«El grueso de pueblos africanos, históricamente documentados, son excedentarios
en su producción de recursos, sean éstos agropecuarios, piscícolas o en
combinación de lo anterior con complementos de recolección y caza. Apenas
grupos reducidos y ocupando regiones particularmente difíciles de explotar se
han mantenido en los últimos milenios en un régimen paleolítico propio de los
cazadores -recolectores: los san o bosquimanos en África austral y los twa-ka o
pigmeos en el gran bosque ecuatorial son los escasos millares de individuos que
se han mantenido al margen de los modelos productivos excedentarios. Así, el
tópico moderno sobre el desvalimiento acumulador africano carece de pruebas
en el pasado, ya que los pueblos del desierto, la sabana y la selva han dado
masivamente prioridad a crear sistemas de seguridad basados
en el excedente en rebaños o en campos cultivados. »
(Iniesta, 2010)
FEDERACIÓN DE COMITÉS DE SOLIDARIDAD
CON ÁFRICA NEGRA
-1-
1. INTRODUCCIÓN.
De cuando en cuando los medios de comunicación social nos informan de hambrunas en África.
Las dos últimas han sido: la hambruna que asoló en la segunda mitad de 2011 África Oriental y el
Cuerno de África y, ya en este año 2012, la que está afectando al Sahel, en concreto a Tchad,
Malí y Níger.
En este último caso UNICEF dio la alarma mundial: en el Sahel podían morir de hambre un millón
y medio de personas de las que un millón serían niños y niñas. El año pasado ya murieron 50.000
personas en el Cuerno de África por una hambruna que los países ricos ignoraron. Otro capítulo
más de la tragedia y la vergüenza del hambre que no cesa.
Según datos de la ONU, en 2010 las personas que pasaban hambre en el mundo eran el 14% de
la población mundial; un porcentaje de escándalo que no se reduce desde 1995. ¿Sobre-
población y carestía? No. La producción de alimentos se ha triplicado en el último medio siglo, en
tanto que la población solo se ha duplicado. No faltan alimentos. Pero el hambre no se reduce,
aumenta.
Cuando la ONU declaró la hambruna del Cuerno de África en 2011, una sequía azotaba esa
región y ello conllevó el aumento de precio de los alimentos. Pero no solo la sequía fue
responsable del hambre. La ONG Acción contra el Hambre afirma que “la sequía puede ser factor
desencadenante de hambruna, pero no la causa de fondo”.
“Olivier De Schutter, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, acusa a los
especuladores financieros y a los de tierras como responsables de que no acabe el hambre.
Sequía y variaciones de oferta y demanda no explican la volatilidad de precios de los alimentos.
Pero la burbuja especulativa de los alimentos, sí. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que los productos
lácteos aumentaran un 157% en 2007 para caer
considerablemente en 2008 sin causa objetiva
La producción de alimentos se
aparente? Pura especulación financiera.” (Caño
ha triplicado en el último medio
Tamayo, 2012).
Más adelante en este mismo artículo, el citado autor siglo, en tanto que la población
afirma “Que la especulación tiene todo que ver con el solo se ha duplicado. No faltan
hambre lo muestra que los fondos de inversión en alimentos. Pero el hambre no se
alimentos apenas sumaban 13.000 millones de reduce, aumenta.
dólares en 2003. Pero en 2008 ya eran 317.000
millones. ¿Por qué? Explotó la burbuja inmobiliaria y
los buitres de la especulación se lanzaron sobre los alimentos para sustituir como oscuro objeto
de especulación viviendas por alimentos. Todo por lograr grandes beneficios en tiempo breve. Los
aumentos de precio de alimentos poco tienen que ver con la oferta y la demanda y mucho con la
especulación.” (Caño Tamayo, 2012).
Mientras tanto, estamos asistiendo, también, desde nuestras sociedades opulentas a una
dictadura de los mercados, la dictadura del entramado financiero internacional que diluye
responsabilidades y premia a los defraudadores. Hoy, la sociedad, en palabras de Stéphane
Hessel, trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del “siempre más”, del consumismo voraz
y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes. El poder del dinero no ha sido
nunca tan grande, tan insolente y tan egoísta con sus propios servidores. Los bancos, una vez
privatizados, se preocupan mucho por sus dividendos y por los altos salarios de sus dirigentes, no
por el interés general. La brecha entre los más pobres y los más ricos no ha sido nunca tan
grande, ni la búsqueda del dinero tan apasionada. Por ello, hoy, más que nunca, la indignación
ante esta realidad debe transformarse en compromiso. Para intentar cambiar las cosas se hace
necesario actuar conjuntamente y los movimientos sociales son ese ente vivo donde expresar y
luchar por otro tipo de mundo. Solo se necesitan personas dispuestas a rebelarse contra lo
intolerable y a rechazar que la única salida de la crisis sean los ajustes permanentes para poner
de nuevo en marcha la maquinaria capitalista. Nuestra conciencia nos obliga a decir “basta ya” y
los agricultores de todo el mundo ya se están movilizando.
Incidiendo en lo que decíamos al principio, los afectados por la crisis no sólo viven en los países
ricos del norte. Los más pobres del mundo malviven con menos de un dólar al día, no se puede
dejar que esta desigualdad se haga todavía más grande. En el informe de la ONU sobre la
distribución mundial de la riqueza en los hogares de 2006 se afirma que el 10% de los hogares
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posee el 85% de la riqueza. En el lado opuesto, el 50% de los hogares más pobres del mundo
sólo poseen el 1% de la riqueza mundial, y la mayoría de estos hogares son campesinos.
Actualmente existen 1.750 millones de personas (el 25% de la población mundial) que son pobres
absolutos en varias dimensiones a la vez: ingresos, salud, nutrición, educación, vivienda,
saneamiento, acceso a la electricidad, disponibilidad de agua y disponibilidad de combustible para
cocinar. Se encuentran en esta situación de pobreza absoluta el 90% de los habitantes de Etiopía,
el 87% de Mali, el 40% de Nicaragua, por poner sólo algunos ejemplos (Díaz-Salazar, 2011). Los
7.000 millones de dólares anuales que se requerirían durante el próximo decenio para proveer de
acceso a agua limpia a 2.600 millones de personas es menos de los que los europeos se gastan
en perfumes y también menos de lo que los estadounidenses se gastan en cirugía estética al año.
Se trata de una cantidad de dinero que podría salvar 4.000 vidas diarias (Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo, 2005).
Por otro lado, la cultura del consumo pretende hacernos creer que todo el mundo puede acceder
a la felicidad a través de la adquisición de bienes y servicios. Cuando se ve la televisión, cuando
se pasea por la calle, cuando se habla con los amigos, hay un continuo mensaje subliminal que
dice: “compra, consume, gasta”. Sin embargo, las decisiones de consumo que se toman por parte
de los habitantes de los países del norte tienen importantes repercusiones sobre los recursos
naturales del planeta, sobre la producción de materias primas, sobre la contaminación o sobre las
condiciones de vida de los habitantes de los países del Sur (Ballesteros, 2007). Y en lo que se
refiere a la comida esto es un hecho más que demostrado.
Las grandes empresas comercializadoras de semillas, fertilizantes y pesticidas, las grandes
multinacionales transformadoras y las gigantescas cadenas de distribución sólo piensan en
maximizar sus beneficios y están llevando a la ruina a pequeños agricultores de todo el mundo.
Acaparan tierras, agua, semillas, poblaciones enteras se ven obligadas a desplazarse, a cambiar
de hábitos de consumo y se pierdan conocimientos milenarios, mientras que gobiernos e
Instituciones Internacionales permanecen impasibles. Es tal el poder de estas multinacionales que
derrocan gobernantes, cambian leyes, manipulan informaciones y acallan a todo aquél que osa
contar la verdad sobre sus actuaciones. Al mismo tiempo
realizan campañas de publicidad espectaculares donde
venden su compromiso con las personas y con el medio
Las grandes empresas
ambiente como ejes principales de su trabajo.
comercializadoras de
¿Quiénes controlan los recursos naturales (tierra, agua,
semillas, fertilizantes y
semillas) que permiten la producción de comida? ¿A
pesticidas, […] sólo piensan
quiénes benefician las políticas agrícolas y alimentarias?
en maximizar sus beneficios
Hoy, los alimentos se han convertido en una mercancía y
y están llevando a la ruina a
su función principal, alimentarnos, ha quedado en un
segundo plano. En el planeta se produce comida para
pequeños agricultores de
12.000 millones de personas, mientras que en estos
todo el mundo.
momentos lo habitamos unos 7.000 millones, y de ellos,
1.000 millones pasan hambre (Vivas, Esther, 2011). El
hambre no es una fatalidad inevitable que afecta a determinados países. Las causas del hambre
son políticas. Pero ¿qué puedo hacer yo?
Ante esta realidad y los enormes conflictos por la posesión y el reparto de la tierra y los recursos
naturales, campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales,
indígenas, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas de todo el mundo se unieron
en lo que hoy se denomina La Vía Campesina, un movimiento social altamente comprometido.
Actualmente este movimiento está compuesto por 148 organizaciones campesinas de 70 países
con más de 200 millones de mujeres y hombres afiliados. Ellos mismos se definen como “La voz
de los campesinos y de las campesinas del mundo”, un movimiento autónomo, plural,
multicultural, independiente, sin ninguna afiliación política, económica o de otro tipo. La Vía
Campesina defiende:
1. Un modelo de producción de alimentos sanos basado en la agricultura y en la producción
sostenible, con recursos locales, en armonía con la cultura y las tradiciones locales.
