en el que hace diez años una victoria en la lucha contra la pobreza era la condición más importante para consolidar la situación postconflicto.
  7. La actual crisis en el CNDD-FDD ha dejado claro que los líderes civiles del partido no han entrado y no entran en el debate interno. Durante años, algunas personas, como Gervais Rufykiri (ex portavoz del Senado y vicepresidente de la República); Pascal Nyabenda, presidente del partido, y el defensor del pueblo, Mohamed Rukara, parecían ser los líderes del futuro. Todos ellos eran miembros del CNDD-FDD, pero ninguno tenía un trasfondo militar y eran accesibles en materia de buena gobernancia, derechos humanos, etc. Sin embargo, los recientes acontecimientos han mostrado que los actores clave siguen siendo los jefes del ejército y los exlíderes rebeldes como Pierre Nkurunziza, Godefroid Niyombare, Agathon Rwasa (como principal desafiante) o Léonard Nyangoma como presidente del CNARED. Diez años de políticas postconflicto no han conseguido desmilitarizar el liderazgo.
  8. La dimensión regional es extremadamente importante y varios países se encuentran en una situación parecida: elecciones en Burundi y Tanzania en 2015; la RDC y Uganda, en 2016 y Ruanda, en 2017.
  9. Se espera, y, de hecho, ya es visible, que los acontecimientos en cada uno de estos países influyan en los demás, sobre todo en cuanto a la posibilidad de que los presidentes permanezcan en el poder más allá de lo constitucionalmente permisible. Por ejemplo, en este momento, los extremistas de Kabila han reforzado su ambición de mantener el reino de Kabila más allá de 2016, porque Nkurunziza ha demostrado que se puede permanecer en el poder a pesar de la presión. Por eso, Kabila está apoyando activamente a Nkurunziza.
  10.  Nkurunziza sospecha que el régimen ruandés está acogiendo a los golpistas de mayo y a otros enemigos. Las estrechas relaciones de los problemas (pre)electorales en los distintos países crean un potencial todavía más grande de que se produzca violencia transfronteriza y, en el peor caso, que se desate una guerra regional.

En diez años, Burundi ha pasado de ser una democracia en gestación en un contexto postconflicto a convertirse en un estado autoritario con mala gobernanza como principio vinculante. Sin embargo, desde abril, el país ha entrado en caída libre. Ahora mismo, el escenario más optimista parece ser que Nkurunziza se vea forzado a aceptar un nuevo diálogo que le lleve a una nueva transición, bajo su presidencia. Además, incluso si este escenario consigue evitar una nueva guerra civil, sería un gran paso atrás para la credibilidad de los procesos de democratización y de paz no solo en Burundi, sino en toda la región.

*Kris Berwouts (Gante, 1963) estudió Lingüísticas Africanas e Historia. Ha trabajado durante 25 años para varias ONG internacionales y belgas centradas en los procesos democráticos, de seguridad, de reconciliación y de construcción de paz. Desde enero de 2012, trabaja como escritor independiente y experto en conflictos, seguridad y democratización en África central. Además, se le puede seguir en Twitter.

Fuente: www.mo.be/en/analysis/burundi-2005-2015-autopsy-embryonic-democracy

Traducción de Miguel Borrajo González y Raquel de Pazos Castro

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