2. La Soberanía Alimentaria de los pueblos, es decir, el derecho de los pueblos, los países y
las uniones de Estados, a definir sus políticas agrarias y de producción de alimentos. En
-3-
este sentido La Vía Campesina apoya a los pueblos en su lucha contra las políticas
neoliberales impuestas por las instituciones financieras internacionales: Organización
Mundial de Comercio, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial y las corporaciones
transnacionales del agronegocio que defienden el libre comercio y la liberalización en la
agricultura.
3. Un modelo descentralizado donde la producción, el procesamiento, las cadenas de
distribución y el consumo de alimentos estén controlados por cada comunidad.
Ante situaciones como el acaparamiento de tierras, el uso de transgénicos en agricultura, los
monocultivos, el comercio injusto, etc., esta organización propone el reparto de la tierra, conservar
la biodiversidad, un comercio con justicia y una reforma agraria donde la Soberanía Alimentaria
sea el eje principal de todas las decisiones políticas.
Nosotros, tú y yo, como consumidores y ahora conocedores de estas injusticias, que se
desarrollarán con más profundidad en las páginas siguientes, estamos llamados a un cambio en
nuestras pautas de consumo, en nuestro estilo de vida. Estamos llamados a constituir un
movimiento social por la Soberanía Alimentaria de todos los pueblos. Algunas pistas sobre qué
podemos cambiar en nuestra vida cotidiana podrían ser las siguientes:
1. Reducir los niveles de consumo, introduciendo en los hábitos sociales valores éticos, como
la austeridad frente al despilfarro.
2. Informarse sobre el producto, su origen, su proceso de fabricación, transporte y
comercialización.
3. Consumir alimentos de temporada producidos con métodos sostenibles (agricultura
ecológica…) y apoyar a productores y comerciantes locales.
4. Denunciar las malas prácticas de las multinacionales, los gobiernos y las instituciones
internacionales que generan pobreza.
5. Comprar en tiendas de comercio justo los productos que no se producen aquí.
Por eso, si no quieres ser cómplice de estas situaciones injustas, elige bien cada producto que
compras, porque con cada acto de consumo estás decidiendo el mundo en el que queremos vivir.
2. LA SOBERANÍA ALIMENTARIA FRENTE AL ACAPARAMIENTO DE TIERRAS
El acaparamiento de tierras no es un fenómeno nuevo, la mayoría de los países de África,
América y Asia han vivido este fenómeno desde la época colonial. Las mejores tierras siempre se
han concedido a inversionistas extranjeros. Lo nuevo hoy en día es la oleada masiva de
acaparamientos llevada a cabo por empresas y estados al adquirir, por largos periodos de tiempo,
de entre 30 y 99 años, vastas extensiones de tierra fuera de sus fronteras con el fin de cultivar, en
la mayoría de los casos, productos agrícolas destinados a la exportación. Mientras, Instituciones
Internacionales como el Banco Mundial o los Bancos de Desarrollo, hacen la vista gorda y
prefieren utilizar el término “Inversiones en tierras” o “adquisiciones de tierra a gran escala”.
Esta oleada de acaparamiento de tierras se origina tras la crisis financiera y de alimentos de
2007-2008. Frente al incremento de los precios de los alimentos en el mercado mundial, algunos
países deslocalizaron su producción agrícola llevándosela al extranjero para garantizar el
suplemento de comida interna, ante el crecimiento de su población. Adicionalmente, la crisis
financiera ha convertido la tenencia de la tierra en una nueva fuente de dividendos para la
industria financiera. El continente africano es el más afectado por el acaparamiento de tierras
porque la tierra es fértil y barata en comparación con otros continentes. La mayoría de la tierra
carece de título de propiedad, aunque no de propietarios, lo que facilita la acción de las
multinacionales.
Las cifras son escalofriantes, gobiernos y multinacionales han puesto sus ojos en millones de
hectáreas de más de 60 países. El Banco Mundial en su informe del año 2011 afirma que 56
millones de hectáreas fueron alquiladas o vendidas entre 2008 y 2009. De acuerdo con el Comité
Internacional de Tierras (2011), esta cifra alcanza los 80 millones desde el año 2001 y de acuerdo
con el registro (2012) un total de 227 millones de hectáreas ya han cambiado de manos y han
sido concedidas a los nuevos propietarios.
El Global Land Project (2010) advierte que en África 62 millones de hectáreas han sido cedidas en
27 países desde 2009. El Instituto Oakland (2011) habla de 50 millones de hectáreas en 20
países. De acuerdo con High Quest Parners, entre 15 y 50 billones de dólares han sido invertidos
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por el sector privado en este proceso y se prevé que esta cifra se triplique a corto plazo.
Estas cifras dan una idea de la magnitud del fenómeno, aunque es muy difícil obtener cifras
exactas. Según la organización Grain, estos acuerdos son firmados por las multinacionales en
complicidad con los funcionarios de los países, de modo que casi toda la información se mantiene
fuera del alcance del dominio público, por miedo a posibles repercusiones políticas negativas.
En algunos casos, son los estados los que facilitan los contratos. Los gobiernos que invierten son
particularmente los países petroleros del Golfo Pérsico, Corea del Sur, Estados Unidos, Canadá,
Europa, China, Japón, etc. Asimismo, también se incluyen países como Singapur, India, Malasia,
Islas Mauricio, Sudáfrica y otros.
Por tanto, no es siempre una cuestión de países del Norte comprando tierras en países del Sur.
Es más bien una agricultura industrial reemplazando a la agricultura familiar sostenible. Los
estados intervienen abriendo las puertas a inversionistas y flexibilizando la legislación a su favor.
Gran cantidad de documentos no son sometidos a organizaciones de arbitraje para saber si las
tierras fueron adquiridas legalmente. Los acuerdos llegan a incluir exenciones de pago de
impuestos por períodos de 100 años.
Esta situación no debe llevarnos a error, ya que a mucha gente no le queda claro que los actores
principales en el actual proceso de acaparamiento de tierras para producir alimentos para la
exportación, no son los gobiernos o los países, sino las multinacionales. Aunque los gobiernos
facilitan los acuerdos, las empresas privadas obtienen el control
de la tierra. Por ello, cuando leemos en la prensa “Corea del Sur
El continente africano
alquila la mitad de la isla de Madagascar” no es Corea sino la
es el más afectado por
empresa Daewoo Logistics. Estos inversionistas privados no se
el acaparamiento de
interesan por la agricultura para resolver el problema del hambre
mundial o eliminar la pobreza rural, quieren ganancias y de las
tierras porque la tierra
tierras agrícolas pueden obtener una alta rentabilidad.
es fértil y barata en
comparación con otros Los nuevos propietarios son gestores de fondos de capital
privados, operadores de fondos especializados en tierras
continentes.
agrícolas, fondos de pensiones, grandes bancos y similares. La
mayoría del dinero proviene de fondos de pensiones
acumulados a través de años de trabajo por parte de profesores, funcionarios civiles y obreros de
países como Estados Unidos o la Unión Europea. Esto significa que un montón de ciudadanos
normales y corrientes tienen una participación financiera en este proceso de acaparamiento de
tierras, sean o no conscientes de ello. ¿Sabemos dónde invierte el banco nuestros ahorros?
Las transnacionales de Estados Unidos y Europa, como Cargill, Tyson, Danone o Nestlé, que
alguna vez llevaron la voz cantante, en esta ocasión van de la mano con corporaciones de países
emergentes como COFCO (con sede en China), Olam (Singapur), Savola (Arabia Saudita),
Almarai (Arabia Saudita) y JBS (Brasil). La industria alimentaria del mañana en África será dirigida
mayoritariamente por capitales brasileños, chinos y de los países árabes del Golfo Pérsico.
Estos inversores quieren condiciones favorables para facilitar y proteger sus inversiones en tierras
agrícolas. Quieren suprimir leyes molestas que impiden la propiedad extranjera de la tierra, hacer
a un lado las restricciones locales sobre la exportación de alimentos y eludir cualquier regulación
sobre Organismos Genéticamente Modificados. Las multinacionales, los gobiernos y los bancos
de desarrollo, entre otros, trabajarán codo con codo, para instalar sus agendas por el mundo
entero mediante tratados de libre comercio, tratados bilaterales de inversión y financiación
condicionada.
Sin embargo, la agricultura industrial que promueve estas adquisiciones de tierra no va a resolver
la crisis alimentaria global. Tras décadas de proyectos de Revolución Verde y programas de ajuste
estructural, nunca ha habido tanta gente hambrienta como hoy. El Banco Mundial y otros
Organismos Internacionales han decidido que el único camino para evitar que el sistema
alimentario mundial no se caiga a pedazos es impulsarlo todavía más hacia sus intereses,
impulsando agro-negocios a gran escala por todas partes. Esto es lo que significa el
acaparamiento de tierras hoy, expandir e incrustar el modelo occidental de sobreproducción a
gran escala. En otras palabras, más producción alimentaria controlada por las multinacionales
para la exportación.
Normalmente el acaparamiento de tierras se presenta como una mejora, como una modernización
-5-
de la agricultura que beneficia a ambas partes: inversionistas y agricultores, así como a la
sociedad en su conjunto. También se dice que la tierra está “deshabitada” o “poco trabajada”. Tal y
como atestiguan los representantes de La Vía Campesina estas afirmaciones, generalmente, no
son verdad: campesinos y campesinas pierden la tierra que cultivan y la agricultura industrial
destruye tanto el medio ambiente como las comunidades rurales. Cuando se acaparan tierras,
también se pierden ecosistemas, cultura, el saber-hacer y la población. Ahora la agricultura, el
agua, la comida y los recursos naturales son el principal objetivo del gran capital financiero.
El acaparamiento global de tierras va a empeorar la crisis alimentaria porque impulsa una
agricultura basada en monocultivos a gran escala, en agroquímicos, en combustibles fósiles, y en
mano de obra semi-esclavizada. Ésta no es una agricultura que vaya a alimentar el planeta, es
una agricultura que alimenta las ganancias de los especuladores a favor de unos cuantos, y que
va a provocar la pobreza de las mayorías.
En África, así como en otros continentes, la agricultura familiar es la que alimenta la población,
por tanto, el acceso a la tierra de los pequeños agricultores es primordial para contribuir a
erradicar el hambre en el mundo. El acaparamiento de tierras se considera una amenaza para la
Soberanía Alimentaria pues son los campesinos y las campesinas quienes alimentan al 80% de
las poblaciones locales.
El testimonio de un participante de Burkina Faso en
la
Conferencia
Campesina
Internacional: El acaparamiento de tierras se
¡Detengamos los acaparamientos de tierras! considera una amenaza para la
celebrada en Mali en noviembre de 2011 cuenta: “El Soberanía Alimentaria pues son
asunto del acaparamiento de tierra comenzó en el los campesinos y las
año 2007, con nuestro alcalde. Nuestra tierra es campesinas quienes alimentan
nuestro legado pero se la dieron a otra gente.
al 80% de las poblaciones
Llamaron a la policía. Cientos de personas fueron
golpeadas. Los mayores fueron encarcelados. Éste locales.
es nuestro problema”.
En Mali, el gobierno se ha comprometido a entregar 800.000 hectáreas de tierra a los
inversionistas extranjeros. Se trata de tierras que han pertenecido a las comunidades durante
generaciones, incluso siglos, mientras que el Estado de Mali sólo existe desde los años 60.
Despojar a las comunidades de sus tierras es una violación de sus derechos históricos y
consuetudinarios.
Vivir de la agricultura se hace cada vez más difícil y muchas familias se ven forzadas a abandonar
sus tierras. Muchos hombres, y en particular mujeres, se han convertido en trabajadores
emigrantes en sus propios países.
El gran capital criminaliza a los movimientos sociales que luchan por mantener las tierras de sus
antepasados y el futuro de sus hijos. Cuando la población local protesta o rehúsa ceder sus
tierras, los campesinos y campesinas son expulsados a la fuerza, son encarcelados, son
amenazados… en definitiva, son criminalizados por defender sus derechos.
Estos movimientos sociales que surgen allí donde se da algún tipo de acaparamiento, luchan por
una Reforma Agraria, luchan por defender sus tierras y su territorio, se enfrentan a
multinacionales y capital extranjero. Luchan por un modelo de agricultura que priorice la
agroecología, y por un modelo de producción de alimentos que alimente a las personas y no a los
vehículos -en referencia a a producción de agrocombustibles, tema que se tratará más adelante-.
Asimismo, este movimiento sabe de la importancia de la participación de las mujeres y la gente
joven en condiciones de igualdad. La Reforma Agraria y la lucha por la tierra y el territorio son las
bases de la Soberanía Alimentaria.
3. LA SOBERANÍA ALIMENTARIA FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN DE LAS SEMILLAS Y LOS
ORGANISMOS GENETICAMENTE MODIFICADOS
Los agricultores de todo el mundo son los guardianes de la diversidad agrícola del planeta. Han
ido conservando y mejorando las variedades agrícolas haciéndolas más productivas y adaptadas
a cada suelo y clima. El resultado son la gran variedad de alimentos que conocemos, fruto del
trabajo de millones de generaciones, no se puede decir que las semillas pertenezcan a éste u otro
agricultor, sino que se puede afirmar que son el bien común más preciado de la humanidad. El
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ciclo de cultivo de los alimentos es relativamente sencillo, el agricultor siembra la semilla, germina
la planta, la cuida y al final de proceso recoge la cosecha. Normalmente parte de la cosecha se
destina a autoconsumo, parte se vende y parte se guarda para el año siguiente, de forma que la
familia tiene asegurada su subsistencia. Sin embargo, asistimos a un proceso de privatización a
escala mundial de todo este saber.
Sólo unas pocas empresas controlan el mercado de semillas a nivel mundial: Monsanto (Estados
Unidos), DuPont (Estados Unidos), Syngenta (Suiza), Limagrain (Francia), Bayer Crop Science
(Alemania) controlan aproximadamente, el 50% del mercado. Monsanto, en el año 2005, ya era la
mayor empresa de semillas del mundo, controlando el 27% del mercado de las semillas y el 90%
del mercado de las semillas de soja. Actualmente controla el 35% del mercado.
Estas multinacionales han desarrollado los llamados Organismos Modificados Genéticamente,
más brevemente denominados transgénicos. Son organismos vivos que han sido creados
artificialmente manipulando sus genes. La manipulación genética consiste en aislar segmentos del
ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para
introducirlos en el de otro. Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España lleva genes
de bacterias, para producir una sustancia insecticida. La diferencia fundamental con las técnicas
tradicionales de mejora vegetal es que la manipulación genética permite franquear las barreras
entre especies para crear seres vivos que no existían en la naturaleza. Se trata de un experimento
a gran escala del que desconocemos sus consecuencias tanto para el medio ambiente como para
la salud de las personas.
El cultivo de transgénicos aumenta día a día, según la ISAAA (una agencia favorable a la industria
biotecnológica) en el año 2010 las tierras dedicadas al cultivo de transgénicos ocupaban 148
millones de hectáreas, de un total de 4.900
millones de hectáreas de tierras agrícolas.
El argumento de terminar con el
La siembra de cultivos transgénicos se limita
hambre en el mundo fue la excusa
principalmente a unos pocos países, el 90%
perfecta para que las grandes
de los transgénicos se cultivan en Estados
empresas se volcaran en desarrollar
Unidos, Brasil, Argentina, India y Canadá.
plantas transgénicas, que sin embargo, Casi el 60% de los ensayos de campo con
transgénicos se realizan en Estados Unidos.
hasta la fecha, sólo ha servido para
La
inmensa
mayoría
de
alimentos
empobrecer aún más a los
transgénicos se cultivan para alimento
campesinos,…
animal o biocombustibles, aunque no se
sabe cómo llegan en más de una ocasión a
nuestras mesas (caso del maíz StarLink). Los cultivos modificados genéticamente que se
siembran a gran escala son la soja, el maíz, el algodón y la colza. Dos son las propiedades que
los caracterizan: tolerancia a un herbicida (Roundup Ready, Paraquat, etc.) y/o la producción por
la planta de una toxina para el control de plagas (Plantas Bt: Bacillus thuringiensis).
El argumento de terminar con el hambre en el mundo fue la excusa perfecta para que las grandes
empresas se volcaran en desarrollar plantas transgénicas, que sin embargo, hasta la fecha, sólo
ha servido para empobrecer aún más a los campesinos, por la necesidad cada vez más alta de
herbicidas que necesitan estos cultivos. Cuando en Estados Unidos se introdujeron los
transgénicos Roundup Ready (plantas manipuladas genéticamente para hacerlas resistentes al
herbicida Roundup a base de glifosato), la cantidad de glifosato empleada se multiplicó por 15 en
el periodo 1994-2005. Lo mismo ocurrió en Argentina y Brasil.
El crecimiento en el uso de plaguicidas va unido a la expansión de los cultivos transgénicos,
especialmente la soja. En el año 2010 Brasil cultivó 23 millones de hectáreas de soja, de las
cuales el 70% fueron cultivadas con soja transgénica Roundup Ready de Monsanto. Como
aparecen resistencias en las mal llamadas malas hierbas, los herbicidas tienen que ser cada vez
más fuertes. Así, los datos indican que la Soja Roundup Ready 2 de Monsanto (un nuevo cultivo
transgénico que resiste mayores dosis de herbicida) es un 42% más cara que la primera versión.
Por otra parte, el control que tiene Monsanto de las variedades de semillas se ha visto reforzado
por la aplicación agresiva de sus derechos de patente. A menudo obliga a los agricultores que
compran sus semillas patentadas a firmar acuerdos que les prohíben guardar semillas de su
cosecha y volver a plantarlas. Los agricultores que no cumplen con este acuerdo pueden
-7-
enfrentarse a demandas judiciales. En otras ocasiones las semillas llevan un gen que inhibe su
germinación al año siguiente, de esta forma las multinacionales se aseguran todos los años el
mismo volumen de negocio.
En África se cultivan transgénicos fundamentalmente en Sudáfrica, aunque Burkina Faso y Egipto
comercializan este tipo de productos. Nigeria y Kenia aprobaron leyes favorables a estos cultivos.
Sin embargo organizaciones civiles y de agricultores se oponen a estas multinacionales y en Mali,
por ejemplo, todavía no se han comercializado cultivos transgénicos. En octubre de 2011 las
autoridades sudafricanas aprobaron la importación de arroz transgénico LL62 de Bayer Crop
Science, los agricultores y las organizaciones de la sociedad civil criticaron firmemente esta
decisión argumentando que podría contaminar variedades de arroz convencionales.
En Europa existe una gran demanda de materia proteica para alimentación animal, el 68% de esta
materia es harina de soja proveniente de Brasil, Argentina o Estados Unidos, mucha de ella
transgénica. Sólo un 2% de la soja se produce en el Unión Europea. Por otra parte, tras la presión
de muchos grupos de consumo, es obligatorio el etiquetado de los productos alimenticios que
contengan más del 0,9% de contenido transgénico, pero no es obligatorio informar con qué han
sido alimentados la carne de los animales que nos comemos.
La aparición de nuevas alergias, la alteración de las características nutricionales (en particular
para grupos vulnerables como el feto, los niños o las mujeres embarazadas) y la transferencia de
genes dentro del aparato digestivo, son aspectos en los que debe llevarse a cabo más
investigación.
En Francia, los científicos demostraron que el herbicida Rounddup de Monsanto es sumamente
tóxico aunque en su publicidad la empresa dijera que se trataba de un producto biodegradable e
inofensivo para el medio ambiente. En el año 2007, grupos ecologistas presentaron una demanda
judicial contra Monsanto que condenó a la empresa por publicidad engañosa y fraude.
En 2011, el tribunal de más alto rango de la UE prohibió las mieles que contengan rastros de
polen del maíz transgénico MON810 de Monsanto. Este fallo tuvo su origen en una demanda
presentada por agricultores del estado alemán de Baviera cuyas colmenas estaban situadas a
menos de 500 metros de un campo de experimentación. Los agricultores reclamaban que su miel
había sido contaminada con el polen del cultivo experimental y ya no podían comercializarla. Este
caso pone de manifiesto el hecho de que la coexistencia entre cultivos tradicionales y
transgénicos no funciona.
La multinacional química alemana BASF anunció el 16 de enero de 2012 su decisión de
abandonar el mercado europeo de semillas transgénicas, reconociendo la “falta de aceptación en
muchos lugares de Europa por parte de la mayoría de consumidores, agricultores y políticos”.
Esto supone la retirada de la patata transgénica Amflora aprobada hace tan solo dos años, de la
que se han cultivado apenas unas decenas de hectáreas y que, tras múltiples escándalos de
contaminación ha supuesto otro gran fracaso para la industria de los transgénicos.
Pero la industria de la biotecnología también está acaparando la biodiversidad animal. Las dos
mayores empresas de genética animal del mundo son Genus y Hendrix. La mitad de los huevos
de producción industrial del mundo y 1 de cada 2 pavos son Hendrix y en España Hypor, filial de
Hendrix, es propietaria de la genética de 1 de cada 4 cerdos. Por su parte, 1 de cada 3 cerdos de
Norteamérica y uno de cada 10 en Europa son made in Genus que actualmente vende 10
millones de dosis seminales al año. Aunque aquí no puede hablarse de manipulación a nivel
molecular, sí se verifica la manipulación tecnológica en los laboratorios del primer mundo y la
incapacidad técnica de países menos desarrollados para competir en este terreno (Aranguren,
2012).
En palabras de Liliane Spendeler de la organización Amigos de la Tierra, la rápida expansión de
los cultivos modificados genéticamente en algunas partes del mundo contrasta con el poco
conocimiento que tenemos en la actualidad de su impacto socioeconómico, para la salud y para el
medio ambiente. Sobre los mecanismos biológicos permanecen muchas incógnitas y nadie es
capaz de predecir todos los efectos de la inserción de un gen en un organismo extraño, sobre
todo cuando este organismo se libera al medio ambiente. Se sabe poco más en cuanto a sus
efectos sobre la salud humana y animal y son numerosas las voces científicas que opinan que los
procedimientos de autorización de alimentos transgénicos en la Unión Europea son deficientes en
cuanto al análisis de riesgo. A esto se añade que si un organismo modificado genéticamente
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resultase perjudicial para la salud, no lo podríamos detectar por falta de mecanismos adecuados,
en particular por las deficiencias del sistema de etiquetado.
También, la introducción de los cultivos transgénicos en la agricultura se está realizando sin las
medidas de precaución imprescindibles dado el nivel de incertidumbre que los rodea. Los
impactos ambientales y sobre el resto de la agricultura, como la contaminación genética, la
pérdida de biodiversidad agrícola y silvestre, la aparición de plagas más difíciles de controlar, la
dependencia cada vez mayor hacia los pesticidas y fertilizantes, se hacen cada día más
evidentes. Impactos que repercuten indudablemente sobre la seguridad alimentaria e hipotecan el
futuro de la agricultura.
Por último, estos cultivos intensifican la industrialización de la agricultura ya que se prioriza la
producción de cultivos comerciales para el mercado mundial en detrimento de las necesidades de
las comunidades locales y de la biodiversidad agrícola, clave para la soberanía alimentaria. A la
vez, deja caer la agricultura y alimentación mundial en manos de un puñado de grandes empresas
transnacionales. Por lo tanto no se puede afirmar que los cultivos modificados genéticamente
contribuirán a un reparto más justo de los recursos naturales entre todos los seres humanos, a
una disminución de las desigualdades entre países ricos y países pobres y a la resolución del
problema del hambre en el mundo.
Existen alternativas viables y prácticas a los cultivos
Existen alternativas viables y
transgénicos que casi invariablemente resultan más
prácticas a los cultivos
baratas, más accesibles, más productivas en ambientes
marginales y más aceptables social y culturalmente. La
transgénicos que casi
invariablemente resultan más oposición ciudadana a los transgénicos y los enormes
riesgos inherentes a su utilización deberían canalizar un
baratas, más accesibles, más
cambio de enfoque hacia las técnicas agrarias
productivas en ambientes
alternativas y fiables, que son menos costosas que la
marginales y más aceptables
multimillonaria industria moderna de la biotecnología.
social y culturalmente.
Esta alternativa tiene en la agroecología y el uso común
de las semillas su máximo valor. La Soberanía
Alimentaria proclama que las semillas son patrimonio
de los pueblos, no de unas pocas multinacionales, que los agricultores pueden y deben
intercambiar y guardar sus semillas como han hecho durante generaciones. Al mismo tiempo, es
preciso terminar con la agricultura intensiva de monocultivos que acapara tierra y agua y que
necesita grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas. También es necesario oponerse a este
proceso de privatización de tierras, de agua, de semillas… que impide el desarrollo de las
comunidades. Nadie se opondría a los transgénicos si de verdad sirvieran para acabar con el
hambre en el mundo o para curar ciertas enfermedades, pero la realidad es bien distinta, como
acabamos de ver.
4. LA SOBERANIA ALIMENTARIA FRENTE A LOS AGROCOMBUSTIBLES
Parece ser, según gran número de expertos, que la subida del precio de los alimentos y la crisis
mundial se deben a una confluencia explosiva de una serie de acontecimientos entre los que se
pueden citar: el fracaso de los países más pobres en el desarrollo de sus sectores agrarios, las
presiones en el mercado internacional por los cambios en la dieta de países como China e India,
la especulación en los mercados de futuros de las materias primas, la conversión de terrenos
agrícolas en terrenos urbanizables, el cambio climático y el desvío de la producción de maíz y de
caña de azúcar destinada a la alimentación para la producción de agrocombustibles (Bello, 2012).
En este apartado vamos a profundizar sobre esta última afirmación. Pero ¿qué son los
agrocombustibles? biocarburantes, agrocombustibles o combustibles industriales son
combustibles obtenidos a partir de material biológico. Sin embargo, el término “bio” sólo le
confiere una dudosa imagen verde. Actualmente, alrededor del 3,3% del combustible presente en
las carreteras de la Unión Europea deriva de agrocombustibles.
Los agrocombustibles son biocombustibles procedentes de cultivos agrícolas, bien de semillas de
aceite vegetal, como el aceite de palma, soja, girasol, colza o jatropha que pueden ser utilizados
para producir biodiesel; bien de almidones: maíz y trigo, cuyos azúcares se utilizan para hacer
etanol que puede ser usado en la gasolina.
-9-
Los Estados miembros de la Unión europea se han comprometido a que en 2020, el 10% del
combustible destinado a los transportes se obtenga de fuentes de energía renovable. Esto
significa que el consumo de biocombustibles industriales llegará a cuadruplicarse y al menos dos
terceras partes procederán de países en vías de desarrollo, de modo que se necesitarán
aproximadamente 17,5 millones de hectáreas en estos países. Además el incremento de la
superficie de estos cultivos vía subvenciones en la Unión Europea supondrá la necesidad de más
tierras fuera de nuestras fronteras para el cultivo de alimentos para las personas o para piensos
para el ganado. Muchas voces se alzan exigiendo a la Unión Europea una moratoria en el
cumplimiento de este objetivo, así como la finalización de la exención de los impuestos especiales
de la que goza la industria de los agrocombustibles.
Muchos países ven en los agrocombustibles su soberanía energética puesto que suponen una
dependencia menor de los países productores de petróleo. El campo parece ser una fuente
inagotable de energía renovable. Estados Unidos y la Unión Europea, pasando por China,
Filipinas, Brasil o Sudáfrica se han subido al carro de producir su propio combustible, reducir las
emisiones de efecto invernadero y favorecer el desarrollo de las comunidades que se dediquen a
estos cultivos. Y detrás de ellos, las grandes empresas del agro-negocio Cargill, ADM y Noble, así
como las grandes compañías petroleras British Petroleum (BP), Mitsui o Exxon Mobil.
Sin embargo, la realidad no es tan bonita como la pintan:
En primer lugar, los agrocombustibles influyen en el precio mundial de los alimentos. En el informe
publicado en The Guardian sobre los agrocombustibles como causa de la crisis alimentaria se
afirma que las políticas de agrocombustibles de la Unión Europea y Estados Unidos son
responsables de tres cuartas partes del aumento del 140% en los precios de los alimentos entre
2002-2008. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un
tercio de la subida de los precios agrícolas, prevista para los próximos nueve años (2008-2017),
se deberá al aumento de la demanda de agrocombustibles industriales. Algunos estudios apuntan
que el número de personas hambrientas podría aumentar en unos 16 millones por cada aumento
del 1% en los precios de los alimentos. Cabe entonces preguntarse sobre qué es lo que queremos
hacer si alimentar a los millones de personas que pasan hambre o llenar el depósito de nuestro
coche.
En segundo lugar, se encuentra el impacto sobre las comunidades locales que ven como aumenta
el precio de los alimentos. En noviembre de 2009, el precio del maíz en Zambia, Kenya, Malawi y
Mozambique, era un 60% más alto que a comienzo de 2007; en el mismo período Tanzania
registró un alza del 150%. Esto supone un fuerte impacto sobre la economía familiar, ya que
muchos hogares son compradores netos de alimentos, por ejemplo en Zambia es el 65%, y en
Madagascar y en Etiopía alrededor del 52%. Cualquier cambio en el precio de los alimentos
básicos supone que muchas familias no puedan acceder a ellos. En este contexto las mujeres,
que son responsables del 60-80% de la producción de alimentos en estos países, están muy
desprotegidas, pues poseen menos del 10% de las tierras. Las mujeres utilizan la tierra comunal
para el cultivo de alimentos, la recolección de frutos, los pastizales para los animales y la recogida
de leña. Sin embargo, estas mismas tierras se están convirtiendo en objetivo de la expansión de
los cultivos para agrocombustibles. En Ghana, las mujeres siempre han recolectado frutos secos
de los árboles de karité para hacer la mantequilla de karité (un producto muy empleado en la
fabricación de cosméticos y jabones), y utilizado localmente para cocinar. El karité representa, por
tanto, una importante fuente de ingresos suplementarios para las mujeres pobres de las zonas
rurales, especialmente durante la temporada de las lluvias. Pero en algunas zonas, los árboles de
karité han sido destruidos para dar paso a las plantaciones de jatropha.
En tercer lugar, comunidades enteras son desplazadas de sus tierras para dedicarlas a cultivos
industriales y despojadas de los únicos bienes que tienen para sobrevivir, su tierra y su agua. En
un estudio realizado por la FAO en tan sólo cinco países -Etiopía, Ghana, Madagascar, Malí y
Sudán- 2,5 millones de hectáreas han sido destinados a la producción de alimentos y
combustibles con un 90% de inversión privada (principalmente extranjera). De los 2,5 millones de
hectáreas, un millón son para agrocombustibles industriales (un área del tamaño de Bélgica).
Increíblemente, toda la producción de agrocombustibles se ha destinado a la exportación.
La historia se repite en muchos otros países: Malasia, Tanzania, Senegal, Colombia, por citar
algunos ejemplos. Las comunidades ceden sus tierras, si es que son consultadas, con la promesa
-10-
de empleo, educación para sus hijos, o mejores precios si cultivan jatropha o palma. Pero las
promesas no se cumplen. Los empleos son pocos y los sueldos bajos, si es que llegan, porque la
mayoría de las veces los trabajadores de las plantaciones son extranjeros.
En cuarto lugar, los agrocombustibles son vistos como una solución al cambio climático. Sin
embargo, los óxidos de nitrógeno liberados por los fertilizantes empleados en el cultivo de
productos agrícolas para agrocombustibles son 300 veces más peligrosos que el dióxido de
carbono.
Hay impactos enormes sobre los hábitats y la diversidad biológica. Algunos agrocombustibles
(como el azúcar de caña, soja y aceite de palma) son directamente cultivados en zonas de
bosques tropicales y otros lugares de alta biodiversidad, o están desplazando otras actividades
como la cría de ganado de estas áreas.
La gran ironía es que mientras los artífices de la
política energética de la Unión Europea
Las políticas que promueven
promueven una combustión más limpia y unas
recortes en el consumo energético
emisiones de gases de efecto invernadero más
serán más beneficiosas para el
bajas, sus importaciones de aceite de palma de
Malasia, Indonesia y Brasil están destruyendo las
medio ambiente que aquellas que
selvas tropicales, amenazando la biodiversidad y
promueven una política basada en
provocando la reconversión de tierras, con el
los agrocombustibles.
peligro de extinción de especies que esto
conlleva. Otro ejemplo de esta política es que se
ha acusado a Estados Unidos de inundar el mercado de la Unión europea con biodiesel
subvencionado a bajo precio, cerca del 10% consistía en biodiesel producido en la plantaciones
de palma de la selva tropical del sudeste asiático, mezclado en Estados Unidos y luego vendido
en la Unión Europea ¿Cuántos kilómetros ha recorrido este combustible hasta llegar al depósito
de nuestro coche?
Las políticas que promueven recortes en el consumo energético serán más beneficiosas para el
medio ambiente que aquellas que promueven una política basada en los agrocombustibles. La
realidad encubierta es que quizás los únicos beneficiarios del desarrollo de los agrocombustibles
sean las grandes empresas agrícolas y las élites políticas. Si hay algo que resulta cada vez más
evidente para un gran número de personas es que los agrocombustibles no son una buena
alternativa a los combustibles fósiles.
Tim Rice, de la ONG Ayuda en Acción, después de haber estudiado este fenómeno concluye que
el futuro de los agrocombustibles debería ser construido en torno a tres principios fundamentales.
En primer lugar, que hay un lugar para los agrocombustibles, siempre y cuando estos se
produzcan de manera sostenible, no compitan con los alimentos y contribuyan de forma efectiva a
la reducción de los gases de efecto invernadero. Estos agrocombustibles podrían utilizarse de
muchas maneras: calefacción, electricidad, cocina, transporte, etc. En segundo lugar, que una
sociedad más sostenible debe reducir el consumo de energía y en tercer lugar, que deben
priorizarse formas alternativas y más sostenibles de transporte público, vehículos eléctricos
(suponiendo que la fuente de electricidad sea libre de carbono) y bicicleta.
Los defensores de la Soberanía Alimentaria creen que la Soberanía Energética va íntimamente
unida a ésta y para conseguirla los colectivos humanos deben ser capaces de aplicar un plan de
uso de la tierra que anteponga la producción sostenible de alimentos locales a los
biocombustibles. Además, es necesario proteger el acceso a los recursos, en particular, el
derecho a la tierra, tanto para los hombres como para las mujeres. Por ello, ante la posibilidad de
dedicar sus tierras a la plantación de agrocombustibles debe existir un proceso previo e informado
con total transparencia, sobre todo cuando se trate de contratos con empresas. Las comunidades
de campesinos deberían poder decidir libremente. En el caso de tratarse de trabajadores de las
plantaciones se debe garantizar que todos reciban un trato digno y se respete la legislación
laboral.
Por otra parte, las empresas extranjeras que se dedican al cultivo de los agrocombustibles deben
responsabilizarse de sus actuaciones allá donde operan y deben responder legalmente del
impacto sobre los derechos humanos y el medio ambiente que tienen sus negocios.
La energía más limpia y renovable que existe es la que no se consume. Los países desarrollados
-11-
comprometidos deben reducir el consumo de energía. Los consumidores tenemos que cambiar el
hábito de gastar por el de ahorrar o reducir.
En conclusión, los agrocombustibles no son malos o buenos en sí, es el sistema de producción
industrial el que hace que tengan unos efectos muy negativos sobre las comunidades locales y el
medio ambiente. Allí donde se producen y se consumen localmente producen beneficios en
términos de lucha contra el hambre y la pobreza energética, promueven la mitigación y la
adaptación al cambio climático y generan empleo e ingresos económicos. Apoyar proyectos de
agrocombustibles sostenibles a pequeña escala controlados por y para el beneficio de las
comunidades locales es otro de los principios de la Soberanía Alimentaria. Como dice Gustavo
Duch: “Antes comestibles que agrocombustibles”.
5. LA SOBERANÍA ALIMENTARIA FRENTE AL SOBRECONSUMO
Comercio y consumo van de la mano, se consume lo que se vende, con lo que se comercia, pero
más bien se vende lo que se consume. Y esto es muy importante porque el consumidor no es
consciente de su poder, sobre todo de su poder para luchar contra las injusticias a través de su
cesta de la compra. En el apartado siguiente veremos cómo funciona el mercado internacional y
como existen alternativas a ese comercio injusto, ahora se va a profundizar en las consecuencias
que tiene nuestro consumo en otras partes del mundo y las repercusiones que para el planeta
supone que las mercancías den varias veces la vuelta al mundo antes de llegar a nuestra cesta
de la compra.
El consumo, más bien el sobreconsumo, el exceso de productos, se da en el Primer Mundo donde
se encuentra el 20% de la población mundial. Es aquí donde se concentra el 80% del consumo.
Como señala Ballesteros (2007) el acceso al consumo es desigual. La quinta parte de la
población mundial consume el 85% de los bienes
mundiales, y la quinta parte más pobre ha de
El acceso generalizado a
conformarse con menos del 2%. Así, por ejemplo,
productos fuera de temporada
por cada unidad de pescado que se consume en
y a alimentos exóticos o tropicales los países pobres, se consumen siete unidades en
ha ocasionado que el 40% de la
los países ricos, por cada unidad de carne se
consumen 11; líneas telefónicas hay 49 por cada
energía consumida en todo el
una en el Sur, se consumen 77 unidades de papel
proceso de producción desde el
en el norte por cada una en el Sur, la relación en la
campo al plato sea debida al
adquisición de automóviles es de 145 a 1. Mientras
transporte.
aquí se tiran toneladas de comida a la basura, en
los países empobrecidos rebuscan en la basura
para poder comer.
En un mundo globalizado la cesta de la compra también se globaliza. Los cereales, el pienso, el
café, las especias, el pescado, el marisco, las frutas y las legumbres son los productos que más
distancia recorren para llegar a nuestras mesas. De media, viajan más de 5.000 kilómetros según
el estudio “Alimentos kilométricos” realizado por Amigos de la Tierra y las Universidades de Sevilla
y Vigo. El acceso generalizado a productos fuera de temporada y a alimentos exóticos o tropicales
ha ocasionado que el 40% de la energía consumida en todo el proceso de producción desde el
campo al plato sea debida al transporte. Los alimentos recorren cada vez distancias mayores.
Esto tiene consecuencias sobre el calentamiento global y la crisis alimentaria y ecológica que
padecemos. Las importaciones de alimentos crecen y crecen. En cuanto al modo de transporte, el
barco sigue siendo el principal medio, y el de menor uso el tren, a pesar de tener un impacto
ambiental 20 veces menor que el transporte por carretera.
Si además los productos importados son productos que se cultivan en nuestro entorno, las
consecuencias son todavía peores, ya que al optar por los importados (quizá por ser más baratos)
la superficie dedicada a ese cultivo en España disminuye con la consiguiente pérdida de empleo y
el abandono del medio rural. Así, el 87% de los garbanzos que se consumen en España son
importados, principalmente de México y recorrieron una media 7.330 km para llegar a nuestro
país. Los piensos para animales no se quedan atrás: recorren de media 7.901 km, 2.311 km más
que en 1995, sobre todo por el mayor peso de la soja proveniente de Argentina y Brasil.
Por todo ello, un pequeño gesto al hacer la compra, como es mirar la procedencia del producto,
-12-
puede suponer un gran cambio para el medio ambiente y la economía. Además, elegir productos
locales (o al menos nacionales) y de estación, es una opción más importante de lo que uno pueda
pensar.
Por el contrario, en los países del Sur se necesita cada vez más tierra para abastecer de
alimentos a las personas y al ganado de los países del Norte. estas necesidades hacen que
surjan serios problemas tanto sociales como medioambientales tal y como hemos ido desvelando
a lo largo de esta publicación.
Por ejemplo, un español medio bebe una taza de café al día,
esto supone que necesita nueve cafetales en Colombia para … en los países del Sur
cubrir sus necesidades. Los amantes del chocolate consumen se necesita cada vez
una media de 3,3 Kg. al año lo que significa que tienen 5 más tierra para
árboles de cacao plantados a su nombre en Costa de Marfil. abastecer de alimentos
Para producir un kilo de carne de vacuno en una de las granjas a las personas y al
del norte se necesitan 6 kilos de cereal. Y así, un suma y sigue ganado de los países
en nuestra cesta de la compra en esta sociedad de
sobreconsumo. Otro estudio de Amigos de la Tierra sobre la del Norte.
huella del uso de la tierra analiza esta situación a nivel
europeo. El estudio ha obtenido las siguientes conclusiones:
• Europa es el continente más dependiente de la importación de tierras.
• Cerca del 60% del suelo usado para cubrir la demanda europea de productos agrícolas y
forestales proviene de otros continentes.
• Seis de los diez principales países importadores son europeos, Alemania, Reino Unido,
Italia, Francia, Países Bajos y España.
• Alemania y Reino Unido importan cada uno aproximadamente 80 millones de hectáreas de
tierra de cultivo al año.
• El consumo medio por persona de los habitantes europeos es de 1,3 hectáreas, mientras
que países como China e India usan menos de 0,4 hectáreas de tierra de cultivo per cápita.
España se encuentra en la media con 1,3 hectáreas por habitante sembradas a nuestro nombre
en otros países del mundo, sobre todo, países empobrecidos. Cada uno de nosotros puede hacer
su propio reparto de tierra en función de los productos que consume. Los consejos para detener
esta dependencia de tierras son sencillos: cuidemos de nuestra agricultura local, consumamos lo
que las y los pequeños productores locales producen en cada temporada, reduzcamos el
consumo de proteína animal.
Como hemos visto, los productos de las estanterías de cualquier supermercado pueden tener
mucho sufrimiento escondido detrás de tanto envoltorio de colorines: acaparamientos de tierra, de
agua, de semillas, contaminación de los suelos, deforestación, trabajo infantil, explotación de los
trabajadores y un largo etcétera. Los eslabones que más valor aportan a la cadena alimentaria
son los más explotados, son los 2.000 millones de trabajadores-productores del Tercer Mundo,
cuyo salario ronda entre uno y tres dólares al día.
El Homo sapiens se ha transformado en el Homo consumus. La felicidad se ha unido al concepto
del tener y se han olvidado otros valores. Cada ser humano es responsable de las consecuencias
que generan sus actos, incluidos los de carácter económico. De todas formas, aunque estemos
concienciados, a veces podemos estar comprando en contra de nuestros principios, pero lo
desconocemos, no sabemos dónde encontrar ciertos productos o es muy difícil conocer su origen,
tampoco nos enseñan a protegernos de una publicidad abusiva, ni sabemos qué hacen con
nuestros ahorros cuando los depositamos en el banco.
Ante esta realidad, se podría decir que existen al menos tres tipos de actitudes básicas hacia el
consumo en nuestra sociedad, como asegura Ballesteros (2007):
• El tradicional, que no reconoce ni siquiera el problema y que por tanto no está dispuesto a
realizar ningún esfuerzo adicional por mantener un comportamiento mínimamente
responsable.
• El cómodo, mezcla de negociador y ecologista, de boquilla sabe que hay problemas, pero
solo se comporta de manera responsable si eso no le hace cambiar de hábitos y
costumbres.
-13-
•
El militante, verdadero consumidor responsable, que no circunscribe el ámbito de su
comportamiento al de la compra, sino que tiene interiorizado un estilo de vida y unos
valores que le hacen tratar de transformar el mundo a través de su conducta.
Tratar de cambiar nuestra sociedad hacia ese Homo responsabilus es nuestro objetivo. Además
de una reducción del consumo se hace preciso un cambio de hábitos, de pautas, de costumbres.
El fomento de un consumo sostenible, de un consumo consciente y responsable es una manera,
tan válida como cualquier otra, de conciliar producción y rentabilidad con el respeto por las
personas y por el medio ambiente. Para empezar es preciso tomar conciencia de que cada uno de
nosotros y nosotras somos corresponsables de los efectos sociales y ecológicos de lo que
compramos y consumimos y actuar en consecuencia. Cada vez que uno elige un producto de una
marca concreta, en un establecimiento determinado, está optando por un modelo económico,
social, de relaciones, etc. determinado, todos los
días.
La soberanía alimentaria propone De ahí que el consumidor responsable es, primero
fortalecer los mercados locales y y ante todo, consumidor consciente y crítico. Una
vez que es consciente de querer realizar un
los lazos directos entre
comportamiento más acorde con el medio
consumidores y proveedores
ambiente y más justo con las personas, la
mediante la promoción de los
búsqueda de qué, del cómo y del dónde se pueden
productos de la agricultura y la
satisfacer estas necesidades pasa, en primer lugar,
pesca basado en relaciones de
por una crítica a la oferta existente y,
confianza.
seguidamente, a una investigación activa de
ofertas adecuadas.
A lo largo y ancho de todos los continentes se
están poniendo en marcha iniciativas que tratan de articular un tejido social que promueva un
comercio más justo y equitativo con el Sur y un consumo más responsable en el norte. Las
organizaciones de comercio alternativo defienden y promueven el pago de un precio justo y digno
al productor de las materias primas, tratando además de eliminar intermediarios y movimientos
especulativos de los precios. En muchas ciudades surgen grupos de consumo, huertos urbanos,
asociaciones de consumidores, mercados transparentes, etc. que hacen realidad la premisa de
que otra forma de consumo es posible.
La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente y el consumo responsable, que
garantiza ingresos dignos a todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar
su propia alimentación y nutrición. La soberanía alimentaria propone fortalecer los mercados
locales y los lazos directos entre consumidores y proveedores mediante la promoción de los
productos de la agricultura y la pesca basado en relaciones de confianza. Como afirman Montagut
y Vivas (2009) el cambio en nuestro consumo encontrará su sentido transformador como parte de
nuestra actuación como ciudadanos. Es esta acción la que hará que otra agricultura, otro
consumo y otro mundo se estén empezando a construir a través de los movimientos sociales.
6. LA SOBERANÍA ALIMENTARIA FRENTE AL COMERCIO INTERNACIONAL
El comercio ha existido desde la antigüedad. Este intercambio de bienes ha hecho posible que
hoy en día cuando se visitan los supermercados se puedan encontrar productos de todos los
rincones del mundo a un precio más o menos asequible. La globalización ha puesto a disposición
de los consumidores productos inimaginables algunas décadas atrás. En los países del Norte se
pueden comprar, por ejemplo, piñas de Ghana, algodón de Burkina Faso o café de Etiopía; en los
países africanos se encuentra leche en polvo, carne de pollo o maíz proveniente de países de la
Unión Europea o Estados Unidos. Sin embargo, raramente nos preguntamos ¿cómo se producen
estos alimentos?, ¿cuántos kilómetros recorren?, ¿cómo puede afectar nuestro consumo a sus
economías? Y las respuestas no son sencillas, pero vamos a tratar de arrojar un poco de luz
sobre estos interrogantes. De una parte están las grandes empresas que controlan el comercio
mundial y marcan los precios, de otra los Organismos Internacionales y los gobiernos con sus
políticas neoliberales y en medio, los consumidores que carecen de la información suficiente y los
agricultores que no reciben un precio justo por sus productos.
El comercio es controlado en un 81,2% por los países más ricos. Aunque difieren en las cifras,
-14-
diferentes Organizaciones Internacionales afirman que las relaciones comerciales Norte-Sur se
saldan con un saldo positivo a favor de los países del Norte. Los países empobrecidos exportan
materias primas y los países ricos productos elaborados, el valor añadido es lo que marca la
diferencia. De este pastel, las multinacionales controlan aproximadamente el 70% del comercio
mundial.
El mercado no es perfecto y las reglas de juego se manipulan en beneficio de unos pocos. Esta
manipulación abusiva de las reglas que gobiernan el comercio mundial niega a millones de
personas cualquier oportunidad de salir de la pobreza.
Pero, ¿cómo funciona este comercio? La mayor parte de los productos tropicales y las materias
primas están sujetas a los precios que se fijan en los mercados del norte. Las bolsas de Nueva
York, París y Londres son sede de los principales negocios sobre el azúcar, el algodón, el café y
el cacao. Los precios se fijan de acuerdo con estimaciones futuras, acordándose la entrega de la
mercancía y su precio cuando todavía no se ha realizado la cosecha (generalmente entre 3 y 6
meses). El comprador puede decidir volver a vender, apareciendo entonces fenómenos
especulativos en el mercado. Con ello, se va ganando a costa de las fluctuaciones artificiales de
los precios, que se alejan de la realidad de productores y compradores (Ballesteros, 2007).
Para los países del Sur, productores de estas materias primas, puede suponer, en algunos casos,
el 80% de los ingresos en moneda extranjera. La organización Setem atestigua que hay casos
más dramáticos, como por ejemplo Uganda, donde el 70% de las exportaciones son de un solo
producto, el café. Cualquier pequeña variación en el precio condena a la ruina a millones de
pequeños agricultores. El café es la materia prima más importante en el comercio internacional
después del petróleo. Alrededor de 100.000 millones de personas viven de la industria del café en
el mundo, la mayoría de ellas pequeñas productores y productoras. Mientras hace unos 10 años
el 30% del mercado mundial de café pertenecía a países empobrecidos y suponía una fuente de
ingresos importante, ahora sólo llegan a un 10%, según Intermon-Oxfam.
En realidad, sólo 6 grandes empresas
controlan el 85% del mercado mundial del
café. Lo mismo sucede con el mercado del El comercio es controlado en un
trigo, la soja y el maíz, el 85% es controlado 81,2% por los países más ricos.
por 6 grandes compañías. El 80% del mercado Aunque difieren en las cifras,
del cacao y de los plátanos lo manejan 3 diferentes Organizaciones
empresas respectivamente. El 60% del
mercado del azúcar está en manos de 4 Internacionales afirman que las
multinacionales. Con este panorama es fácil relaciones comerciales Norte-Sur se
entender que los productores del Sur tengan saldan con un saldo positivo a favor
que bailar al son que les viene fijado desde el de los países del Norte
poderoso Norte. Y cuando alguno desafina, es
expulsado de la orquesta.
Así, por ejemplo, el gobierno de Ghana hizo un esfuerzo por crear un programa para la
producción de piña para los supermercados europeos, pasando de 20.000 toneladas en el año
2000 a 50.000 en el año 2004, producida fundamentalmente por pequeños productores y
productoras y medianos comerciantes. Pero sin previo aviso, las cadenas europeas presionadas
por la compañía americana Del Monte, decidieron unilateralmente comprar sólo la variedad MD2,
y no la Sweet Cayenne que se producía en Ghana, y a exigir la certificación EuropGAP. Estos
cambios estaban fuera del alcance de la pequeña producción, que tuvo que cerrar y dejar paso a
las transnacionales. Hoy sólo dos compañías controlan casi el 100% de las exportaciones de piña
de Ghana, una americana y otra suiza, que se proveen sólo de tres grandes productores. En
nuestro supermercado no hemos apreciado la diferencia…
Por otra parte, los países ricos subsidian fuertemente la producción agraria y la exportación de
sus excedentes a los países del Sur. Esto supone que el precio al que llegan estos productos esté
por debajo del precio de producción en destino, lo que hunde la economía local, es el llamado
dumping. Díaz-Salazar (2011) nos da algunos ejemplos:
Los campesinos de Burkina Faso tienen que competir en el mercado internacional con los
productores de algodón de EE. UU., quienes reciben subsidios estatales por un valor de más de
4.000 millones de $ al año, una suma superior al ingreso nacional total de este país. En Benin, la
-15-
caída de los precios del algodón en 2001 y 2002, vinculada a esta política de dumping comercial,
provocó que la pobreza nacional pasara del 37% al 59%. En Malawi, las restricciones europeas a
las importaciones ocasionaron en 2003 pérdidas por valor de 32 millones de € que equivalen al
presupuesto nacional de salud, en un país donde el 15% de la población padece el SIDA.
Además de subsidiar a sus agricultores con millones de dólares, los países ricos presionan al
Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial para que fuercen la apertura de los mercados
de los países pobres. Mientras, ellos impiden o penalizan las exportaciones de productos de los
países empobrecidos con tasas arancelarias hasta cuatro veces más altas que las que se
imponen a productos de otros países ricos. Estas medidas abusivas son la constatación de que
las reglas de juego no son iguales para todos, como nos quieren hacer creer.
Esta realidad hace que los países empobrecidos tengan que vender más baratos sus productos
para la exportación y a la vez abrir sus fronteras a los productos del norte si quieren que el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial les sigan concediendo créditos. Esta dependencia
económica es un círculo vicioso que acarrea graves consecuencias en estos países. Por un lado,
tienen que poner a funcionar al máximo rendimiento su maquinaria de obtener recursos naturales
listos para la venta, esto supone una sobreexplotación de sus recursos y, por otro, se ven
obligados a pedir créditos para poder seguir comprando, es decir para poder seguir
endeudándose, produciendo deuda externa.
La solución para un reparto justo de la riqueza sólo puede estar en un cambio del modelo de
mercado, por eso nace el comercio con justicia como alternativa a este mercado globalizado. Esta
alternativa se está dando ya en los diferentes Movimientos Sociales que luchan por la Soberanía
Alimentaria a través de nuevas formas de intercambios comerciales: comercio justo, canales
cortos de comercialización, compra directa consumidor-productor, alimentos kilómetro cero,
mercados locales, etc.
Pero, ¿qué es el comercio justo? Es aquel que garantiza a los productores unas condiciones de
producción y comerciales dignas, permitiéndoles que se conviertan verdaderamente en actores de
su propio desarrollo.
Los productores del Sur que entran a formar parte de estos movimientos que se dedican al
comercio justo se comprometen a garantizar unos productos de calidad, a respetar el medio
ambiente, a promover unas condiciones laborales dignas, a favorecer la igualdad entre hombres y
mujeres y a rechazar la explotación laboral infantil. Las relaciones comerciales se basan en la
transparencia y en el funcionamiento democrático. Estas relaciones se basan en el beneficio
mutuo, al contribuir a satisfacer las necesidades básicas de las comunidades productoras y al
favorecer los derechos de los consumidores. Estas formas de intercambio crean oportunidades
para las mujeres y los grupos étnicos o sociales que sufren discriminación, explotación y/o otras
situaciones injustas.
En el otro extremo, las organizaciones del norte se comprometen a pagar un precio justo a los
productores, a ser transparentes en la gestión comercial y financiera y a reinvertir los beneficios
en el proyecto social. Normalmente son entidades sin ánimo de lucro, con estructuras
participativas y democráticas donde tienen representación todos los entes sociales. Estas
organizaciones suelen firmar contratos a largo plazo con los productores y pagar por adelantado
parte del precio para que los agricultores no se endeuden. También llevan a cabo labores de
sensibilización en nuestras sociedades.
Los pequeños productores del Sur ven como sus productos tienen acceso directo a un mercado al
que no habría sido posible acceder en otras circunstancias y como se les garantiza un precio
justo. Al vender parte de su producción al comercio justo suben los precios para el resto de los
productos que se quedan en el país. Sin duda, lo más importante para algunos productores no es
el precio justo sino la prefinanciación que le aseguran las organizaciones de Comercio Justo, la
seguridad de que van a cobrar lo que vendan, la estabilidad de la producción y la garantía de una
relación comercial a largo plazo. Además, muchas organizaciones de Comercio Justo ofrecen
ayuda y formación a los productores.
Las organizaciones de Comercio Justo compran los productos de la manera más directa y
cercana al productor posible, a un precio que es fijado en base al coste real de producción y no de
acuerdo con los mercados mundiales. Si en las reglas del comercio internacional primaran los
beneficios para las personas en lugar del beneficio económico, los productos de comercio justo no
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serían necesarios, porque todos los productos del supermercado serían justos tanto social como
ambientalmente. La Soberanía Alimentaria pone las aspiraciones y las necesidades de la gente
que produce, distribuye y consume la comida en el centro del sistema de producción alimentaria y
de sus políticas, más que las demandas de los mercados y de las empresas. Considera el
derecho a la alimentación como un derecho humano básico que debe ser garantizado por los
gobiernos. Es por ello, que la soberanía alimentaria da prioridad a las economías y a los
mercados locales, promoviendo un comercio con justicia.
7. A MODO DE CONCLUSIÓN
Vandana Shiva, premio nobel alternativo, expresa muy bien la realidad de nuestro mundo: “un
puñado de empresas y de países poderosos tratan de controlar los recursos naturales de la tierra
y transformar el planeta en un supermercado en el que todo está en venta. Ellos quieren vender
nuestra agua, nuestra tierra, nuestros genes,
nuestras células, nuestros órganos, nuestros
conocimientos, nuestra cultura y nuestro futuro. La Soberanía Alimentaria
Las guerras que se libran en diferentes partes del defiende el acceso de la
mundo no son sólo enfrentamientos de sangre por agricultura familiar a la tierra, a
petróleo, conforme van evolucionando nos damos
las semillas, al agua, al crédito y
cuenta de que se trata de sangre por alimentos,
sangre por genes, sangre por biodiversidad, a la conservación de la
sangre por tierra y sangre por agua”. Frente al biodiversidad para poder
acaparamiento de tierras, agua, semillas, producir su propia comida y
biodiversidad, la Soberanía Alimentaria propone el alimentar a la población local.
reparto de la tierra y el uso y disfrute común de los
recursos. Las necesidades de agua y comida de
las poblaciones tan solo se pueden satisfacer si se protegen los medios que nos ofrece la
naturaleza. Las tierras muertas y los ríos contaminados no pueden dar ni alimento ni agua.
La Soberanía Alimentaria es el derecho de la gente a comida saludable, culturalmente adecuada,
producida con métodos ecológicamente responsables y sostenibles. Se podría decir que la
Soberanía Alimentaria es la antítesis del modelo de agricultura industrial impuesto por las grandes
empresas del agronegocio. Esta agricultura intensiva de monocultivos que acapara tierra y agua
necesita grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas. Los pesticidas han fracasado en el
control de plagas, la ingeniería genética y sus Organismos Genéticamente Modificados que se
consideraban una alternativa a los productos químicos tóxicos han supuesto, por el contrario, un
incremento del uso de pesticidas y herbicidas y provocado una guerra contra los agricultores. Los
elevados costes de los productos químicos y de las semillas modificadas atrapan a los
agricultores en el endeudamiento, y esa trampa les lleva al suicidio. Los defensores de la
Soberanía Alimentaria se oponen rotundamente a la introducción de semillas transgénicas que
despojan a las comunidades rurales del control de sus semillas transfiriéndoselo a unas pocas
empresas multinacionales.
Ante el aumento de tierras dedicadas al cultivo de agrocombustibles a gran escala, en detrimento
de las poblaciones locales, la Soberanía Alimentaria propugna un cese inmediato del empleo de
tierras para la producción industrial de agrocombustibles. ¿No son antes las personas que el
combustible para coches, aviones y plantas energéticas?
En resumen, la Soberanía Alimentaria defiende el acceso de la agricultura familiar a la tierra, a las
semillas, al agua, al crédito y a la conservación de la biodiversidad para poder producir su propia
comida y alimentar a la población local. No en vano son los campesinos y las campesinas quienes
alimentan al 80% de las poblaciones locales. Voces muy ruidosas se alzan afirmando que la
productividad de la agroecología es demasiado baja para alimentar a toda la humanidad y se
necesitan sistemas agrarios cada vez más intensivos para solucionar el problema del hambre. Si,
como hemos visto, se producen suficientes alimentos para la población mundial, ¿no habrá que
atajar las consecuencias del hambre mirando a otros estamentos? No está demostrado que la
productividad de la agroecología sea menor que la agricultura convencional. Quizás si miramos a
corto plazo, la agricultura industrial tiene grandes rendimientos, pero también necesita grandes
insumos de productos químicos y, a largo plazo, se esquilman los suelos y se contaminan los
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acuíferos. La agroecología busca plantas adaptadas a cada territorio, enriquece el suelo, fomenta
la biodiversidad y no usa productos químicos que contaminen el medio ambiente. Si en una
balanza sopesamos los beneficios y perjuicios que cada una de estas agriculturas tiene para la
sociedad, sin duda alguna, gana la agroecología.
La Soberanía Alimentaria también propone otra forma de comercio e intercambio, dando prioridad
a las economías y a los mercados locales, apuesta por apoyar a los campesinos y a los pequeños
productores por medio de mejores precios para sus productos y mercados estables, donde
puedan producir comida para ellos mismos y sus comunidades. La población mundial sigue
siendo alimentada en mercados locales, de modo que hay que impedir que sean arrasados por
las grandes cadenas de distribución. Estos gigantes no escatiman esfuerzos en campañas de
publicidad engañosa, pero se niegan a etiquetar de forma correcta los productos que venden. Los
consumidores tenemos derecho a volver a recuperar la información secuestrada de quién, dónde
y cómo se producen nuestros alimentos.
La existencia de estas realidades hace que otra comercialización además de ser necesaria y
posible, esté ya empezando a caminar, los lazos entre productores y consumidores se están
fortaleciendo y se llevan a la práctica muchas iniciativas, de las que todos podemos formar parte,
en función de nuestras posibilidades: venta directa productor-consumidor, mercados
transparentes, grupos de consumo, asociaciones de consumidores, huertos urbanos, etc.
Los colectivos que propugnan la Soberanía Alimentaria hacen un llamamiento a la movilización y
participación plena de los movimientos sociales, mediante acciones no violentas, para la
recuperación y defensa activa de los territorios y en contra del modelo de globalización neoliberal
y de producción de las multinacionales de la agricultura, la ganadería y la pesca. De esta forma se
obliga a los gobiernos a cumplir con sus obligaciones de implementar políticas y programas
efectivos de reforma agraria. Aranguren (2012) opina que es nuestra la responsabilidad de exigir a
los gobernantes un mayor control sobre los poderes económicos que sólo buscan enriquecerse de
cualquier manera y a costa de todos. Si no lo hacemos, también nosotros estaremos de alguna
manera, por omisión, colaborando para que el desastre nos alcance.
Nosotros debemos elegir ¿vamos a obedecer a las leyes del mercado y de las insaciables
empresas multinacionales o las de la madre tierra o GAIA para mantener los ecosistemas de la
tierra y la biodiversidad de sus habitantes? Cuando llegue el día en que la mayoría de los
ciudadanos del norte seamos conscientes de que la pobreza mundial y las desigualdades son
producto de nuestro modelo de producción y de consumo y estemos dispuestos a cambiarlo,
empezarán a resolverse de verdad y con rapidez estos problemas.
África ha estado y está en el objetivo de la insaciable maquinaria del agronegocio, es el continente
más desprotegido, oleadas de campesinos se ven desplazados y sólo les queda la alternativa de
cruzar el mediterráneo jugándose la vida en busca de un futuro mejor. No obstante, los
campesinos africanos, a pesar de las dificultades, se están uniendo para defender su tierra, su
agua, su ganado… construyen alianzas con otros sectores de la sociedad civil para informar y
concienciar al resto de la población. Alzan sus voces por todos los rincones del mundo porque
“nunca antes como ahora es tan importante globalizar las luchas y globalizar la esperanza”, lema
del Movimiento Internacional Vía Campesina.
*Encarni Castillo, es Ingeniera de Montes y miembro del Comité de Solidaridad con África Negra de
Pamplona.
Pamplona, 27 de agosto de 2012
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También la propuesta de la Soberanía Alimentaria como
construcción de otra forma de producir y consumir, es un
ejemplo para otras propuestas pensadas para la creación de
un mundo fuera del capitalismo. Hoy Soberanía Alimentaria
camina de la mano del Decrecimiento, la Soberanía
Energética, la monetaria o el Buen Vivir.
(Gustavo Duch)
-20-Por Encarni Castillo*, Pamplona, 27 de agosto de 2012